¿Qué ha cambiado en los hábitos de lectura y compra de libros en Cataluña en 2024?

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Marià Marín i Torné
Secretari tècnic del Gremi de Llibreters de Catalunya
Exdirector de l’Àrea del Llibre de l’Institut Català de les Empreses Culturals
Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya


Institut Català de les Empreses Culturals. Hàbits de lectura i compra de llibres - 2024 [en línea]. Barcelona: Institut Català de les Empreses Culturals, 2025. <http://hdl.handle.net/20.500.12368/36088>. [Consulta: 17 junio 2025].


Image_by_Pezibear_from_PixabayLlega una nueva edición del informe hábitos de lectura y compra de libros en Cataluña, que la Generalitat de Cataluña encarga a Conecta, la empresa que realiza el mismo estudio a escala estatal. Y ya que lo encarga la Generalitat, conviene saber qué destaca nuestra administración.  

Lectura frecuente, lectura en castellano e índice lector: 

- La lectura frecuente, aquella que más demuestra la fortaleza de las prácticas asociadas a la lectura, baja. 

    •  La lectura frecuente entre 2023 y 2024 se reduce ligeramente: del 60,0 % al 58,5 % (lectores frecuentes: quienes leen al menos una vez a la semana). 

- La lectura en castellano dobla la lectura en catalán y, con el tiempo, crece aún más. 

    •  El catalán como idioma habitual de lectura de libros se mantiene estable: del 34,3 % registrado en 2018, al 34,7 % en 2023 y un 34,6 % en 2024. El castellano continúa siendo la lengua mayoritaria de lectura: del 62,7 % en 2023 al 63,1 % en 2024. 

- Se produce un incremento del índice lector, básicamente por razón de estudio o trabajo —ámbitos en los que, precisamente, la lengua catalana es más minoritaria. 

    •  Desde el año 2017 hay un incremento del índice de lectura de libros (lectores: leen al menos una vez al trimestre), y hay que destacar la subida respecto a 2023, pasando del 70,9 % al 73,9 %, después del pico más alto en 2020, cuando la Covid19 lo impulsó. El aumento de 2024 proviene sobre todo de los libros de estudio o de trabajo (un crecimiento del 26,3 % al 29,4 %). En lo que respecta exclusivamente a la lectura por ocio, el incremento es poco sensible: del 68,2 % al 68,9 %. 

Índice lector, frecuencia e idioma son los tres ítems en los que se centra la Generalitat, dos de los cuales están en retroceso y, el que no lo está, no es tanto por placer o deseo de desarrollo personal o intelectual, sino por necesidad, conveniencia u obligación. 

Digámoslo así: pese a todo (algunos titulares), no vamos demasiado bien. 

Cuando los niños se hacen mayores, hacen lo que hacemos los adultos, es decir, dejan de leer, salvo por obligación, y cuando lo hacen, lo hacen sobre todo en castellano. Este dato es relevante porque lo recogen diversos estudios, encuestas e informes. Y de estos dos males llora la criatura: formamos generaciones enteras que leen mucho, muchísimo, y en catalán, pero al hacerse adultos perdemos a algunos, baja la frecuencia en otros y se abandona mayoritariamente la lengua en todos (siendo este un artículo dirigido a la Escola de Llibreria de la UB, quiero señalar la reducción del catalán como lengua de enseñanza en las aulas universitarias o en la redacción de tesis, por ejemplo). En este sentido, los titulares: “El catalán tiene espacio para crecer” o “Nunca tanta gente había leído en catalán”, no deberían servirnos como eufemismos del retroceso: se puede crecer en lectores/hablantes mientras se “crece” en la minorización. 

Lo interesante de un informe como este, de hábitos, es precisamente que cumple la misma función que una radiografía o una analítica en el médico: nos permite ver qué flaquea o qué falla para que los médicos sepan cómo, con qué y dónde actuar. 

Sabemos bien que hay diversas causas —digamos multifactoriales— para todo esto, pero también sabemos que fracasamos en todas. Por mencionar solo algunas noticias que últimamente son portada: la normalización lingüística era una mentira en muchos ámbitos, empezando por la escuela; la crisis del/de los modelo/s educativos; la dificultad de atender a recién llegados de gran diversidad y volumen, tanto en la escuela como en los espacios relacionales de los adultos; la agresión al modelo y al uso del catalán; el abandono sistemático de la lengua en ámbitos que serían factores integradores, como los laborales, el café y la tienda, o simbólicos, como la justicia, señal inequívoca del desprecio absoluto del que somos objeto. 

