IX Coloquio Internacional de Geocrítica LOS PROBLEMAS DEL MUNDO ACTUAL Porto Alegre, 28 de mayo - 1 de junio de 2007 |
LOS ESPACIOS RESIDENCIALES DE TIPO PRIVATIVO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA NUEVA CIUDAD:
VISIONES DE PRIVATOPÍA
Carmen Bellet Sanfeliu
Departamento de Geografia y Sociologia
Universitat de Lleida (España)
c.bellet@geosoc.udl.es
Los espacios residenciales de tipo privativo y la construcción de la
nueva ciudad: Visiones de privatopía (Resumen)
La proliferación de los desarrollos residenciales con acceso restringido y de tipo privativo (condominios, supermanzanas, countries, barrios cerrados, etc.) se presentan en el texto como reflejo, a la vez que resultado, de los nuevos procesos de urbanización. Las características de estos desarrollos reflejan los cambios más generales que se van produciendo en el espacio urbano: la privatización, la fragmentación y la tematización entendida como la construcción de espacios de simulación.
A través del análisis bibliográfico, y de la reflexión al entorno de algunos estudios de caso de la región metropolitana de Nueva York, el trabajo incide sobre las causas (el neoliberalismo, los patrones de consumo global) y las consecuencias de la proliferación de los espacios residenciales de tipo privativo: la fragmentación urbana, la privatización y la introducción de nuevos patrones de segregación.
Palabras clave: comunidades cerradas, privatización, segregación, fragmentación urbana.
Private residential spaces and the construction of the new city: Visions of privatopia (Abstract)
Key words: gated communities, privatisation, segregation, urban fragmentation.
Privativo, va (Del lat. privatīvus).
1. adj. Que causa privación o la significa.
2. adj. Propio y peculiar singularmente de alguien o algo, y no de otros.
Fuente: Real Academia Española de la Lengua– Diccionario de la lengua española
Introducción
Barrios cerrados, urbanizaciones privadas, clubes de campo, condominios, gated communities, nombres diferentes para hablar de un producto residencial específico: complejos residenciales que disponen de servicios y equipamientos colectivos gobernados y gestionados de forma privada, algunos de los cuales disponen además de acceso controlado y delimitación del emprendimiento por vallas muros o otros elementos [1].
Estos enclaves residenciales de tipo privativo no son un producto inmobiliario homogéneo, ni nuevo, pero caracterizan, cada vez más, los nuevos paisajes residenciales. En el artículo se pretende analizar las características generales del producto residencial y su papel en la construcción de los nuevos espacios urbanos, analizar el porque de su rápida difusión y aceptación hasta convertirse en un producto de consumo global. La universalización y globalización de los desarrollos inmobiliarios de tipo privativo no debe verse como un fenómeno anecdótico, como con demasiada frecuencia presentan los medios de comunicación y trasladan ciertos debates académicos, sino más bien como un producto que refleja tanto como impulsa los cambios más profundos que se suceden en la sociedad y en el fenómeno urbano en general.
En la primera parte del artículo se muestra la relación que existe entre la difusión de los nuevos productos residenciales de tipo privativo, la construcción de la sociedad postmoderna y postindustrial, y los procesos de globalización de marcado tinte neoliberal. Las características de estos desarrollos residenciales (control del entorno, sensación de seguridad, tematización o simulación) se corresponden de hecho a aquellas tendencias más generales que caracterizan hoy el fenómeno urbano: la privatización; la fragmentación urbana; y la parque-tematización o producción de espacios de simulación.
En la segunda parte se analizan los ingredientes que explican la rápida difusión de las comunidades privadas en EEUU, especialmente la tipología de los barrios cerrados, la más privativa, y cuales las principales características del producto inmobiliario. El análisis de los casos de estudio permite caracterizar con más detalle los componentes del nuevo producto global, así como apuntar algunas de las tendencias que apuntan los últimos desarrollos analizados [2].
La universalización y globalización de los desarrollos residenciales de tipo
privativo
Un producto residencial cada vez más universal y global
Durante los años 90 los desarrollos residenciales de tipo privativo se han convertido en un fenómeno global que ha despertado bastante interés. A través de los medios de comunicación audiovisuales, en peliculas como La secta (1991) o la nueva versión The Stepford wives (2004, en España Las mujeres perfectas), y series de televisión como el capítulo de “Bienvenidos a Arcadia” de Expediente X, se han presentado las comunidades cerradas como el escenario ideal en el que se suceden fenómenos extraños, fantásticos, paranormales incluso cuando no perversos. Sectarismo, ingeniería o control social, suele asociarse, según la imagen trasladada por los medios audiovisuales, a esta tipología de enclave residencial [3]. La prensa y los medios de comunicación norteamericanos se detienen también en relatar cuestiones más bien anecdóticas: litigios de propietarios que no pueden plantar especies vegetales en su jardín diferentes a aquellas que fija la comunidad, el propietario de una vivienda obligado a mudarse porque su nueva pareja tiene menos de 45 años (la edad mínima que acepta la comunidad, etc.). Cuando no, se presentan los desarrollos como enclaves que alojan a personas extravagantes y ricos millonarios. La investigación y el debate académico suele desarrollar aspectos muy concretos (gestión privada, el encerramiento) que suelen llevarse hasta el extremo (gobiernos autárquicos, fortificación, exclusión). De esta forma, y a través de visiones y descripciones exageradas o centradas en un solo aspecto se minimiza el fenómeno ya que el estudio se detiene, bien en los detalles más visibles e inmediatos, bien en aquello más extraño y anecdótico. Sin embargo, la rápida difusión de los complejos residenciales cerrados, su eficaz difusión y práctica universalización parece sugerir que bien podría tratarse de un proceso más profundo.
Si bien en sus orígenes los desarrollos residenciales cerrados eran objeto de consumo exclusivo, dirigido a la elite y a unos pocos ricos, hoy parece ser un producto banal y generalizado que aloja a grupos sociales muy diversos, como ya han mostrado diversos estudios en contextos geográficos también diferentes (CALDEIRA, 2000; LE GOIX, 2003). La “democratización” del producto inmobiliario ha ido también pareja a una mayor estandarización de la producción y diversificación de tipologías. La mayoría de las comunidades cerradas construidas en Estados Unidos en los últimos años se han dirigido a estratos medios y altos pero algunos otros alojan también estratos medios-bajos. La diversidad es cada vez más importante ya que se ofrece un producto específico para cada uno de los segmentos que existen o pueden existir en el mercado (BLAKELY y SNYDER, 1999).
El rechazo a la ciudad, que es lo que en buena medida expresan las comunidades cerradas, se universaliza y se democratiza. Si hace unos años se hablaba de la secesión de los ricos, la secesión de unos pocos, hoy la posibilidad de vivir al margen de la ciudad, de sus servicios públicos y sociales se ha multiplicado. La posibilidad de secesión urbana se ha generalizado (DEGOUTIN, 2006).
