Los bellos nombres de las antiguas calzadas que daban acceso a Roma: Tiburtina, Aurelia, Appia, Æmilia, Severiana, Postumia, Flaminia…; están inspirados en los apelativos de quienes las trazaron y construyeron pero, como de costumbre, mi corazón iluminado las asocia con los nombres de otras tantas ninfas que me parece ver paseando alegremente por las callejuelas de la ciudad y que me salen al encuentro.
Todos los caminos conducen a Roma. El mío también.
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