¿Por qué, entonces, leer —o hablar— en catalán si la cotidianidad, el poder, la obligación legal, internet y el entretenimiento están en otro lado? Y este paso al castellano no se produce por seducción, atractivo o amabilidad, como algunos dicen que deberíamos hacer con el catalán: es pura imposición y presencia abrumadora, y los libros reflejan —o se someten— a esta realidad y los lectores, cuando no están en la escuela, se entregan a ella o, simplemente, se les reduce el margen de maniobra. Insisto en este punto porque el propio informe de Conecta, en el apartado de metodología, que siempre digo que debe leerse con la misma atención que los datos, de los doce puntos que configuran el cuestionario, tres son sobre la “razón” de la lectura, sobre la “razón de la no lectura” y sobre la “actitud” hacia la lectura, al margen de las relativas a la lengua. 

Pero tampoco vamos bien en el sentido de que, viniendo de donde veníamos, se hicieron progresos evidentes (siempre recomiendo y seguiré recomendando leer estos informes de hábitos) destaco la palabra, que implica una secuenciación histórica, de manera sinóptica con las ediciones anteriores y, cuanto más atrás, mejor, para ver y determinar las tendencias, las rupturas, los estancamientos, los segmentos de públicos... y con esta metodología me parece evidente que estamos en zonas de estancamiento (de los índices) y de retroceso (de lectura por placer intelectual y de idioma). 

Los gobiernos encargan estos estudios, se supone, para hacer política sobre bases fundamentadas. Exijámoslas, y abarcan desde la escuela al trabajo, de la política editorial a la red de librerías, del papel de las bibliotecas a la lengua sin complejos. Podríamos empaquetarlo en el Plan Nacional del Libro y la Lectura, que debería incorporar este informe a sus diagnósticos y, consecuentemente, al replanteamiento de objetivos y estrategias. Con urgencia. 

Medio siglo de democracia no recupera el catalán. 

La lectura en catalán ha crecido a lo largo de los años. Es una evidencia y el informe recoge datos de tendencia desde 2016, de poco más del 26 % en 2016 a casi un 40 % en 2024, pero también es evidente que la franja de 25 a 34 años y la de 35 a 44 años (quienes trabajan, tienen dinero y son padres y madres, es decir, que transmitirán el hábito), están en los niveles de 2017; que la franja más lectora en nuestro idioma son los ancianos, solo superados por los niños, porque, a pesar de todo, tienen el catalán como lengua de uso mayoritario, vehicular o preferente según la nueva corrección, en la escuela. Pero ya hemos visto qué hacen los niños al crecer. La media matemática de magnitudes en segmentos tan dispares será una razón matemática, pero no de realidad. Lo digo porque, por ejemplo, la franja de 14 a 24 años dobla a la siguiente, la de 25 a 34. Sí, la dobla. Cae del 45,3 % al 23,1 %. Aquí, si fuera el caso, creo que sería más adecuado aplicar una mediana que una media. 

Por territorios, los porcentajes de la ‘provincia’ de Barcelona son patéticos, del 33,2 %. El 63,1 % de la gente lee habitualmente en castellano, solo el 28,9 % prefiere hacerlo en catalán, pero las franjas centrales de edad están hasta 5 puntos por debajo de ese deseo. Un dato esperanzador, sin embargo: el 83,2 % de la población lee alguna vez —o puede leer— en catalán. La base está. 

¿Son los jóvenes y las mujeres urbanas quienes más leen? 

El hecho de leer (libros) crece y debemos felicitarnos: en 2017 lo hacía el 67,6 % de la población y ahora lo hace el 73,9 %. También ha crecido la lectura por placer, aunque en menor medida: del 61,9 % al 68,9 %. También crece la compra de libros en este periodo, del 62,8 % al 66,8 %, y sin incluir libros de texto, del 48,8 % al 54,4 % (Nota: algún día alguien debería explicar la caída, y cierto desorden, en los libros de texto en todos los niveles educativos). 

