ESO NO SE DICE

Cuando Internet se vuelve noticia sucede por dos razones. La primera es de índole propiamente tecnológica: una nueva aplicación, un avance en el progreso totalizador del mundo virtual y la concepción 2.0 de nuestra vida, etc. La segunda siempre está relacionada con la desvirtuación de la función comunicativa de esta herramienta, cuando un desaprensivo (cada vez más común) maltrata la libertad de opinión y comunicación para convertirla en corrillo agresivo y deshumanizado.

Son cada vez más los discursos que exigen una regularización lega, civil y penal, de Internet. La Red de redes es, efectivamente, guarida de anónimos. No obstante, ello no ha de ser impedimento para la autorregulación, tampoco ha de ser impulso de la falta de respeto y las vejaciones.

Hay una generación que ha nacido con Internet y que por tanto, tiene formas y usos que se ajustan de modo natural a ello. Los más han tenido que adaptarse a Internet y su “nueva forma” de entender el mundo.

La razón por la que las personas más correctas o más normales actúan de forma desmedida en Internet atiende a la inadaptación. Como los niños a los que se les regala un juguete nuevo y no saben usarlo, el usuario novel de Internet padece la misma incapacidad. Todo se educa, cómo y qué se puede hacer en Internet, también. El uso y la costumbre como en muchas facetas del aprendizaje es un buen bálsamo para curar esas convulsas reacciones.

Las preguntas que se plantearían a continuación serían “¿a quién le toca educar?”, “¿quién nos debe corregir cuando nos excedemos?”

Habrá quien suponga que es un precio a pagar, que es un mal menor por el acceso ilimitado al mundo. Otros dirán que el “sentido común” es vara rasa para Internet también. Lo cierto es que aún estamos construyendo las normas de uso en este ámbito.

No obstante, relativizar este fenómeno puede servir como mínimo para entenderlo. No se trata de que lo común en Internet sea ya la degradación del prójimo bajo el anonimato, sino que ese anonimato no sea punible por el Estado. Esto es así, al menos para aquellos que exigen una legislación para la expresión libre allí. En otras palabras, no se trata de corregir el problema, sino de castigarlo. Ignorar al individuo anónimo no basta, hay que coartarlo para que sirva como disipador para otras voluntades.

En este punto, quizás convenga recordar que Internet es solo una herramienta; lo que falla es el sujeto. No eliminaremos al mal educado, al desaprensivo, por el mero hecho de legislar el medio. Mi teléfono es de última generación y sigo recibiendo insultos cuando a alguien se le antoja. Por muy alta que sea la tecnología del diseño de nuestro urbanismo, nada impide que alguien que nos increpe con oportuna incorrección en medio de la acera.

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