TRAGEDIA

Ya se sabe que no es aconsejable ponderar acerca de la felicidad, pero es muy difícil no sentirnos tentados a pensar que, una fórmula plausible para acariciarla consiste en que cada uno aprenda a reconocer la trama de la tragedia que protagoniza.

Empieza por aprender a ver todo lo que hay de funesto en lo que nos pasa. Pero sin hacer trampas, pues no se trata de asegurarse un cambio de planes (o de finales). El plan (y el final) están ya dispuestos, por muy azaroso o contingente que parezca su proceso. Justamente aquí está lo propiamente trágico (o funesto) de la existencia. No busques soluciones a este problema. Con solo que llegues a reconocerlo has dado un gran paso.

Sin embargo lo verdaderamente importante y lo decisivo para ser felices viene después.

Primero, hay que aceptar que esto que nos toca es bastante terrible, que –por fuerza, como los desdichados héroes que imaginaron los griegos– vamos a porfiar en nuestra ineluctable perdición y no tenemos manera de escapar; y segundo, hay que hacer un esfuerzo para desentrañar el guión trágico en que estamos metidos y qué papel nos toca representar en él.

El resto es sencillo: consiste en cumplir lo mejor que podamos con el papel que nos ha sido asignado.