El cambio climático y la cumbre mundial COP21 según tres expertos de la Universidad de Barcelona

Los tres investigadores de la Universidad de Barcelona coinciden en recordar que en el último informe del IPCC ya se acordó que es «extremadamente probable» que la actividad humana sea la causa del calentamiento del planeta.
Los tres investigadores de la Universidad de Barcelona coinciden en recordar que en el último informe del IPCC ya se acordó que es «extremadamente probable» que la actividad humana sea la causa del calentamiento del planeta.
Entrevistas
(16/12/2015)

En 2008, con motivo del Premio Nobel de la Paz 2007 otorgado al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y al exvicepresidente de Estados Unidos Al Gore, tres investigadores de la Universidad de Barcelona hablaron sobre el calentamiento global en un diálogo publicado en el número 44 de la revista La Universitat. Se trataba de Ileana Bladé, Carmen Llasat y Javier Martín Vide, expertos revisores de los informes del IPCC. Recientemente, ha tenido lugar en París la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21), un encuentro que puede ser la clave para luchar contra este problema de ámbito global. Para valorar qué cambios se han producido en este período de tiempo, volvemos a hablar con los tres expertos sobre cómo ha evolucionado y cómo se está afrontando el reto climático:

 

Los tres investigadores de la Universidad de Barcelona coinciden en recordar que en el último informe del IPCC ya se acordó que es «extremadamente probable» que la actividad humana sea la causa del calentamiento del planeta.
Los tres investigadores de la Universidad de Barcelona coinciden en recordar que en el último informe del IPCC ya se acordó que es «extremadamente probable» que la actividad humana sea la causa del calentamiento del planeta.
Entrevistas
16/12/2015

En 2008, con motivo del Premio Nobel de la Paz 2007 otorgado al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y al exvicepresidente de Estados Unidos Al Gore, tres investigadores de la Universidad de Barcelona hablaron sobre el calentamiento global en un diálogo publicado en el número 44 de la revista La Universitat. Se trataba de Ileana Bladé, Carmen Llasat y Javier Martín Vide, expertos revisores de los informes del IPCC. Recientemente, ha tenido lugar en París la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21), un encuentro que puede ser la clave para luchar contra este problema de ámbito global. Para valorar qué cambios se han producido en este período de tiempo, volvemos a hablar con los tres expertos sobre cómo ha evolucionado y cómo se está afrontando el reto climático:

 

Aumento de la certeza

En estos años, uno de los hechos que se han constatado son las evidencias de que el aumento de la temperatura media del planeta en las últimas décadas es consecuencia del aumento de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Y este aumento es, a su vez, consecuencia de la actividad antropogénica.

Los tres investigadores coinciden en recordar que en el último informe del IPCC publicado en 2014, ya se acuerda que es «extremadamente probable» (lo que se asocia a un 95 % de probabilidad) que la actividad humana sea la causa del calentamiento. De hecho, «el escenario científico del cambio climático no ha cambiado de forma sustancial en este tiempo», afirma Bladé. Según la investigadora, eso es «buena señal»; porque indica que nuestra comprensión de cómo está respondiendo el sistema climático a un aumento de gases invernadero es sólida y se va confirmando a medida que añadimos nuevos datos y sistemas de observación.

Cambios irreversibles

Según los investigadores, tanto el calentamiento como la afectación del permafrost a escala mundial, con la consiguiente pérdida o retroceso de glaciares y fusión del hielo marítimo, y el aumento del nivel del mar, son ya fenómenos irreversibles.

Aunque la estimación del aumento de la temperatura global del planeta no haya cambiado prácticamente (está alrededor de 0,9 ºC desde 1900), ahora podemos afirmar que las últimas tres décadas han sido más cálidas que cualquier década anterior desde 1850 y que —muy probablemente— este calentamiento no tiene precedentes en los últimos ocho siglos. «Los datos anteriores no permitían este grado de convicción», apunta Bladé.

Como explica la investigadora, hasta hace poco, el signo del balance de masa neto en la Antártida era una incógnita. Ahora, gracias a un nuevo instrumento de satélite que mide las anomalías gravimétricas de la Tierra, sabemos que no solo el casquete polar de Groenlandia está perdiendo masa, sino que también lo hace el de la Antártida, y que ambos han contribuido al aumento del nivel del mar. «Todos estos cambios ya son irreversibles, en el sentido de que persistirán durante muchos siglos incluso si logramos mitigar fuertemente las emisiones de gases invernadero a corto plazo», concluye la investigadora.

Por otra parte —explica Martín Vide—, atendiendo a si en nuestro ámbito más próximo ya es apreciable el cambio climático, podemos ver que las mejores series de temperatura españolas y catalanas muestran una evolución paralela a la planetaria, con una tasa de aumento algo superior. Así, el incremento de la temperatura media anual en el Observatorio Fabra de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona (RACAB), con registros de alta calidad, en un período de un siglo (1914-2013), es de 1,7 ºC, aumento estadísticamente significativo y claramente superior al global. Aun así, hay que tener en cuenta la proximidad de este observatorio a la ciudad. En cambio, la precipitación anual no ha mostrado ninguna tendencia en este periodo. «En resumen, en Collserola, hoy, la temperatura es apreciablemente mayor que hace cien años, pero llueve lo mismo», concluye Martín Vide.