Los menores de catorce años, se afirma, leen todos, el 100x100 (?), sobre todo internet, cómics y redes; otro dato a tomarse en serio, porque crece prácticamente en todas las franjas activas de edad. Y los hombres leen más en catalán que las mujeres, pero si afinamos en qué leen, los datos se disgregan y muestran diversas divergencias: las mujeres optan más por libros, revistas y redes y los hombres por diarios, cómics e internet. Cuando presentamos datos como indicadores relacionales, por favor, pongámoslos en relación con sus respectivas magnitudes y no olvidemos que decir “leer” es una información y “leer libros” es otra. En el caso del público de esta reseña, la gran diferencia entre la lectura de libros entre mujeres y hombres es un dato no solo significativamente superior a la media sino de horquilla de diferencia notable. Y a la inversa, los hombres leen en catalán más que las mujeres. 

El hecho de ser urbano refleja seguramente más la realidad demográfica de residencia desequilibrada del país que otros factores decisivos en la lectura, ya que el nivel de estudios resulta clave y los perfiles por provincia muestran que Lérida concentra el porcentaje lector más alto de Cataluña, aunque con unos datos que apenas varían entre ellas, aunque en el foco de lectura de libros el dato de Barcelona sea más alto (Barcelona provincia, recordémoslo, porque los datos de la ciudad son los que son). Y lanzo una observación que creo que este informe enriquece, al distinguir entre leer y qué leemos: el porcentaje más alto de lectores con mayor frecuencia es de prensa. Puede ser un dato que consideremos evidente por el hecho de la actualidad implícita en la prensa, pero dicho y hecho, lo que más leemos es prensa, y después internet y redes, así que una acción (cultural, lingüística, de creación de hábito...) bien pensada y dirigida a estos ámbitos podría ser altamente eficaz. 

Otros datos de interés, sobre las divergencias con España, bibliotecas y lectura digital.

La diferencia entre Cataluña y España —recordemos que la metodología y la empresa que han realizado los respectivos informes de hábitos son las mismas— es significativa, pero me atrevería a decir que es menor. Así, en Cataluña el porcentaje de lectores supera en 1,4 puntos el indicador español y la diferencia, mayor o menor, también se consigna en la lectura de libros, prensa y redes sociales. Las diferencias notables dentro del Estado provocan unos promedios que no deberían confundirnos en ningún triunfalismo: aún nos queda camino por recorrer hasta los estándares que deberíamos desear, incluidos algunos territorios del Estado. 

Sobre bibliotecas, destacar que el hecho de que la valoración global, en una escala de 0 a 10, sea de un 8,5 por parte de más del 80 % de los encuestados, es bastante significativo de la potencia de la red bibliotecaria y de la adaptación de los servicios y del servicio público que prestan las bibliotecas. Enhorabuena. Tanto la asistencia a la biblioteca como el número de socios apuntan a crecimientos sostenidos y positivos, pero tal vez deberíamos debatir si debería preocuparnos que un porcentaje tan elevado como los dos tercios de las visitas sean ocasionales y que la mitad de los servicios (esto lo sabemos por otros estudios) no sean de libro. 

Sobre lectura digital, ya hemos señalado algunos datos antes, por edad, género del lector/a y por soportes de lectura, así que ahora solo querría centrarme en la minoría que practica la lectura de libros en soporte digital: tan solo un 6,4 % de los lectores lee solo en digital, mientras que un 28,3 % lo hace en impreso y digital. La mayoría, por tanto, no lo hace, y esto se constata en los datos de la mayoría de países. Pero atención, si debemos referirnos no a leer libros sino simplemente a leer, la estadística da un vuelco copernicano a favor del mundo digital. Y no solo en segmentos temáticos determinados (lecturas universitarias, profesionales, científicas, especializadas o, antes, diccionarios, enciclopedias, cartografías...) Y un dato para la reflexión: prácticamente el 64 % de los lectores de libros en soporte digital lo hacen solo si son gratuitos. 

Coda. Una apuesta cívica, social y cultural. 

El informe de Conecta es bueno, bien hecho, y acumula experiencia metodológica y acumulación histórica de datos consolidados. Un lujo para cualquier sector. Vale la pena detenerse en él y estudiar sus datos más detalladamente. La información es poder, en este caso, de decisión(es) a tomar para una sociedad más lectora y en catalán.

 

Esta reseña se publica junto con el Blog de l’Escola de Llibreria.

© Imagen inicial de Pezibear a Pixabay