Gino Casassa, glaciólogo y experto en cambio climático: «Si no se actúa, la temperatura del planeta podría aumentar hasta 4 ºC de aquí a fin de siglo»

El glaciólogo Gino Casassa, miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que compartió el Premio Nobel de la Paz 2007 con Al Gore.
El glaciólogo Gino Casassa, miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que compartió el Premio Nobel de la Paz 2007 con Al Gore.
Entrevistas
(22/12/2016)

«Tenemos que cuidar el medio ambiente sin perder de vista lo más importante en esta vida: el ser humano. Este es el gran desafío», explica el glaciólogo Gino Casassa, pionero en alertar hace años del peligro que acechaba a los glaciares por el calentamiento global, y miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que compartió el Premio Nobel de la Paz 2007 con Al Gore, exvicepresidente de los Estados Unidos.


El profesor Casassa, investigador de la Dirección de Programas Antárticos y Subantárticos de la Universidad de Magallanes (Chile), se define como un enamorado del medio ambiente, los glaciares y las altas cumbres. Experto consultor de la empresa Geoestudios, la principal consultora de estudios glaciológicos en Chile, Casassa descubrió la belleza del mundo del hielo gracias a su padre, un gran escalador y miembro de las tropas alpinas italianas que inspiró a su familia el amor por las montañas. «Comencé a mirar los glaciares al escalarlos, y en la Escuela de Ingeniería los empecé a estudiar. Combinar la fascinación con el estudio es una motivación constante», explica esta autoridad mundial en glaciología durante una entrevista en el marco de los Encuentros Barcelona 2016, un foro internacional que se tuvo lugar en la Universidad de Barcelona para abordar los grandes desafíos sobre equidad social en Chile y en países de todo el mundo.
 

El glaciólogo Gino Casassa, miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que compartió el Premio Nobel de la Paz 2007 con Al Gore.
El glaciólogo Gino Casassa, miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que compartió el Premio Nobel de la Paz 2007 con Al Gore.
Entrevistas
22/12/2016

«Tenemos que cuidar el medio ambiente sin perder de vista lo más importante en esta vida: el ser humano. Este es el gran desafío», explica el glaciólogo Gino Casassa, pionero en alertar hace años del peligro que acechaba a los glaciares por el calentamiento global, y miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que compartió el Premio Nobel de la Paz 2007 con Al Gore, exvicepresidente de los Estados Unidos.


El profesor Casassa, investigador de la Dirección de Programas Antárticos y Subantárticos de la Universidad de Magallanes (Chile), se define como un enamorado del medio ambiente, los glaciares y las altas cumbres. Experto consultor de la empresa Geoestudios, la principal consultora de estudios glaciológicos en Chile, Casassa descubrió la belleza del mundo del hielo gracias a su padre, un gran escalador y miembro de las tropas alpinas italianas que inspiró a su familia el amor por las montañas. «Comencé a mirar los glaciares al escalarlos, y en la Escuela de Ingeniería los empecé a estudiar. Combinar la fascinación con el estudio es una motivación constante», explica esta autoridad mundial en glaciología durante una entrevista en el marco de los Encuentros Barcelona 2016, un foro internacional que se tuvo lugar en la Universidad de Barcelona para abordar los grandes desafíos sobre equidad social en Chile y en países de todo el mundo.
 

 

El cambio climático es un fenómeno global. Para muchos científicos, implica una revolución de conciencias a escala planetaria.


Sin duda, supone un cambio de paradigma y eso me impresiona. Cuando empecé a estudiar geología, ni yo mismo estaba convencido de que estuviéramos ante un cambio climático que causábamos nosotros mismos, sobre todo por la emisión de gases de efecto invernadero. Antes que nada, la comunidad científica tuvo que convencerse de este hecho, y eso ya pasó hace un par de décadas. Con ese mensaje claro, salimos a «evangelizar» el mundo, pero eso sí, con algunas voces menores, las de los escépticos, que proceden básicamente de la comunidad geológica y ayudan a plantear preguntas complejas de responder. El cambio climático nació como hipótesis, ahora ya es una teoría demostrable. Y por fin, la ciencia ha podido llegar al nivel de los responsables que toman decisiones. Esto se plasmó como nunca había pasado antes con la firma del protocolo en la Conferencia  sobre  el  Cambio  Climático  de  París (COP21) en  2015, que estuvo a punto de caerse muchas veces —fue hasta divertido—  por una sola palabra en discusión (should por shall). Al final, los franceses  resolvieron el conflicto de forma muy hábil. La gran duda es saber hasta qué punto este acuerdo es vinculante. Los países de la Unión Europea ya  están actuando, pero en los países en desarrollo —por ejemplo, Chile—  nos cuesta mucho más, ya que existen otras prioridades consideradas más urgentes que el medio ambiente. ¿Y qué hacer ante esto?