El producto inmobiliario ha conseguido además, adaptarse a mercados muy diferentes imponiendo una nueva forma de habitar que encaja perfectamente en el modelo de consumo global. Su expansión ha sido muy rápida en EEUU, el conjunto de la América Latina y África del Sur, contextos caracterizados por la existencia de fuertes desigualdades sociales. Sin embargo también ha sido notable en los últimos años en contextos tan diferentes como Rusia, Egipto, Turquía o China. Más allá de la diversidad existente, el enclave y la construcción de áreas residenciales de tipo privativo aparecen como una tendencia mundial, un producto de consumo global. La búsqueda de la seguridad, el prestigio social, el mantenimiento del valor de la propiedad, la protección del exterior, la huida de la ciudad, son algunos de los motivos más recurrentes, aunque su real significación tan solo pueda concretarse a través del dibujo preciso del contexto en el que estos se ubican.
El producto residencial neoliberal y postmoderno por excelencia
El desarrollo y extensión de los desarrollos residenciales de tipo privativo en los últimos 25 años, entre ellos las llamadas gated communities (barrios cerrados), pueden fácilmente relacionarse con las prácticas neoliberales. Como una de las respuestas a las inseguridades sociales y económicas que se generan en este marco, llegando a convertirse en un producto generalizado que responde a los deseos y necesidades del consumidor global.
La difusión de los espacios residenciales de tipo privativo y cerrado puede
leerse de hecho como una de las iniciativas impulsadas o renacidas en el marco
de las tendencias neoliberales (BISLEV, 2004, pp.602).
Como ocurre con cualquier otra iniciativa desarrollada por la teoría
económica del libre mercado, se cree que es el propio mercado el que puede
resolver de forma más eficiente, a través de la privatización, la provisión y
el mantenimiento de los equipamientos y servicios necesarios para garantizar su
buen funcionamiento (PECK y TICKEL, 2002).
Además, la nueva mentalidad de gobierno a la que ya se refiere FOUCAULT (1978), no solo muestra una clara preferencia por la
propiedad privada, la provisión privada de equipamientos y servicios, la
elección individual y los mecanismos de mercado sino que también enfatiza la
gestión empresarial, la organización profesional y la operatividad de las
instituciones (DEAN, 1999). Fenómenos todos
ellos contemplados en los desarrollos residenciales de tipo privativo. Los
complejos residenciales que se auto-proveen de servicios y equipamientos y que
se gestionan y gobiernan de forma privada, son pues, la fórmula residencial
neoliberal por excelencia [4].
Estos formatos resultan, además, ser el cobijo ideal para superar todas aquellas inseguridades e incertidumbres que genera la sociedad postmoderna. La reestructuración económica y el desmantelamiento del estado del bienestar parecen haber incidido en el debilitamiento de las relaciones sociales y de los tradicionales mecanismos de mantenimiento del orden y control social. Según GIDDENS los fenómenos diversos que caracterizan la llamada modernidad tardía, como la creciente movilidad, geográfica y social o el impacto de las nuevas tecnologías, exponen al individuo a nuevas inseguridades, o al menos a la percepción de nuevas inseguridades. (GIDDENS,1990). La percepción de riesgo, la preocupación por la seguridad y la difusión de la llamada cultura del miedo es, en buena parte, consecuencia del creciente énfasis que nuestra sociedad otorga a la elección individual (ELLIN,1997) Para elegir y seleccionar el individuo busca información y analiza las posibles consecuencias de sus actos. Con ello se vuelve más consciente de los riesgos que corre, desarrollándose una preocupación/cultura del riesgo (BECK, 1992).
Aquello que llamamos sentimiento de inseguridad no está solo ligado a la
criminalidad, aunque ésta pueda ser una de sus principales causantes en
determinados contextos. La sensación de inseguridad parece también producirse como
reacción a la inestabilidad de los parámetros de la vida en sociedad, a la
acumulación de factores que perturban nuestras costumbres y nuestros hábitos
(inestabilidad laboral, competencia, movilidad social, etc.). De hecho, uno de
los costos de la sociedad de consumo es el sentimiento generalizado de
inseguridad que ella misma genera.
Una primera respuesta a los miedos que provoca la permanente sensación de
inestabilidad e inseguridad es el retraerse del conjunto de la sociedad en
unidades más pequeñas, más controlables y seguras [5].
Los llamados barrios o comunidades cerradas serian la tipología residencial que
más se corresponde a esta respuesta. Unidades
delimitadas en las que existe un control casi absoluto del medio: control en
la accesibilidad, control en el uso y usuarios del espacio, control de las
características físicas del desarrollo y del gobierno de la comunidad (LE GOIX,
2001; LOW, 2001; LANG, 1997)
Una segunda respuesta seria la del escapismo, escapar de los contextos que
generan esas inseguridades creando mundos paralelos, perfectos y fantásticos.
Mundos que recrean fantasías personales o colectivas que, de esta forma, niegan
activamente los problemas o el contexto en el que se generan (ELLIN, 1997;
BOYER, 1992) [6].
La creación de los resorts residenciales, de comunidades tipo club o las
ciudades y espacios que crea el llamado Nuevo Urbanismo (New Urbanism)
en Estados Unidos podrían ser claros representantes de esa segunda respuesta,
como veremos más adelante [7].
Son espacios donde tratan de recrearse las utopías, espacios de simulación que
juegan con las imágenes y ambientes para negar las realidades o contextos que
nos angustian (HARVEY, 200?). El espacio residencial
se convierte así en una realidad paralela, una RL como dirían los
cibernautas, un espacio de simulación absoluta que recrea las fantasías
de una urbanidad perfecta (BRAUDRILLARD, 1986) [8].
Los barrios cerrados o comunidades valladas y los desarrollos residenciales
privados tipo club – lo que podríamos llamamos resorts residenciales-
serian la expresión física de esa privacidad, seguridad y escapismo, los tres
factores que definen las principales características de los nuevos espacios
residenciales.
Ensayos de espacios residenciales postmodernos, las nuevas utopías privatizadas, las privatopías que tan detalladamente define McKENZIE y que forman parte hoy del nuevo sueño americano (McKENZIE, 2005). Pero que también han penetrado, a través de la difusión de las pautas de consumo global, en la imagen del urbanita global. (LEICHENKO y SOLECKI, 2005). Las imágenes de los desarrollos residenciales privados de la suburbia americana han impregnado con fuerza los gustos y pautas del consumidor global llegando a definir un estilo de vida globalizado entre las clases medias y altas no solo en los países del marco occidental sino también en las grandes ciudades del tercer mundo y en casi ya cualquier contexto territorial (WEBSTER, 2001).
