¿Qué es envejecer?

//Entrevista al doctor Francesc Formiga, director del programa de envejecimiento del Hospital Universitari de Bellvitge

Envejecer es un proceso inevitable e irreversible, pero no necesariamente negativo. Francesc Formiga insiste en destacar la vertiente positiva del envejecimiento: los beneficios que, también, comporta crecer. Doctor en Medicina por la UB, dirige el programa de envejecimiento del Hospital Universitario de Bellvitge. Fue coordinador nacional del grupo de trabajo sobre “Insuficiencia cardíaca” de la Sociedad Española de Medicina Interna e investigador principal del grupo de investigación ”Enfermedades sistémicas y envejecimiento” del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL). Es redactor jefe de la Revista española de geriatría y gerontología, y autor de más de dos cientos cincuenta artículos en prestigiosas publicaciones científicas. Su especialidad es el envejecimiento y las patologías asociadas a la edad, en particular la insuficiencia cardíaca, la demencia, las caídas y la osteoporosis.

¿Qué es envejecer desde el punto de vista biológico?

No se puede definir con exactitud, pero la idea más aceptada es que tenemos que considerar el envejecimiento como una parte más de la vida. En el ciclo vital de una persona hay varias etapas: el nacimiento, la infancia, la adolescencia, la edad adulta y, a partir de cierto momento, empieza a envejecer. Aunque esta última etapa no comienza en el mismo momento para todo el mundo; ni siquiera los órganos de la misma persona envejecen a la vez. Es difícil concretar qué es envejecer porque no se trata sólo de una pérdida: con la edad, las personas adquieren conocimiento o experiencia, que son valores positivos. Hay que hablar del envejecimiento como un fenómeno global, físico pero también psicológico, social, etc. Es cierto que, desde el punto de vista estrictamente biológico, parece que sí que hay órganos que empiezan a perder funcionalidad. Pero no se puede generalizar, se debe valorar cada individuo: algunas personas envejecen más rápido y otras lo hacen más lentamente.

¿Y cuál es la diferencia entre edad cronológica y edad biológica?

La edad cronológica es la que figura en el carné de identidad: es la suma de los años que tenemos y es la única objetiva. En cambio, la biológica es la edad que parece que tenemos. Por ejemplo, hay gente de noventa años que aparenta setenta. Estas personas están mejor que la mayoría de gente de su edad. Se puede cuantificar de alguna manera, pero es difícil hacer una valoración global, porque quizás alguien tiene la misma capacidad renal a los ochenta años que a los cincuenta pero, en cambio, camina muy despacio o es socialmente inactivo. En cualquier caso, calcular la edad biológica es muy difícil.

¿Cuándo empezamos a envejecer? ¿Y cuándo empiezan a hacerse evidentes los síntomas del envejecimiento?

A partir de los treinta años la masa ósea ya no aumenta. También dicen que, a partir de cierta edad, el cerebro ya no tiene la plasticidad para aprender tanto. Y la cuestión hormonal es básica: la menopausia en las mujeres, la disminución de testosterona en los hombres, etc. Hay gente que cree que envejecemos desde que nacemos, pero yo entiendo el envejecimiento como el proceso en que la mayoría de funciones empiezan a menguar más que a crecer: tenemos menos neuronas, menos nefronas, menos fuerza muscular, etc. Y esto, si hablamos del envejecimiento normal, porque también existen el patológico y el óptimo. El óptimo es el envejecimiento satisfactorio, y hablaremos de él en la Conferencia Internacional sobre Envejecimiento Saludable (el doctor Formiga es miembro del comité científico que ha elaborado el programa).

El envejecimiento no es una patología per se, sino que favorece la aparición de una serie de enfermedades. ¿Cuáles son los síntomas del envejecimiento -es decir, los procesos que afectan a todos los individuos- y cuáles, las enfermedades principales que sobrevienen con la edad?

«El envejecimiento no es una patología, sino una característica más de la vida»

Evidentemente, el envejecimiento no es una patología, sino una característica más de la vida. En cuanto a síntomas, los hay de muchos tipos: el pelo se vuelve blanco, los hombres pueden quedarse calvos, necesitamos gafas  para ver de cerca, oímos menos, etc. Por otro lado, hay factores que pueden favorecer la aparición de enfermedades: el páncreas envejece, deja de segregar insulina, nos volvemos diabéticos, engordamos, generalmente los vasos se cierran, hay posibilidad de hipertensión arterial, y todo esto puede derivar en una embolia o en un infarto de corazón. Si, además, la persona fuma, bebe o tiene hábitos poco saludables, le añade riesgo al riesgo.

A pesar de que hay otros factores que hay que tener en cuenta, la mayoría de enfermedades se asocian con la edad y, por lo tanto, con el envejecimiento. En la gente mayor el porcentaje de cáncer, de insuficiencia cardíaca o de demencia es más alto. Y, a medida que la edad aumenta, el porcentaje sube. Al menos hasta los ochenta años, porque a partir de los ochenta y noventa encontramos gente que ha escapado de estas enfermedades, por razones genéticas o debido a las buenas condiciones ambientales. Son los escapers o sobrevividores. Estamos aprendiendo mucho de estas personas, pero es evidente que la mayoría de la población, por suerte o por desgracia, sufriremos enfermedades asociadas con el envejecimiento.

¿Qué es la longevidad y qué es la esperanza de vida?

