CURSI

La palabra “cursi” es especialmente extraña. No tiene referencia probable en ninguna otra palabra corriente y sin embargo se la emplea muy a menudo. Más aún, la cursilería es un vicio del que casi nadie está exento, una incontenible tentación de la forma presuntuosa que brota del goce del lenguaje y de la exageración del gusto. En este sentido, ser cursi es algo muy moderno. Corominas sostiene que es una palabra de origen incierto –lo que la hace aún más interesante: podríamos pensar que la ha sugerido algún dios (aunque esto, desde luego, suena como una cursilería más, lo mismo que cualquier referencia a los dioses), pero no, Corominas sostiene que apareció en Andalucía en 1865.

(¿1865? ¿De dónde saca Corominas esta fecha tan precisa?)

Inmediatamente da por supuesto que debió de haber sido tomada del árabe magrebí donde kursi significa “figurón, personaje importante”, de allí que viniera a calificar el aire presumido o la pedantería en español.

La cursilería prefiere los diminutivos y la cita en lengua de corte, en especial en francés. Como frase de fórmula y etiqueta abunda en las cartas, sobre todo si son deliberadamente “literarias”, en conversaciones de salón y en el habla corriente de los argentinos, que pueden ser muy cursis. La cursilería española, en cambio, no es de presumidos sino simplemente mal gusto o prosopopeya; o violencia verbal encubierta, como en el uso de “caballero” que sirve para no dar al otro la correcta y educada condición de “señor”. Entre los ingleses lo cursi se hace presente en la pronunciación exagerada. Los ingleses son tan cursis que hasta consiguen parecer afectados cuando hablan cockney o algún otro de sus muchos horribles acentos proletarios. Y no obstante, esa cursileria británica, en algunas expresiones que denotan deleite, como: lovely, charming, adorable, delightful, etc. puede resultar maravillosa por lo mucho que da pábulo al goce del otro, a quien invita de algún modo a compartir una apreciación; no a introducirlo en la cosa sino en la sensación de la cosa. En efecto, cuando se dice que algo es lovely se afirma que es digno de ser amado: lovely es un convite no una imposición.

(Pero no te pases, que en estas fechas el elogio de lo cursi puede parecer lo mismo que un adorno de Navidad.)

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