EL ESPEJO

Todos los espejos son siniestros: enseñan lo que se ve, pero invertido, como en los rituales satánicos. Los espejos no mienten –sólo mentía el espejo de la madrastra de Blancanieves– pero tampoco dicen la verdad: en ellos todo se refleja al revés. Son meras superficies, pero simulan una profundidad y un espacio virtual. Están hechos de cristal y azogue y plata, pero no tienen espesor mensurable. Por eso es tan odiosa la filosofía especulativa.

(En mi casa estaban proscritos los espejos.)

Pero el espejo más siniestro es el que se revela en la mirada del otro. Mejor dicho, en la imagen de uno mismo traspuesta a la mirada del otro. Ese espejo puede ser mortal, irredimible, porque está hecho de nuestra propia mirada pero vista del revés.

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