La imagen de la urbanización con servicios más o menos exclusivos, gobierno
privado y con ciertos niveles de seguridad formaría parte así del estilo de
vida del consumidor global, convirtiéndose, pues en uno de los formatos
residenciales que caracterizarían parte del proceso de urbanización de la
última década del siglo XX y el inicio del XXI .
Nuevos productos residenciales para la ciudad en
red. Lo urbano sin ciudad
Desde finales de la década de los 90 del pasado siglo los barrios cerrados se han ido convirtiendo casi en una temática específica de estudio por si misma, básicamente desde las ciencias sociales. Los interrogantes sobre estas tipologías han derivado de las iniciales descripciones en los diferentes contextos geográficos donde se han ido implantando a la evaluación de sus consecuencias e impacto social e urbanístico.
Al entorno del fenómeno se ha ido consolidando un discurso social en el que se
perciben estos desarrollos residenciales privados, y en especial los barrios
cerrados, como una manifestación física, visible y patente de las mutaciones de
la sociedad postindustrial (fragmentación, individualismo y comunitarismo) y de
la penetración de las ideologías seguritarias promovidas por diversos actores
políticos y económicos (los municipios, los promotores inmobiliarios, las
empresas y sociedades de seguridad).
La literatura académica tradicionalmente ha asociado los
procesos de fragmentación y privatización urbanos a determinados usos y
funciones: los espacios de producción (parques industriales), parques
empresariales y complejos de oficinas, espacios de ocio y consumo (centros
urbanos privatizados, centros comerciales, parques temáticos) e incluso con
algunas megaestructuras públicas (centros culturales, centros educativos y
universidades, centros de convenciones, aeropuertos y estaciones de transporte,
etc.). Sin embargo en las dos últimas décadas los procesos de privatización han
penetrado de forma clara en los usos residenciales a través de diversas
tipologías (comunidades cerradas, condominios, supermanzanas, urbanizaciones y
complejos privados) y empiezan a ser familiares, como ya hemos apuntado, en
casi cualquier gran ciudad del planeta (WEBSTER, 2001).
Los diferentes enclaves urbanos, cerrados a su entorno más próximo e inmediato
pero abiertos a las redes de comunicación y transporte regionales e
internacionales, configuran la nueva ciudad, un nuevo modelo urbano. Y paradójicamente,
cuanto más abierta es la red y la posibilidad de relación con otros, más se
cierran en si mismos los diferentes enclaves, más se cierran físicamente los entornos
que contiene, más se enclaustran los nodos que conecta la red. Cuanto más
abiertas, grandes, isótropas y diversas devienen las metrópolis/megalópolis
actuales, más cerradas, homogéneas y específicas se presentan las diferentes
piezas que contienen (DEGOUTIN, 2006).
Considerados en conjunto los diferentes enclaves urbanos (residenciales, comerciales, parques científicos, nodos de transporte, etc.) forman una ciudad completa, una sucesión discontinua de entornos privados o privatizados articulados por las redes de comunicación (físicas y virtuales), estos últimos los espacios públicos de la nueva ciudad-red. El espacio red, topológicamente islas conectadas por las redes tecnológicas y físicas, se superpone a la ciudad tradicional constituyendo una realidad paralela que parece ignorar/negar la existencia de la ciudad tradicional, la otra ciudad.
Visiones de privatopía. El espacio residencial de la nueva urbanidad en EEUU
En EEUU se cuenta desde 2001 con una estimación
oficial del número de desarrollos residenciales con acceso controlado a través
del American Housing Survey dirigido por el Census Bureau. Para
2001 el número de desarrollos se cifró en 7.033.000 hogares situados en
“desarrollos con acceso restringido por muros o vallas”, de los que 3.990.000 tenían
medidas de acceso especial, las gated communities. Tendiendo en cuenta
que el hogar americano cuenta con una media de ocupación de 2,7 individuos,
bien puede estimarse que las gated communities alojan a cerca de 10
millones de habitantes que suponen el 3,5% de la población del país. Su ritmo
de aparición es además creciente y según datos del mismo organismo las
viviendas contenidas en una gated community podrían suponer el 11% de la
producción total de vivienda en los últimos años.
El formato residencial basado en la
gestión y gobierno privado de amplios espacios y servicios comunes para el
conjunto de la comunidad no es en absoluto un fenómeno nuevo en EEUU, pues como
fórmula ya fue empleada masivamente en el desarrollo de la suburbia
(McKENZIE, 1994; FISHMAN, 1987). Lo que si es nuevo es la escala actual de esos
desarrollos, el ritmo con que aparecen y el alcance de los procesos de
privatización y “tematización” que reflejan.
La privatización y la fragmentación de la ciudad
Los procesos de privatización y fragmentación en
los desarrollos residenciales son resultado de la confluencia de diversos factores,
relacionados con la misma oferta, la demanda e incluso, como destacan algunos
autores, impulsados por los propios gobiernos locales que ven en los
desarrollos privados la solución a los problemas de financiación
que la administración local acarrea en Estados Unidos desde los años setenta (MCKENZIE,
1994). Los elementos que en los desarrollos residenciales expresan con
más claridad el proceso de privatización en el que se incurre son: la demanda
de seguridad, la provisión privada de equipamientos y servicios y las fórmulas
de autogobierno. Los mismos elementos que caracterizan no solo la nueva suburbia americana sino también el desarrollo urbano en general (SORKIN, 1992).
- El control de la accesibilidad y la búsqueda de la seguridad
Se muestra este como uno de los puntos más
importantes en el desarrollo de cualquier nuevo complejo residencial, sea cual
sea su localización y estrato al que vaya dirigido. La sensación de seguridad y
todos los elementos que contribuyen a reforzarla, desde el mismo diseño del
espacio a cualquier otro elemento físico, tecnológico o de servicio, se
convierten en uno de los principales argumentos de venta de las promociones
residenciales. Y si bien es cierto que las comunidades cerradas no reducen la
criminalidad en el conjunto, si no que tan solo la desplazan más allá del
recinto que protegen, son de hecho una respuesta pragmática al deterioro del
entorno urbano. De forma que los habitantes de estas comunidades quedan
protegidos por sus muros y sus controles pero con ello contribuyen, al
desentenderse del resto, a la degradación del conjunto urbano. (DEGOUTIN, 2006;
LOW, 2003).
Los muros y las vallas, pero sobretodo el control de la accesibilidad, son los
elementos que generan la sensación de seguridad y se erigen en parte de su
éxito. Las puertas de las comunidades cerradas y toda la ornamentación que
suele situarse cerca de la entrada cumplen una función simbólica y didáctica a
la vez, como la que describe el cartel en la entrada del parque de Disneyland
en Anaheim, California: “aquí, dejáis el presente y penetráis en el
mundo del pasado, del futuro y del encantamiento”.
