BUENOS MODALES

Me basta con pasar por un incidente menor para comprender que la violencia empieza siempre en las palabras y, sobre todo, en los modales. La única ventaja que tiene respetar las buenas maneras –eso sí, siempre y cuando hayas tenido la ocasión de aprenderlas, lo que no siempre es el caso– está en que evitas deslizarte por el tobogán de la violencia. No pretendo decir que un individuo de los llamados «de buena educación» sea incapaz de incurrir en actos violentos, sino que la experiencia demuestra que los modales groseros (propios de que lo que en mi tierra lejana se llaman “guarangos”) están siempre y en cualquier caso a un paso de las bofetadas.

(¡Alto ahí entonces, no seas guarango!)

Messiaen puede confundir de forma brillante los registros y darnos una fanfarria organizada como Sinfonía Turangallia pero, cuidado, no nos confundamos: no hay violencia que el discurso pueda organizar ni mitigar. Ningún brulote se compara con un beso.

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