Investigación traslacional

//Entrevista a Ramon Gomis, catedrático de Medicina de la Universidad de Barcelona y director del Instituto de Investigaciones Biomédiques August Pi i Sunyer

«Del laboratorio a la cama del enfermo». El lema sintetiza el objetivo de la investigación traslacional: trasladar los conocimientos derivados de la investigación básica a la prevención y tratamiento de los problemas que se detectan en la clínica. Minimizar la distancia entre los resultados del laboratorio y la atención de los pacientes contribuirá, sin duda, a mejorar la salud de las personas. Pero también a la sostenibilidad del sistema, ya que se conseguiría amortizar en beneficio económico y médico los recursos invertidos en investigación. El Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer es un centro de referencia que participa en numerosos proyectos nacionales e internacionales de investigación. Su director, Ramon Gomis, es catedrático de Medicina de la Universidad de Barcelona. Especialista en Endocrinología y Nutrición, lleva casi treinta años al servicio del Hospital Clínic de Barcelona. Ha integrado el Comité para el Pacto Nacional para la Investigación y la Innovación de la Generalitat de Cataluña, la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE) para la Ley de la Ciencia y el think tank de Innovación del Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno español.

¿Qué entendemos por investigación traslacional?

La investigación traslacional aparece cuando nos damos cuenta de que la investigación clínica y la investigación fundamental no pueden funcionar de manera independiente, porque la investigación clínica necesita la colaboración de la investigación fundamental y la investigación fundamental necesita tener un objetivo de aplicación más inmediata en el campo de la salud. La investigación traslacional plantea que las preguntas que se hagan a la cabecera del enfermo puedan tener una respuesta en el laboratorio y, a la inversa, los hallazgos que se dan en el laboratorio puedan ser trasladadas rápidamente a la clínica. De esa simbiosis nace el concepto de investigación traslacional.

¿Es, pues, un viaje de ida y vuelta?

Es un viaje de ida y vuelta. No se trata, sin embargo, de responder preguntas concretas sobre la salud de un paciente. Esa es la gran diferencia entre la investigación clínica y la fundamental: esta última lo que hace es estudiar un problema de la ciencia, en ningún caso va a resolver un problema determinado que en ese momento afecta a alguien.

Podríamos decir que investigación básica y práctica clínica progresan a velocidad desigual, ya que el conocimiento de los procesos biológicos no se ha traducido en el incremento de nuevos fármacos y tratamientos que le correspondería. ¿A qué se debe ese desfase?

«Si la penicilina hubiera pasado por el rigor que estamos aplicando a algunos medicamentos es probable que hoy en día no existiera»

Hasta ahora, la investigación clínica se ha basado en la epidemiología y la fisiopatología. Debería poder ir más lejos con los marcadores moleculares, genéticos, etc. Pero necesita hacerse algunas preguntas en el laboratorio con células, con animales, y aquí es donde entra la investigación traslacional. El problema de los fármacos es otro: hoy en día, cualquier medicamento -sea originado por el pensamiento de la academia o por lo que se produce en la propia industria- debe someterse a una reglamentación compleja. Sabemos que los medicamentos tienen efectos indeseables y, por tanto, hay que ser cuidadoso con ellos. Con los que mejoran la cronicidad de una enfermedad se es muy exigente, tanto en la eficacia como en los efectos. Si la penicilina hubiera pasado por el rigor que estamos aplicando a algunos medicamentos es probable que hoy en día no existiera. Llevar una idea al mercado clínico supone asumir un riesgo importante. Es un proceso largo, que demanda gran cantidad de tiempo y de dinero, y eso es lo que origina el retraso en la transferencia de conocimiento.

