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Italia. Estado de Europa meridional; 301.277 km2, 57.700.000 hab. Cap. Roma. El Estado italiano, que comprende la práctica totalidad de la península Itálica -en la que se insertan también los Estados de San Marino y Ciudad del Vaticano- y un considerable número de islas (Sicilia, Cerdeña, Elba, etc.), limita al NO con Francia, al N con Suiza y Austria, y al NE con Eslovenia, quedando el resto de su territorio bañado por el Mediterráneo: al E el mar Adriático, al S-SE el mar Jónico y al O, el mar Tirreno.
Geografía física
El relieve presenta cuatro grandes unidades regionales: al N,
un sector continental dominado por los Alpes; a sus pies, la llanura
del Po; al S un sector peninsular articulado por los Apeninos; y
finalmente las tierras insulares. El sistema alpino extiende por
territorio italiano la casi totalidad de su vertiente meridional.
En este gran conjunto montañoso destacan las formaciones calcáreas
de los Dolomitas (Marmolada, 3.342 m de alt.) y en el sector cristalino,
de formas más agrestes, algunas de las principales cumbres
de todo el sistema alpino: Monte Rosa (4.634 m), Cervino (4.478 m).
Algunos pasos de montaña (Mont Cenis, Simplon, Brennero) facilitan
la comunicación con las regiones vecinas. La región
prealpina presenta largos y profundos valles, con numerosos lagos:
Garda (370 km2), Mayor, Como, Iseo. Al S de los Alpes, entre éstos
y los Apeninos, se extiende la llanura del Po (el río más
largo del país, con 652 km de long.), fosa tectónica
rellenada por los depósitos sedimentarios aportados por los
ríos que descienden de los Apeninos y, especialmente, de los
Alpes (Adigio, 410 km; Piave), y que avenan la llanura que se abre
al mar Adriático por el litoral NE de Italia. El resto de
llanuras italianas, aunque numerosas, son de escasa extensión,
y se localizan preferentemente en el litoral tirrénico, formadas
por importantes ríos (Arno, Tíber) o por llanuras costeras
(Maremma, Agro Pontino). La cadena de los Apeninos constituye la
espina dorsal de la península italiana, y en ella se distinguen
tres sectores: los Apeninos septentrionales, los de menor altura
y de formas más suaves (monte Cimone, 2.163 m); los Apeninos
centrales, también denominados Abruzos, que constituyen el
techo de la cadena (Gran Sasso, 2.914 m), y presentan modelados de
tipo cárstico; por último, los Apeninos meridionales,
que tienen su punto culminante en el monte Pollino (2.271 m). A ambas
vertientes de la cadena se extienden formaciones de colinas, denominadas
Subapeninos o Antiapeninos, destacando las del reborde O, donde se
elevan algunos volcanes (Vesubio, monte Amiata, Campos Flégreos).
En el extremo S de la península Itálica, la isla de
Sicilia es considerada una prolongación de los Apeninos (montes
Nebrodi, Peloritani, Madonia), destacando el monte Etna, que con
sus 3.345 m de alt. es el volcán activo más alto de Europa.
La isla de Cerdeña es asimismo montañosa (montes de
Gennargentu), aunque cabe destacar la fosa tectónica de Campidano,
entre Oristano y Cagliari. La climatología italiana, si bien
tiene carácter mediterráneo, presenta notables variaciones
regionales. En primer lugar, por efecto de su considerable extensión
en latitud: medias anuales en Milán de 23 oC en julio y 1,5
oC en enero, mientras que en Palermo, dichas medias son de 26,2 y
11 oC. Por otro lado, debido a las condiciones orográficas:
los Alpes, que actúan de barrera ante los vientos del N, registran
las mayores precipitaciones (3.000 a 3.800 mm anuales); los Apeninos,
por su parte, establecen una clara distinción entre sus dos
vertientes: la tirrénica, que queda expuesta a las corrientes
húmedas del O, y la vertiente adriática, a sotavento
de dichas influencias (menos de 500 mm anuales en Apulia).
Geografía humana.
Italia se cuenta, por población, entre los principales
Estados europeos. A partir de los años sesenta del s. XX la población
italiana experimentó un cambio en su ritmo de crecimiento, que
decreció hasta el 0,0 % de media anual entre 1985-1990: el descenso
de la tasa de mortalidad fue acompañado por un descenso considerable
de la tasa de natalidad. El cambio en las tendencias demográficas
afectó asimismo los tradicionales movimientos migratorios que hasta
entonces habían hecho de Italia una de las mayores reservas de mano
de obra de Europa y América. Italia pasó a convertirse en
punto de llegada de inmigrantes del Tercer Mundo, pero, sobre todo,
se establecieron importantes corrientes migratorias internas, con
un movimiento masivo de población del S hacia Roma y el N
industrializado (Turín, Milán, Génova, Florencia),
que no ha hecho sino radicalizar las diferencias entre el N y el
S. La concentración de la población italiana en los
núcleos urbanos (69 % de población urbana) ha generado
una red homogénea de grandes ciudades, que desempeñan el
papel de centros regionales (Nápoles, 1.067.365 hab.; Turín,
962.507; Palermo, 698.556; Génova, 678.771; Bolonia, 404.378,
y Florencia, 403.294), con dos destacados núcleos a nivel
nacional; Roma (2.775.250 hab.), la capital política, y Milán
(1.369.231), la capital económica.
Geografía económica.