El aumento de las medidas en el control de
acceso y de seguridad (a través del diseño urbanístico u arquitectónico),
servicios (vigilancia, guardias de seguridad, patrullas) o elementos
tecnológicos (cámaras, alarmas o sensores) se produce en desarrollos
residenciales de muy diversa categoría y forman ya parte habitual del lenguaje
de venta de la comunidad (BLAKELY y SNYDER, 1999). Vigilancia y control las 24 horas, patrullas de vigilancia, accesos
controlados, enclave con medidas de seguridad, el mismo concepto de barrio
cerrado, se exhibe en los folletos publicitarios como uno más de los servicios
que se ofrece a la comunidad [9]. El “factor seguridad” acaba siendo
mercantilizado a través de medidas que son incorporadas en el desarrollo como
cualquier otro servicio. La seguridad se convierte así en un bien de consumo
que se incorpora al uso residencial, pero un bien de consumo más accesible para
aquellos que pueden pagarlo.
En muchas de las
comunidades el muro o valla no cumple tanto funciones de protección y seguridad
como refuerzo del prestigio de la comunidad, convirtiéndose en un elemento
simbólico de la pujanza del desarrollo y de sus habitantes [10].
Las comunidades o barrios cerrados serian el
ejemplo o la respuesta más extrema al argumento de control de seguridad. El
vallado o encerramiento del perímetro suele acompañarse con garitas de
seguridad privada que controlan el acceso a la comunidad, alarmas individuales
y, en algunas, incluso sensores de movimiento en el interior de las viviendas (Hamlet
Estates at Jericho). Mecanismos y medidas que crean lo que FOUCAULT ya
bautizó como efecto panóptico propio de aquellos sistemas espaciales de
vigilancia y control que incorpora ahora la nueva “utopía privatizada y
sobretodo segura”. Los barrios y comunidades cerradas puede leerse de hecho una
formula que combina, con una gran eficiencia formas, servicios y gestión al
servicio de la seguridad, la privacidad y el control.
Sin embargo, concretar cuales son los origines y
razones de esos miedos e inseguridades parece bastante más complejo. Estos
pueden ser muy diversos, cuando no banales, y van desde factores muy concretos
a aspectos mucho más abstractos o generales. Así se citan, por ejemplo el miedo
a actos criminales, el miedo a que las propiedades pierdan valor, el miedo al
otro, a aquello que es diferente, a lo desconocido, etc. Parece ser que el
control de tu entorno (casa-comunidad) aporta cierta sensación de seguridad y
al menos garantiza como comentaba un entrevistado, “que tus vecinos son como tú
y quieren lo mismo que tú”. El enclaustramiento y el control de tu entorno
parecen aportar cierta sensación de seguridad. De hecho, y como otros autores
ya han apuntado (DAVIES, 1992), y estudios empíricos
demostrado (LOW, 2003), detrás de ese deseo de seguridad se encuentra en EEUU el
miedo a la diversidad y mixtura social y étnica así como posibles cambios en
las formas de vida.
Cuadro 1
La seguridad en los estudios de caso – Área metropolitana de Nueva York
Nombre |
Viviendas |
Ciudad/Condado |
Seguridad |
Oceana |
850 |
Queens |
Barrio cerrado-acceso controlado |
Magnolia Court |
48 |
Queens |
Acceso controlado |
Harbour Pointe |
719 |
Bronx |
Barrio cerrado-acceso controlado |
Arverne |
2.300 |
Queens |
No (New Urbanism) |
Regency at Monroe |
480 |
Middlesex County |
Barrio cerrado-acceso controlado |
Tuxedo Reserve |
1.195 |
Orange County |
No (New Urbanism) |
Encore Monroe |
242 |
Middlesex County |
Barrio cerrado-acceso controlado |
Fairsway at Forsgate |
212 |
Middlesex County |
Acceso controlado |
Hamlet Estates - Jericho |
102 |
Nassau - Long Island |
Barrio cerrado-acceso controlado |
Hamlets on Olde Oyster Bay |
338 |
Nassau - Long Island |
Barrio cerrado-acceso controlado |
Pierson Lakes |
140 |
Rockland County |
Barrio cerrado-acceso controlado |
Somerset Run |
755 |
Somerset |
Acceso controlado |
Four Seasons |
192 |
Middlesex County |
Acceso controlado |
Warwick Grove |
215 |
Orange County |
No (New Urbanism) |
Fuente: Elaboración propia a partir de trabajo de campo y análisis de documentación
Bastante más acuerdo existe en el momento de
fijar los efectos e impactos de esas medidas de seguridad. Los procesos de
fortificación, “citadelización” o militarización, como han sido referidos por
diversos autores son los impactos espaciales más evidentes
(MARCUSE, 1997; DAVIES, 1990.). Pero también lo son sus efectos
sociales. Muros y puntos de acceso controlado son también una clara expresión
de los procesos de secesión urbana, de las actitudes de grupos de ciudadanos
que se encierran tras medidas de seguridad construyendo unos espacios que
excluyen o niegan otros procesos, otras realidades que no sean sus “privatopías”
particulares.
El grado de seguridad es una de las diferencias que se aprecia en las
distintas comunidades. La más sencilla de las promociones de nuestros casos de
estudio, Magnolia Court en Queens, tan solo dispone de unas barreras que
se accionan con tarjetas magnéticas y su perímetro puede calificarse de
débilmente vallado. Los sistemas de seguridad son más complejos en las
comunidades destinadas a estratos medios y elevados como la ya citada Hamlet
Estates en Long Island o Pierson Lakes (Rockland County). Las
vallas y medidas de seguridad también se alzan con más fuerza en los entornos
“hostiles”. Nuestros casos de estudio en Bronx y sur de Queens así lo
demuestran. Sin embargo, las comunidades que han sido construidos bajo el
movimiento del New Urbanism, hoy también llamada Traditional
Neighborhood Design (TND), se oponen a estas formas de “seguridad” (KATZ,
1994). Con sus lenguajes historicistas y sus nostálgicas miradas a un pasado
convertido en “utopía”. En estos casos la mejor garantía de seguridad son las
clásicas que aporta la comunidad tradicional: tus propios vecinos, las tramas
de ordenación que ya no reproducen los culs de sac pero disimulan los
accesos, las medidas individuales o las patrullas y servicios de vigilancia
privados. (HARVEY, 200?).
Barreras, vallas y puntos de acceso controlado, son algunos de los
elementos que definen con más claridad la construcción física de la ciudad
contemporánea. Barreras físicas y tecnológicas que reflejan, tanto como
reproducen, los procesos de fragmentación socioespacial de la ciudad
postmoderna (HARVEY, 200?; DAVIES, 1990; SORKIN,
1992). Fragmentos con lógicas internas que se gestionan y gobiernan de forma
privada incidiendo no solo en la estructura y características físicas
del espacio urbano sino también en los aspectos organizativos y el
funcionamiento general de la ciudad (DEAR y FLUSTY,
1998; JUDD y SWANSTROM, 1994).
