LAS LAGUNAS

El siguiente pensamiento de Merleau Ponty hace detener mi lectura porque en él me aparece un rayo de luz de la mirada ajena:

En cierto sentido, la significación es siempre distanciamiento: lo que dicen los demás me parece lleno de sentido porque sus lagunas no están nunca donde están las mías. (Lo visible y lo invisible. Barcelona: Seix Barral, 1970, p. 230).

Lo que hace que me detenga, en primer lugar, es la imagen metafórica del término “laguna”. Busco el sedimento de significaciones que esta palabra designa y entre ellas quiero destacar dos. La primera acepción hace referencia al “depósito natural de agua, generalmente dulce y de menores dimensiones que el lago”. Cuando las lagunas están llenas, suelen ser muy productivas debido al mayor contacto de los sedimentos con la superficie del agua como resultado de su poca profundidad. En una segunda acepción significa vacío, hueco, carencia. Esta es la que quiero destacar. Es evidente que lo que posibilita que una laguna pueda llenarse de agua es su emplazamiento en un lugar vacío, lo que permite que algo se deposite en él.

¿Qué es el vacío? M. Heidegger lo define de la siguiente manera, en su texto sobre La Cosa:

El vacío es lo que acoge del recipiente. El vacío, esta nada de la jarra, es lo que la jarra es como recipiente que acoge (Conferencias y artículos. Traducción de Eustaquio Barjau. Barcelona: Serbal, 1994, p. 146).

M. Ponty se sirve del término laguna para afirmar dos cosas: 1) que todos tenemos lagunas, es decir, vacíos y 2) que mis lagunas y las de los otros nunca se sitúan en el mismo espacio, en el mismo emplazamiento. Ese vacío, como necesario para su función, lo podemos comparar con los espacios en blanco que separan las palabras en un texto: entre palabra y palabra los espacios en blanco son necesarios para diferenciar el final de una palabra y el principio de otra y para identificar los trozos de cadena verbal que proyectan el sentido que vuelve con los signos.

Este preámbulo me parece pertinente para relacionarlo con nuestra posición cuando hablamos, o cuando escuchamos. No es lo mismo estar en la posición de quien sabe, que estar en una posición de interrogación, de vacío. Si mis lagunas no coinciden con las del otro que me escucha, si se parte de ese vacío subjetivo, puede darse una apertura a una nueva perspectiva, a un pensamiento que antes no había escuchado, a otra manera de entender la cosa y estar en el mundo.

Quizá sólo desde esta posición puede haber un encuentro, aunque no tiene por qué haber un acuerdo.

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