| Enfoques actuales en psicopatología |
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Se camina hacia la integración o hacia la disgregación en psicología? Algunos datos
apuntan hacia la disgregación: la separación académica en áreas de conocimiento, el
número cada vez mayor de revistas y congresos especializados, la escasa comunicación
entre los investigadores de las diferentes áreas. La comunicación interdisciplinar es
tan escasa que en ocasiones se llega a tener la sensación de que se estánn hablando
realmente idiomas distintos. Para entender el comportamiento hace falta considerar al
organismo biológico del cual es función, pero también es necesario ubicar tal organismo
en su contexto físico y social. Esa consideración conjunta del organismo y de su
ubicación en el entorno no puede hacerse más que reuniendo y consolidando fragmentos de
información dispersos entre varios campos de investigación. Los filósofos de la ciencia
han sido normalmente más propensos a la defensa de las reducciones ("hacia
abajo" o "hacia arriba") que de las integraciones. Una excepción notable
es Bunge (p. ej. 1988a), para quien:
"La integración de enfoques, datos, hipótesis, teorías, métodos y a veces campos enteros de investigación es necesaria por varios motivos. Primero, porque no hay nada salvo el universo en su conjunto que esté totalmente aislado de todo lo demás. Segundo, porque toda propiedad está relacionada legalmente con otras propiedades. Tercero, porque toda cosa es un sistema o un componente de uno o más sistemas. Así como la variedad de la realidad exige una multitud de disciplinas, la integración de éstas es requerida por la unidad de la realidad (p. 35)."
La caricatura a que reducen al ser humano los diferentes enfoques psicológicos es sorprendente. Desde el sujeto pasional del psicoanálisis (la máquina de vapor que soporta una presión insostenible que se va regulando, generalmente mal, abriendo una u otra válvula de vez en cuando), hasta el sujeto administrativo de la psicología cognitiva informacional (la oficina con sus archivos, o el ordenador que procesa fríamente la información en diferentes etapas). Habitualmente se utiliza el término "modelo" para hacer referencia a una manera particular de ordenar o conceptualizar un área de estudio, dándole una acepción más amplia que al término "teoría", por cuanto ésta se referiría a explicaciones más específicas de fenómenos particulares (Kazdin, 1983). De esta forma un modelo abarcaría la definición de un objeto de estudio y la delimitación de un conjunto de métodos y procedimientos adecuados para abordarlo. Ejemplos de este tipo serían las diferentes escuelas de pensamiento que se han ido formando a lo largo de la historia alrededor de algún personaje (Jaspers, Watson, Freud, etc.).
Es más apropiado, no obstante, referirse a lo anterior con el término de "enfoque" y reservar el de modelo para denominar a los análogos conceptuales que recurren a estructuras o fenómenos conocidos con el fin de entender otros menos conocidos tratándolos como equivalentes (Price, 1978; Davison y Neale, 1980). Ejemplos de este tipo en psicopatología son los modelos animales, los modelos basados en sustancias psicoactivas, etc. Según la definición de Bunge (1988), un enfoque es una manera de ver las cosas o las ideas. De manera más precisa, un enfoque (E) es un cuerpo (C) de conocimientos preexistentes, junto con una colección de problemas (P, problemática), un conjunto de objetivos (O) y una colección de métodos (M, metódica):
E = (C, P, O, M)
Los problemas emergen en el contexto de un cuerpo de conocimientos preexistentes, no se presentan en el vacío, y los intentos por darles respuesta utilizan algunos elementos de C. Además, la manera de tratar un problema depende del objetivo (p. ej. ampliar conocimientos o realizar alguna intervención práctica. Una vez delimitados el problema y el objetivo, se escoge un método adecuado para afrontarlos.