- Los servicios y equipamientos de tipo privado para uso exclusivo de
la comunidad
La mayoría de los desarrollos inmobiliarios de tipo privativo, incluso
los más sencillos analizados en el Bronx o en Queens, venden la promesa de una
seria de comodidades que te permitirán “vivir como en un resort” o “disfrutar
la suburbia en la ciudad”. Estas incluyen la seguridad, la exclusividad
y un buen número de equipamientos y servicios para los miembros de la
comunidad. La comunidad no puede construirse sin espacios que puedan acoger las
funciones de sociabilidad y relación y por ello los espacios comunes son
determinantes. Y ello es lo que ofrecen estos productos residenciales que
tratan de convertir en mercancía la experiencia colectiva, donde el espacio
público (y los servicios públicos) son privados, seguros y exclusivos (PRINCEN, MANIATES y CONCA , 2002).
Cuadro 2
Equipamiento de las comunidades-estudios de caso
Nombre |
Viviendas |
Equipamiento y servicios |
Oceana |
850 |
1.472 m2 de club social con gimnasio y piscina cubierta, piscina al aire libre, amplia área verde y campo de juegos, acceso privado a la playa |
Magnolia Court |
48 |
Patio común |
Harbour Pointe |
719 |
Club social de 1.840 m2 con centro de gimnasio y salud, campos de juego de tenis y baloncesto, centro de atención primaria, piscina |
Arverne |
2300 |
Club para la comunidad de 2760 m2, escuela, paseo marítimo, nueva estación de metro e intercambiador de transporte, centro de atención primaria |
Regency at Monroe |
480 |
Campo de golf de nueve agujeros (diseñado por Arnold Palmer), 2.484 m2 de club social, campos de juego, piscina interior y exterior, sauna |
Tuxedo Reserve |
1.195 |
Club, espacios libres, caminos de paseo, bosques |
Encore Monroe |
242 |
Club social con sala de baile, cafetería y salas de juego, biblioteca, spa; centro de gimnasio, piscina, tenis, campos de juego, golf |
Fairsway at Forsgate |
212 |
Forsgate Country Club, camp de golf de 18 hoyos |
Hamlet Estates - Jericho |
102 |
Conserjería, lagos artificiales, piscina, club social, campos de juego, sauna, tenis y basquet. Servicios de masaje y entrenamiento personal |
Hamlets on Olde Oyster Bay |
338 |
Conserjería, campos de juego, club, lago artificial, piscina exterior, restaurante y pub |
Pierson Lakes |
140 |
Dos lagos privados, área boscosa, caminos y casa de botes, esquí de fondo |
Somerset Run |
755 |
Club social de 2.300 m2, con gimnasio, spa, salas de juego y reunión; piscina exterior y pitch and pat. |
Four Seasons |
192 |
Club social, piscina exterior y spa, tenis, caminos de paseo |
Warwick Grove |
215 |
Club social, fitness, spa, caminos para paseo, |
Fuente: Elaboración propia a partir de trabajo de campo y de la documentación comercial.
El alcance y rango de equipamientos y servicios depende del estrato al que va dirigido, del tamaño de la comunidad y del estilo de vida que ofrece el producto inmobiliario, aunque la mayoría de las veces estos sean de menor calidad y existan en menor cantidad de aquello que prometía el comercial o la publicidad.
Las pequeñas comunidades disponen de pocos equipamientos o servicios. La práctica mayoría posee una piscina, un campo de juego y algún que otro parque o espacio libre. Las más exclusivas pueden llegar a tener campos de golf, lagos y espacios libres (naturales o artificiales). Suele ser muy frecuente la presencia de edificios o salas tipo club que albergan además de espacios para la gestión de la comunidad, salas de reuniones para actos sociales, eventos y fiestas colectivas o privadas. Algunos clubs suelen alojar también gimnasios, saunas, bares/cafeterías y salas de juego.
Las asociaciones de propietarios, o sus gestores, son las encargadas del mantenimiento de estos equipamientos y espacios así como de la provisión de otros servicios tradicionalmente asociados a la esfera pública, a tareas de gobierno local: reparación y mantenimiento de las infraestructuras (viales, distribución de agua potable, saneamiento, etc.) y de los espacios libres comunes, retirada y gestión de las basuras, limpieza de los viales, retirada de la nieve, etc.
Si durante los años 80s la oferta parecía concentrarse en la provisión de equipamientos (campos de golf, campos de juego, clubes, gimnasios, piscinas) es en los últimos años el aspecto de los servicios y la atención más personalizada (gestión de actividades de ocio y tiempo libre, transporte a la demanda, etc) el que presenta mayores novedades en las nuevas comunidades (SCHMITZ, 2003). Buen ejemplo de ello es el caso de Hamlet on Olde Oyster Bay, una de las comunidades dirigidas a estratos medio-altos y altos analizadas en Long Island. La comunidad alberga un restaurante que cumple con los servicios de catering y los servicios de restauración más exclusivos. Mientras la consejería organiza excursiones, actividades de ocio, viajes para las familias o se gestionan las necesidades de transporte de los habitantes de la comunidad. La organización del transporte y las actividades de ocio es también una de las bases de las comunidades para gente mayor.
Los servicios son cada vez más personalizados y aportan soluciones variadas a los problemas más cotidianos: hacer la colada, pasear al perro, transporte a la demanda, enfermería, guardería, etc. La mercantilización es ubicua. La propiedad de la parcela y la casa, el sentimiento de pertenecer a una comunidad e incluso la propia imagen del complejo residencial forman parte del paquete que se adquiere, de aquello que se compra y vende. El mercado inmobiliario vende algo más que propiedades e imágenes, vende una experiencia de vida completa, tematizada y controlada para convertirla en un producto inmobiliario concreto (ROMING, 2005). El espacio residencial pasaría, de esta forma, de ser el espacio de la reproducción social a ser el espacio del superconsumo, sumándose a la transformación que han sufrido otros espacios urbanos (ZUKIN, 1998; SORKIN, 1992).
Servicios y equipamientos construyen un entorno exclusivo y privatizado que contribuye al proceso de fragmentación socioespacial. Unos fragmentos más o menos homogéneos en edades, estratos o estilos de vida que también se autogobiernan desentendiéndose, así, de todas las responsabilidades colectivas (SENNET, 1977). Cada comunidad representa así un micro-universo, un pequeño fragmento homogéneo en su sino que poco o nada tiene que ver con aquello que le rodea. Un micro-universo que además se autogobierna con el consecuente peligro de fragmentación política que algunos autores han querido destacar (McKENZIE, 2005).
