Pequeños tesoros que se ocultan dentro de los libros antiguos

En cerca de diez años, se han realizado más de cien hallazgos, tales como poemas, notas manuscritas y marcapáginas.
En cerca de diez años, se han realizado más de cien hallazgos, tales como poemas, notas manuscritas y marcapáginas.
Cultura
(08/08/2017)

Entrar en la sala de manuscritos del CRAI Biblioteca de Reserva de la UB siempre es especial: el olor a libro antiguo, los volúmenes de siglos atrás que llenan las estanterías... Aquí se custodia el fondo antiguo de la Universidad: un impresionante compendio de más de 2.000 manuscritos, casi mil incunables y cerca de 120.000 obras impresas entre los siglos XVI y XVIII, que suponen un valioso testimonio de nuestra historia. Y si el conjunto no fuera de por sí lo suficientemente excepcional, depara, además, otras sorpresas.

En cerca de diez años, se han realizado más de cien hallazgos, tales como poemas, notas manuscritas y marcapáginas.
En cerca de diez años, se han realizado más de cien hallazgos, tales como poemas, notas manuscritas y marcapáginas.
Cultura
08/08/2017

Entrar en la sala de manuscritos del CRAI Biblioteca de Reserva de la UB siempre es especial: el olor a libro antiguo, los volúmenes de siglos atrás que llenan las estanterías... Aquí se custodia el fondo antiguo de la Universidad: un impresionante compendio de más de 2.000 manuscritos, casi mil incunables y cerca de 120.000 obras impresas entre los siglos XVI y XVIII, que suponen un valioso testimonio de nuestra historia. Y si el conjunto no fuera de por sí lo suficientemente excepcional, depara, además, otras sorpresas.

Ocultos entre las páginas de los libros, atrapados y bien conservados, se esconden pequeños tesoros. Dibujos y grabados, recortes de diarios, poemas y notas manuscritas, marcapáginas, papeles calados, flores secas e incluso alfileres que han sobrevivido al paso de los siglos y que ahora ven la luz para conectarnos con sus antiguos propietarios. Todo este material queda al descubierto durante el proceso de catalogación de los ejemplares. «Es apasionante», explica Neus Verger, responsable del CRAI Biblioteca de Reserva: «Coger un libro antiguo para catalogar, del que sabes que hace mucho tiempo que nadie lo ha tocado, y abrirlo a ver qué te encontrarás, de entrada ya es emocionante. Pero si, encima, te topas con estos hallazgos... Son momentos mágicos», afirma.

Todavía recuerda el día que tropezaron con la que es la pieza estrella de la colección. Fue una de los primeros hallazgos: una hoja de árbol que se encontró en un libro del siglo XVIII. Aparentemente, no tenía nada especial, pero al verla a contraluz, descubrieron allí dibujada una imagen pastoral. Pura magia. Después vendrían muchos más descubrimientos, más de cien en cerca de diez años. «Y los que quedan», apunta Verger.

 

Testimonios históricos

Verger reclama el valor histórico de estos hallazgos: «Siempre estudiamos la historia atendiendo a grandes eventos, pero aquí lo hacemos a través de los testimonios de personas del pasado que dejaron en un libro vestigios de su vida y su época. Es la microhistoria». Y para muestra un botón: un billete de lotería usado como punto de libro nos transporta a 1859, cuando estalla la guerra de África. La rifa tenía como objetivo recaudar dinero para el conflicto bélico que entonces enfrentaba a España con Marruecos. El billete fue encontrado en el libro Angleterre ancienne (1789) y es, sin duda, uno de los descubrimientos más curiosos. Otra guerra, en este caso la napoleónica, protagoniza otro de los hallazgos. El pasado mes de febrero, el CRAI restauraba un grabado del Palacio Real de Madrid que reproducía la marcha de Felipe V en la campaña de Portugal, el 4 de marzo de 1704. El grabado, del siglo XVIII, presentaba un desgarro importante y llevaba adherida una hoja detrás para evitar su deterioro. Cuando esta se retiró para restaurar el grabado, llegó la sorpresa: la hoja en cuestión era un documento administrativo de principios del siglo XIX, que se utilizaba en los hospitales de Francia durante las Guerras Napoleónicas para el registro de enfermos.

