PAIDEIA

Los pedagogos modernos, ganados por los aires democráticos hegemónicos, insisten en que la labor principal del maestro consiste en despertar en el estudiante o en el discípulo la pasión por el conocimiento y la vocación del saber. Creen asimismo que la lectura es un hábito y que, como ocurre con todos los hábitos, es algo que se puede fomentar, difundir o promocionar, como el deporte o las vacaciones en Grecia; y, naturalmente, como la educación no consiste en la pedagogía, las llamadas innovaciones pedagógicas, tanto si ponen el acento en la participación como si no, casi siempre son un fiasco. El fracaso escolar no ha desaparecido sino que ha aumentado, la lectura decae a pasos acelerados y cada vez son más los papanatas que escogen hacer las vacaciones en Grecia encandilados por el folleto de una agencia de viajes.

¿En qué se equivocan los pedagogos y los técnicos en educación? Ante todo en pensar que el vínculo entre maestro y alumno es “pedagógico”, cuando en verdad es un lazo erótico y, como tal, no se nutre de transferencia o identificación alguna sino que se establece por efecto de la seducción. Digo explícitamente que es erótico –no amoroso– porque implica la intervención de un daimon poderoso como Eros, el dios que nos guía en el momento de escoger a las personas. En el marco de la relación «pedagógica» algo atrae o seduce al maestro en el alumno y no al revés, como piensan los pedagogos.

He aquí como describe esa atracción y fecundación mutua J. M. Coetzee, dizque inspirado por una idea original de Platón:

[…] antes de que se produzca el verdadero aprendizaje, el estudiante debe tener cierto anhelo de la verdad, cierto fuego en su corazón. El auténtico estudiante arde por saber. Reconoce o percibe en el profesor a una persona que se ha acercado más que él o ella a la verdad. Desea hasta tal punto la verdad encarnada en el profesor que está dispuesto a quemar su yo anterior para alcanzarla. Por su parte, el profesor reconoce y alienta el fuego en el estudiante y reacciona él mismo ardiendo con una luz más intensa. De este modo juntos se elevan a una esfera superior, por así decirlo (Coetzee,Verano, 162–163).

En este pasaje Coetzee describe una auténtica paideia, en la que no hay ni estímulos ni protocolos ni procedimientos pautados sino simplemente un encuentro entre dos seres humanos en torno a la experiencia de la verdad. Mejor dicho, en la verdadera experiencia de la verdad. Así es, en efecto, como yo lo he vivido como docente y no necesariamente porque haya caído bajo el influjo de Alcibíades.

Mucho antes que Coetzee, Nietzsche se representaba la educación así:

¿En qué consiste la educación?En el comprender inmediatamente todo aquello que se ha vivido, a partir de determinadas representaciones ilusorias. El valor de estas representaciones determina el valor de la formación y de la educación.[…] Estas representaciones ilusorias son comunicadas sólo por el impacto de la personalidad. En este sentido, la educación depende de la dimensión moral y del carácter de los enseñantes.Influjo mágico de una persona sobre otra persona: esta es toda la manifestación superior de la voluntad (que ya ha superado los imperativos de afirmación de la vida individual y, de este modo, subyuga las manifestaciones todavía inferiores de la voluntad).Este influjo se manifiesta en la transferencia [Uebertragung] de las representaciones ilusorias. (KSA 7, 5 [106])

Así pues, la paideia moderna debería abandonar toda pedagogía en favor de ser capaz de producir una verdad a través de una ilusión compartida.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.