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Sociedad Española para la Investigación de las Diferencias Individuales

Presentación / Histórico / Afiliación / II Congreso Nacional de la SEIDI

 

H. J. Eysenck
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ORÍGENES, NATURALEZA Y APLICACIONES DE LOS RASGOS DE PERSONALIDAD 

José M. Tous i Ral
Universidad de Barcelona
Presidente de la S.E.I.D.I

TEXTO COMPLETO DE LA CONFERENCIA IMPARTIDA EN EL CONGRESO HISPANO PORTUGUES DE PSICOLOGIA COMO PRESIDENTE DE LA SEIDI (22.9.00) Santiago de Compostela

 

1. - Diferencias individuales versus procesos en psicología de la personalidad

Las diferencias individuales se han venido considerando como diferencias entre las personas que iban más allá de la simple constatación de que las personas eran organismos independientes. Las diferencias entre las personas son múltiples y han sido establecidas por muy diferentes saberes y metodologías. Aquí nos centraremos tan sólo en aquellas diferencias que ha estudiado la Psicología. La psicología Diferencial se ha centrado, fundamentalmente, en el estudio de las diferencias entre las personas que corresponden a la actividad adaptativa o funcional de las mismas y que conocemos como conducta. La psicología se centra en el estudio de la ejecución, al estudiar empíricamente la conducta, ya que esta la ejecución consiste en la definición operacional del constructo conducta. La psicología Diferencial se basa en las diferencias entre las personas, basadas en la ejecución, para poder discriminar psicológicamente una persona de otra.

Si se nos permite hacer una analogía con el sistema social es como si considerásemos tan sólo lo que ha conseguido socialmente cada persona y constatásemos que unas han conseguido más que otras, prescindiendo del hecho que unas han conseguido más que otras por su pertenencia a una clase social superior, que otras se han valido de sus capacidades personales y que incluso otras lo han conseguido simplemente por suerte. 

Para algunas personas (incluidos sociólogos y políticos profesionales) defensoras de la igualdad humana a ultranza, la injusticia social consistiría en que todos los seres humanos no consiguen lo mismo que los demás, independientemente de su origen social, de sus capacidades y de su buena o mala suerte. Esta igualdad finalista, prescindiendo incluso de que considera erróneamente que lo mismo es igual de bueno y apetecible para todos los seres humanos, es frecuentemente causa de otras injusticias sociales tan graves como aquéllas que pretendía atajar, ya que tiende a premiar la insolidaridad y el oportunismo. 

A nuestro entender la mejor forma de plantear una acción social justa, solidaria y que permita el progreso de la humanidad consiste en conseguir que el punto de partida para todos los seres humanos disponga de las mismas probabilidades de éxito y realización personal. La sociedad del bienestar no debería convertirse en la sociedad del clientelísmo de la Roma imperial, sino en la consecución de una gran cantidad de medios que hagan posible la igualdad de oportunidades con un esfuerzo personal adecuado que no conduzca a la alienación de las personas. 

Como psicólogos debemos preguntarnos si desde nuestra ciencia y por medio de la aplicación consciente de la misma podemos contribuir a la sociedad con algo más que con la simple constatación de que somos distintos, según nuestra ejecución. Algún intento en este sentido lo encontramos a finales del siglo XX con la proposición de las inteligencias múltiples (todos somos inteligentes, pero cada uno en diferentes cosas) propuesta por H. Gardner, 1994. 

Con todo la postura predominante a finales del siglo XX ha sido la de simplemente negar las diferencias individuales, esconderlas (anulando asignaturas como la psicología diferencial de los planes de estudio) o reducirlas a diferencias sólo social y políticamente correctas, cuando se limitan al área clínica. ¿Cuál sería el planteamiento correcto, desde la psicología de la innegable existencia de diferencias psicológicas en aptitudes o capacidades, disposiciones, expectativas u objetivos,... entre las personas.