 

Una singular colección de marcapáginas

También destaca la colección de marcapáginas que se han ido recopilando en estos años. Los marcalíneas de cursor de cordel eran de uso común en las bibliotecas medievales, y dada su fragilidad, han sobrevivido muy pocos. En la Biblioteca de Reserva se han rescatado algunos muy singulares. En la obra de Diego José de Cádiz El hermitaño perfecto (impresa en Sevilla en 1795) se encontró un punto de libro que, a partir de un mecanismo sencillo e ingenioso, permitía recuperar la lectura, no solo por la página, sino también por la línea. Se trata de una pieza redonda de pergamino doblada y cosida a un cordel que incorpora, además, una pequeña flecha. En las dos caras de la redonda figuran dos números: un 1 en la parte superior y un 2 en la inferior. La interpretación realizada por el personal de Reserva lleva a pensar que situando el cursor en el 1 o el 2 se indicaba el verso o el recto de las páginas entre las que se encontraba el punto. Después, deslizando la pieza hasta la altura que interesaba, se conseguía el lugar exacto donde se había dejado la lectura. Toda una tarea de deducción.

Los catalogadores del CRAI también tuvieron que tirar de ingenio para interpretar el funcionamiento de otro marcapáginas que se encontró en el interior de la obra de José de Santa Teresa Flores del Carmelo. En este caso, el texto distribuido en columnas restaba utilidad a los puntos de libro tradicionales. Había que buscar una solución diferente. Y los lectores de aquella época la encontraron: un marcador de pergamino dinámico con dos piezas móviles. En una, aparecen cuatro números, del 1 al 4, y en la otra, tres letras: P, M y F. Rotando las dos piezas, el lector podía indicar tanto el número de columna como la parte de aquella columna (P para el principio, M para el medio, F para el final) donde había abandonado la lectura. «Se trata de una pieza única, que no hemos encontrado documentada en ninguna parte».

 

Manuscritos reutilizados

Llegar a estas conclusiones, sin embargo, no siempre es fácil. «Por eso, siempre que podemos, intentamos tener la colaboración de especialistas», explica Verger. Su participación es crucial en determinados casos, como la catalogación de ejemplares que presentan refuerzos de pergamino en la encuadernación. En una época en que nada se tiraba si podía utilizarse para un propósito determinado, es habitual encontrar trozos de pergamino y de papel, manuscritos e impresos en las encuadernaciones de los libros antiguos, para reforzarlas. En esos casos, se necesita un nivel de pericia considerable para identificar la procedencia de dichos materiales. El destino quiso que uno de esos ejemplares acabara en las manos del investigador Daniel Gullo: un volumen facticio con varios tratados de Pedro Alfonso de Burgos impresos en Barcelona en 1562. En el lomo del volumen en octavo, a la vista por encontrarse suelta la encuadernación, Gullo, especialista en san Buenaventura, descubrió un trozo de pergamino manuscrito de mediados del siglo XIV: se trataba de un fragmento hasta entonces desconocido de unos Comentarios de san Buenaventura a las Sentencias de Pedro Lombardo. Una bendita coincidencia.

 

Archivo de material anexo

La cantidad de piezas descubiertas hasta el momento ha hecho necesario crear un archivo específico para ellas. Primero se redacta una descripción de cada pieza y se incorpora al registro del ejemplar (bajo la denominación de material anexo), para que pueda consultarse en el catálogo en línea de la biblioteca. A continuación, la citada descripción se archiva en un dosier individual, donde se hace constar la signatura topográfica del libro en el que se hizo el hallazgo. Así se mantiene el vínculo del material con el libro donde ha sido encontrado. Verger reivindica la importancia de la tarea de catalogación de los ejemplares, un proceso laborioso que debe hacerse detenidamente: «La catalogación, sobre todo en una biblioteca como la nuestra, es un parte primordial del trabajo, además de la conservación, porque nos permite saber lo que tenemos». Se calcula que todavía queda por catalogar entre un tercio y un cuarto de la colección, en total, más de 37.000 libros. Quién sabe qué otros tesoros quedan por descubrir.

En este enlace de Flickr es posible ver las fotografías de los descubrimientos más destacados que se han realizado hasta ahora. Para estar al corriente de los últimos hallazgos, se puede consultar el blog de Reserva.