Junto con conocimientos pertenecientes a diferentes disciplinas, C incluye siempre, a menudo de manera más tácita que explícita, un marco filosófico general. Cualquiera de estos marcos filosóficos generales está comprendido en alguno de los tres básicos (Bunge, 1977, 1983): atomismo, holismo y sistematismo, que quedan diferenciados por ontologías y gnoseologías particulares. Así, el marco filosófico atomista se caracteriza por una ontología según la cual cualquier cosa es un agregado de unidades de distinto tipo, y una gnoseología reduccionista según la cual el conocimiento de la composición de un todo es condición necesaria y suficiente para el conocimiento del todo. El rango de problemas que estudia es limitado, puesto que se centra en los aspectos moleculares de la conducta. Sus objetivos son científicos, puesto que aspira a describir, explicar, predecir y controlar los fenómenos que estudia. Su metódica se reduce al análisis de los componentes. La ontología del holismo es organísmica, puesto que entiende el mundo como un todo orgánico que puede descomponerse en todos parciales que ya no son susceptibles de descomposición. Su gnoseología es intuicionista, al proponer que esos todos últimos deben ser aceptados tal como se presentan (no analizados ni manipulados). Su problemática es, como en el atomismo, limitada, puesto que únicamente abarca modelos de conducta global. Se plantea como objetivo poner de relieve y conservar la totalidad y la emergencia de novedades cualitativas que acompañan a la formación de ciertos todos; para lo cual utiliza procedimientos no metódicos como la intuición. Finalmente, el sistemismo se basa en una ontología según la cual el mundo es un sistema compuesto de subsistemas pertenecientes a distintos niveles, y en una gnoseología que combina la razón y la experiencia para abordar el estudio de la formación y destrucción de sistemas, sus componentes, las interacciones entre ellos y con el entorno. Su problemática es más amplia que las del atomismo y el holismo, puesto que comprende tanto los aspectos moleculares como las propiedades emergentes de los sistemas, es decir, las propiedades que corresponden al sistema como un todo y que no se encuentran en ninguno de sus componentes. Sus objetivos son describir, explicar, predecir y controlar su objeto de estudio, y su metódica incluye el análisis y la síntesis, la generalización y sistematización, y la comprobación empírica.
Para Bunge (Bunge y Ardila, 1988), los enfoques científicos de la psicología (y por extensión de la psicopatología) son el cognitivo, el conductual y el biológico. El resto de enfoques (humanista, fenomenológico, psicoanalítico, etc.) son empíricos y/o doctrinarios, por lo que no pertenecen al ámbito científico. Enfoques empíricos son aquellos basados en colecciones de estudios casuísticos, generalizaciones excesivas y conjeturas sin comprobar o incomprobables; se interesan exclusivamente por problemas prácticos y emplean procedimientos propios de la práctica artesanal. Enfoques doctrinarios son aquellos otros basados en cuerpos rígidos de creencias y en apelaciones a argumentos de autoridad.
La principal deficiencia del enfoque cognitivo reside, según Bunge (Bunge y Ardila, 1988), en lo reducido de su marco de referencia, dado que se presenta con un cierto aislamiento respecto a otros campos de conocimiento como la biología y las matemáticas. Tal vez esta sea una crítica exagerada, puesto que existen múltiples ejemplos de relación entre teorías cognitivas y teorías biológicas (Gray, 1982), así como de formalización matemática de teorías cognitivas (Townsend y Schweickert, 1989). Su principal virtud es abordar la mayor parte de la problemática tradicional de la psicología, así como hacerlo con los recursos más potentes de la metodología experimental, aunque añadiendo demasiada especulación en algunos casos.
Al enfoque conductual hay que reconocerle el mérito de haber situado su objeto de estudio en un marco de referencia completamente naturalista, y aplicar rigurosamente el método científico en su investigación, pero al interesarse exclusivamente por la conducta destierra de su problemática aspectos tan importantes para la psicología como la percepción y la conciencia. Utiliza apropiadamente las matemáticas, sobre todo el cálculo de probabilidades, aunque sus objetivos se limitan a la descripción, predicción y control de la conducta, dejando a un lado la explicación. Es posible, nuevamente, que esta crítica de Bunge sea excesiva, puesto que supone limitar el concepto de explicación a las relaciones de determinación entre niveles (búsqueda de los determinantes de la conducta en el plano biológico).
Para Bunge (Bunge y Ardila, 1988) el enfoque biológico reune las cualidades remarcadas en los enfoques cognitivo y conductual, al tiempo que supera sus deficiencias. Su marco de referencia es más amplio, dado que incluye biología, química y física. Su problemática abarca tanto los fenómenos conductuales como los mentales. Permite explicar la conducta y los procesos mentales apelando a los determinantes biológicos. Y utiliza plenamente el método científico, tanto en su vertiente analítico-inductiva como en la hipotético-deductiva.
Las clasificaciones de los enfoques conllevan siempre una cierta arbitrariedad, debido a que las escuelas o líneas de investigación agrupadas en cada uno de ellos tienen, además de puntos en común, ciertas diferencias y, simultaneamente, similitudes con escuelas o líneas de investigación pertenecientes a otros enfoques. Es habitual, no obstante, distinguir los siguientes: biomédico, conductual, cognitivo, fenomenológico, humanista-existencial, sociocultural y psicoanalítico. Aunque algunos de ellos han tenido gran influencia histórica, la situación actual se caracteriza fundamentalmente por la dominancia de los enfoques biomédico, conductual y cognitivo; por ello, se tratarán éstos con más extensión, ejemplificando en cada uno la manera como aborda el estudio de los trastornos mentales a partir de los modelos más importantes generados sobre tres de los trastornos de mayor prevalencia o relevancia clinica: los trastornos de ansiedad, los trastornos del estado de ánimo y la esquizofrenia. El resto de los enfoques serán descritos de manera más general.