La respuesta que aquí sugerimos al anterior interrogante consiste en desplazar, también en psicología, la atención por las diferencias en la ejecución (finalista) a la observación de las diferencias entre las personas en los procesos. Se me argumentará que durante todo el siglo XX no se ha desarrollado suficientemente la psicología de procesos. Considero que deben existir diferentes razones o explicaciones de este hecho; pero yo quisiera destacar tan sólo dos: 

A)      Una psicología, basada en el estudio de los procesos psicológicos, exige el estudio de las diferencias intra individuales y la utilización de variables independientes que no son remotas respecto a la persona considerada como un todo. Esta psicología Diferencial deberá estudiar las diferencias entre las personas en la forma cómo transforman la frustración en agresividad o en la forma que mantienen y desarrollan la espiral que va de la apatía a la depresión, por poner algún ejemplo.

B)      Una psicología, basada en los procesos se considera que no tiene ninguna utilidad en una sociedad que ya dispone de forma natural de una gran diversidad de conductas sin tener que preocuparse por el desarrollo de las mismas. Este argumento anterior ha erstado en la base del concepto de especialización vigente en la actualidad; pero hoy la sociedad exige a las personas que sean más versatiles que especialistas.

El primero de los argumentos expuestos forma parte de lo que podríamos llamar una crítica epistemológica a la psicología: mientras que el segundo, corresponde a una crítica ética a la función social de la psicología.

La psicología de los procesos recibiría una crítica epistemológica por tener como objeto de estudio eventos no directamente observables y por utilizar medidas repetidas al estudiar las diferencias intra individuales. La psicología de los procesos recibiría una crítica ética por cuanto se podría considerar que tan sólo complica innecesariamente la respuesta  a las demandas que la sociedad hace a la psicología, lo cual como hemos dicho no será cierto en el futuro, ya que la demanda de una mayor versatilidad individual por parte de la sociedad obligará a que la misma exija a la psicología una respuesta mucho más compleja que en la actualidad. ¿Cómo conseguimos que una persona sea competente en una mayor diversidad de tareas?

Allport, G. W. (1961) ya en la década de los sesenta apuntó que la psicología americana tan sólo se interesaría por la conducta como ejecución. De hecho G. W. Allport considera que existen conductas adaptativas que son aprendidas y por tanto modificables y conductas expresivas no susceptibles de aprendizaje. Nosotros consideramos que toda conducta esta formada por dos componentes: uno adaptativo que se evalúa mediante la ejecución y el otro expresivo que corresponde a una evaluación del estilo o forma con la que aquella ejecución se ha realizado. Obviamente, la evaluación cuantitativa es fácil aplicarla al estudio empírico del componente adaptativo de la conducta; mientras que para el estudio empírico del componente expresivo de la misma parece más adecuado utilizar una cuantificación cualitativa. Con todo es el componente expresivo el que nos permite la consideración de diferentes estilos o formas posibles de llevar a cabo una misma ejecución o conducta adaptativa, por parte de diferentes personas o de una misma persona en distintos momentos.

En psicología de la personalidad deberíamos poder delimitar el estilo personal o estrategia que constituye la disposición conductual de cada persona, como un proceso o sea como un mecanismo mediante el cual se manifiestan las diferentes formas de ser o expresividades individuales. El término conceptual y operacional que utiliza la psicología de la personalidad para referirse a la taxonomia de las distintas estrategias o disposiciones conductuales es el de rasgo, pero el conocimiento que tenemos de los mismos es todavía muy limitado.

2. - Personalidad y procesos de cambio terapeútico

En la actualidad (Cloninger, C. R. 1999;  Pervin, L. A. 1996, Costa, P. T. y Widiger, T. A., 1994) se considera que las teorías y las investigaciones en psicología de la personalidad son de gran importancia para comprender la manifestación y el desarrollo de la psicopatología. La A P A (Asociación de Psicólogos Americanos) ha organizado, en la década de los 90, una reunión de expertos para que examinase la relación entre los rasgos de personalidad y los síndromes de la psicopatología, desde diferentes perspectivas: descriptiva, evolutiva, etiológica (causal) y terapeútica. Algunos de los resultados de esta reunión ponen de manifiesto el papel de los rasgos de la personalidad depresiva en los trastornos del estado de ánimo y en los trastornos de la alimentación. Las relaciones de la personalidad introvertida, inhibida y depresiva con los síndromes de esquizofrenia, trastorno bipolar, melancolía y anorexia. Las relaciones entre la personalidad dependiente, histriónica, narcisista y antisocial con la psicopatia, la sociopatía y la paranoia.

