ASESINATO

La novela más conocida de Albert Camus es El extranjero. El nudo de su trama narrativa es el célebre “acto gratuito”: el asesinato que comete su protagonista, Mersault, en la persona de un árabe inocente. Como se han ocupado de repetir hasta el hartazgo los filólogos y los críticos, la gratuidad de esa acción inmisericorde: “Lo maté porque me molestaba el sol”, dice Mersault, (cito de memoria), es paradójicamente la demostración de la posibilidad de la libertad humana. Solo un ser absolutamente libre puede cometer una iniquidad semejante, contra toda razón y propósito razonable. Solo un ser dotado para asumir la responsabilidad de sus actos puede aducir como causa de un asesinato que lo cometió porque le molestaba el sol.

(Pues sí…)

Pero han pasado muchos años desde que Camus hizo célebre su novelesco y extravagante “acto gratuito”, ha habido demasiados imitadores de Mersault, demasiados criminales nihilistas, demasiados responsables-irresponsables, demasiados niños que juegan a adultos, demasiados árabes muertos por psicópatas y demasiados psicópatas árabes. Demasiados psicópatas.

(Estás haciendo mucho daño y tú lo sabes…)

Me hubiera gustado colocarme del lado del sujeto de la acción de El extranjero, pero la verdad es que estoy del lado del objeto. Me encuentro más próximo y más afín al árabe asesinado por Mersault. Por una vez (pero no por casualidad) no me siento el héroe de una novela sino la víctima de un acto de crueldad y –créeme– no veo nada de novelesco en esa condición.

–¿Pero no ves que el árabe es un mártir de la libertad…?

No. Tampoco veo un mártir; y, por otra parte, ya no necesitamos mártires.

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