LA FASCINACIÓN

La fascinación se define como una atracción irresistible que alguien siente por alguien o por algo. La fascinación ha quedado reflejada en muchas obras de arte, y una de ellas, nos la ofrece el pintor Ernest Normand (1859-1923), en el cuadro titulado Pigmalión y Galatea.

En esta composición se hace visible un hombre que contempla fascinado una escultura femenina de una gran belleza. Como estatua de mármol que es, Galatea no tiene ninguna expresión comunicativa que responda con algún signo a la mirada deseante de Pigmalión. Entre lo que se nos hace visible en este cuadro, quisiera destacar dos aspectos: el primero, está relacionado con el acto de la mirada. El pintor muestra un hombre fascinado ante la contemplación de tal producto de su fantasía, con cuya imagen nos presenta su ideal de belleza femenina. La admiración que aparece en esta mirada de fascinación es tal que, como se narra en el mito, el hombre desearía exclamar: ¡Ojalá existieras y estuvieras viva! (Como sabemos, en el mito, este deseo se hace realidad).

El segundo aspecto que quiero destacar, hace referencia a los gestos que con cada mano hace Pigmalión. Con la mano derecha y con los dedos flexionados, se toca la cabeza. Es un gesto con el que el artista ha podido querer significar un enigma que podría formulase como: ¿qué hace que una imagen nos fascine? Con este gesto parece significar la búsqueda que hace en sus recuerdos acerca de las resonancias de esta imagen con impresiones grabadas en su memoria y olvidadas. Con la mano izquierda, semi extendida, aparece un gesto como de precaución. ¿Contra qué habría que precaverse? Contra la quimera que su imaginación ha fabricado y que, precisamente, le ha alejado de la vida y de su encuentro con una mujer real.

Sobre la misma temática, el pintor inglés Edward Coley Burne-Jones (1833 -1898), pintó el cuadro titulado El Hechizo de Merlín. Esta obra se inspira en dos cuentos místicos, clásicos de la época medieval. El tema es extraído de la leyenda del rey Arturo. La heroína llamada Nimue, aprende los misterios del mago quien, por estar enamorado de ella, se los confía. Ella, haciendo uso de su astucia femenina los utiliza en contra del mismo Merlín y se produce una inversión de posición entre ellos: Merlín queda desposeído de sus poderes hipnóticos y pasa a quedar hechizado por Nimue, quien le abandona despectivamente cuando ha logrado su cometido.

Trasladándolo al terreno amoroso, podríamos decir que la metáfora del amor, que Platón narra en el Banquete entre el amante y el amado, no se ha producido.

¡Un desencuentro más!

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