Con todo , se ha criticado, desde la clínica que el conocimiento de las relaciones entre los rasgos y los síndrmes sea capaz de generar una intervención psicológica efectiva, por lo que para una mejor comprensión de las relaciones entre los rasgos de personalidad y la terapia, o intervención psicológica orientada al cambio, vamos a sistematizar los diferentes enfoques de las teorías de la personalidad que se dan en la actualidad.

En primer lugar están los enfoques transversales ontológicos. Según estos enfoques la personalidad es equivalente a persona y por consiguiente todas las características psicológicas de la misma son necesarias para poder describir (explicar) su conducta en una situación determinada y para predecir la capacidad de cambio de la misma.  En este enfoque encontramos a Pervin, L. A. (1996) cuando nos dice que los elementos de la personalidad son los rasgos, los componentes cognitivos y las necesidades y motivos tanto biofisiológicos como cognoscitivos. Según este planteamiento las técnicas de intervención deben incidir en cada uno de los anteriores elementos diferentes de la personalidad y todas ellas tienen la misma importancia para conseguir el cambio en la persona, por lo que se reconoce este enfoque como un aprendizaje multiconcepto, multimétodo y multiobjeto.

En segundo lugar contemplamos los enfoques longitudinales ontológicos. Según estos enfoques la personalidad nace con el individuo y es el resultado de la interacción entre las necesidades y los imperativos sociales en cada persona, por lo que la inadecuada solución de esta interacción o mal aprendizaje estaría en la base de los trastornos de personalidad y esta sería la causa de la psicopatología, observable en una situación determinada. Los elementos de la personalidad son el resultado negativo de la interacción entre los deseos y los deberes experimentados en distintos momentos longitudinales, lo cual da lugar a la denominación de fases evolutivas disfuncionales como la fase oral, anal y fálica.  En este enfoque encontramos al psicoanálisis y a la psicología dinámica, cuyo representante más actual es Millon, T. (1996) Según este enfoque la técnica de intervención se sustenta en que la personalidad se aprende y por consiguiente la terapia es un reaprendizaje, provocado por el insight.

En tercer lugar estarían los enfoques evolutivo filogenéticos. En este planteamiento encontramos a Beck, A. T. (1999) según el cual los elementos de la personalidad son estrategias anteriores a cada individuo en particular, pero presentes en el mismo que se han ido diversificando gracias a la supervivencia del ser humano a lo largo de su existencia. Cada ser humano al nacer dispone de una o varias estructuras de conducta o estrategias útiles para la supervivencia que desarrollará en su interacción con las demás personas. Cuando esta estructura es única  y excesiva  se convierte en disfuncional y lleva a la persona a manifestar lo que conocemos como trastornos de la personalidad. En este planteamiento los elementos de la personalidad son los rasgos, cuyo estudio más básico lo constituyen los componentes del temperamento. Por lo que cada uno de los rasgos, factores  o tipos de personalidad debe considerarse como la denominación de una estrategia distinta de conducta que actúa como una disposición conductual para cada persona. Las implicaciones terapeuticas de este enfoque consisten en que las personas deben aprender un repertorio más amplio de disposiciones conductuales y así poder hacer frente a las situaciones conflictivas con mayores recursos. La relación explícita que propone A. T. Beck  (1999) entre trastornos de personalidad y estrategias de conducta es como sigue: 

Estrategias de conducta                                  

 

Trastorno de personalidad

 

 

 

Predatoria

 

Antisocial

Solicitar ayuda

 

Dependiente

Competitiva

 

Narcisita

Exhibicionista

 

Histriónica

Autónoma

 

Esquizoide

Defensiva

 

Paranoide

Retirada

 

Evitativa

Ritualista

 

Compulsiva

 

En todos los enfoques que hemos presentado y en cada una de las terapias psicológicas que los mismos generan, esta claro y explícito que un mismo común denominador está presente y este no es otro que el aprendizaje. Las diferencias están entonces en lo que debe ser aprendido y olvidado y en cuales son las formas de aprendizaje. Proponemos a continuación el siguiente esquema:

Enfoques

 

Aprendizajes 

 

 

 

Transversal ontológico

Modalidades de  Aprendizaje por                                                 condicionamiento, vicario.

