POCA COSA (Sobre la obra de arte III)

Al final de la segunda guerra mundial, a Martin Heidegger le fue retirada la venia docendi debido a su compromiso con el nazismo. Por lo que parece, las fuerzas de ocupación en Alemania pensaban que si impedían que Heidegger enseñara sus ideas “filonazis” contribuían a su “desnazificación”. Extraña lógica que en el fondo ocultaba una flagrante infracción de la libertad de palabra.

En cualquier caso, para sortear la prohibición y el anatema académico del que fue objeto, Heidegger aprovechaba cualquier ocasión para impartir una lección. A veces era una conferencia en un club, otras veces la presentación de un libro o la inauguración de una exposición de pinturas o el homenaje a un amigo. Por eso mismo y para evitar la censura finalizada la guerra, sus intervenciones públicas son aún más oscuras y abstrusas que sus escritos anteriores. A este período de la posguerra pertenece un opúsculo devenido célebre acerca del origen de la obra de arte, obra que pasa por una de sus contribuciones capitales a la estética pese a que cualquiera que conozca someramente la obra heideggeriana sabe que la estética, la ética y la antropología no fueron asuntos que Heidegger considerara dignos de ser abordados por la filosofía. En suma, que para él no eran filosofía cabal sino Rede, habladurías filosóficas que distraían al Dasein de su ocupación prioritaria: la cuestión del ser de lo ente.

No obstante, en El origen de la obra de arte Martin Heidegger plantea un asunto de enorme trascendencia para la estética que, sin innecesarios prolegómenos, podríamos formular así: si la obra de arte –por ejemplo, la Capilla Sixtina o la Divina Comedia o el Mesías de Haendel, etc.– es una cosa que cualquiera puede equiparar con las cosas corrientes –con una valla publicitaria o un par de zapatos o una copla rociera o el himno del F.C.Barcelona, por poner por caso– ¿qué es lo que la hace obra de arte? Heidegger parte de una comprobación muy simple: la obra de arte, además de lo que ella es, es una cosa; pero esto plantea el problema de saber qué es lo que tiene de diferente o de propio la obra de arte por contraste con la cosa corriente, de modo que Heidegger cree necesario emprender entonces una larga meditación, que se pretende fenomenológica y de sesgo hermenéutico, sobre el arte, la creación artística y la diferencia ontológica entre la cosa, el útil y la obra de arte. Al final de esa meditación espesa y por momentos imposible de entender, llega a la conclusión de que en la obra de arte se juega la verdad de lo que hay, algo que los traductores han resuelto con una fórmula retorcida: “el ponerse por obra de la verdad”, que puede entenderse como que el arte produce la verdad del ser de lo ente, o que la verdad necesita de una obra de arte para manifestarse o bien que la verdad del ponerse como desocultación del ser necesita del arte para su manifestación, más un sinfín de variantes hermenéuticas que hacen las delicias de los epígonos de Heidegger y suponen un quebradero de cabeza para los estudiantes, que suelen enterarse de estas extrañas ideas por boca de sus profesores en las facultades de Filosofía.

La cuestión que me interesa plantear aquí forma parte de la meditación desarrollada en este escrito de 1957 y atañe a una observación que Heidegger hace cuando distingue entre la cosa, la obra de arte –que es cosa pero además arte– y el útil (un martillo, un automóvil, un sombrero, etc.). Heidegger sostiene que el utensilio se sitúa en (es decir, es entendido como) una posición intermedia, entre la mera cosa y la obra de arte. La afirmación es a primera vista una perogrullada pero, como suele ocurrir con este tipo de juicios incontrovertibles, enseguida adquiere contundencia y razón. En efecto, no cabe duda de que ponemos mucho más interés y valor en un par de zapatos que en una gota de lluvia o una mota de polvo. El polvo y la lluvia son cosas, objetos de la naturaleza del mismo modo que lo son los utensilios, pero su modo de “ser cosa” es distinto. Los objetos naturales no son producidos como sí lo son objetos tales como la pala, las tijeras o un asador. También es producida la obra de arte, que comparte con la gota de lluvia o la mota de polvo su condición matérico-formal y, con el utensilio, la cualidad o propiedad de haber sido creada, producida, confeccionada, etc. Podemos discutir sobre si se da efectivamente un “ser cosa” de la cosa, es decir, si hay algo como un “ser cosa” o “cosidad” de la cosa –típico filosofema aberrante– pero es evidente que el utensilio ocupa una posición intermedia en esta breve clasificación de las cosas.

