LAS FORMAS

Como dice Aristóteles en su Física, la forma es el límite de la cosa (209b). Extrapolado a la educación y las maneras, la expresión “romper las formas” siempre implica haberse desplazado del lugar que a uno le corresponde en la convención social. Es por eso que las relaciones sociales suponen una fuente de conflictos, ya que la posición correcta dentro de la convención no depende de uno, sino de la consideración de un receptor. Es el ofendido el que determina que el otro ha podido “moverse” del espacio asignado. La indefensión en este sentido es lo que determina esa complejidad.

Cómo acceder al conocimiento del otro, a su moral y al lugar que me ha dado. Si en la historia de la filosofía aún guardamos en bronce el escabroso mandamiento de conocernos a nosotros mismos (Platón, Protágoras: 343b) –que también es un modo de darnos nuestro lugar–, anhelar conocer a otro y deducir qué espacio nos ha otorgado es una tarea imposible.

Llegar a la ruptura de una convención es una posibilidad para poder saber a qué atenernos y cuáles son las formas que se nos han asignado. Entonces, fracasar en las formas para con el otro es la única salida. Sólo el ensayo/error de saberse fuera de lugar es la clave para conocer la moira que se nos ha concedido.

La única objeción es que con frecuencia las situaciones que nos permiten dicho conocimiento suponen la pérdida del coto, se convierte en el espacio prohibido al que no podremos volver jamás. El resultado es paradójico: errar es la única posibilidad de aprender, pero el error supone una exclusión y la imposibilidad de transferencia. Cada vez que tenemos el tamaño exacto de nuestro espacio, somos expulsados a uno nuevo que volvemos a desconocer. Si siguiéramos insistiendo, terminaríamos arrojados a un no-espacio, de tal modo que no se podrían “romper las formas”, porque no habría qué eliminar, es lo que llamamos el olvido. Lo que había supuesto la alternativa al conocimiento de nuestro espacio en el otro, se convierte al mismo tiempo en su rechazo.

La alternativa es poco halagüeña, porque supone la negación del conocimiento, no alcanzar experiencias que nos lleven a poder colegir nuestro espacio y qué somos para el otro. En este caso, nunca caeremos en el error, y por tanto, nunca padeceremos el destierro, pero al mismo tiempo no podremos sentir el calor del otro cuando desee dárnoslo.

Losses of God,
All will go
And one day
We will hold
Only the shadows.

Carl Sandburg, Losses (1916)

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