 

Longitudinal ontológico

Reaprendizaje  (insight).

 

Evolutivo filogenético

Aprendizaje de nuevas  disposiciones de conducta  rasgos).

 

  3. - Origen y naturaleza de los rasgos de personalidad

Una de las preguntas que deberíamos hacernos al hablar del enfoque de rasgos en psicología de la personalidad es por el origen de estos rasgos, o sea cuál es la naturaleza de los mismos. En la actualidad se considera que los rasgos están presentes, por lo menos, en todas las especies de mamíferos y que la diversidad de rasgos que podamos observar en cada individuo de una especie nos indica la menor o mayor  complejidad de su sistema  de organización “social” (Fox,  M. W., 1974) Según este autor y utilizando como ejemplo la especie de los cánidos podríamos observar como el zorro muestra muy poca variación de rasgos de un individuo a otro, ya que todos ellos se caracterizan tan sólo por su  mayor o menor independencia, en cambio el coyote se diferencia un poco más de un individuo a otro, ya que además de la independencia manifiesta en mayor o menor grado entre sus individuos es posible distinguir un miembro de otro por su agresividad  y, por último, el lobo manifiesta una todavía mayor diversidad entre uno y otro miembro de su especie, ya que se diferencian no sólo por la independencia, y la agresividad, sino también por la dominancia y la seguridad. Esta mayor versatilidad de conductas debida a una mayor diversidad de rasgos, en los individuos de una misma especie, se manifestaría en una distinta organización grupal de cada especie. El zorro pasa la mayor parte de su tiempo en solitario y sólo se junta con un ejemplar del sexo opuesto para la reproducción, continuando su vida solitaria al acabar la crianza. En cambio el coyote vive en pareja macho hembra durante toda su vida  y defiende a su prole hasta que esta  se apareja. Los lobos viven toda su vida en jaurías, ya que nacen en las mismas y se aparean y continúan formando parte de la jauría. La jauría pone de manifiesto una organización compleja de relaciones de subordinación entre los individuos de la especie que la componen e incluso de especialización en tareas muy rudimentarias de ataque y defensa del grupo.

Dado que la diversidad de características individuales no es una propiedad exclusiva de los seres humanos, aunque sí lo es darse cuenta de esta diversidad personal y colectiva, podemos decir que todos los organismos mamíferos vienen a la existencia con un equipamiento que les predispone a una conductas y les hace vulnerables a ciertas condiciones. Según Beck, A. T.  (1999) existen personas que a pesar de haber mejorado su depresión o su ansiedad continúan siendo dependientes, negativistas e incluso exigentes con los demás.

Estudiando la micro-historia de estas personas constató que siempre habían sido de esta forma, por lo que consideró que como mínimo existía un sub - grupo de pacientes que independientemente de la crisis de depresión o de ansiedad que les había llevado a la consulta, eran normalmente personas que manifestaban conductas disfuncionales (timidez, inseguridad,...) y distorsiones cognitivas (amenazas y temores,...) y sentimientos (de baja auto – estima) fuera de lo común, debido a su personalidad.

