Si el maestro hace bien su trabajo, llegará un día en que el discípulo deberá abandonar su condición. Para cada uno de ellos será un día muy triste, pues los dos se quedarán solos. Y sin embargo lo reconocerán al mismo tiempo, cuando la mirada del alumno perfectamente adiestrada reconozca en alguna actitud del maestro una debilidad hasta entonces inadvertida. No es que la debilidad sea inadmisible: es simplemente que el discípulo la considera debilidad porque así le ha enseñado a hacerlo su maestro, porque así la considera él mismo. Lo que le resulta insoportable al maestro es saber que el otro sabe que él sabe que es una debilidad.