El concepto que empleamos más es esperanza de vida. Longevidad es la duración de la vida, los años vividos, pero no es un término que usemos desde un punto de vista científico, sino más bien descriptivo. La esperanza de vida es la media de edad que vivirá la gente que ha nacido determinado año. Y claro, va creciendo. Así, mi esperanza de vida es inferior a la de mi hijo, pero muy superior a la de mis padres. El 2013, la esperanza de vida en España era de ochenta y dos años u ochenta y dos y medio. En el caso de los hombres, era de aproximadamente setenta y nueve u ochenta años y en el de las mujeres, de ochenta y cinco.

La diferencia de esperanza de vida entre hombres y mujeres, ¿tiene más que ver con los hábitos y las condiciones ambientales que con la genética?

Sí, y precisamente parece que la tendencia se va igualando. Históricamente los hombres han bebido más, han fumado, han trabajado con asbesto, han sufrido más accidentes de tráfico, etc. Todos estos motivos han provocado que murieran antes. Un dato curioso, sin embargo, es que ahora los hombres que llegan a los ochenta y cinco o noventa años —al menos en Cataluña lo hemos comprobado— suelen estar mejor que las mujeres. En cambio, las mujeres acostumbran a llegar a edades avanzadas porque evitan más los riesgos y, en consecuencia, las enfermedades asociadas al envejecimiento aparecen más tarde.

¿Y qué factores han contribuido a alargar la esperanza de vida?

El aumento de la esperanza de vida es absolutamente multifactorial: los niños y las mujeres ya no se mueren en los partos, se han reducido los accidentes laborales, etc. Aun así, lo más determinante son las medidas higiénicas y dietéticas, así como el control de las infecciones. De hecho, lo que diferencia la esperanza de vida de aquí y de Nigeria, por ejemplo, son precisamente esos factores, porque allí la gente se muere de hambre, de malaria o de otras infecciones y, en definitiva, de problemas que se solucionarían con vacunas, antibióticos y una alimentación adecuada.

Por el contrario, ¿qué factores la amenazan?

El envejecimiento —que yo creo que tenemos que considerar como una epidemia positiva— tiene siempre connotaciones asociadas con enfermedades y discapacidades. Las más frecuentes son el cáncer, el Alzheimer, la demencia y los trastornos cardiovasculares.

¿Qué desequilibrios puede generar esta tendencia al envejecimiento de la población?

Para invertir la pirámide poblacional tiene que haber más natalidad, y hay que evitar el envejecimiento patológico y lograr el envejecimiento óptimo. Porque lo nosotros queremos es que la gente viva muchos años en las mejores condiciones posibles. Ahora tenemos —y es lo que consume más gasto sanitario— mucha gente con mala calidad de vida los cuatro o cinco años antes de morir. En este sentido, la prevención consiste a promover el envejecimiento activo y saludable. Por tanto, es cierto que hay una parte genética y epigenética determinante, pero también hay decisiones que dependen de nosotros mismos. Una de las más importantes es cuidarnos, porque la dieta y el ejercicio pueden conseguir que, aparte de vivir más años, los vivimos mejor.

Pero eso implica un cambio cultural. ¿Hace falta mentalizar a la gente sobre la importancia de cuidarse?

Sí. Es prioritario. Todo el mundo habla de la necesidad de concienciar la gente sobre el envejecimiento activo, pero si después organizamos un seminario no se apunta nadie. Por ejemplo, yo creo que tendría que haber una asignatura en la universidad que tratara estos temas, optativa en todas las carreras y obligatoria en Medicina, porque somos los médicos quienes  tenemos que asumir esa tarea de promoción de la salud. Hace falta este cambio.

Puede parecer exagerado decirle a alguien que empieza a envejecer a los treinta años (a pesar de que es verdad, aunque no lo note). Pero es evidente que cuanto antes nos cuidamos, mejor. Un niño con sobrepeso, por ejemplo, seguramente tenga problemas. Hay niños que ya son diabéticos, y será más difícil que lleguen a los ochenta y cinco años o a la esperanza de vida que haya en aquel momento. Tampoco tiene que ser una obsesión, pero cuidarse es realmente importante.

Además, hay que tener en cuenta otra cosa: yo, como médico clínico, tengo tendencia a hablar de ejercicio y de dieta, pero también es importante estar en forma socialmente, salir, entrenar la memoria, aprender idiomas, etc. A los jubilados los recomendamos que estudien, pero la estimulación cultural tendría que ser una constante en la vida.

¿El sistema sociosanitario está preparado para absorber este volumen creciente de trastornos crónicos y enfermedades? ¿Qué valoración hace de los dispositivos asistenciales actuales? 

«La promoción de los hábitos saludables es, en realidad, una inversión que nos hará ahorrar»

El problema es que todo el mundo es muy consciente de que la sanidad se tiene que optimizar y debe adaptarse al cambio en el tejido demográfico, pero no hay consenso sobre cómo —ni cuándo— ha de reorganizarse el sistema. Y hay que encontrar soluciones, porque a ese porcentaje mínimo de pacientes se dedican buena parte de los recursos y la tendencia, con el envejecimiento progresivo de la población, crecerá. Además, la inversión de la pirámide poblacional ha coincidido con la crisis económica, lo que dificulta la implementación de buenos proyectos que sí existen. En ese sentido, tenemos que tener claro que reformar el sistema de atención y apostar por la prevención es caro a corto plazo, pero se vuelve rentable y económico a la larga. La promoción de los hábitos saludables es, en realidad, una inversión que nos hará ahorrar.

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