La constatación de predisposiciones permanentes y de reacciones extremas a situaciones normales en las personas, sólo podía explicarse por el efecto que la selección natural había producido en el desarrollo filogenético de nuestra especie. Obviamente la evolución de la raza humana a lo largo de la historia de la humanidad sólo puede entenderse como el resultado de la supervivencia y reproducción de sus  individuos, en circunstancias realmente adversas, sobre todo en los inicios de la humanidad. Esta supervivencia sólo se entiende si observamos las estrategias que la hicieron posible tales como la competitividad, la cooperación, la sexualidad,... Ante este estado de cosas parece lógico que la raza humana desarrollase una enorme susceptibilidad a una vida de hipervigilancia y que esta se transmitiese de generación en generación. La raza humana hubiese desaparecido si todos sus miembros hubiesen actuado del mismo modo ante un cataclismo, una guerra, una epidemia, una catástrofe. Un ejemplo lo encontramos al observar la necesidad de que todos los miembros de una tribu o colectividad no sean igualmente héroes, ya que entonces la tribu no tendría quien la guiase en la derrota y procurase la supervivencia del grupo.

Tenemos por consiguiente que las cualidades abstractas que presuponemos fueron necesarias para la supervivencia de nuestra raza, no son otra cosa que cualidades individuales que no sólo se transmiten genéticamente, sino que, además, se desarrollan en la interacción de los grupos humanos como el clan, la familia y la comunidad social.

¿Puede decirse en la actualidad que la depresión, la agresividad son cualidades humanas? ¿Ha fracasado la evolución al seguir dotando a los seres humanos de estas cualidades a pesar de haber cambiado su medio natural por un medio social en constante cambio?

 

4. - Personalidad, trastornos de personalidad y psicopatología

La personalidad desde este último enfoque se considera como el estudio de diferentes rasgos factores o tipos que dan lugar a las diferentes estructuras de afrontamiento (estrategias) que han resultado filogenéticamente necesarias o más útiles para la supervivencia y el desarrollo. Estas estructuras están presentes en los individuos como características distintivas y permanentes de los mismos, por medio de los sistemas psicológicos de respuesta afectiva, mental y motora. La relación entre este concepto de rasgo de personalidad psico-evolutivo y los trastornos de personalidad y la psicopatología que tanto ocupa a la psicología aplicada, lo encontramos, por una parte, en la consideración de la existencia de trastornos de personalidad y por otra en el reconocimiento de síndromes que aunque cursan con determinadas estructuras de personalidad no son causados por estas y por ello las consideramos co – mórbidas. Desde esta perspectiva un trastorno de personalidad puede conceptualizarse en términos de la presencia de una estrategia de afrontamiento inadecuada para la situación actual de aquella persona.

Es posible que estrategias diseñadas para la adaptación a las vicisitudes de la vida prehistórica sigan persistiendo en cada uno de nosotros, aunque no resulten adaptativas a las vicisitudes de la vida actual. También es posible que la polarización en una sola de las posibles estrategias, o el predominio acusado de una de ellas por encima de las demás, en un momento determinado de la vida personal por la presencia de circunstancias adversas para la persona, sea causa de los trastornos de personalidad. Entonces diremos que las personas con un estilo personal poco versatil tienen mayor probabilidad de sufrir un trastorno de personalidad. Los trastornos de personalidad deberían entonces entenderse como estrategias útiles para la supervivencia hasta que las condiciones hubiesen cambiado, o hasta que la persona hubiese podido desarrollar recursos adecuados. En este sentido la técnica del terapeuta consistiría en convertir   una estrategia actualmente inadecuada en una estrategia adecuada, mediante la implementación de recursos nuevos para la persona o la sustitución de las estrategias inadecuadas por otras más adaptativas.

Otra aplicación, aunque más superficial de los conocimientos de los rasgos de la personalidad a la clínica consiste en utilizar este tipo de conocimientos para una intervención más eficaz y participativa por parte del paciente.

Temas como el de la adherencia al tratamiento, o la motivación adecuada, resultan mucho más eficaces si están prescritos pensando en la personalidad de la persona a la que van dirigidos. Problemas como los de la correcta información del diagnóstico de una persona y que la misma pueda ser considerada como positiva para el mantenimiento de la calidad de vida de la persona dependen del conocimiento de la personalidad de aquella persona y del esfuerzo de adecuar la información a aquélla. 