- Una forma de gobierno paralela, micro-gobiernos dentro de la ciudad
Quizás una de las interpretaciones más impactantes de la generalización de los desarrollos residenciales de tipo privativo sean aquellas que los relacionan con la transformación del gobierno urbano. Algunos autores han apuntado la tendencia a medio y largo termino a fragmentar la tradicional estructura general del gobierno urbano en entidades o unidades especializadas: las autoridades del transporte, las autoridades portuarias, los Business Improvement Districts-BIDs (distritos especiales para la mejora de los negocios) en EEUU, etc. En Estados Unidos los desarrollos inmobiliarios de tipo privativo se constituyen en organizaciones específicas (Common Interest Developments, CID) cuya misión es velar por los intereses del conjunto de la comunidad a través de sus estatutos o normas (CCRs – Covenants, Conditions and Restrictions).
La llamada CIDitizacion por Evan McKenzie (2005), o expansión de las comunidades residenciales privadas, encajaría perfectamente en estos procesos de privatización y fragmentación del gobierno urbano ya que se trata de hecho de la creación de un distrito especial (en este caso residencial) que provee unos servicios, más o menos extensos, y se autogobierna. Sin embargo el proceso de privatización de la gestión de las comunidades también puede interpretarse como un paso más de la fuerte tradición estadounidense en la fuerza de las democracias directas y gran autonomía de las diferentes comunidades (HAYDEN, 2004; DEGOUTIN, 2006). Este es precisamente uno de los debates que ha cobrado más fuerza en EEUU durante los años 90 acerca del peso y presencia de las comunidades residenciales. Algunos ven en ellas una nueva forma de organización territorial que fragmenta la tradicional estructura de gobierno urbano (McKENZIE, 1994). Para otros, como el lobby creado por la asociación de comunidades Community Associations Institute, las comunidades representan la forma ideal de organización de la nueva democracia local.
Las asociaciones son las que proveen algunos de los servicios tradicionalmente asociados a la esfera pública, a tareas de gobierno local: reparación y mantenimiento de las infraestructuras y servicios (viales, distribución de agua potable, electricidad, saneamiento, etc.) y de los espacios libres comunes, la seguridad, retirada y gestión de las basuras, limpieza de los viales, retirada de la nieve, etc.
Para mantener además el estilo de vida y características de la comunidad las asociaciones de propietarios (Homeowners Association) se regulan por unos estatutos (CCRs – Covenants, Conditions and Restrictions) que pueden resultar muy restrictivos. Las normas y regulaciones pueden ser mínimas pero también muy restrictivas y van desde los controles arquitectónicos y paisajísticos más o menos rígidos, a la regulación de los estilos de vida (las actividades que pueden realizarse en las zonas comunes o características de los residentes (edad, tipo de familia, orientación religiosa, orientación sexual, etc.) o comportamiento de los residentes. En Regency, Monroe-New Jersey, por ejemplo, una comunidad para gente mayor, la normativa fija que al menos uno de los ocupantes de la casa debe tener más de 55 años y en todo caso ninguno que viva de forma permanente menos de 49 años. Se apunta, así mismo, que cualquier visitante podrá permanecer de forma continua un mes en la comunidad pero en ningún caso superará dos meses de estancia en un mismo año.
Los estatutos, a veces, un tanto rígidos provocan no pocos conflictos legales tanto a los habitantes de la propia comunidad (el efecto panóptico de nuevo) como a instituciones externas, estos últimos muy frecuentes. Por ello las grandes comunidades o agrupaciones de grandes comunidades prefieren convertirse en municipio. Algunos autores denuncian incluso que en los estados del Sunbelt especialmente en Nevada y California, las comunidades más importantes se constituyen en municipio alcanzando con ello también el poder político. (McKENZIE, 1994,2005; DEGOUTIN, 2006).
Las citadas reglamentaciones se inscriben perfectamente en la rápida difusión de movimientos y organizaciones tipo NIMBY (no en mi patio trasero). Como respuesta a la mixtura urbana y social que angustia a los NIMBIES las estrictas normativas de los CCRs – Covenants, Conditions and Restrictions prometen al futuro comprador o habitante que la gente que a vivir en la comunidad será como ellos y respetará las normas establecidas. Las normas establecen y salvaguardan el estilo de vida y determinan por lo tanto la población que puede residir en el desarrollo residencial. El posible comprador o habitante se convierte así también en parte del producto. Es de hecho el estilo de vida que se vende, junto al precio, el principal elemento que genera segregación, sin hacerlo pero de forma abierta. Si la segregación es políticamente incorrecta e inaceptable el elegir una comunidad por su estilo de vida es al contrario una actitud valorada positivamente ya que encaja perfectamente en la historia y tradición norteamericana (DEGOUTIN, 2006, pp. 99).
Las Asociaciones más importantes pueden llegar a
manejar presupuestos tan o más elevados que algunas ciudades. En todo caso
generan una situación desigual en la que las clases más pudientes pueden
continuar utilizando, además de los suyos, los servicios públicos, mientras las
clases menos pudientes tan solo pueden utilizar los públicos que se ven poco a
poco debilitados financieramente por la huida de los primeros.
De la segregación basada en la distancia a la
segregación próxima
El fenómeno de la segregación no es en absoluto nuevo pero si que es nuevo el
ritmo y el alcance que toma con la difusión de estas tipologías más privativas:
creando formas más cerradas al exterior y, sobretodo, reforzando la propia
organización y gestión privada de los servicios y espacios colectivos
(seguridad, servicios de limpieza y mantenimiento de los espacios comunes,
etc.) (McKENZIE, 1994). La
privatización y la fragmentación que provocan los ya comentados factores (privatización-seguridad-autogobierno)
resultan en una importante fragmentación espacial y social. Estos elementos
físicos, de gestión y gobierno reflejan de hecho el aumento de las
desigualdades sociales e intercomunitarias (CARTER, SCHILL y WATCHER, 1998).
Las comunidades o barrios cerrados, la construcción
de los clubs dorados (aquellos con más equipamientos y servicios) estigmatizan
las diferencias y son una clara manifestación del miedo y el rechazo al “otro”.
Las Homeowners Association gobiernan, las más de las veces comunidades
homogéneas constituidas por una sola categoría social. El sistema del estilo de
vida, que protege la normativa y reglamentación de la comunidad, al que ya
hemos hecho referencia, se refuerza con las tendencias del mercado inmobiliario
para producir la segregación: la aplicación de leyes de marketing a la
promoción inmobiliaria, que se materializa por un sistema donde cada uno tiene
su lugar en el territorio según sus ingresos, su forma de vida, su color de
piel y edad.
La segregación generada por el marketing, libera el espacio social de
las pequeñas diferencias individuales y permite a cada categoría socioprofesional
vivir entre ellos, convertirlos en un grupo que coloniza un fragmento aislado
del exterior. “En la comunidad vive gente como tú, son como tú i quieren lo
mismo que tú”, nos explicaba una residente Regency.
