LA MUERTE EN LA VIDA

Leo a Foucault:

Conocer la vida sólo está dado a este saber burlón, reductor, y ya infernal que la desea muerta. La mirada que envuelve, acaricia, detalla, anatomiza la carne más individual, y señala sus secretos mordiscos, es esta mirada fija, atenta, un poco dilatada, que desde lo alto de la muerte ha condenado ya la vida. (El nacimiento de la clínica. Una arqueología de la mirada médica. México: Siglo XXI, 19ª edic. 1999, p. 243).

Según Foucault, desde un punto de vista histórico, en el siglo XVIII se vuelve a sacar a la luz el tema de la muerte en el saber, que desde el Renacimiento había permanecido en la sombra. En el siglo XIX la percepción de la muerte en la vida (…) es constitutiva de la singularidad (p. 243).

¿Cuál puede ser un rostro de la muerte en la vida individual?

Un rostro de la muerte en la vida podemos identificarlo en la vida grupal, en las relaciones que nos vinculan con otros, cuando algo deja de percibirse y no se pone en correlación con la palabra; por tanto, queda enmudecido y deja de ser finalmente imperceptible a fuerza de no poder ser dicho. Puede empezar a descifrarse si es tomado como síntoma en su cara significante que puede ser leído. Un síntoma descifrado puede estar del lado de la vida en común si se aceptan determinadas reglas de diálogo y de consenso que nos comprometen a todos.

Ahora bien, sabemos que no todo el síntoma es descifrable. Tiene también una cara de goce, que es la que podemos considerar como la presencia de la muerte en la vida. ¿Qué hacer con ese goce individual que no es inscribible en el significante, que no es de la naturaleza del amor y que, por tanto, permanece mudo?

Si cada uno de nosotros tiene su pequeño goce, también a cada uno le corresponde ocuparse de ellos para que no entorpezcan demasiado la vida en común.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.