5.- Técnicas de intervención basadas en el enfoque de rasgos

Según hemos expuesto en el apartado anterior algunas personas no disponen de estrategias de afrontamiento afectivas, cognoscitivas y motoras, bien diseñadas para conseguir seguridad y satisfacción en su adaptación a las condiciones sociales actuales, sea por haberse polarizado en un solo rasgo de personalidad o estrategia de afrontamiento, sea por carecer de un repertorio de rasgos de personalidad que le permita la elección del más adecuado para cada situación.

Nosotros consideramos que los rasgos no son más que los elementos que constituyen las estrategias heredadas que presumiblemente tiene la persona normal y que le son útiles para su adaptación a las circunstancias presentes y habituales tales como “dominancia-sumisión”, “competitividad-cooperación”, “dependencia-independencia” y “asertividad-evitación”. Cuando estas mismas estrategias son excesivas, compulsivas e inapropiadas interfieren con nuestra adaptación y pasan a ser consideradas trastornos de personalidad. Con todo la inadecuación de nuestras estrategias depende de la normalidad o excepcionalidad de las situaciones en las que cada persona se encuentre. Ante una situación de guerra, de pérdida de apoyo social por la muerte de un ser querido,... centrarse en una sola estrategia de forma compulsiva puede resultar lo más adecuado, temporalmente. Con lo cual queremos decir que una estrategia particular que es disfuncional para una situación normal puede resultar, puntualmente, funcional para una situación no habitual.

En estos casos la técnica de intervención más adecuada consistiría en el aprendizaje de estructuras de comportamiento más funcionalmente adaptativas a las situaciones que en estos momentos aquella persona vive. Diferentes autores (Widiger, 1993)consideran que la utilización del modelo interpersonal en la terapìa permite vincular los conocimientos de la psicología de rasgos a la intervención. Una de las aplicaciones más superficiales consiste en la asignación de pacientes con rasgos de personalidad específicos a terapeutas con rasgos de personalidad complementarios. El éxito se ha basado en  la ejecución de diferentes rasgos de personalidad por parte del terapeuta mediante el juego de papeles, procurando que cada rasgo resultase más potente que el mismo rasgo predominante en el paciente y de este modo obligarle a la ejecución (conducta) del rasgo complementario en el mismo. Una extensión de la técnica consiste en la realización de roles rasgo complementarios en dinámicas de grupo lo cual tiene como antecedente los psicodramas propuesto por J. L. Moreno. Otras aplicaciones de la teoría de rasgos vinculada al modelo interpersonal hacen referencia  a las exigencias psicológicas que pueden expresarse mediante diferentes tareas, por ejemplo tareas de exploración para una persona baja en apertura a la experiencia, tareas de atención a los estímulos ambientales para una persona depresiva, o tareas de introspección para una persona ansiosa. 

 

6.-   Limitaciones de los enfoques ontológico transversal y longitudinal

Consideramos que todos los enfoques clínicos en psicología, tienen una cierta tendencia en confundir las consecuencias con las causas de los fenómenos, con lo cual caen en un círculo vicioso que no avanza ningún conocimiento nuevo. Si llamamos a la conducta de no comer, aunque el organismo necesite de los alimentos, anorexia, debemos recordar que esta denominación es tan sólo el nombre de una categoría que nos permite clasificar a diferentes personas según una misma clase de conductas; pero que esta etiqueta no sirve en absoluto para ser utilizada como causa de la conducta que denomina y por consiguiente no constituye propiamente un diagnóstico ¿Cuál podría  ser, entonces, una posible causa de la anorexia? Si nosotros nos planteamos como lo hace Beck, la anorexia como una posible manifestación específica de la depresión adolescente, mayoritariamente femenina, estamos ante el inicio de un posible  planteamiento etiológico (causal) de la anorexia. En la medida que pueda demostrarse que estas personas no tienen tan sólo una crisis depresiva; sino un trastorno de personalidad depresiva, tenemos una explicación causal remota e independiente de la  descripción misma del fenómeno que hemos llamado anorexia.  