Ahora bien, tan evidente es la observación de Heidegger que nos distrae de un aspecto relevante en la cuestión. Un utensilio es obviamente útil pero ¿es también obvio que haya para nosotros “meras cosas”? Categorizamos una cosa de “mera” cuando establecemos cierta comparación con algún objeto que apreciamos sobremanera o con lo útil del utensilio. Y, de hecho, un utensilio se convierte en “mera cosa” si dejamos de atribuirle utilidad. Heidegger pone el ejemplo del instrumento que se gasta o que se estropea por el uso. En cualquier caso, el útil, flamante o gastado, lo mismo que la obra de arte, asumen su condición de tales en virtud de un juicio. Nada en ellos los constituye por su propia naturaleza o índole, en lo que son. Asimismo, el ser de la obra de arte cuando se la juzga resulta tan problemático como el ser del útil; y “problemático” quiere decir aquí “disputable”, puesto que en uno u otro caso su “ser” depende de un juicio. Uno u otro se determinan en la apreciación del objeto –en ello se juega lo estético–, de tal modo que bien podría ocurrir que el útil se convirtiera en obra de arte y viceversa. Dos ejemplos muy simples: la pala de nieve de Duchamp

duchampheidegger

Duchamp, Anticipo de un Brazo Roto, 1915 (más aún que el mingitorio o el secador de botellas), es una obra de arte y sin embargo no deja de ser (y de parecer) un utensilio; y, por otro lado, los antiguos monumentos romanos, esas espectaculares obras del arte arquitectónico antiguo que no obstante fueron utilizadas como cantera para la construcción de las ciudades italianas en el Renacimiento, es decir, contra su propósito original. El primer ejemplo, sirvió a Duchamp como medio para desacralizar el arte, en un gesto exactamente opuesto al de Heidegger; y así, como gesto característico de desacralización se trasmitió al arte posvanguardista. En el segundo ejemplo el arte también es desacralizado –lo mismo han hecho casi todas las iconoclasias– del carácter ejemplar o reverencial del mundo antiguo y sus obras.

Pero no solo eso: incluso que pueda darse algo como una “mera cosa” es harto discutible. Que una cosa pueda resultar “mera” es, desde el punto de vista ontológico, tan extraordinario como que una pala quitanieves pueda ser tenida como obra de arte. ¿Hay un efecto algo parecido a una “mera cosa”? ¿Acaso el hecho de que califiquemos una cosa de “mera” –no es más que una cosa, pobrecita– no la pone en el mundo con toda su diferencia tanto como se pone en el mundo una obra cuando al ser tenida por “arte”? Ser cosa no es una esencia sino tan solo un predicado comparable e igual de relevante que todos los demás predicados; y el ser “mera” es tan válido como cualquiera de los demás. Porque la condición de “cosa” es una determinación que, desde un punto de vista ontológico, no dice más acerca de la cosa que lo que dice “útil” u “obra de arte”.
De manera pues que la reflexión de Heidegger parece como si describiera una parábola de trayectoria circular: parte de la necesidad de establecer cuál es la diferencia específica que separa a una obra de arte de las demás cosas para acabar afirmando que esta diferencia es la posición misma de la obra de arte, que resulta decisiva para la desocultación del ser de lo ente, o para la verdad de éste. Pero lo que resulta asombroso es que, en tanto que gesto poiético, establecer la “artisticidad” como diferencia sea tan inexplicable y arbitrario como determinar que una cosa no es más que una “mera cosa”.

(Y, en cambio, como aproximación al misterio de la llamada obra de arte, es bien poca cosa.)

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