Oportunidades perdidas
Lectura de la exposición Trilogía marroquí 1950-2020
Entre España y Marruecos nada es nunca normal. Nunca lo será, y menos aún si no se hacen esfuerzos para remediarlo. La exposición Trilogía marroquí 1950-2020 en el Museo Reina Sofía es una buena muestra de ello. Se trata de una magnífica exposición, encomiable, pero al mismo tiempo fallida, que deja ese amargo regusto de las oportunidades perdidas. Encomiable por la apabullante presencia de obra de artistas en todos los formatos; porque consigue mostrar la “diversidad” y la “vitalidad” del arte marroquí contemporáneo, sobre todo del más reciente; por la excelente selección de películas y documentales.
Ahora bien, el tamaño algo desmedido de la muestra no oculta sus puntos débiles. Es de suponer que uno de los objetivos de una exposición de estas características es ofrecer una visión lo más fidedigna posible del arte marroquí contemporáneo, que se entienda su evolución en su contexto histórico. Así se desprende también del planteamiento en tres tiempos de la presentación. Sin embargo, la disposición museográfica confunde más que ilumina. También es fallida por sus ausencias, y por sus presencias excesivas o innecesarias.
En la presentación, se dice de esta exposición que “se inscribe en uno de los ejes programáticos del Museo, la investigación decolonial”. Pero ¿es realmente creíble, incluso viable, esa pretensión de descolonizar desde el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Ministerio de Cultura y Deporte del Gobierno de España) y la Fundación Nacional de Museos del Reino de Marruecos con la colaboración del poderío del Mathaf: Arab Museum of Modern Art (Qatar Museums y Qatar Foundation)? ¿O no pasa de ser una operación cosmética con ropajes teóricos de moda y financiada con petrodólares?
Para empezar, esa pretensión decolonial tendría que haber lidiado en primer lugar con el pasado colonial español, porque, ya se sabe, la colonialidad trasciende la historia. El mero hecho de haber abordado ese pasado habría subsanado automáticamente algunos de los problemas que plantea la exposición.
De ese pasado colonial es consecuencia directa, por ejemplo, que numerosos artistas desarrollaran su carrera artística en Francia y España. Muchos de los que vinieron a España, como Abdelaziz Abu Ali, siguen quedando fuera de las historias del arte de Marruecos y España, pese a haber formado parte de las vanguardias españolas. De estar enterrado en París, en vez de en Madrid, Francia no lo hubiera dejado en el olvido, ni tampoco su aliado, el Marruecos francófono. Haber intentado reescribir la historia del arte marroquí desde otros presupuestos, además de subsanar las ausencias de los de la Escuela de Tetuán, podría haber constituido, eso sí, un esfuerzo decolonial.
Otra matriz colonial del poder que se debería haber cuestionado es precisamente esa hegemonía francófona que, pese a que a algunos les pese, es oficialidad en Marruecos y que, aunque pueda sonar extraño, repercute también en el mundo del arte. Esa sutil hegemonía francófona es una colonialidad persistente que va en detrimento no sólo de la hispanofonía, sino también de la condición árabe y amazig de Marruecos, país en el que, según esta exposición, parecería que sólo se publican revistas en francés. Explotar a Laabi y su mítica revista Souffles, fagocitados por la fuerza avasalladora del oficialismo, es otro de los excesos de esta exposición.
Como también lo es recurrir a Mohamed Chukri, que nada pinta en esta exposición. Vilipendiados, censurados, encarcelados, atacados durante décadas sirven ahora para blanquear la historia.
Y es ilusorio pensar que los años de plomo son historia, tanto como creerse que la transición lo solucionó todo en España. De hecho, por la manera en la que se hizo la transición somos todavía incapaces de abordar con espíritu crítico episodios cruciales de la historia reciente, como el pasado colonial, íntimamente ligado a la sublevación militar dirigida contra el gobierno de la Segunda República, la Guerra Civil y la dictadura, no lo olvidemos nunca. Tampoco es bueno trasladar automáticamente nuestra transición a los procesos políticos vividos por Marruecos, como se hace en la presentación, no sólo para referirse al proceso abierto tras la sucesión de Hasán II, sino incluso a la propia lucha por la independencia.
Descolonizar conlleva también el cuestionamiento de los siempre rancios discursos nacionalistas. Y a esta exposición le sobra discurso oficialista. Haber asumido argumentos como que Marruecos es “un país milenario” o que ha sido “cuna de la civilización occidental”, como se dice en la presentación, nos sitúa en las siempre distorsionadas visiones ultranacionalistas. No era necesario remontarse a remotos pasados legendarios para hablar de arte contemporáneo, como tampoco pinta nada en una exposición de esta índole una vitrina con fotos de agencia sobre la Marcha Verde. Y menos aún pinta un fotógrafo francés.
Menos oficialistas y más polifónicas son las “actividades relacionadas” del programa paralelo Entretanto organizado por el Museo Reina Sofía, junto con Medialab Prado y Casa Árabe, que incluye mesas redondas, conferencias, talleres y performances.
No es, claro, azar, sino destino, que la exposición termine, como una premonición, con la proyección de la película experimental Bab Sebta (Puerta de Ceuta), de Randa Maroufi: un vídeo producido en un garaje que la artista convirtió en estudio para captar “los movimientos coreográficos de las personas que cruzan la frontera de Ceuta” y plantear “preguntas sobre las escenas que hay detrás”.
Eso es lo que se echa en falta en esta gran exposición, preguntas sobre lo que hay detrás, un poco más de reflexión para no haber desaprovechado esta magnífica oportunidad. En realidad, sin buscarlo, Trilogía marroquí 1950-2020 da pistas de los problemas pendientes y de las posibles acciones decoloniales. Como se dice también en la presentación: “Lo que el arte nos enseña es la posibilidad de dar sentido, de imaginar la justicia, en busca del progreso cultural, social y humano”; pero también hay que dotar de sentido al arte para que pueda lograr esos objetivos.
Alberto Mrteh ha dit
Me sorprende la cantidad de puntos con los que concuerdo respecto a lo que dice en esta reseña. Una ocasión perdida. Por destacar lo positivo, la parte audiovisual de la muestra es magnífica.
Mohamed Lemrini El Ouahhabi ha dit
Estoy completamente de acuerdo con Alberto Mrteh. Para mí a la exposición le sobran muchas cosas pero cero que le faltan más cosas que las que le sobran. En la ignorancia han permanecido infinidad de pintores de esta época que habrían mostrado al visitante una cara más real, verdadera y auténtica del arte pictórico marroquí. Yo salí de mi visita como vacío. Mis ojos ansiaban contemplar otras cosas y sobre todo más cosas. Efectivamente, fue una ocasión perdida.