No nos sorprende que la dificultad de plantear una explicación causal para los síndromes haya generalizado la tendencia de considerar como suficiente explicación la mera y simple clasificación de los fenómenos observados. Esta tendencia se hace mucho más abortadora de nuevos conocimientos en la medida en que se utilizan para la clasificación de los síntomas observados denominaciones de rasgos o trastornos de personalidad que constituyen los elementos básicos de las estrategias de afrontamiento individuales.

Un ejemplo ilustrará mejor lo que venimos diciendo. Tomemos para el caso el ejemplo que propone L. A. Pervin (1996) “un muchacho al que le ha abandonado la novia se presenta a la consulta con un alto nivel de neuroticismo"  Según nuestro planteamiento esta persona no es neurótica porque le haya abandonado su novia; sino que ante este problema esta persona por su neuroticismo reacciona aumentando la manifestación explícita del mismo. Es la tendencia o disposición al neuroticismo, o sea a una mayor ansiedad, depresión, reflexión, obediencia y consecución de logros la que se dispara ante esta situación concreta y provoca en esta persona la petición de ayuda. Una constatación descriptiva de lo que acabamos de afirmar  la encontramos en el mismo ejemplo propuesto por Pervin, ya que nos consta que  este joven reaccionó de la misma manera neurótica ante su fracaso en los estudios de abogacía que había emprendido. Por todo ello nosotros consideramos que la persona no se hace neurótica porque pasa por muchas situaciones que la neurotizan. 

La tendencia a actuar confundiendo la clasificación con la causalidad o etiología la encontramos así mismo en los llamados enfoques cognitivo – conductuales, según los cuales es el sistema de constructos y de aprendizajes el que esta disponible de forma previa e independiente para la futura conducta ante una situación problema y por consiguiente se convierte en la explicación causal no sólo del fenómeno concreto sino incluso de fenómenos posibles ante situaciones futuras por lo que adquierre un carácter predictivo.

El sistema de constructos cognitivos (atribuciones, expectativas, metas,...)  se construye   a partir de la consideración de las propias conductas y de sus consecuencias. Este sistema de constructos no puede entonces ser previo a la experiencia ni independiente de la misma y en cambio cada persona dispone de un sistema de constructos que no se explica por el tipo de experiencias concretas que haya vivido. Así tenemos personas de mentalidad pesimista o personalidad seria a las que todo les ha ido siempre bien y personas de mentalidad optimista y personalidad elegre a pesar de que todo les ha ido hasta el momento mal.

¿Cuál es el secreto de la construcción de unos constructos mentales tan poco acordes con la autoobservación de la conducta por parte de estas personas? En primer lugar estas personas perseveran en su error perceptual debido a la rigidez con que afrontan la realidad y esta es muy posible  que este provocada por su ansiedad e inseguridad. En segundo lugar la incapacidad para poder modificar su distorsión perceptual les lleva a una conducta consecuente con su error perceptivo y por lo tanto defensiva. Por lo que son sus rasgos de personalidad los que en último término explican la presencia de unas estructuras de aprendizaje y unos contenidos mentales determinados y no al revés.

Consideramos, así mismo, que esta misma tendencia a confundir las consecuencias con las causas la encontramos también en las aplicaciones de la psicolgía dinámica, ya que no se percibe en este enfoque que la emoción de la ansiedad no es una causa, sino una respuesta a una situación. Los mecanismos de defensa se elaboran como contenidos mentales a partir de la experiencia que se alcanza ante el conflicto entre la satisfacción de las necesidades y la valoración de lo que es correcto, justo y bueno y por consiguiente no son más que expectativas negativas originadas a partir de las respuestas.

Así tenemos que en los modelos ontogénicos transversales, como el que fundamenta los planteamientos conductistas y cognitivo – conductuales y en los modelos ontogénico longitudinales,  como el que fundamenta los planteamientos de la psicología dinámica, el factor común a todos ellos, como factor desencadenante de un trastorno es la ansiedad que se convierte en lo que los últimos llaman mecanismos de defensa y los primeros cogniciones desadaptativas. 

