Delia Giovanola de Califano, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo: «La necesidad de encontrar a mi nieto se hace cada vez más fuerte»

Delia Giovanola de Califano.
Delia Giovanola de Califano.
Entrevistas
(26/10/2015)

Delia Giovanola de Califano es una de las doce fundadoras, hace 39 años, de Abuelas de Plaza de Mayo, entidad que tiene como objetivo localizar y restituir a sus familias legítimas todos los niños secuestrados y desaparecidos a causa de la represión política durante el régimen militar que se inició en Argentina en 1976. El hijo de Delia Giovanola, Jorge Oscar Ogando, desapareció ese año de 1976 junto con su mujer embarazada de ocho meses, Stella Maris Montesano. Solo dejaron en el hogar familiar a la hija de la pareja, Virginia, de unos tres años de edad. Delia Giovanola crio a esta nieta, que se suicidó en 2011 después de una fuerte depresión (Giovanola cree que causada al conocer las torturas a que fueron sometidos sus padres).

A pesar de su edad avanzada y de que, según ella misma, «la cuerda se va gastando», Delia continúa con la búsqueda de su nieto Martín (el nombre que su familia había escogido para el niño del que Stella estaba embarazada). Por ello, un viaje de placer a Europa el pasado octubre se transformó también en la continuación de esa búsqueda: «Hemos encontrado a varios nietos en Europa», afirma Delia. Constante en este empeño, impartió conferencias en Londres y en Barcelona, donde dio una charla en la Universidad de Barcelona el 9 de octubre, en un acto enmarcado en las actividades del Otoño Solidario en la UB y organizado por Abuelas de Plaza de Mayo e Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (HIJOS).

 

Delia Giovanola de Califano.
Delia Giovanola de Califano.
Entrevistas
26/10/2015

Delia Giovanola de Califano es una de las doce fundadoras, hace 39 años, de Abuelas de Plaza de Mayo, entidad que tiene como objetivo localizar y restituir a sus familias legítimas todos los niños secuestrados y desaparecidos a causa de la represión política durante el régimen militar que se inició en Argentina en 1976. El hijo de Delia Giovanola, Jorge Oscar Ogando, desapareció ese año de 1976 junto con su mujer embarazada de ocho meses, Stella Maris Montesano. Solo dejaron en el hogar familiar a la hija de la pareja, Virginia, de unos tres años de edad. Delia Giovanola crio a esta nieta, que se suicidó en 2011 después de una fuerte depresión (Giovanola cree que causada al conocer las torturas a que fueron sometidos sus padres).

A pesar de su edad avanzada y de que, según ella misma, «la cuerda se va gastando», Delia continúa con la búsqueda de su nieto Martín (el nombre que su familia había escogido para el niño del que Stella estaba embarazada). Por ello, un viaje de placer a Europa el pasado octubre se transformó también en la continuación de esa búsqueda: «Hemos encontrado a varios nietos en Europa», afirma Delia. Constante en este empeño, impartió conferencias en Londres y en Barcelona, donde dio una charla en la Universidad de Barcelona el 9 de octubre, en un acto enmarcado en las actividades del Otoño Solidario en la UB y organizado por Abuelas de Plaza de Mayo e Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (HIJOS).

 

Usted está buscando a su nieto. ¿Cómo son los reencuentros con los nietos robados que ha ido consiguiendo su organización?

Ya vamos por el nieto 117. Cada nieto recuperado es un poco el nieto de cada una. Los chicos son espectacularmente amorosos… Notamos, percibimos el cariño y el cuidado que nos brindan. Ahora, en nuestra institución somos siete abuelas en total, los demás son nietos recuperados, que pasan a formar parte de Abuelas.
Todos estos reencuentros tienen mucho en común. Primero, todos los nietos guardan distancia, cautela. Hasta que se van empapando, van conociendo quiénes eran su padre y su madre. Se les entrega una caja con el material de la memoria que se ha ido juntando durante los años: comentarios de los amigos del padre, de los amigos de la madre, fotos… Cuando el nieto recuperado va leyendo esto a solas (porque yo me imagino que irá a solas y buscará un papelito y lo leerá, lo masticará…), se va transformando.


