Pablo Martínez Muñiz: fotógrafo, doctor en Bellas Artes (Fotografía) por la Universidad Complutense de Madrid e investigador en fotografía orientalista del siglo XIX.
Viviste durante nueve años en Estambul, dedicándote a la fotografía. Cuando hablamos del término fotografía otomana, este concepto incluye la fotografía realizada, además de en Turquía, en Egipto, Siria, Líbano y los países balcánicos. ¿Desde cuando se puede considerar a la fotografía como una forma de arte del mundo islámico?
El término fotografía otomana es muy interesante porque aporta otra manera de entender la fotografía del siglo XIX realizada en Oriente Próximo y abarca no solo la fotografía orientalista, entendida desde una visión eurocentrista, sino otro tipo de fotografía que no participaba de un tipo de representación estereotipada de Oriente. Me refiero fundamentalmente a lo que Michelle L. Woodward define como retratos de comunidad, en los que los personajes no participaban de escenificaciones, sino que miraban directamente a la cámara, y en consecuencia resultaba un tipo de fotografía más natural sin tanto artificio orientalista; o a la fotografía oficial, con una intencionalidad política clara. Por otro lado, la fotografía llega a tierras musulmanas en una época muy temprana, y en consecuencia ya desde 1845-1850 se podría considerar como una manifestación cultural propia del mundo musulmán. Habría que matizar que los primeros que la practicaron fueron europeos residentes en algunas de las metrópolis más importantes y viajeros (franceses, ingleses, alemanes, italianos). Por ejemplo, en Estambul, el primer estudio fotográfico fue inaugurado en 1845 por dos italianos, los hermanos Carlo (1816-1882) y Giovanni Naya. A ellos les siguieron otros fotógrafos: los alemanes Abresche y Rabach, el italiano Maggi y el francés Astras. En El Cairo, el pintor maltés de origen alemán Antonio Schranz (1801-después de 1865) tuvo un estudio abierto, probablemente antes de 1850, siendo el primero en la ciudad. Pero muy poco tiempo después aparecen los primeros estudios de fotógrafos otomanos, aunque eran de origen armenio o griego: Basile Kargopoulo abrió estudio en Estambul en 1850, J. Pascal Sébah en 1857 y Viçen Abdullah en 1858.
Tu especialidad académica es la fotografía orientalista del siglo XIX, siendo el periodo que abarca hasta 1900 su época dorada. ¿Qué diferencias encuentras entre los fotógrafos europeos que viajaban a Oriente y los fotógrafos otomanos?
Sí, la historia de la fotografía siempre ha sido un ámbito académico que me ha interesado mucho. Y mi experiencia de vivir entre 2002 y 2010 en Estambul y poder viajar por muchos lugares de Turquía y Oriente Próximo definieron mis intereses académicos. Pues es curioso porque las diferencias entre los fotógrafos europeos que viajaban a Oriente y los otomanos tienen más que ver con sus experiencias vitales en la práctica de la fotografía que con sus fotografías realizadas. Dicho esto, me gustaría matizar que sí había algunas diferencias en las fotografías. Como he comentado anteriormente, los estudios fotográficos otomanos, al margen de la fotografía orientalista, también desarrollaban el estilo de los retratos de comunidad y la fotografía oficial. Esta última respondía a encargos institucionales y tenía como misión ofrecer una visión moderna de un Imperio Otomano en franca decadencia. Sultanes como Abdülaziz I o Abdul Hamid II promovieron encargos fotográficos institucionales en esa dirección. El primero promovió la realización del álbum fotográfico Les costumes populaires de la Turquie en 1873, enviado a la Exposición Universal de Viena del mismo año; mientras que el segundo financió la realización del famoso Álbum de Abdul Hamid, mostrado por primera vez en la Feria Mundial de Colombia, en Chicago, en 1893.
Entre los fotógrafos viajeros europeos encontramos un uso de la fotografía como complemento a sus investigaciones científicas o arqueológicas, casos de Girault de Prangey (1804-1892) o Auguste Salzmann (1824-1872), mientras que los otomanos utilizaban la fotografía en un sentido comercial. Por supuesto también había fotógrafos europeos que se dedicaban a comercializar con la fotografía y o bien viajaban una temporada por Oriente Próximo para completar sus catálogos fotográficos, o bien se instaban en Oriente y abrían estudio, caso de Félix Bonfils y su familia (1831-1885), quienes abrieron estudio en Beirut.
Respecto a la fotografía del siglo XIX en España, y más concretamente en Andalucía, vemos que las mujeres españolas eran representadas de una manera similar a la mujer otomana, y los fotógrafos no dudaban en recurrir a los clichés de las fantasías orientales. Supongo que la mirada de los orientalistas a España fue una “visión” más literal que política, como ocurría en las tierras árabes.
Efectivamente, así fue. Ante todo, existía una fascinación por ese Oriente cercano que significaba Andalucía, una fascinación que mezclaba la historia del pasado musulmán en la península Ibérica con los relatos de muchos escritores románticos y esa visión no implicaba un posicionamiento político. Si en Oriente Próximo a la mujer se le asociaba con clichés orientalistas como la odalisca o la sultana, en Andalucía se le asociaba con la bailaora o la gitana. En el fondo se trataba de ofrecer una imagen sensual y exótica de la mujer.
Tu trabajo fotográfico forma parte del libro 100 artistas contemporáneos de Estambul (İstanbul’un 100 Çağdaş Sanatçısı), libro publicado por el Ayuntamiento de Estambul en 2011. ¿Qué repercusión ha tenido formar parte de dicha publicación?
Aquello fue más bien un reconocimiento al trabajo artístico y fotográfico que realicé en Estambul entre 2002 y 2010. La asesora artística de dicha publicación fue la comisaria y crítica de arte Beral Madra, con quien trabajé entre 2008 y 2011 en diversos proyectos artísticos: en 2009 comisarió mi primera exposición individual en Estambul (Bir Zamanlar…, BM Suma Çağdaş Sanat Merkezi), ese mismo año me invitó a participar en el proyecto Point Hotel Collection y en 2010 colaboré con ella en el marco de la Capitalidad Europea de la Cultura de Estambul, evento para el que realicé un proyecto fotográfico titulado Girilmez, el cual se expuso en varias exposiciones en la ciudad y se publicó en formato de fotolibro. Que Beral Madra —considerada una de las figuras más importantes del mundo del arte contemporáneo turco desde los años 80 del siglo XX— me invitara a formar parte del libro 100 artistas contemporáneos de Estambul fue para mí todo un honor.
IMÁGENES:
1. Pablo Martínez Muñiz. Girilmez / Entrance Forbidden, 2010..
2. J. Pascal Sébah. Market at Beykoz, 1865-1870.
3. Charles Clifford. Jitanas cantando [sic], 1862.
4. Abdullah Frères. Constantinople. Promenade de dames turques, 1870-1880
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