LOS USOS DE RAMEAU

Entre las cualidades más sobresalientes de la tecnología digital está la versatilidad, la capacidad proteica de convertir cualquier cosa en cualquier otra cosa. Se diría que, como técnica, es una potencia metafórica. Puedo escoger el color de una escritura para dar a una respuesta escrita una tonalidad deliberada, puedo componer una fotografía para suprimir la presencia de alguien indeseable en una toma, como hizo Stalin con Trotsky, o puedo usar de mil maneras a Rameau.

Usé L’Egiptienne como tono de llamada del teléfono de una mujer que quise mucho. Lograba así que su llamada telefónica, que yo siempre esperaba con expectación, me alcanzase dos veces: primero a través de los compases de la suite de Rameau y enseguida a través de su voz inconfundible.

La mujer ya no existe, pero acabo de escuchar Les Tourbillons, una pieza muy breve de Rameau que remeda unos remolinos acuáticos en el clavicordio. Como su nombre indica, debería haberme hundido en el torbellino de las notas. Sin embargo, no fue así, escucharla no asoló aún más mi castigada alma sino que la llenó de gozo y me recordó que Rameau aún puede servir para incontables circunstancias felices, que el mar se retira y vuelve siempre cuando sube la marea, que a una estación sigue otra, y otra, que cualquier cosa, en definitiva, puede dar motivo de felicidad, tan sólo se trata de que aprendas a usarla debidamente.

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