ʻNeuromitos en educaciónʼ, un libro que pone en duda mitos relacionados con la educación

Portada del libro.
Portada del libro.
Investigación
(30/10/2015)

No es cierto que solo utilicemos un 10 % de nuestro cerebro, ni que el ejercicio físico, las artes o el juego se hayan de relegar a un segundo plano. Así lo explica el libro Neuromitos en educación. El aprendizaje desde la neurociencia, que pone en duda, basándose en los últimos avances en neurociencia, algunos de los mitos y falsas creencias en torno al aprendizaje, presentes todavía en muchas praxis educativas, en propuestas curriculares e incluso en leyes de educación. La neurociencia demuestra que han quedado obsoletas muchas de las teorías que hasta hace poco eran incuestionables, como por ejemplo la de que «la letra con sangre entra». Ni la educación demanda únicamente seriedad y trabajo duro, ni se aprende más por pasar más horas en el aula. Así lo aseguran Anna Forés, coordinadora de la obra y profesora del Departamento de Didáctica y Organización Educativa de la Universidad de Barcelona, y los profesores del posgrado de Neuroeducación de la Universidad de Barcelona Jesús C. Guillén, José Ramón Gamo, Teresa Hernández, Marta Ligioiz, Félix Pardo y Carme Trinidad, que han participado en la redacción del libro.

Portada del libro.
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Investigación
30/10/2015

No es cierto que solo utilicemos un 10 % de nuestro cerebro, ni que el ejercicio físico, las artes o el juego se hayan de relegar a un segundo plano. Así lo explica el libro Neuromitos en educación. El aprendizaje desde la neurociencia, que pone en duda, basándose en los últimos avances en neurociencia, algunos de los mitos y falsas creencias en torno al aprendizaje, presentes todavía en muchas praxis educativas, en propuestas curriculares e incluso en leyes de educación. La neurociencia demuestra que han quedado obsoletas muchas de las teorías que hasta hace poco eran incuestionables, como por ejemplo la de que «la letra con sangre entra». Ni la educación demanda únicamente seriedad y trabajo duro, ni se aprende más por pasar más horas en el aula. Así lo aseguran Anna Forés, coordinadora de la obra y profesora del Departamento de Didáctica y Organización Educativa de la Universidad de Barcelona, y los profesores del posgrado de Neuroeducación de la Universidad de Barcelona Jesús C. Guillén, José Ramón Gamo, Teresa Hernández, Marta Ligioiz, Félix Pardo y Carme Trinidad, que han participado en la redacción del libro.

Está demostrado que el aprendizaje no puede restringirse a la adquisición de una serie de conceptos y procedimientos relacionados con las materias y asignaturas que, tradicionalmente, se han considerado más importantes. Así por ejemplo, según investigaciones recientes en neurociencia, el ejercicio físico regular puede modificar el entorno químico y neuronal de nuestro cerebro, facilitando el aprendizaje. La actividad física genera una serie de neurotransmisores —como la serotonina, la noradrenalina y la dopamina— que mejoran el estado de alerta, la atención y la motivación. Por tanto, no es buena idea erradicar o reducir los horarios de las clases de educación física. A partir de los estudios realizados, se sugiere la necesidad de recurrir a descansos activos durante el horario escolar, que permitan a los alumnos moverse.

En esta misma línea, el libro apuesta claramente por un aumento de la educación artística y la educación musical, en tanto que «hay evidencias empíricas que sugieren que las clases de música pueden mejorar la capacidad intelectual, el rendimiento académico, la conciencia fonológica y la decodificación de palabras». Asimismo, los autores de la obra destacan los beneficios del juego o las artes escénicas en entornos escolares; ya que estas actividades permiten a los alumnos convertir conceptos abstractos en concretos, mejorar su vocabulario y aumentar la autoestima y el autocontrol, entre otros beneficios, además de que las reglas del juego les proporcionan disciplina.

La obra insta a los maestros y profesores a suscitar la curiosidad entre los alumnos, en tanto que esta activa circuitos emocionales del cerebro que permiten estar atentos y facilitan el aprendizaje. Es necesario, por tanto, diseñar actividades variadas utilizando recursos variados, planteando dinámicas participativas y lúdicas para conseguir que los clases sean más atractivas y motivadoras. Ahora bien, se advierte que es importante que los maestros, lejos de sobrecargar a los alumnos con novedades y estímulos, ejerzan el papel de facilitadores y acompañantes de la aventura de descubrir, sin estimular en exceso: se trata de que los niños adquieran y mantengan la capacidad de sorprenderse y sentir curiosidad, que tantos adultos parecen haber perdido.

