EL ALMA Y EL SUEÑO

En un pasaje de Platón cuya referencia he olvidado y que me da pereza ponerme a buscar, Sócrates explica que en el sueño el alma sale momentáneamente del cuerpo y vaga y se interna por mundos posibles. Es posible que Platón atribuyera esta creencia a los egipcios, pueblo admirable por el que –como es natural– sentía un gran respeto.

Representar los sueños como paseos extracorpóreos del alma es, desde el punto de vista moderno y contemporáneo, algo disparatado y, no obstante, ¡cuánto más sugestiva y plausible resulta cuando se la compara con los modelos actuales, como el freudiano, que habla del sueño como un agregado de restos diurnos y deseos inconscientes insatisfechos; o el de las llamadas “ciencias cognitivas” que representan el sueño como un proceso de desfragmentación y reorganización de la memoria como si se tratase de un disco duro!

Hace exactamente diez años anoté este sueño:

Viajábamos en un gran barco transatlántico. Formábamos parte de un grupo variopinto de turistas, algunos de ellos reconocidos, aunque ya no recuerdo sus caras [la memoria de los sueños es muy efímera]. Tú eras objeto de toda clase de lisonjas y coqueteos, lo cual te ponía de excelente humor: alegre y pizpireta [qué palabra, Dios] y cada vez más integrada al grupo; en cambio yo me hundía en el desánimo y acababa comiendo a solas, mientras oía tu voz, en la otra mesa, acompañada por un coro de risas cómplices.

Ay de mí… ¿Qué dolorosa penuria asolaba mi alma entonces? Es probable que fueran celos, pero el sueño no los tematiza sino que remite a su experiencia, no a su motivación. Expresa el sentimiento de ser escarnecido y lo dramatiza con imágenes y situaciones. Seguro que sí, puesto que mi comentario, que sigue a la transcripción, es muy claro. Anoté:

Se apoderan de mí las Furias. ¿Ves cómo el amor es siempre amor de uno mismo?

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