Los sectores político, empresarial y social también tienen que responder ante el desafío del cambio climático. ¿Cuál de ellos es el público más difícil? 


En mi opinión, los tres sectores. Gran parte de la sociedad no se preocupa por el medio ambiente, y en nuestros países todavía se ve gente que tira basura donde no debe, etc. Los países desarrollados nos llevan décadas de ventaja en esto. ¿Cómo se puede mejorar esta situación? Solo hay una respuesta: con educación. En el comportamiento individual, no creo que existan cambios drásticos si no hay un cambio generacional y, por supuesto, con mucha educación. El sector público, con un rol fundamental, tiene que generar un marco normativo adecuado para proteger el medio natural, tener el apoyo de los parlamentos, etc. Todo esto, lentamente, ya está ocurriendo en Chile. En cuanto al empresario, siempre se le mira como al malo de la película, el que aplica la tecnología de más bajo costo para obtener más beneficios, sin mucha protección medioambiental... Esto es menos verdad cada día, y en los Encuentros Barcelona 2016 vimos un magnífico ejemplo: el empresario Miquel Torres, al frente de una empresa vinícola que utiliza tecnologías innovadoras y más sostenibles respecto al entorno. Todo un ejemplo empresarial que tener en cuenta.


Los países más pobres son los más perjudicados por el calentamiento global. En términos de equidad social, ¿esto es otro reflejo perverso del mundo que nos rodea?


Así es, y es lamentable. Este mensaje se ha hecho llegar al mundo industrializado, y fue bien entendido en la COP21. Por eso se generó un fondo de miles de millones de dólares de ayuda a los países en vías de desarrollo, para potenciar tecnologías limpias, medidas de adaptación, etc. Pero estas medidas todavía son insuficientes. ¿Qué se le puede decir a un país como Bangladesh, con millones de habitantes y costas amenazadas por el aumento del nivel del mar? ¿Y al continente africano, donde las guerras futuras serán por el agua?

Chile concentra cerca del 75 % de los glaciares del continente sudamericano, unas inmensas extensiones de hielo amenazadas por el calentamiento global, según denunció hace mucho tiempo. En la ciencia, ¿se paga algún peaje por ser pionero?


Los científicos tenemos el deber de dar a conocer los resultados de nuestra investigación de una manera totalmente transparente y honesta, tal como son los hechos. Bajo ese punto de vista, hay que ser valiente con los resultados. Pero nos hemos formado en un ambiente científico y, en el fondo, eso es muy cómodo. Tenemos que ser absolutamente honestos con nuestros propios proyectos, con las consultorías que hacemos para el gobierno, empresas, organizaciones privadas, etc. Es una situación curiosa, porque si trabajamos para una empresa minera —que en el imaginario colectivo destruye el medio ambiente—, nos convertimos en la personificación del diablo. Si lo hacemos en una consultoría ambiental, se sospecha que estamos tergiversando datos... En ciencia, esto ya no se hace, y los pocos que lo han hecho han sido descubiertos, porque la ciencia es replicable. Somos científicos, estamos trabajando, damos apoyo, ayudamos a generar una legislación basada en los datos científicos, y eso también afecta a las empresas relacionadas con el medio ambiente. Hay que poner el buen uso de la ciencia al servicio de todos, y ese es otro gran paradigma de nuestro trabajo.


En materia de legislación medioambiental, ¿Chile podría ser un referente para otros países con problemáticas similares?


Sin duda, Chile ha de tener un rol proactivo en esta materia, no puede quedarse atrás. Pero Chile produce menos del 0,4 % de emisiones de carbono a nivel mundial. Entonces, la pregunta general sería: ¿para qué a cambiar las cosas? La solución no va por aquí. Estamos en un solo planeta, un solo medio ambiente, somos más de 7.000 millones de habitantes, y cada uno de nosotros puede aportar su granito de arena. Chile ya lo está haciendo, por eso la presidenta Michelle Bachelet firmó el Acuerdo de París en la sede de Naciones Unidas en Nueva York. Me preocupa que el acuerdo no sea completamente vinculante —no sabemos hasta qué punto lo es— y esperamos cumplirlo de la mejor manera posible, e incluso ir más allá. En nosotros está la capacidad de poder lograrlo. A otro nivel de actuación, por ejemplo, si nos referimos al impacto del turismo en el medio ambiente, aunque se impongan mil reglas, cada una de esas personas es capaz de perjudicar el entorno. ¿Cómo evitarlo? Solo hay una respuesta: con la educación.


Desde la perspectiva práctica del apoyo a la investigación, ¿qué significó el Premio Nobel de la Paz concedido por la Academia Sueca en 2007? 


