Barcelona, ciudad amiga de las personas mayores

El mundo envejece y, al mismo tiempo, se urbaniza. Más de la mitad de la población mundial  vive ya en una ciudad, y está previsto que para 2030 lo hagan por lo menos una de cada tres personas. Se trata de dos tendencias inexorables, interrelacionadas –a medida que crecen las ciudades, crece la proporción de ancianos que las habitan- y que confluyen en un nuevo desafío para la humanidad: saber adecuar los entornos urbanos al cambio demográfico que se avecina.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo  alertó hace años, y como respuesta constituyó la Red Mundial de Ciudades Amigables con las Personas Mayores o Age Friendly Cities (AFC). El proyecto se presentó durante el XVIII Congreso Mundial de la Asociación Internacional de Gerontología y Geriatría, celebrado en Río de Janeiro en junio de 2005. Ciudad amigable sería aquella que tuviera en cuenta las necesidades específicas de la gente mayor, con el fin de paliar en lo posible el declive físico y mental asociado al envejecimiento pero, también, para aprovechar el potencial que suponen las personas de edad avanzada para la comunidad.

Varios grupos de trabajo se comprometieron a documentar las características de sus municipios, tratando de detectar las buenas y malas prácticas que ayudaran a definir cuál sería el ideal de ciudad amigable. En ese proceso de investigación intervinieron administraciones públicas, cuidadores, proveedores de servicios y, sobre todo, ciudadanos de más de 65 años, cuya misión era describir los inconvenientes y facilidades que se encontraban en el día a día. A partir del diagnóstico se elaboraron planes de acción para solucionar los problemas identificados y lograr, así, municipios verdaderamente accesibles, inclusivos y seguros para la gente mayor.

En ocasión del Día Internacional de las Personas de Edad de 2007, la OMS publicó Ciudades globales amigables con los mayores, una guía que recopila las conclusiones obtenidas tras el estudio de 33 municipios de 22 países distintos. El texto es también un manual de características que deben cumplir las ciudades que quieran considerarse amigables, y que afectan a aspectos sociales, sanitarios, urbanísticos, económicos, culturales, etc. Se recomiendan medidas como, por ejemplo, garantizar la seguridad de los ciudadanos, facilitar su movilidad eliminando obstáculos de la vía pública, promover el transporte a pie o fomentar la integración social.

El envejecimiento activo como marco

La idea de ciudad amiga se basa en el paradigma del envejecimiento activo. De hecho, la guía introduce el concepto en la propia definición: “una ciudad amigable con los mayores alienta el envejecimiento activo mediante la optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad a fin de mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen”. Y si entendemos el envejecimiento activo como un proceso que se alarga durante la vida, una ciudad amigable lo será para las personas de toda edad y no sólo para los mayores: cualquier habitante puede disfrutar de sus beneficios.

El caso de Barcelona

Con un total de 1.619.839 ciudadanos, la gente mayor representa ya una quinta parte de la población que vive en Barcelona. Los habitantes de 65 años o más han crecido un 17 % durante las dos últimas décadas y, en consecuencia, se ha multiplicado también la proporción de residentes de edad avanzada. Barcelona, por lo tanto, siguiendo la tendencia que presentan las grandes orbes de todo el mundo, es una ciudad que envejece.

Anticipándose al problema que puede devenir, el Pleno del Consejo Asesor de la Gente mayor de Barcelona propuso en 2009 al Ayuntamiento que se incorporara a la iniciativa promovida por la OMS. Y efectivamente, desde marzo de 2011, el municipio forma parte de la Red Mundial de Ciudades Amigas con la Gente Mayor. El acuerdo se ha traducido en una serie de medidas y proyectos que intentan hacer de Barcelona un ciudad que favorezca el envejecimiento activo y saludable de sus habitantes.

“El año del envejecimiento activo, que fue el 2012, en el municipio se hicieron más de 900 actividades vinculadas al tema. En el 2013 se continuó en los distritos el plan que se había iniciado en el 2012 y esta dinámica, al final, cristalizó en el 2013 con el Plan Municipal para las Personas Mayores, que incorpora formalmente todos esos compromisos adquiridos”.

«Este no es un plan hecho desde los despachos, sino que nace de la propia gente»

Assumpció Roset es Comisionada de Alcaldía de la Gente Mayor del Ayuntamiento de Barcelona. En todo momento, insiste, el proceso ha sido colectivo y participativo. “Este no es un Plan hecho desde el Ayuntamiento, desde los despachos hacia los ciudadanos, sino que nace de la propia gente. Nos han llegado 17.000 propuestas que nosotros hemos convertido en 218 acciones concretas”.

Una que funciona de manera óptima es el proyecto Radars, un sistema de prevención de aislamiento social sostenido por vecinos y comerciantes de barrio que, de manera voluntaria, se comprometen a dar la alerta a los servicios sociales cuando encuentran algún ciudadano en situación de vulnerabilidad. De entre el resto de proyectos, la Sra. Roset destaca “las Comidas en compañía, para promover la socialización de la gente mayor a la hora de comer; los apartamentos con servicios sociales para las personas que todavía pueden vivir con autonomía; o el Actívate en los parques, que es un programa para mejorar el estado físico de las personas que se encuentran, bajo la supervisión de un monitor, para hacer ejercicio conjuntamente”.

En la actualidad, el Ayuntamiento se está dedicando a identificar los proyectos significativamente amigables para extenderlos en todos los barrios, y se comenzará un nuevo proceso participativo abierto a todos los ciudadanos con el propósito de evaluar y mejorar continuamente las acciones que se están llevando a cabo. Porque la iniciativa se basa en la participación activa de las personas grandes, que tienen que ser las protagonistas –también, las impulsoras- del cambios necesarios a su entorno.

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