En Brasil llamaban «Mandrakes» (pronúnciese: mandraquis) a un tipo de drogadictos que se quedaban colgados en algún viaje de ácido. Se los reconocía por la manera en que andaban por la calle, completamente idos y beatíficos, y por su inconfundible estilo empastado de hablar que no puedo reproducir aquí. A diferencia de la mayoría de los yonquis, los Mandrakes eran inofensivos y hasta simpáticos.
Se los llamaba Mandrakes porque esa era la marca de unos ácidos que circulaban en Brasil y que llevaban el nombre del famoso mago de los comics:
Sobre Mandrake quisiera escribir hoy, de su compañera Narda y su asistente Lothar: un negro musculoso tocado con fez y cubierto con una piel de leopardo. Extraño trío de aventureros.
(Pero no es Mandrake, no. Es la magia. La magia que nos hace falta.)