Cuando usted encuentre a su nieto, ¿querrá también que se haga justicia con los que lo secuestraron?

Sí. Pasaron 39 años y mi hijo sigue estando desaparecido. Mi nuera sigue estando desaparecida. Le costó la vida a mi nieta, que se suicidó justamente después de un estado depresivo tremendo… Yo, las torturas de mi hijo no las sé; pero pienso que mi nieta las supo y por eso se suicidó. No puedo hacer de cuentas que acá no pasó nada. Aparte, fijate vos que lo único que uno pide es justicia. No venganza. La justicia que no tuvieron para mi hijo, que no era culpable de nada. Mientras no se me entregue el cuerpo de mi hijo, sigue siendo un desaparecido. Lo mismo el de mi nuera, que para mí era tan querida como mi hijo. Fue alumna mía a los cuatro años. Yo le enseñé a leer y a escribir y para mí era una muñeca que después con el tiempo se reencontró con mi hijo y se pusieron de novios.

Que los hubieran juzgado y condenado si estaban equivocados, si estaban haciendo algo malo. Pero no lo hicieron. Aparte, ¿qué de malo hacía una criatura? ¿Por qué quedarse con la criatura? Fue el botín de guerra, directamente. No cabe el perdón. En los últimos juicios que se hicieron, los militares condenados se daban la vuelta y hacían a la gente del público, a los familiares, un gesto de burla, como diciendo: «No me importa, hagan lo que quieran». No hay ese sentimiento de culpa por parte de ellos. No hay nada que incite al perdón. Yo les puedo perdonar si a mí me reintegran mis pérdidas, pero no van a poder.


Después de 39 años, ¿cómo va su búsqueda?

En la institución somos dos abuelas fundadoras y ninguna de las dos tenemos el nieto; las demás, todas. Es como que la necesidad de encontrar a mi nieto se hace cada vez más fuerte. El dolor va a estar siempre. Sobre todo te diría que en lo de mi nieta no, no hay consuelo. No voy a tener nunca el consuelo. Pero la vida continúa. Y hay que hacerla lo más grata que uno pueda; porque no puede uno vivir llorando, no puede vivir lamentando. Porque te enferma y te aísla totalmente de quienes te rodean. Como soy muy extrovertida, me gusta estar rodeada de gente. Eso me ayuda. La promesa que hice hace 39 años de que iba a seguir buscando a mi nieto en nombre de mi hijo, pienso que me ayuda, que me da motivos, me da razones… Aparte de la salud: si no tuviera buena salud… Agradezco todos los días tener la salud que tengo.


¿Y a nivel colectivo, cómo están yendo actualmente las búsquedas de Abuelas?

En Argentina, creo que el nieto que no se presentó es porque no quiere. Existe algo que está deteniendo a los posibles nietos, que es el peso de la ley que cae sobre los represores, o los apropiadores: se apropiaron de ellos, les cambiaron la identidad y eso está penado por la ley. Dentro de los apropiadores, entre los cuales también hay una escala, están los torturadores, los que robaron al bebé en el momento de parir, se quedaron con el bebé y lo llevaron de regalo a su esposa.


¿Cómo es la relación con estas familias de crianza?

La familia de crianza no se acerca a Abuelas y Abuelas tampoco se acerca; pero se respeta al nieto si quiere seguir la relación. Acá en Europa, en Inglaterra, está el nieto recuperado Penino Viñas. La familia apropiadora fue la que asesinó a sus padres, robó al chico y fue escapando de un país al otro con documentación falsa. Vildoza, que es el apropiador, lo llevó de regalo a su señora. El chico se crio en un ambiente en el que Abuelas son las locas de la plaza de Mayo, «que te quieren sacar del lado nuestro». Vildoza sigue prófugo. A la señora se la juzgó, y el chico, aunque cueste creerlo, viajó a Buenos Aires a pedir clemencia por la mujer que lo crio. Es el único caso. Este hombre, sin embargo, recuperó su identidad y le puso su identidad a sus hijos.

Los chicos, que ya son hombres y mujeres, pueden elegir o no venir con Abuelas, y agregarse o no al núcleo familiar, no se los obliga. Si yo encuentro a mi nieto, le abro los brazos, y si quiere venir, que venga.