4.4.Satisfacción residencial

Si hay entornos físicos que de manera intuitiva podemos relacionar directamente con la psicología, quizás el más claro sea la vivienda, el hogar. Este es el espacio más fácilmente identificable con nuestra manera de ser, con nuestro modo de ver la vida y las relaciones sociales. Es el espacio donde se desarrollan buena parte de los episodios con mayor impacto psicológico de nuestra vida. Espacio que no solo nos alberga a nosotros sino muchas veces a las personas que conforman nuestro núcleo social primario. Es a su vez el espacio que mejor podemos personalizar, demarcar y defender; el espacio más privado. Nuestra casa, y por extensión nuestro entorno residencial, es de gran importancia para nuestra percepción de bienestar. Desde los criterios utilizados por la OCDE hasta los estudios que evalúan la calidad de vida, la satisfacción residencial, es decir, la evaluación de la propia vivienda y del entorno donde se inscribe, resulta fundamental para el análisis de los niveles de bienestar y de satisfacción que experimentamos con nuestra vida.

Aquí podréis encontrar una interesante reflexión acerca de lo que significa "sentirse en casa"

María Amérigo (1995) define la satisfacción residencial como "el resultado de un proceso por el cual ciertos atributos objetivos del ambiente residencial son evaluados por el individuo. El resultado de tal evaluación, es decir, la satisfacción residencial, es un estado afectivo de carácter positivo que el individuo posee hacia su ambiente residencial y que le llevará a desarrollar determinadas conductas destinadas a mantener o elevar la congruencia con el mismo" (p. 78).

La idea de ambiente residencial no solo engloba la vivienda como tal. Canter & Rees (1982) proponen un modelo de ambiente residencial (AR) con tres componentes: el barrio (B), la casa (C) y el vecindario (V), de tal manera que:

                                                                      AR = f (B+C+V)

Por su parte, Aragones, Francescato y Gärling (2002) recogen diversas definiciones de satisfacción residencial que enfatizan bien los aspectos más funcionales o de obtención de objetivos (Canter & Rees, 1982), la respuesta afectiva o emocional positiva ante el entorno residencial (Weidemann & Anderson, 1985), la reacción en términos actitudinales ante este tipo de entornos, la ubicación de la vivienda en una situación priviliegiada de la jerarquía evaluativa de espacios, o su enraizamiento en procesos como la apropiación y el apego al lugar (Altman & Low, 1992).

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