El Nobel de la Paz compartido en 2007 entre el IPCC y el exvicepresidente Al Gore marcó un antes y un después, y esto se plasmó con la firma del Acuerdo de París. Cuando me avisaron del premio, estaba de campaña aérea en Punta Arenas, y me bajaba de un avión… Participábamos cuatro investigadores chilenos, dentro de un equipo de 2.500 científicos de todo el mundo que habían trabajado en el cuarto informe de evaluación del IPCC y en los informes previos. Nos llamó la presidenta de la República, fuimos recibidos en el Palacio de la Moneda, la sede de la presidencia del Gobierno de Chile... Fue un auténtico honor participar en todo aquello.

El pensamiento escéptico, sin embargo, ha llegado a las máximas esferas del poder político internacional. ¿Es una amenaza preocupante?


No, el escepticismo ante el cambio climático es un aporte. La ciencia es replicable y muchas veces los escépticos plantean desafíos difíciles de responder. Pero hay que hacerlo. Por ejemplo, pensemos en el debate sobre el papel del sol en el cambio climático: este argumento ya está contestado, se sabe que el papel de la radiación solar en el clima ha sido muy pequeño y que el principal motor del calentamiento es el efecto invernadero. El efecto de los volcanes, por ejemplo, se restringe en los últimos siglos al enfriamiento del clima en la Tierra en períodos que no exceden un par de años. ¿Dónde está ahora el debate? En saber qué va a pasar con el sol en el futuro. Unos científicos rusos  postulan en un estudio que el sol se va a apagar y que eso causará glaciaciones locales. No hay evidencias científicas, la hipótesis no está aceptada, pero parte de la comunidad la está estudiando, y si es verdad, se sabrá. «La verdad os hará libres»: esto funciona también en la ciencia. Pero existen argumentos muy robustos sobre la manera en que se está afectando al clima. Si no se actúa, la temperatura del planeta puede aumentar hasta  4 ºC de aquí a fin de siglo. Y eso sería absolutamente desastroso.


En octubre de 2016, más de 170 países firmaron en Ruanda un acuerdo para luchar contra el cambio climático. ¿Se está trabajando en la dirección adecuada?


Este acuerdo me parece magnífico. El Protocolo de Montreal fue un gran ejemplo de cómo los países se ponen de acuerdo para reducir y eliminar los clorofluorocarbonos (CFC), que estaban destruyendo el ozono y afectaban en especial a la Antártida y a las regiones del sur. Tras la firma de este acuerdo, la comunidad científica dispuso de nuevos datos satelitales sobre los gases relacionados con el efecto invernadero. Por eso, el acuerdo de Ruanda se ha ampliado a los hidrofluorocarbonos (HFC): una gran noticia, porque con los HFC está en juego medio grado Celsius. Este nuevo acuerdo refleja que los científicos han llegado a las esferas de la toma de decisiones y que los países contemplan el cambio climático como un tema tan serio como la política, la salud, y la educación. La ciencia nos permite conocer mejor este planeta finito con recursos limitados que hay que cuidar. Y si no lo hacemos, nos vamos a las pailas, como decimos en Chile.


Exploradores, aventureros y científicos han sentido la atracción de las regiones polares. En el mundo del hielo se han escrito algunos de los mejores capítulos de la exploración geográfica.


Amundsen, el primero en navegar el paso del Noroeste, es uno de mis héroes. Pero la figura de Shackleton es excepcional. Este año se ha celebrado en Punta Arenas el centenario del rescate de la tripulación del HMS Endurance, el buque capitaneado por sir Ernest Shackleton que se quedó atrapado por los hielos antárticos en 1915. Es una hazaña memorable: Shackleton no perdió ni uno de sus hombres. Curiosamente, para nosotros el gran héroe olvidado en la historia del Endurance es la escampavía Yelcho —con el comandante Pardo al mando—, la embarcación chilena que rescató a la tripulación de Shackleton en la isla Elefante. Shackleton renunció a su sueño de cruzar a pie la Antártida, y quien lo consiguió fue sir Edmund Hillary en 1958, pero con tractores motorizados. Fue durante el Año Geofísico Internacional (AGI), un período extraordinario para el conocimiento del planeta, con las primeras mediciones precisas del aumento de dióxido de carbono atmosférico en la Tierra (la famosa curva de Keeling).

Proteger el medio ambiente, explotar recursos de forma sostenible, cuidar el planeta… ¿Dónde está el límite en la conservación del medio natural?


Existe una corriente que nos ha convertido en proteccionistas del medio ambiente. Nos dicen que no debemos tocar los bosques, los humedales, etc. Soy un enamorado del medio ambiente, me encantaría ver las costas y las montañas sin rastro de la presencia humana. Pero mientras vivamos en este planeta, es imposible. Tenemos que interactuar con el medio, y cada vez somos más. La clave es hacer un uso armonioso y sostenible respecto al desarrollo humano. En el libro del Génesis ya se hablaba de señorear la Tierra. Tenemos que aprender a conjugar bien este verbo, es decir, cuidar el medio ambiente sin perder de vista lo más importante en esta vida: el ser humano. Ese es el gran desafío.