El proceso de autosegregación, de secesión urbana, no es un fenómeno
nuevo en Estados Unidos, el desarrollo de la suburbia iba ya ligado
desde su origen a la satisfacción del usuario y su familia no al conjunto de la
sociedad (HAYDEN, 2004; FISHMAN, 1987). Sin embargo,
el proceso toma ahora una nueva dimensión con la mercadotecnia: la precisa
definición de los nichos de mercado, el conocimiento que se tiene de los deseos
del consumidor y el arte de la presentación y publicidad, procesos que permiten
concebir con el mismo grado de precisión el embalaje de una caja de galletas o
el diseño de una ciudad. Productos para grupos cada vez más segmentados pero
homogéneos como unidad o fragmento.
Además las nuevas tecnologías y las fórmulas de encerramiento han
provocado un interesante cambio en los patrones de localización de esas
comunidades y un cambio por lo tanto en los tradicionales patrones de
segregación urbana. El aumento de la sensación de seguridad, a través del mismo
diseño o a través del control de acceso, ha permitido los procesos de elitización
de los centros urbanos [11] o el acercamiento de esas comunidades a las
áreas urbanas centrales. Con ello los patrones clásicos de fragmentación social
basada en el precio de la vivienda y la distancia física, se substituyen por otros
patrones de segregación que permiten la proximidad de los grupos, la inmediatez
de las diferencias manteniendo la exclusividad y privacidad (WEBSTER, 2001). En
la región metropolitana de Nueva York hemos encontrado un buen número de
ejemplos: Oceana, en Conney Island, Harbour Pointe en
el sur del Bronx o Astoria en Queens. Estos desarrollos se conciben como
islas que navegan en un entorno hostil con el que de hecho mantienen nulo
contacto.
Las medidas de seguridad, así como la provisión de servicios más o
menos selectos, permiten a los promotores inmobiliarios desarrollar actuaciones
más o menos centrales que se venden con la etiqueta de la exclusividad lo que
permite obtener mayores márgenes de beneficio. El mayor coste de suelo fuerza a
reducir el tamaño e importancia de los espacios colectivos, situación que se
compensa en los desarrollos dirigidos a estratos medios y altos con un aumento
notable de los servicios personales prestados: pasear el perro, hacer la
colada, hacer la compra, catering y restaurantes exclusivos, transporte a la
demanda.
La proximidad explica que los cortes sociales, que las diferencias
entre los grupos, pueda ser extrema y como apunta Nan ELLIN “la presencia de
esos entornos hiperreales puerta con puerta a los lugares de mayor
desesperación y ciudadanos que no pueden acceder a los beneficios de lo
hiperreal generan vergüenza, resentimiento y miedos entre los que tienen y los
que tienen” (ELLIN, 1997, pp. 40).
Unos patrones de segregación próxima y más intensa que además ya no se
explican solo por las diferencias existentes entre los precios de la vivienda
sino también por el estilo de vida al que se dirige cada una de las comunidades
y estrato poblacional concreto definido por edad, religión, ideología, etc. A
cada segmento de mercado le es atribuido un producto específico, a cada grupo
su desarrollo temático, su particular parque temático. Una segmentación de
mercado perfectamente dibujada y orquestada por la promoción inmobiliaria que
especializa sus productos y los dirige a grupos determinados (JUDD y
SWANSTROM, 1994).
Los residentes y los propietarios comparten intereses comunes (zonas
comunitarias, espacios naturales, equipamientos varios, etc.), o buscan un
estilo de vida o una identidad común (comunidades de golfistas, comunidades de adultos,
comunidades de deportistas, comunidades religiosas...). La construcción de la
comunidad se realiza por lo tanto al entorno no solo de unas características
socioeconómicas y las más de las veces étnicas, bastante homogéneas, sino
también al entorno de un estilo de vida específico. El
espíritu comunitario, parte integrante del sueño americano, conduce a la
fragmentación de la sociedad (DEGOUTIN, 2006).
La proliferación de los desarrollos residenciales de tipo privativo puede
ser leída como la fórmula residencial por excelencia de la sociedad
postmoderna, la respuesta inmobiliaria a un nuevo orden social que desplaza,
regula y ordena las actividades y la población, en lugar de eliminarlas (FOUCAULT, 1984 ).
El escapismo residencial y los espacios de simulación: el club, el
resort y la utopía tras la valla o la puerta
Una pareja joven de
Celebration, la ciudad que creó Walt Disney Company cerca de Orlando en la Florida inaugurada en 1996, comentaba a Andrew ROSS, autor del celebre The Celebration Chronicles,
que les encantaba la nueva ciudad y que tenían confianza en Dios y en Disney
para que todo fuera mejor (ROSS, 1999). En Celebration, Disney
supo conjugar a la perfección los elementos que configuran hoy el paradigma de
los desarrollos residenciales de tipo privativo, aunque no existan vallas físicas
que delimiten su perímetro: la tematización absoluta del espacio como punto
fuerte del desarrollo (arquitecturas “locales” y neotradicionales; recreación
de un entorno “natural”); control absoluto de usos, volúmenes y diseño, gestión
privada del conjunto, equipamientos y servicios colectivos para los miembros de
la comunidad.
En el acceso la casi infantil valla blanca y el nombre de la ciudad dan a
conocer a quien penetra que entra en otro mundo, en otro lugar. En Celebration,
como ya hizo en sus parques temáticos, Disney evoca una forma urbana sin
producirla. Muchos de nuestro espacios han recreado el modelo Disney: centros
comerciales, distritos de oficinas, centros históricos o áreas centrales urbanas,
incluso museos y espacios culturales (SORKIN, 1992; DEGOUTIN, 2006). Los
desarrollos residenciales han seguido la misma tendencia, la parquetematización
como fórmula principal del “escapismo”. Y Celebration, sin ser una comunidad
vallada, es el paradigma del escapismo residencial.
Una de las respuestas a las inseguridades
que conlleva la sociedad postmoderna, como ya hemos apuntado, es el escapismo:
el encerrarse y/o/ recrear una fantasía individual o colectiva. La creación de los resorts residenciales, de las comunidades
privadas o de las ciudades y espacios que crea en EEUU el llamado Nuevo
Urbanismo, del que Celebration es uno de los productos más conocidos junto a
Seaside (escenario del filme El Show de Truman), podrían ser claros
representantes de esa segunda respuesta [12]. Son espacios
donde tratan de recrearse las fantasías, las utopías [13] donde se desarrolla la vida más doméstica, la íntima y real. Pero acaban, de
esta forma, convirtiéndose en espacios de simulación que juegan con las
imágenes y ambientes para negar las realidades o
contextos que nos angustian (HARVEY. 200?).
