PASACALLE

En la ópera barroca las pavanas, las chaconas, los minués y los pasacalles tienen un atractivo propio (al menos para mí), quizá porque son danzas. El cuerpo las escucha, pero no solo eso.

Al acto IV de la ópera de Henry Purcell, King Arthur, pertenece este pasacalle, cantado y puesto en escena con gracia inusitada por la Opéra Nationale de Montpellier. La compañía canta “How happy the Lover”, un poema de John Dryden a quien, por otra parte, pertenece el libreto de la ópera de Purcell.

Canta el tenor:

How happy the lover,
How easy his chain!
How sweet to discover
He sighs not in vain.

Pero el coro, duda:

How happy the lover?

Entonces la soprano y el bajo argumentan:

For love ev’ry creature
Is form’d by his nature.
No joys are above
The pleasures of love.

de lo que se hace eco el coro:

No joys are above
The pleasures of love.

Por lo tanto, las tres ninfas cantan que nunca hay que rechazar el amor:

In vain our graces
In vain are your ayes.
If love you despise,
When age furrows faces
‘Tis too late to be wise.

lo mismo hacen los tres hombres,

The use the sweet blessing
While now in possessing.
No joys are above
The pleasures of love.

y las tres mujeres,

No joys are above
The pleasures of love.

y así Dryden parece haberse rendido al encanto de los trovadores, pero el coro vuelve a su escepticismo y pregunta con ironía:

No joys?

Al diablo la ironía. No sé qué me gusta más: el pasacalle de Purcell, la graciosa puesta en escena, que parece Bollywood, el poema de Dryden o los placeres del amor.

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