El Parque Natural de Sant Llorenç del Munt, el primero creado en el Estado Español acoge al Centro de Monitoreo de la Biodiversidad de Montañas Mediterráneas que tiene por objetivo el seguimiento de la biodiversidad para tener un diagnóstico continuado de su estado y así poder gestionarla de manera sostenible. Este espacio natural alberga comunidades de plantas y animales endémicos, es decir, únicos en el mundo, como los pedregales de gran riqueza biológica y geológica pero también pinares endémicos mediterráneos de gran valor.

Durante la COVID 19 los seguimientos del Centro han permitido conocer la respuesta de la biodiversidad ante la ausencia de humanos. El impacto de la hiperfrecuentación humana en este parque se traduce en erosión, desaparición de plantas y animales, alejamiento de la fauna, así como su fracaso reproductor e incluso la muerte. Los resultados del confinamiento han comportado un experimento natural inaudito para los investigadores y una lección para la gestión. Áreas erosionadas por el pisoteo humano se han visto recubiertas por alfombras de vegetación que las han recolonizado, plantas endémicas que han recuperado terreno como el erodio, la arenaria, la corona de reina,… Los escorpiones y las víboras hocicudas muy afectados por la persecución humana y que son especies clave ya que se alimentan de insectos y roedores se han dejado ver otra vez, al lado de perdices que hacía décadas que no se reproducían a causa de las molestias humanas. En los senderos ha sido frecuente localizar huellas y rastros de tejones, garduñas, zorros y ginetas, donde la pisada humana y sus perros acompañantes los alejaban o capturaban. Los ladridos de los corzos en pleno bosque y su acercamiento a los investigadores ha sido la nota diaria, y los animales atropellados por bicicletas y coches antes encontrados por docenas ahora han sido anécdota.

Si los humanos somos capaces de conservar la Sagrada Familia sin discusión por su ‘valor intrínseco’, ¿por que no hacemos lo propio con la biodiversidad si además esta nos proporciona ‘valores de servicio’ como el oxigeno que respiramos y los recursos que utilizamos? Si sabemos cómo es de importante para nuestra salud y bienestar tener unos ecosistemas naturales bien conservados, ¿por qué no aprovechamos la crisis de la COVID-19 para cambiar la gestión de los espacios naturales? ¿Por qué no regulamos la presencia humana en las áreas más ricas en biodiversidad y trasladamos fuera de los espacios protegidos las actividades que sabemos que causan perturbaciones? En definitiva, ¿por qué no valoramos los valores intrínsecos y de servicio que nos proporciona la biodiversidad y establecemos una relación de reciprocidad con ella? Si lo hacemos, nuestra salud y las generaciones futuras nos lo agradecerán.

 

Sabadell, junio de 2020.

Joan Real

Profesor de la Universidad de Barcelona e investigador del IRBIO

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