Resistencia a los antibióticos

//A global health risk

Los fármacos antimicrobianos son las herramientas fundamentales de que dispone la medicina humana, así como la veterinaria, para tratar las infecciones causadas por bacterias, hongos, virus y algunos parásitos. El problema es que algunos microorganismos presentan ciertas características que reducen o anulan la eficacia de los medicamentos que deben combatirlos. La resistencia a los antimicrobianos existe de siempre: la evolución de las cepas resistentes es un fenómeno natural. Pero en los últimos tiempos se ha visto acelerado —y agravado— por varios motivos. El principal es el uso inapropiado de los medicamentos antimicrobianos. Especialmente, los antibióticos.

Uso (y abuso) de los antibióticos

Cada vez que utilizamos un antibiótico, se eliminan las bacterias que le son sensibles; pero las resistentes pueden sobrevivir y reproducirse con la capacidad de resistencia incorporada. El uso generalizado de estos medicamentos ha causado la propagación de la resistencia a los antimicrobianos, provocando que sean intratables infecciones que antes sí tenían cura.

Hasta el 30% de los antibióticos se consumen de manera inadecuada

Los epidemiólogos estiman que hasta el 30% de los antibióticos se consumen de manera inadecuada. Se utilizan demasiado —en el tratamiento de enfermedades para las que no están indicados, como la gripe o trastornos bastante banales— y se utilizan mal —los pacientes suelen interrumpir la pauta que tienen prescrita cuando empiezan a encontrarse mejor. El gran abuso, sin embargo, no se da en la medicina humana sino en el sector ganadero.

Los antibióticos pueden utilizarse mezclados con la dieta que se proporciona a los animales de granja porque se ha demostrado que así desarrollan menos enfermedades, presentan menores tasas de mortalidad y engordan más rápidamente. Se trata de una práctica muy extendida pero controvertida, ya que contribuye a aumentar la propagación de la resistencia a los antimicrobianos —cuando los humanos ingieren alimentos de origen animal, pueden incorporar a su organismos bacterias que son resistentes. Los antibióticos también pueden ser utilizados en el cultivo vegetal, aunque no se hace con la misma asiduidad.

Que algunos microorganismos sean inmunes a la acción de los medicamentos provoca que ciertas enfermedades no se puedan curar, o que se curen pero mediante tratamientos más largos y complejos. Y eso se traduce en mayor gasto sanitario y, lo más preocupante, mayores riesgos de defunción. La resistencia a los antibióticos está asociada a unas veinticinco mil muertes anuales en Europa y nos cuesta unos mil quinientos millones de euros. Por esta razón, la Organización Mundial de la Salud la considera una amenaza para la salud global y busca soluciones. Invertir en investigación es una de ellas. Otra, y que deberíamos tener muy presente, es la necesidad de concienciar a la comunidad que debe ser extraordinariamente responsable a la hora de utilizar antibióticos.

Noticias relacionadas