COP21: motivos para la esperanza

En cuanto a la cumbre de París COP21, que tiene lugar después de Kyoto y del fracaso de Copenhague, Martin Vide opina que «hay elementos para la esperanza, a pesar de la complejidad de la reunión». A diferencia de la cumbre de Dinamarca en 2009, «Francia ha jugado muy bien su papel de anfitrión en los meses previos al encuentro», añade.

«Independientemente de los acuerdos más relevantes que se puedan alcanzar o no, la cumbre siempre representa un paso adelante. Por eso no podemos perder las esperanzas», afirma Llasat, quien recuerda que la cumbre de París es mucho más que el encuentro de los gobernantes y de sus ministros. En paralelo, se desarrollan negociaciones secundarias y otros actos positivos para la lucha contra el cambio climático.

El techo de los 2 ºC

Como recuerda Martín Vide, «las reducciones de emisiones decididas hasta el momento por los diferentes estados no garantizan que no se sobrepase el umbral de los 2° C». En este sentido, según el investigador, el acuerdo debería ser revisable cada pocos años con el objetivo de reajustar a la baja las emisiones.

Según Bladé, «hay que tener en cuenta que, desde un punto de vista físico, no hay nada especial en este umbral de 2 ºC: las decisiones que debemos tomar ahora para reducir las emisiones son las mismas decisiones que deberíamos tomar si la meta fueran 3 ºC o 1,5 ºC».

Con el aumento térmico, los efectos ya visibles se agravarán y, en países con pocos recursos de agua, la escasez será aún más grave con el deterioro de las cosechas; lo que conlleva riesgos en seguridad alimentaria en las regiones más pobres. «En conjunto, la pérdida de biodiversidad, ya muy grave actualmente, se aceleraría como consecuencia de los cambios de hábitats», concluye Martín Vide.

Otras consecuencias serían el aumento de los extremos climáticos, la deslocalización de poblaciones invadidas por la subida del nivel del mar, o el aumento de migraciones forzadas y de conflictos bélicos. «El panorama no es muy halagador; porque no solo hablamos del cambio climático en sí mismo, sino de la destrucción y pérdida de recursos asociados a los mismos factores que producirían este cambio climático», apunta Llasat.

Según Bladé, el ritmo de aumento de las emisiones, evidentemente, determina la magnitud de estos cambios. «Por ejemplo, si no conseguimos curvar las emisiones de gases invernadero y estas continúan creciendo al ritmo actual, es probable que el hielo desaparezca del todo en el océano Ártico durante el verano, antes de mediados de siglo», afirma la investigadora.

¿Somos conscientes del problema?

Según Llasat, «a nivel global, existe una mayor concienciación y una mayor llamada a actuar, que va mucho más allá de los grupos activistas más típicos, y que está liderada por ámbitos del mundo educativo, religioso, etc.».

Aunque desde 2008 ya había suficientes datos sobre la mesa de los políticos para ser conscientes del problema, la diferencia hoy día es la respuesta ante el cambio climático, opina Martín Vide. «Tanto entonces como ahora, la ciudadanía y los poderes públicos eran, y son, conscientes de la gravedad del problema; pero dar el paso para cambiar de forma muy sustancial el estado de las cosas, principalmente el modelo energético o el modelo económico consumista, es mucho más complicado», afirma el investigador. «En nuestro caso, y en una situación de crisis como la que ya llevamos desde hace años, la sociedad relega a un segundo plano la preocupación por el cambio climático», opina Llasat. «Pero es más importante aún que la sociedad tome conciencia de la problemática y se comprometa, persona por persona, a un cambio hacia una actitud más acorde con el desarrollo sostenible», prosigue la investigadora. Por su parte, Bladé es más escéptica y no cree que seamos más conscientes del problema en la actualidad.

Respecto a las campañas catastrofistas que a menudo acompañan a las informaciones sobre el cambio climático, Martín Vide afirma que «el fatalismo no es propio de la ciencia» y que puede incluso producir consecuencias contrarias a las deseadas por un efecto rebote. «El catastrofismo y el fatalismo conducen a la inacción», concluye.

Reducir la emisión de gases contaminantes

Los investigadores coinciden en destacar que el sector industrial, los transportes y el sector energético suman más del 45 % de las emisiones. El sector agrario y forestal, que muchas veces olvidamos, incluye las emisiones procedentes de la agricultura y la ganadería, así como las vinculadas con los procesos de deforestación. Todas ellas implican más del 20 % de las emisiones, explica Llasat.

Por otra parte, Martín Vide destaca el papel de las llamadas emisiones difusas, que suponen un porcentaje considerable de las totales, cerca del 40 % en España. Estas son las emisiones derivadas del transporte particular, el hogar, el consumo, la construcción... Este tipo de emisiones son difíciles de controlar por su génesis no concentrada y por la naturaleza imprevisible de la voluntad de cada ciudadano, afirma Martín Vide.

El calentamiento es global, pero desigual e injusto, en el sentido de que los pueblos más desfavorecidos, más vulnerables, serán los más perjudicados. Por ello, los países ricos deben ser solidarios y destinar suficientes recursos económicos y del tipo que sea conveniente para cubrir las necesidades de adaptación de los más pobres y reducir su vulnerabilidad.