Guillem Anglada: «La ciencia ha de pasar a ser el tercer sector de la sociedad»

«Hasta ahora, sabemos cuáles son las condiciones suficientes con las que hay vida en nuestro planeta, pero no sabemos cuáles son las condiciones necesarias.»
«Hasta ahora, sabemos cuáles son las condiciones suficientes con las que hay vida en nuestro planeta, pero no sabemos cuáles son las condiciones necesarias.»
Entrevistas
(21/02/2018)

Guillem Anglada Escudé (Ullastrell, Vallès Occidental, 1979), actualmente profesor de Astrofísica en la Universidad Queen Mary de Londres, estudió Física en la Universidad de Barcelona, donde se doctoró en 2007 con una tesis relacionada con la misión Gaia y dirigida por el catedrático Jordi Torra. Su ámbito de estudio son las técnicas precisas de detección de exoplanetas. Lideró el grupo de investigación que descubrió el planeta Pròxima b, alrededor de la estrella más cercana a la Tierra, Próxima Centauri. A finales de 2016, la revista Nature lo eligió como uno de los diez científicos más destacados de ese año en todo el mundo. Anglada participó en el acto de entrega de la última edición de los Premios del Consejo Social y de la Fundación Bosch i Gimpera (FBG), en diciembre de 2017.

«Hasta ahora, sabemos cuáles son las condiciones suficientes con las que hay vida en nuestro planeta, pero no sabemos cuáles son las condiciones necesarias.»
«Hasta ahora, sabemos cuáles son las condiciones suficientes con las que hay vida en nuestro planeta, pero no sabemos cuáles son las condiciones necesarias.»
Entrevistas
21/02/2018

Guillem Anglada Escudé (Ullastrell, Vallès Occidental, 1979), actualmente profesor de Astrofísica en la Universidad Queen Mary de Londres, estudió Física en la Universidad de Barcelona, donde se doctoró en 2007 con una tesis relacionada con la misión Gaia y dirigida por el catedrático Jordi Torra. Su ámbito de estudio son las técnicas precisas de detección de exoplanetas. Lideró el grupo de investigación que descubrió el planeta Pròxima b, alrededor de la estrella más cercana a la Tierra, Próxima Centauri. A finales de 2016, la revista Nature lo eligió como uno de los diez científicos más destacados de ese año en todo el mundo. Anglada participó en el acto de entrega de la última edición de los Premios del Consejo Social y de la Fundación Bosch i Gimpera (FBG), en diciembre de 2017.

 

¿Qué aporta el descubrimiento de nuevos exoplanetas al conocimiento de la Tierra?

Hay varios aspectos: uno es el conocimiento sobre cómo se forman los sistemas planetarios y los procesos físicos involucrados, como la dinámica de fluidos o la astrofísica, pero esta es la parte estrictamente científica de conocimiento puro. Después hay otros factores, como responder a grandes cuestiones para saber hasta qué punto es común nuestro planeta en el contexto del Universo, cuál es el origen de la vida y cuáles son las condiciones necesarias para que dicha vida aparezca. Hasta ahora, sabemos cuáles son las condiciones suficientes con las que hay vida en nuestro planeta, pero no sabemos cuáles son las condiciones necesarias. El hecho de conocer hasta qué punto es extraordinaria la Tierra nos hará valorarla más.

Actualmente se conocen cerca de 3.500 exoplanetas; el más cercano es Próxima b, situado a cuatro años luz, y recientemente se ha descubierto uno a once años luz. ¿Qué podemos saber, ahora, de estos exoplanetas?

Ahora mismo, lo que hemos hecho es detectarlos de una manera muy básica, lo que consiste en determinar que el planeta existe, cuál es su periodo orbital y cuál es su masa. Estos dos planetas tienen una masa similar al nuestro, y la distancia a la que se encuentran de su estrella hace que tengan una temperatura también similar a la terrestre. Estas características son las que los hacen especiales y potencialmente similares a la Tierra. Sin embargo, como he dicho antes, sabemos cuáles son las condiciones necesarias para la vida, y de momento estas lo son, pero tenemos una lista muy larga y tenemos que ir validándolas.

¿Piensa que podremos llegar a estos planetas?

Es evidente, que si en algún momento podemos ir a otro sistema planetario, el de Próxima b, en todo caso, será el primero. Aunque cuatro años luz sigue siendo lejos, es lo más cercano que tenemos.

La idea de ir a otros sistemas planetarios y buscar evidencia de vida comenzó en los años 70 con Frank Drake y otros investigadores en el contexto de programas como SETI. En ese momento se hicieron cálculos y se pensó en algunas tecnologías, como la fusión nuclear, pero no han terminado de funcionar.
La nueva línea de trabajo, liderada por inversores en Sillicon Valley, es miniaturizar las sondas. En lugar de enviar aparatos de toneladas o cientos de kilogramos, la idea es construir sondas muy pequeñas basadas en la tecnología de los móviles.

Por ejemplo, una vela solar impulsada por un láser podría lograr velocidades más altas que una gran sonda y alcanzar hasta un 10-20 % de la velocidad de la luz. A esta velocidad se tardarían unos veinte años en llegar al planeta, lo que permitiría hacer el experimento en una misma generación. Sin entrar en detalles técnicos, se calcula que en veinte años esta tecnología podría estar disponible.