Ni la educación demanda solo seriedad y trabajo duro (según el famoso «la letra con sangre entra»), ni se aprende más por pasar más horas en el aula. Las investigaciones en neurociencia demuestran que el aprendizaje es mucho más efectivo y rico cuando en él se combinan la calidez humana, la sorpresa y la cooperación. Las emociones, afirman los expertos, son esenciales. El desarrollo de la inteligencia emocional ha sido clave en el ámbito educativo: se ha comprobado que un aprendizaje neutro, sin emociones, deviene poco duradero y superficial. Según estudios recientes, la serotonina se relaciona con el estado de ánimo y la actividad cortical. De este modo, cuando nos sentimos bien, somos personas más efectivas, cooperantes, empáticas, resolutivas y un largo etcétera; porque la diversión alienta la motivación y el rendimiento de muchos alumnos. Cuando nos sentimos alegres, disminuye el miedo y somos más flexibles y creativos.

El libro también avala los beneficios del sueño: «La incidencia del sueño sobre la atención y la memoria es incuestionable», sostienen los autores. Está demostrado que, cuando dormimos, la capacidad para responder a los estímulos exteriores se ve mermada; pero que en cualquier caso nuestro cerebro sigue estando activo. Los estudios a este respecto ponen de manifiesto que mediante el sueño se mejora la integración y consolidación de la memoria implícita o procedimental, es decir, la que hace referencia a los recuerdos inconscientes, que es la que utilizamos, por ejemplo, para memorizar las normas ortográficas o las operaciones aritméticas. Diversas investigaciones confirman la importancia del sueño después del aprendizaje; pero se ha demostrado, también, que es imprescindible haber dormido bien con anterioridad al estudio, porque el sueño reparador prepara el cerebro para el aprendizaje óptimo.

Por otra parte, la obra desmiente que la práctica de movimientos corporales simples, promovida por la gimnasia cerebral (brain gym), mejore el aprendizaje, o que escuchar Mozart nos haga más inteligentes. Pone también en duda que el alumno aprenda mejor cuando la información que recibe se adapta a su estilo de aprendizaje preferido: auditivo, visual o cenestésico. En este sentido, no se trata de detectar la modalidad sensorial que mejor se adapte al aprendizaje del alumno; sino que se debe recurrir a los mejores materiales de que disponemos para cada materia. Por ese motivo, será más efectivo combinar estilos y estrategias pedagógicas en las que intervengan diferentes estímulos sensoriales; lo que favorece la interconectividad entre las diferentes regiones cerebrales.

También se había dicho que hay que enseñar a los niños según su hemisferio cerebral predominante. El libro pone en entredicho que los dos hemisferios cerebrales trabajen de forma independiente y que los alumnos se puedan clasificar en función de ello. Los autores son contundentes: las actividades de aprendizaje en el aula requieren la integración de información entre el hemisferio izquierdo y el derecho, para que los hemisferios no están aislados el uno del otro. Tampoco es cierto que solo empleemos un 10 % de nuestro cerebro: la neurociencia ha demostrado que en la realización de tareas usamos el 100 % de la capacidad cerebral.

En defensa del poder de la imaginación, los autores aseguran que esta es una herramienta valiosísima, que genera cambios biológicos, emocionales y conductuales en los alumnos. Desde que nacemos, la imaginación nos acompaña y nos ayuda a potenciar un buen desarrollo de nuestras competencias, nuestra calidad de vida y nuestro aprendizaje. La creatividad necesita la inspiración de la imaginación: «La falta de creatividad crea rigidez mental e inadaptación a los cambios. Es antievolutivo reprimirla o ignorarla. La educación debe ir en esta dirección y no al revés», aseguran los expertos.

Anna Forés (Barcelona, 1966) es licenciada en Pedagogía y doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Barcelona. Es profesora del Departamento de Didáctica y Organización Educativa de la Universidad de Barcelona y ha sido delegada del rector para las relaciones Universidad-sociedad de la Facultad de Educación y vicedecana de Doctorado de la Facultad de Pedagogía, así como coordinadora del programa de la Universidad de la Experiencia sobre educación y sociedad. Es miembro del Grupo de Investigación Consolidado de Entornos y Materiales para el Aprendizaje (GR-EMA) del ICE de la Universidad de Barcelona, y del Grupo de Innovación Docente Consolidado Indaga-t. Entre sus libros destacan El teatro de la mente y las metáforas educativas: la didáctica en la educación social, Didáctica universitaria en entornos virtuales de enseñanza-aprendizaje, E-mociones: comunicar y educar a través de la red, La resiliencia: crecer desde la adversidad, La asertividad. Para gente extraordinaria, y Descubrir la neurodidáctica: aprender desde, en y para la vida.