Hay excepciones, y se hacen con los fármacos que pueden se ser críticos con la vida. Por ejemplo ahora, con el Ébola, se están haciendo aplicaciones experimentales sin tener muchas evidencias, porque nos jugamos la vida de la gente. Pero, normalmente, lo que hacemos nosotros es convertir enfermedades agudas en crónicas: hemos cronificado el SIDA, hemos cronificado la diabetes, estamos cronificando el cáncer. Y para conseguirlo se necesitan estrategias muy complejas. Pero yo diría que la investigación traslacional va más allá de llevar un fármaco al mercado. Es un concepto ligado a la aplicación del conocimiento más fundamental a la medicina. Antes la biomedicina era sólo cosas de médicos. Ahora, ya no: hay profesionales de campos muy diversos investigándola.

Ha mencionado dos obstáculos que dificultan la transferencia del conocimiento. Uno tiene que ver con la financiación -desarrollar medicamento nuevos requiere grandes inversiones- y otro con el rigor de los controles que les imponen. ¿La solución pasaría por flexibilizar el proceso de comercialización?

No. Existe la reglamentación que hay, y debemos tener claro que es una protección a la salud de las personas. No olvidemos la talidomida… si sacamos un fármaco sin todas las garantías, estamos poniendo en riesgo la vida de las personas. Por lo tanto, debemos ser muy cuidadosos. ¿En qué podemos evolucionar? Quizás la farmacogenómica nos ayudará a saber por qué un medicamento es eficaz en un grupo de población y no en otro. Por otro lado, tenemos la opción de hacer estudios preclínicos que cada vez nos dan más garantías de lo que pasará después en la clínica. Por ejemplo, el hecho de que hoy en día estemos en condiciones de encontrar células humanizadas a partir de animales nos puede permitir hacer estudios de células humanas y anticipar de alguna forma cuál será la respuesta. La solución no vendrá de rebajar los controles, sino de nuestra capacidad de hacer una investigación traslacional mucho más potente. Y eso sí que está a nuestro alcance.

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¿Eso es lo que intentan desde el centro que usted dirige?

El Instituto de Investigaciones Biomédicas Agustí Pi i Sunyer nace de la voluntad de agrupar a los investigadores clínicos del hospital y a los investigadores básicos de la universidad y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)  bajo el paraguas de la Generalitat de Cataluña. Es gente con voluntad y capacidad para la investigación. También la tienen para la docencia o la asistencia clínica, pero muestran una definición personal más orientada hacia la investigación. Se les agrupa para dar respuestas y, en cierto modo, lo que hacemos es poner las condiciones adecuadas para que potenciar esa investigación.

Al final, el objetivo principal de la investigación traslacional es que redunde en beneficio de las personas. ¿La proximidad con el paciente que da el hecho de que el IDIBAPS se ubique en un entorno hospitalario facilita este fin?

Es fundamental. En general, todos los grupos de investigación traslacional se habilitan cerca de hospitales. De hecho, una parte de su investigación gira alrededor del enfermo o de los especímenes del enfermo: las muestras, los tejidos, etc. No se comprendería demasiado un instituto como éste lejos de un entorno hospitalario. En este sentido, el IDIBAPS ya se concibió para estar en el campus Casanova, al lado del Hospital Clínico.

En ese propósito de trasladar los conocimientos científicos al sector productivo, ¿es imprescindible la colaboración de la industria? ¿Deben de buscarse inversiones privadas para desarrollar nuevos fármacos, terapias o dispositivos?

Las empresas son importantes porque forman parte del sistema que tenemos: para hacer eficiente el traspaso de productos de todo tipo a la sociedad, necesitamos la participación la industria. Hasta ahora no nos hemos inventado nada mejor que este mercado que viene de los tiempos más ancestrales del hombre, de la revolución agrícola y ganadera. Evidentemente, las empresas siempre han estado cerca de la universidad. Y las biomédicas, seguramente, están obteniendo muchas respuestas que provienen de la academia.