Esta propuesta permitiría hacer más de un lanzamiento; se harían cientos. El paradigma es muy diferente al actual: ahora se necesitan quince años para desarrollar una sonda y hay que cruzar los dedos para que todo funcione correctamente. Además, hay poca iteración tecnológica, todo se hace por primera vez.

Uno de los temas que más destacó Nature sobre el descubrimiento de Próxima b fue la campaña pública Pale Red Dot para hacer el seguimiento de la búsqueda del exoplaneta. ¿En que consistió?
Ese fue realmente un componente importante del proyecto. Con los recursos para la campaña de detección del planeta alrededor de Próxima Centauri hicimos una campaña de comunicación.

Mediante una web, una cuenta de Facebook y otra de Twitter, explicábamos los pasos que íbamos dando, aunque no sabíamos si habría planeta. Además, el proyecto tenía una duración de dos meses, un tiempo razonable para llevar a cabo una campaña de este tipo. Publicamos artículos de científicos conocidos, explicamos los detalles técnicos de la ciencia y fomentamos la discusión. Aparte de que el descubrimiento del exoplaneta más cercano a la Tierra fuera muy relevante, esta campaña ayudó a que después tuviera mucho más eco y a que se entendiera lo que habíamos hecho.

Esta parte de comunicación, la llevamos a cabo con profesionales de las unidades de comunicación y divulgación de los observatorios de la Organización Europea para la Investigación Astronómica en el Hemisferio Austral (ESO), y el trabajo conjunto funcionó muy bien de cara a unificar la imagen en las redes sociales y el uso de estas.
Aunque en principio estaba centrada en conseguir público general, eso no terminó de funcionar, pero lo que conseguimos fue que nos siguieran periodistas científicos, redactores científicos de revistas...

 

¿Cuál era el objetivo de la campaña?

Estos temas que son científicamente populares deben utilizarse para que la gente entienda qué es formular un experimento, qué es la evidencia científica.
Además, el tema de la comunicación científica es de actualidad global, dado que estamos en un momento de crisis de credibilidad (antivacunas, negación del cambio climático...). En este contexto tenemos que hacer que la ciencia sea abierta y se entienda en qué consiste un experimento.

En mi opinión, la ciencia ha de pasar a ser el tercer sector de la sociedad. Deberíamos salir en series de la televisión como La Riera o en los debates de los medios. Para conseguir que se separen los temas de ciencia de los temas como la fe.

 

Piensa que se trata de desconocimiento.

No es una cuestión de desconocimiento, sino de entrenamiento del pensamiento crítico. En Inglaterra, por ejemplo, ya están implementando la asignación a los proyectos de investigación de un presupuesto de comunicación que se debe gastar. Algunas entidades financiadoras piden un plan de comunicación y divulgación con presupuesto y horas de comunicador. Eso de tener a tres estudiantes publicando tuits, como se hace ahora, no funciona. La tendencia es que se presupueste en torno a un 2-3 % de la financiación del proyecto para hacer comunicación. Es como en las empresas: la comunicación forma parte de la estrategia, es decir, que debe estar integrada en el proyecto científico desde el principio.

 

En el marco de los galardones de la FBG, se premian casos de retorno a la sociedad de los conocimientos adquiridos. ¿Piensa que su investigación tiene un retorno?

No toda la investigación básica acaba retornando. Si uno de cada diez proyectos de investigación básica terminara con una mejora disruptiva, ya sería suficiente para justificar estas inversiones.

Para hacer ciencia debes tener unas metas, pero se entiende que cuando se lleva a cabo una investigación, habrá transversalidad con diferentes disciplinas y tecnologías, y con la sociedad, y este es el sentido de la investigación básica.

 

Usted llevó a cabo la tesis doctoral en la UB, en el marco de la misión Gaia. Ahora que dicha misión está próxima a publicar un nuevo catálogo, ¿cómo cree que pueden ayudar los datos de Gaia en la búsqueda de exoplanetas?

La misión Gaia es de astrometría, es decir, se trata de medir distancias, órbitas... Y esta es de esas tareas que se deben hacer. Hay ramas de la astrofísica, como el estudio de galaxias, cúmulos, etc., que necesitan más este tipo de datos para hacer ciencia. En nuestro caso, la comprensión del planeta depende de la comprensión de la estrella. Es decir, cuantos más datos tengamos de la estrella, mejor entenderemos el exoplaneta que la orbita.

De hecho, Gaia sirve para todo, te da los estándares para poder calibrar las medidas del universo.

 

Hace cerca de cuatro años que lleva a cabo su investigación en el Reino Unido. ¿Cómo puede afectar el Bréxit a la investigación?

A mí me afectará seguro, pero todavía no sé cómo. Hay mucha incertidumbre. Respecto a las universidades, por ejemplo, en Inglaterra son entidades sin ánimo de lucro, y las subvenciones que reciben dependen del número de estudiantes, muchos de ellos europeos.

En cuanto a la investigación, lo que se están encontrando es que actualmente poner un investigador inglés al frente de un proyecto internacional es muy arriesgado. Habitualmente, un proyecto no obtiene resultados hasta que no han pasado tres o cuatro años, y hoy por hoy el gobierno no puede asegurar su presupuesto.

 

¿Valora volver?

No lo descarto, aunque hay pocas ayudas para jóvenes investigadores. Los programas que hay ahora, como ICREA, parecen estar dirigidos a investigadores más sénior.