La memoria es selectiva. Lo habitual es que guarde lo que ha sido agradable o placentero y olvide todo lo demás. Sin embargo, hay veces en que esta operación, que es un signo de prudencia y resulta tan práctica y conveniente para seguir viviendo, no tiene lugar. Hay veces en que por mucho que lo intentas, todo lo que recuerdas acerca de una experiencia o de alguien resulta ser doloroso, cruel o desagradable. ¿Por qué no lo puedes olvidar? No hay nada que merezca la pena recordar y, no obstante, la memoria te persigue como el miserable tábano que atormentaba a Ío.
No es la memoria, pues, sino un daño que te haces a ti mismo.
Ahora bien, llegar a saber por qué te sucede esto es tan difícil como olvidar.