Es fundamental que las empresas, especialmente las más punteras, entiendan que el conocimiento que pueda surgir de un instituto como el IDIBAPS es útil, porque les está proporcionando un saber hacer. Por otra parte, los institutos y los hospitales también son capaces de promover lo que conocemos como guías clínicas. Es decir, recorridos. Y es importante que las empresas entiendan cuáles son las decisiones clínicas para adaptarse a ellas. Si la industria diseña un utensilio pero la decisión clínica no lo ve claro porque es incómodo para el paciente, porque le hace daño o por la razón que sea, pues tendrán que cambiar. La empresa debería estar cerca de nosotros, no sólo a la expectativa de una patente o de una licencia o de absorber una empresa derivada; sino también de la información que generamos.

¿Cómo prefigura el futuro de la sanidad?

La inversión en salud es un negocio porque el humano, en las sociedades occidentales, emplea recursos en el cuidado de su salud. Quizás eso también cambiará: quizás el humano del futuro invertirá más en prevención que en enfermedad, se hará responsable de su salud. En algún momento el hombre ha delegado esa responsabilidad en el estado, pero probablemente habrá un cambio cultural. También tendremos que afrontar el gran debate sobre el proceso de envejecer. ¿Qué es envejecimiento y qué es enfermedad? Con una buena prevención tenemos más opciones de llegar a la vejez con pocas enfermedades; pero hay un periodo final de nuestra vida que es crítico y las tendremos. Hay lacras que son propias del envejecimiento, aunque algunos problemas los podríamos evitar con prevención. Para un señor de 75 años, el riesgo de sufrir un accidente cardiovascular variará muy poco si toma cinco pastillas o toma diez. Pero seguramente, resbalar en la ducha o tropezar con una acera será causa de mayor mortalidad. El riesgo de caída, por tanto, es más grave que el cardiovascular.

«Con la gente mayor, los problemas propios de la edad los estamos asumiendo como enfermedades»

Debemos pensar bien que hacemos con las personas mayores. Porque sí sabemos qué hacer con los niños: sabemos que tienen unas incapacitados, tienen incontinencia, tienen muchos problemas. Pero los asumimos como propios de la edad. Ahora bien, con la gente mayor, los problemas propios de la edad los estamos asumiendo como enfermedades. Además, la carga de los niños la soportamos bien porque es una inversión de futuro, mientras que nos cuesta más aceptar la carga que supone la gente mayor porque sólo está vinculada al presente. Hay que mantener un gran debate sobre el envejecimiento. Y debe incluir cuestiones sanitarias y sociales, porque hay soluciones sociales que seguramente podrían mejorar la salud de las personas.

Según prevé, en el futuro tendremos que hacernos más responsables de nuestra salud, y seguramente esto nos haga apostar por la prevención. ¿El sistema también? Es decir, ¿a la larga no es más económico prevenir?

Los últimos cinco años de nuestra vida siempre serán costosos. Y hay que saber los grados de solidaridad que está dispuesta a asumir nuestra sociedad, porque algunas personas serán más costosas que otras. Aquel señor que se muera en el acto por un accidente cerebral, será barato. En cambio, el señor que tenga un cáncer en su última etapa, costará muy caro. Eso ya lo sabemos. Pero uno de los factores que distingue al homo sapiens del resto de animales es la relación de red que se ha establecido entre los miembros de la especie. Esta solidaridad debería pervivir en el futuro. Igualmente, con la educación. Yo diría que la prevención es importante para el bienestar individual: de reducir el riesgo de infarto de miocardio gracias a las prevenciones nutricionales y de ejercicio se obtiene un beneficio propio.

No nos hemos de plantear la salud sólo desde el punto de vista económico. Los costes son los que son. El tema es que la prevención está relativamente al alcance y bajará la tasa de enfermedad. Evidentemente que, al bajar la tasa de enfermedad, tal vez disminuyen los costes sociales… o quizá no. En todo caso, no creo que ése sea el gran problema. Los costes sociales son una decisión que tiene que ver con la sociedad que queremos: si queremos una que procure el bienestar de la gente, o si queremos otra cuya prioridad sea coleccionar útiles y objetos. No sé si cuando prevengamos mucho nos ahorraremos mucho dinero. Pero yo no quisiera plantear la prevención como un ahorro sino como un indudable beneficio, tanto a nivel individual como colectivo.

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