Italia es, indudablemente, uno de los Estados más industrializados
del mundo; pero es también el país del S empobrecido
(el mezzogiorno), de la mafia y de la corrupción: es, por
lo tanto, un fenómeno complejo, de grandes contrastes. La
actividad industrial ha sido el motor del desarrollo italiano, y
el actual eje de su economía. Frente a ello, las actividades
agrícolas han experimentado un considerable retroceso, tanto
en ocupación de la población activa (7,3 %), como en su
participación en el PIB (3,7 %). La producción agrícola
no abastece la demanda alimentaria de la población, y es especialmente
escasa en la rama ganadera: bovino (Cerdeña), porcino (Emilia-Romaña).
La agricultura se halla más extendida, con cultivos de cereales
(trigo, arroz -primera productora europea-, maíz), leguminosas,
plantas industriales (remolacha azucarera), hortalizas (pimientos,
berenjenas, tomates y cebollas) y flores. Mención especial merece
la fruticultura (peras, melocotones y manzanas en Emilia, Véneto
y Campania; agrios en Sicilia), el olivo (en Liguria y el mezzogiorno),
que genera la segunda producción mundial de aceite (435.300 t),
y finalmente, la vid, cuyo cultivo sitúa a Italia a la cabeza
de la producción mundial de vinos (68,6 millones de hl), reconocidos
internacionalmente por su calidad. Un reconocimiento semejante ha
adquirido la producción industrial italiana: tras el fuerte impulso
que se dio al sector entre 1960-1980, Italia se ha hecho con un denso
tejido industrial, que da empleo al 32,4 % de su población activa,
y en el que se combinan el sector público, con poderosas organizaciones
como el IRI (Istituto per la Ricostruzione Industriale) y el ENI (Ente
Nazionale Idrocarburi), dirigidos por sociedades privadas; grandes
multinaciones privadas (Fiat, Olivetti, Pirelli); un gran número
de pequeñas y medianas empresas; y, finalmente, un importante
componente de economía sumergida (valorado entre el 20-30
% del PIB), especialmente presente en el textil y el calzado. La
producción industrial (que supone el 33,7 % del PIB), concentrada
en el N del país, abarca muy diversas ramas, algunas de ellas
inmersas en profundas crisis: tal es el caso de la siderurgia (Brescia,
Cornigliano, Piombino, Bagnoli, Turín, Tarento), la construcción
naval (Génova-Sestri, Nápoles, Ancona y Trieste-Monfalcone)
o el textil (Véneto, Lombardía, Piamonte). Otros sectores
industriales activos en Italia son: el alimentario (elaboración
de pastas, conservas: Sicilia, Campania, Lombardía, Puglia);
del mueble (Toscana y Brianza); de la confección y del calzado,
en expansión, por el impulso del diseño italiano; del
caucho (Milán y Turín); del papel (Fabriano); del vidrio
(Pisa, Livorno y Venecia); la metalurgia de los no ferrosos (aluminio
en Mori, Bolzano y Marghera); automovilístico (Turín
-Fiat- , Milán, Nápoles, Modena); bicicletas y motocicletas
(Milán, Varese); máquinas de escribir (Ivrea -Olivetti-,
Turín); maquinaria agrícola (Turín, Milán);
material ferroviario (Turín, Pinerolo); mecánica de
precisión (Turín, Milán, Bolonia); construcciones
aeronáuticas (Turín, Finale Ligure, Pomigliano d'Arco);
refino de hidrocarburos (Génova, La Spezia, Siracusa, Sannazzaro
de'Burgondi, Milazzo), y el de fibras sintéticas (Milán,
Cesano Maderno, Varese, Casoria). El principal problema de la industria
italiana es su dependencia de la importación de materias primas
y, sobre todo, la escasez de recursos energéticos: ni la extracción
de carbón, gas natural (Sicilia, Basilicata) y petróleo
(llanura del Po, Adriático y Sicilia), ni la producción de
electricidad (las centrales nucleares fueron paralizadas tras el
referéndum de 1987), cubren las necesidades del país. Las
actividades terciarias han experimentado el auge que caracteriza
a las economías desarrolladas: aporta el 62,6 % del PIB y
ocupa al 60,3 % de la población activa. El crecimiento económico
del país ha llevado consigo el desarrollo del sector financiero,
del comercio, los transportes y diversas sociedades de servicios,
así como de un superabundante funcionariado, que se ha convertido
en una de las más pesadas cargas que arrastra el país.
Italia cuenta con una densa red de transportes terrestres, complementada
por grandes instalaciones portuarias (Génova, Trieste, Augusta,
Tarento y Venecia) e importantes aeropuertos (Roma-Fiumicino, Milán-Linate).
El sector turístico cuenta con el atractivo de sus riquezas
naturales (costa del Adriático, la Riviera, los Alpes y sus
lagos), pero también históricas y artísticas
(Florencia, Pompeya, Roma, Venecia), sin olvidar la atracción
que ejerce la Ciudad del Vaticano sobre todo el mundo católico.
El comercio exterior, en su mayor parte desarrollado dentro de la
órbita de la UE, presenta habitualmente una balanza comercial
deficitaria: el coste de las importaciones de materias primas, hidrocarburos
y productos alimentarios supera los ingresos por la venta de vehículos,
construcciones mecánicas y confección y calzado. Por
otra parte, el turismo, las remesas de los emigrantes y los beneficios
que reportan las inversiones italianas en el extranjero, ayudan a
paliar este déficit. Sin embargo, tras una década de
euforia económica en los años ochenta, la crisis de los
noventa ha puesto en evidencia las deficiencias estructurales del
crecimiento italiano, con casi la mitad del país ajena a los avances
económicos y sociales del desarrollo, y con una intrincada red de
corrupción que ha puesto en entredicho todo el sistema político
y económico. La lucha contra esta corrupción centra,
en la actualidad, buena parte de los esfuerzos del país en
todas las esferas.
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Última actualització: 8 de juny de 2000