EL DESAMPARO

Barthes escribe un trozo suelto, un fragmento titulado “Un recuerdo de infancia”, donde habla de la experiencia del desamparo. Explica el recuerdo de estar jugando con otros niños en un pozo excavado en la tierra para construir los cimientos de las casas. Todos los chicos del grupo salen del pozo pero él no; y describe así cómo se sintió:

[..] desde el suelo, desde arriba, se mofaban de mí: ¡perdido!, ¡solo!, ¡mirado!, ¡excluido! (estar excluido no es estar fuera, es estar solo en el hoyo, encerrado a cielo abierto: repudiado); vi entonces a mi madre que acudía a toda prisa; me sacó de allí y me llevó lejos de los niños, contra ellos” (Roland Barthes por Roland Barthes, Trad. Julieta Sucre. Barcelona, 2004, 163).

Pongo este fragmento en relación con otros dos que también hablan de un sentimiento de exclusión. El primero se titula «La exclusión»:lo que siente al ser testigo del final de una boda al pasar por la iglesia de San Sulpicio. Traduce este sentimiento como un desconcierto, una inquietud: “no podía asumir su perturbación, es decir, expresarla: “se sentía más que excluido: desligado”(116). ¿Desligado de qué? Del discurso; se capta muy bien cómo de forma instantánea el sujeto está en fading, excluido de los nexos simbólicos en el momento de la experiencia, como estar confrontado a un real del que no hay representación ni discurso.

En el momento de la escritura de este recuerdo, aparece la palabra, “excluido” como una clave de una historia no comprendida hasta ese momento. En un segundo fragmento, titulado «Céline y Flora», se ocupa también del sentimiento de exclusión de la escritura, “que le impide “expresarse” con un lenguaje lírico y lo articula con un estado de fading, de escisión del sujeto entre ”la emoción y la nulidad, la afonía de su expresión” (117).

¿Qué podemos leer en estos fragmentos de escritura?

Sea que se trate de una experiencia real autobiográfica o de algo dicho por un personaje de ficción o por varios, Barthes se pregunta por su sentido: ¿qué quiere decir eso? ¿Qué quiere decir encontrarme en un estado en que no me puedo expresar, que no tiene sentido?

Una lectura atenta del primer fragmento me hace subrayar y detenerme en un significante que es el que precisamente se ocupa de definir: ¡excluido! Sintiéndose solo y repudiado, rechazado por sus compañeros, podemos reconstruir esta experiencia como de desamparo, término que Freud denominaba con la palabra alemana Hilflosigkeit, prototipo de la situación traumática generadora de angustia en la que el sujeto está sin recursos. Freud asocia la angustia a la espera, ya sea la espera pasiva sin expectativa, en alemán Abwarten, ya sea la espera de un acontecimiento, la espera de algo, en alemán Erwartung (Freud, S. OC, Los instintos y sus destinos, 1915).

Lacan hace hincapié en el Seminario VI, El deseo y su interpretación, Buenos Aires: Paidós, 2014, 472) en que lo importante es que en la experiencia originaria del desamparo, el niño está a merced del deseo del Otro, y esta situación es dramática porque ese deseo lo deja sin recursos. Para protegerse de ese deseo más tarde se servirá del síntoma y del fantasma que son respuestas del sujeto ante el desamparo que ocasiona ese deseo del Otro. Lacan considera que esta relación del sujeto con el deseo del Otro, es más primitiva que la angustia y la experiencia del desamparo perdura inalterable a lo largo de la vida, es estructural.

Barthes se detiene en algo clave que no había comprendido hasta el momento: los nudos incomprensibles para quien vive esta experiencia que pone en presencia de la lógica imposible de lo real. Para él no se trata de “reencontrar un sentido previo sino de imaginar un sentido posterior” (Fragmento La exención de sentido, 117-119). Busca encontrar un sentido pero a la vez deja abierto el texto, deja un vacío de sentido y frente a este vacío de sentido la respuesta será singular para cada uno de los afectados o de los lectores del texto.

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