Los retos de la Larga Cola: cuando las noticias sensibles son eternas

Versión para impresiónVersión para impresión
Javier Guallar
Departamento de Biblioteconomía y Documentación
Universitat de Barcelona
 

La madurez de la Web tras casi dos décadas de historia hace emerger conflictos nuevos que antes no hubiéramos imaginado. Las informaciones sobre cualquier ciudadano anónimo forman parte ahora de lo que se ha dado en denominar "larga cola" de los contenidos en internet, fácilmente buscable, permanentemente accesible. Basta con que se haya publicado algo sobre nosotros en la Web - o que se haya digitalizado y volcado a la Red un contenido originalmente impreso-, que servicios como Google nos lo pueden ofrecer en cuestión de segundos.

Esta suerte de milagro tecnológico que hemos asimilado e integrado rápidamente en nuestras vidas tiene su reverso cuando se trata de informaciones "sensibles" para los implicados en las mismas. Por ejemplo difamaciones o informaciones negativas erróneas, pero también publicaciones que afectan el derecho a la intimidad o que, siendo ciertas, forman parte de un pasado que se creía olvidado y emerge inesperadamente en la página de resultados de un buscador. Todos quedamos ahora expuestos, nos guste o no, porque la larga cola de la información antes permanecía oculta y ahora no.

Una parte de esta problemática, aún incipiente, afecta de lleno a los medios de comunicación en internet. Cuando los archivos de prensa son fácilmente accesibles (y los documentalistas sabemos bien que cada vez hay más posibilidades para ello: desde la hemeroteca del propio diario a la base de datos, el agregador y el buscador generalista- el omnipresente Google-), los contenidos "sensibles" quedan impúdicamente expuestos al conocimiento público.

El problema para los diarios se está empezando a plantear cuando las personas afectadas por estas informaciones reclaman a los periódicos que las hagan desaparecer de ese archivo digital permanentemente accesible en el que se encuentran ahora. Hay que tener en cuenta que cualquier política de retirada de informaciones incide directamente en los principios de transparencia de la prensa, y borrar un registro de algo ya publicado se percibe como una disminución de la transparencia y de la credibilidad del diario para con sus lectores.

Kathy English, editora del diario canadiense Toronto Star, aborda esta cuestión en el informe "The long tail of news: to unpublish or not to unpublish". English, que se viene ocupando de estos temas desde hace unos años (ya en 2008 su periódico estableció una política para la retirada de informaciones publicadas), ha indagado en los medios de América del Norte mediante una encuesta a 110 editores de prensa de Estados Unidos y Canadá, además de diversas entrevistas personales y de visitas a tres medios de la ciudad de Chicago.

Una de las cosas que llaman primero la atención desde una perspectiva mediterránea del asunto es que el dilema ha emergido por aquellas latitudes en unas dimensiones desconocidas aquí. La impresión es que los ciudadanos norteamericanos están bastante más acostumbrados que nosotros a exigir o velar por la defensa de sus derechos y a reclamar por tanto e insistir cuanto haga falta ante las instancias necesarias, en este caso, ante los medios de comunicación.

A la pregunta de si los medios deberían retirar en alguna ocasión artículos online ya publicados, un 78,2% de encuestados respondieron que sí y un 21,8% no, un porcentaje que parece indicar de entrada una alta sensibilidad de aquellas empresas editoras; mientras que la pregunta sobre la existencia de una política al respecto ofrece resultados más igualados: un 49,2% de medios la tienen y un 50,8% no. Algunas de las respuestas más interesantes las encontramos en las circunstancias en las que podrían plantearse retirar alguna información. Un 67% lo harían si los contenidos son inexactos o injustos; un 48% en el caso de contener expresiones y comentarios difamatorios; un 33.93% cuando afectan a menores u otras personas protegidas; un 32.2% cuando hay errores en la identificación; o un 23.5% si pueden comprometer un proceso de investigación…

Sin embargo, si entramos al detalle, se aprecia una fuerte resistencia a retirar artículos. Algunas de las frases que recoge el informe matizan los datos y nos aproximan más al dilema ético al que se enfrentan los medios. Varias respuestas identifican el hecho de retirar una noticia ya publicada con la aplicación de una especie de censura o con una acción tan poco periodística como sería reescribir una historia para dejarla al gusto de un usuario. Otra opinión señala que "el archivo online de un diario es como una biblioteca; y retirar una noticia es como robar un libro de la biblioteca".

Otras preguntas de la encuesta se refieren a cual debe ser la persona encargada de decidir en su caso la retirada del artículo, al procedimiento a seguir para esta toma de decisión, o, por último, a que otras acciones alternativas se pueden emprender. Esta última cuestión es sumamente interesante y muestra el terreno movedizo por el que transitan los medios. Porque sin duda hay toda una serie de medidas menos agresivas que la desaparición "pura y dura" del artículo cuestionado, como por ejemplo, la inclusión de un texto posterior, corrigiendo o complementando la información previa.

El informe llega a una serie de conclusiones:

- La primera es que las peticiones a la prensa de retirada de informaciones publicadas han aumentado espectacularmente en los últimos años, y se espera que la tendencia se intensifique. Por ejemplo, Brad Dennison, directivo de GateHouse Media (empresa editora de centenares de webs locales de noticias en Estados Unidos) afirma que estas peticiones hace cinco años eran prácticamente inexistentes, y en la actualidad, reciben una media de una petición diaria (¡)

- Otra conclusión clara es que las empresas periodísticas están en estos momentos en pleno proceso de establecer una política sobre qué hacer al respecto, pero todavía no tienen una estrategia o una guía de "buenas prácticas". Sigue habiendo diarios que no tienen una política establecida, lo que en la práctica significa que rechazan sistemáticamente estas peticiones. Por ejemplo, el Chicago Sun Times.

- También parece evidente que hay una fuerte resistencia en las empresas periodísticas a retirar artículos publicados de sus archivos, excepto en casos extremos o muy claros, con razones legales de por medio o que puedan poner en peligro la vida de alguien. Para la mayoría de casos se buscan alternativas. Por ejemplo, Margaret Holt, de Tribune, señala que ellos no retiran textos ya publicados, pero pueden añadir nuevos para completar o corregir los anteriores.

- Por último, las publicaciones sobre delitos, y en particular, sobre delitos menores, constituyen la mayoría de las peticiones de retirada de informaciones. Estos casos plantean los dilemas más difíciles a la prensa entre el derecho a la información y el respeto a los derechos individuales, ya que el daño causado a una persona por una información aparentemente menor puede ser muy grande. Algunos diarios se muestran muy preocupados por esta situación. Por ejemplo, los de GateHouse están estudiando un proyecto para la retirada de determinadas noticias seis meses después de su publicación.

En suma, una lectura muy recomendable para los interesados en los debates éticos que plantea la información en la era digital, que nos traza una radiografía muy aproximada de cómo preocupan estos temas en América del Norte, y que nos obliga a plantearnos preguntas. Con todo, la sensación que nos queda es que aquí estos problemas todavía no han llegado. O sí?

English, Kathy. "The long tail of news: to unpublish or not to unpublish". APME Online Journalism Credibility Project, October 2009.
http://www.journalismproject.ca/en/attachments/Long%20Tail%20report_Kathy_English.pdf