Pegaso, Fit for future

//En busca de fórmulas para educar en salud

Juegos, desafíos, redes sociales, aplicaciones móviles, diarios multimedia. Los adolescentes de hoy en día tienen ese tipo de actividades tan arraigadas que las autoridades han decidido aprovecharlas para tratar de inculcarles estilos de vida saludables. El ocio cada vez más sedentario y el abuso de la comida basura han provocado que entre la gente más joven aumente la prevalencia de trastornos que hasta ahora se asociaban a la edad adulta. Para paliar esa tendencia, se buscan métodos efectivos. Y esto quiere decir, si se pretende llegar a los adolescentes, estimulantes.

«Pegaso, Fit for Future» es un proyecto de I+D que tiene el objetivo de promover hábitos saludables entre los adolescentes mediante el desarrollo y el uso de dispositivos móviles. Se enmarca en el séptimo Programa marco de la Unión Europea (7PM), y participan diecisiete entidades lideradas por la Universidad Politécnica de Milán. Entre estas entidades figuran la Agencia de Calidad y Evaluación Sanitarias de Cataluña (AQuAS), la Agencia de Salud Pública de Cataluña (ASPCAT), la Universidad de Lleida y el centro tecnológico Barcelona Digital.

«El proyecto empezó en diciembre de 2013. Ahora estamos en la fase de investigación; definiendo las intervenciones más adecuadas para que los jóvenes mejoren los hábitos tanto de alimentación como de movimiento. Cuando tengamos los resultados, diseñaremos una macroplataforma y la pondremos a prueba en tres regiones diferentes: la Lombardía italiana,  Gran Bretaña y Cataluña.» Carme Carrion es investigadora de la AQuAS, y se ha hecho cargo de las encuestas que se han llevado a cabo a tres grupos de adolescentes de entre trece y dieciséis años para saber qué opinan sobre la salud y qué uso hacen de la tecnología. Esa información será clave para elaborar el prototipo del sistema.

«La idea es buscar un canal útil para llegar a los adolescentes; lo deben usar. Tenemos que estudiar cómo los podemos enganchar: con juegos, con aplicaciones, con redes sociales, con competiciones entre ellos, etc. La herramienta que creemos tiene que integrar todos esos elementos, porque la realidad es que los canales habituales —la escuela y la sanidad— no nos han servido para cambiar los hábitos.» Conxa Castell, jefa del Servicio de Educación Sanitaria y Programas de Salud de la ASPCAT, lo sabe muy bien. «Es difícil cambiar el estilo de vida de un adulto. Con los adolescentes, ya veremos. Pero los hábitos tendrían que ser más fáciles de crear en esa etapa en que están menos instaurados.»

«Las chicas prefieren las redes sociales y los chicos, los juegos competitivos»

De las encuestas a los grupos focales —la fase del proyecto que ya se ha materializado—, se desprende que los adolescentes no piensan en la salud como un estado que les afecta en el presente. Lo relacionan con el futuro y, sobre todo, con los padres o abuelos. Se cuidan porque saben que si lo hacen se encontrarán mejor anímica y físicamente, y eso es importante para sentirse aceptados. El aspecto externo es lo que los motiva. Según Carme Carrion, «relacionan la salud con la autoestima constantemente. Ahí hay una rendija por donde podemos entrar, pero hay que tener mucho cuidado con los desórdenes alimenticios. Sobre todo, en el caso de las chicas, porque no perciben la salud del mismo modo: la preocupación por un mismo, por ejemplo, es muy femenina. Y tampoco tienen los mismos gustos. Las chicas prefieren las redes sociales y los chicos, los juegos competitivos. Tenemos que ser capaces de crear una plataforma que se adapte a los perfiles diversos».

Adolescents tecnologiaMireia Espallargues es responsable de Calidad de la Atención Sanitaria a la AQuAS. Remarca la diferencia no sólo entre los usuarios, sino también en el comportamiento de una misma persona. «Un adolescente puede tener hábitos saludables en la alimentación, pero no en el ejercicio. La herramienta debe ser basta flexible y versátil para permitir que cada cual encuentre los retos que se ajustan a sus necesidades. Otro elemento importante es la familia, porque los hábitos se pueden adquirir; pero el hecho de que estén presentes en el entorno familiar tiene un impacto muy relevante a largo plazo.» En la encuesta de salud de Cataluña, por ejemplo, se ha comprobado la incidencia que tiene el grado de instrucción de los padres (en especial, de la madre) sobre las costumbres de los hijos. También hay diferencias notables de clase social en cuanto al peso y la talla de los niños: se detecta un exceso de obesidad infantil en la clase social media-baja, y de ahí que realicen la prueba piloto en escuelas con alumnado de ámbito sociocultural más bajo. Consideran que es en esas escuelas donde hay que intervenir de manera más urgente.

En cuanto a los resultados de las encuestas que se han hecho en los otros países, no se observan diferencias significativas en relación al concepto de salud que tienen los adolescentes de toda Europa. En cambio, sí hay variaciones respecto al estado físico: en contra de lo que se  podría esperar, hay más problemas de obesidad en el arco mediterráneo que en la zona norte. Conxa Castell señala que la causa seguramente es el sedentarismo, las bebidas azucaradas y la bollería. Además, constata que actualmente la mitad de la población de Cataluña tiene un exceso de peso, con el riesgo de trastornos cardiovasculares que eso comporta.

La obesidad y otras enfermedades asociadas con un estilo de vida poco saludable absorben un 7 % del gasto sanitario del continente. Y en el caso de los niños, esos trastornos son un indicador de la aparición de la enfermedad en la edad adulta y representan problemas sociales y de salud a corto plazo. Proyectos como Pegaso intentan revertir ese proceso y, para hacerlo, exploran nuevos canales que permitan el acercamiento a los jóvenes desde su lenguaje. Porque, al fin y al cabo, se trata de concienciarlos de que han de moverse, comer, jugar y compartir.

 

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