CARIDAD

La justicia no es tal si el justiciero no se involucra con ella o, mejor dicho, si no se la aplica a sí mismo. Esa fue la lección imborrable de Guevara que desmiente de forma rotunda a quienes lo descalifican como un pistolero asesino. Guevara aprendió esa idea de la justicia de Jack London, con quien compartía además del gusto por vagabundear y el amor a la naturaleza, los hábitos propios del muchachote fuerte; y hasta la manera viril de escribir que usaba en sus Diarios y que se reconoce claramente –hablo de memoria, porque no tengo conmigo los diarios de campaña de Ernesto Guevara– en el delicioso relato que hace London de sus andanzas como atorrante, de un tren a otro, a finales del siglo XIX (Cfr. London, En ruta, Barcelona: Marbot, 2009). De allí extraigo la más exacta definición de caridad que he leído nunca:

Darle un hueso al perro no es caridad. Caridad es compartir el hueso con el perro cuando estás tan hambriento como él. (p. 19)

El ideal moral descrito aquí es lo que persiguió inútilmente Guevara hasta su muerte: el sueño perdido (o irrealizable) del socialismo verdadero.

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