Y aquí nos encontramos con el gran dilema que tiene planteada la psicología aplicada y que consiste en: 

A) si consideramos que la ansiedad la construye el niño por las dificultades que encuentra en la construcción de su yo o sí mismo, o B) si consideramos que la ansiedad es una de las estrategias que el ser humano desarrolló para preservar la raza humana  y que por ello se ha transmitido hasta nuestros días  sola, o junto con otras estrategias, igualmente útiles para la supervivencia del ser humano y que ahora quizá necesiten ser adecuadas a las condiciones de vida actuales de las personas.

Sea cual sea nuestra opinión hay una respuesta al anterior dilema que integra las dos proposiciones de forma parsimoniosa y otra respuesta que hace excluyentes las proposiciones. Considerar que las personas se distinguen por su mayor o menor predisposición a la ansiedad explicaría que ante los mismos padres o personas relevantes para el bebé, un hijo generaría con más dificultad su auto - concepto, auto - imagen o identidad y que el otro con menor predisposición a la ansiedad que el anterior, conseguiría con mayor facilidad y rapidez su propia identidad. Evidentemente la respuesta excluyente favorece  a una u otra  de las proposiciones que constituyen el dilema. El determinismo hereditario excluye el papel de la diatesis en el desarrollo personal y niega la evidencia de la gran plasticidad de la conducta humana, incluso en aquellos casos de personas con una única estrategia disponible. El ambientalismo sociológico tiende a  considerar que son los cambios en el estado psicológico de los padres, o personas significativas para el bebé, los que explican la posibilidad de generar mayor o menor ansiedad en los niños con su interacción y así pretenden explicar  la diferente ansiedad de uno u otro hermano, esta proposición no se ha podido confirmar en ningún estudio empírico.

Ejemplos de estados psicológicos de los padres que se han utilizado para la constatación empírica de la explicación ambientalista son: novicios por ser el primer hijo, ansiosos por necesitar de un trabajo más remunerado, depresivo por haber perdido el empleo, desmotivados por problemas con su cónyuge.    

Parece que la mayor aceptación de los planteamientos ontológicos tanto transversales como longitudinales en el contexto de la psicología aplicada no ha generado suficiente información empírica que permita sustentar unos conocimientos teóricos que vayan más allá de la metáfora “es como si...” o de los saberes propios del desarrollo de una psicología basada en la “sugestión”.

Conclusiones

El estudio de los rasgos es distinto al estudio de las conductas o hábitos definidos como  ejecuciones, ya que nos aporta una información diferente de la que obtenemos a partir de la observación de la ejecución. El estudio de los rasgos nos permite conocer diferentes formas de llevar a cabo diferentes ejecuciones e incluso conocer diferentes formas de llevar a cabo una misma ejecución. Podríamos señalar que el llanto no siempre es de tristeza, también puede manifestar alegría, etc.

Centrar el estudio de las diferencias individuales en los procesos o mecanismos que llevan a la ejecución de las conductas, nos permite abrir el camino a una psicología que defienda, realmente, la igualdad de las personas en el punto de partida de las mismas. Desde la psicología la diferencia entre las personas más prominente se basa en la versatilidad presente en algunas de ellas y la rigidez presente en otras. Cuantos más procesos (rasgos) distintos estén disponibles para cada persona más adaptativa  será su conducta y más igual resultará  a diferentes personas. 

Dado que a mayor diversidad de procesos llevados a cabo competentemente, mayor cantidad de situaciones distintas se podrá afrontar de forma eficaz, la psicología del siglo XXI deberá conseguir implementar, en cada persona, aquellos procesos que la hagan más versatil y competente. Para enseñar a las personas diferentes procesos de los que ya dispone como rasgos, deberemos alcanzar un conocimiento suficiente de todos los rasgos disponibles mediante el estudio de diferentes personas y el análisis de estos rasgos como procesos. Cómo analizar los rasgos de tal forma que dispongamos de los mismos, como procesos capaces de ser aprendidos, es el objetivo que perseguimos más allá de esta exposición. 

 

Referencias bibliográficas

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