El feminismo igualitarista


Las luchas de las mujeres por la igualdad jurídica suponen un movimiento de individuación de las mujeres equiparable al que desarrollaron los hombres a partir del siglo XVII por la adquisición de los derechos civiles y la personalidad jurídica.
 
Entre el final de la II Guerra Mundial y los años ochenta, el desarrollo de estas ideas llevó a proponer el alargamiento de la esfera de la acción política al dominio privado. Sosteniendo que lo personal es político, los movimientos feministas subrayan cómo, los problemas considerados individuales, como aborto, violencia... requieren de una solución pública y política.
 
El feminismo igualitarista cree posible reformular el liberalismo para hacerlo sensible a las diferencias de género considerando que el principio de igualdad podría traducirse no tanto en el tratamiento público igual cómo en la consideración y respeto igual para cada ciudadano o ciudadana, lo que significaría atención a las diferencias y tratamiento adecuado de las mismas.
 
La política relativa a las mujeres se ha inspirado en dos principios discutibles: el de tutela, especialmente en los estados del bienestar europeos; y el de ampliación de las oportunidades en EEUU. En el primer caso se reconoce la diferencia de género y las mujeres son objeto de políticas particulares, pero en el fondo son tratadas como menores. En el segundo caso, se presupone la situación de hecho de desigualdad, pero se parte de la identidad, abriendo nuevas oportunidades para las mujeres a condición de asimilarse al modelo masculino.
 
Tres reivindicaciones básicas del feminismo igualitarista:
 
1. reconocimiento del valor público y social del trabajo doméstico.
 
2. revisión del espacio y las carreras profesionales hasta ahora modeladas sobre la base del modelo masculino siendo sensibles a las diferencias de género.
 
3. promoción pública del igual respeto y valor de las ciudadanas.
 
Para los liberales puros esto supone la transgresión de los principios básicos del liberalismo:
 
1. por la destrucción del derecho a la privacidad.
 
2. por la invasión de la esfera pública por parte de identidades particulares.
 
3. por la imposición de principios éticos por parte del estado a los ciudadanos.
 
La apertura de la esfera pública a las identidades especiales como la de género sería, desde la perspectiva del feminismo igualitarista, la realización más amplia de la igualdad liberal. Por el contrario la reivindicación de una representación por grupos, propia de las teorías que defienden la construcción de una ciudadanía diferenciada, se ve como riesgo de convertir la sociedad en un conjunto de feudos más o menos hostiles.