Los espacios de la simulación acaban con
todos los referentes y como apunta Jean BRAUDILLARD “al contrario que la
utopía, la simulación parte del principio de la equivalencia, de la negación
radical del signo como valor, parte del signo como reversión y eliminación de
toda referencia” (BRAUDILLARD, 1978, p.17). No se trata ya de imitación ni de
reiteración, incluso ni de parodia, sino de una suplantación de lo real por los
signos de lo real, es decir, de una operación de disuasión de todo proceso real
por su doble operativo. El espacio residencial se
convierte así en un espacio hiperreal, en un espacio de simulación absoluta que
suplanta y niega la ciudad real (BAUDRILLARD, 1986).
La negación de los
contextos, el aislamiento, la simulación y recreación son los mecanismos de que
se sirve la producción de los nuevos espacios residenciales y, en definitiva,
la producción de la nueva ciudad:
-La negación: sus arquitecturas y estilos tienden a
negar el contexto geográfico y socioeconómico en el que se inscriben
produciendo una estandarización del paisaje [14].
-Aislamiento: se trata de aislar al individuo del exterior, a través de medidas tecnológicas, físicas o escenográficas. Muros, vallas, accesos controlados y guardas de seguridad privada contribuyen al aislamiento físico reforzado por la tematización desplegada en los diferentes desarrollos.
-Simulación: la construcción de espacios-signos que suplantan lo real, eliminando todo significado, todo el contexto de aquello que suplantan [15]. A través de la recreación de arquitecturas neotradicionales, reproduciendo estilos “toscanos” franceses o los estilos de los enclaves de los pioneros, se reformula lo verdaderamente urbano, la ciudad.
-Recreación: el ocio, el paraíso-resort, la reinvención del espacio residencial como un club forman parte del nuevo lenguaje residencial. Las referencias arquitectónicas y funcionales de las comunidades se buscan cada vez más en el resort turístico, referencias con las que también juega la publicidad: “vivir como en el resort”.
La tematización, como apuntábamos para el caso de Celebration, es uno de los recursos más utilizados en la actual construcción de la ciudad (AMENDOLA, 1997; SORKIN, 1992). Algunas de las gated communities visitadas pueden describirse como verdaderos parques temáticos residenciales concebidos alrededor de un tema. A cada segmento de mercado se le asigna un “tema” particular, tema que crea la identidad del proyecto inmobiliario adaptando al hábitat algunos de los principios básicos de los parques temáticos. Se convierte en tema casi cualquier motivo de forma, además, poco elaborada: un lugar natural (lago, montaña, bosque, fachada marítima, etc.), un estilo arquitectónico (toscano, francés, neotradicional, etc.), una idea (el alto estanding, la religión, los asentamientos tradicionales), unos equipamientos colectivos (el golf, la marina, la gimnasia y el deporte, la piscina) o unos servicios especiales (comunidades para gente mayor, balnearios, etc.).
La tematización y la máscara se produce tanto en los enclaves periféricos como en los resultantes de operaciones de renovación/rehabilitación más o menos centrales. “En esto consisten las prácticas de renovación urbana, con sus siniestras tergiversaciones: la arquitectura de la decepción, que con su alegre familiaridad se aleja constantemente de la realidad mas fundamental “(SORKIN, 1992, pp. 12). Entre nuestros casos de estudio encontramos al menos dos actuaciones de renovación, Arverne, en el sur de Queens y Harbour Pointe en Bronx, que pueden ilustrar esta idea. La primera una comunidad que surge como proceso de renovación de una área degrada. Los nuevos lenguajes espaciales se basan en los criterios del llamado New Urbanism, concepto que ahora tiende a substituirse por el Traditional Neighborhood Design (TND), movimiento claramente historicista que se inscribe en la más típica tradición comunitaria norteamericana, y la segunda, en el Bronx, que crea un paisaje y entorno exclusivo bajo la idea de club exclusivo y resort residencial. Ambos lenguajes, la simulación de una comunidad basada en modelos supuestamente “neotradicionales”(la primera), la construcción de un resort residencial de carácter exclusivo (la segunda), niegan y rechazan a su manera los contextos en los que se inscriben.
Otro de los ejemplos claros de estos paisajes simulación es la comunidad de Hamlet Estates en Jericho (Long Island, Nueva York). Una comunidad vallada y muy exclusiva cuya arquitectura, como rezan los prospectos publicitarios y explica orgullosa la comercial, está inspirada en las obras de Frank Lloyd Wright. Un pastiche que mezcla los elementos de arquitectura y diseño más emblemáticos del conocido arquitecto, sin contextualizar, utilizando y mezclando elementos de cualquier época y de cualquier obra. El complejo termina siendo un parque temático residencial de Frank Lloyd Wright en el corazón de Long Island. La simulación, está vez basada en la obra de un prestigioso arquitecto, constituye el escenario del “escapismo”, el descontexto total, más si consideramos la predilección del arquitecto por construir viviendas en la pradera abierta y en entornos naturales.
El ejemplo de simulación más extremo es sin ningún lugar a dudas, Hamlet on Olde Oyster Bay en Plainview (Long Island) [16]. El desarrollo de hecho simula un enclave turístico, un desarrollo marítimo con arquitecturas similares a las que uno encuentra en la Florida. Como el mar queda lejos y no se entiende el tema del resort sin agua, al promotor, no se le ocurrió otra cosa que construir un gran lago artificial alrededor del cual se localizan las principales áreas de equipamiento colectivo de la comunidad (club social, área de piscina, oficinas de gestión, salas de juego y reuniones y un buen restaurante) y las viviendas más exclusivas. Todo es y resulta excesivo: la amplitud de las vías, el tamaño de las viviendas, el lago con sus patines y fuentes, el tamaño y servicios del club o el restaurant-gourmet .
La recreación de un mundo ideal, una fantasía que niega el resto. El muro o la valla la expresión física y simbólica de la negación. La puerta y el control de acceso el billete para acceder a ese otro mundo.
La simulación no se produce tan solo en el plano físico sino también en la misma concepción del desarrollo como “comunidad”. Una gated community no consiste solo en una agrupación de viviendas delimitadas por un perímetro controlado, sino que busca además crear un espíritu de comunidad, de colectivo con valores y visiones similares (KUNSTLER, 1993, 1996; HAYDEN, 2004). Ningún otro país posee una tradición y herencia tan rica en la materialización física de utopías (religiosas, políticas y sociales) ni la fuerza de la democracia directa y gobierno local que da a las diferentes comunidades una gran autonomía (FISHMAN, 1987 ; BRAUDILLARD, 1986 ; JUDD y SWANSTROM, 1994). El espíritu de la búsqueda del ideal comunitario que trajeron consigo los pioneros y exploraron algunos en el nuevo mundo aún persiste hoy, aunque sea tan solo, las más de las veces, utilizado como un reclamo publicitario y estrategia de venta. No es casual que nos sea tan difícil de traducir el nombre, gated communities, tras del cual, no solo hay un producto físico, sino también otras muchas dimensiones que van ligadas, por un lado, a la visión utópica sobre la comunidad y, por otro, a la autonomía en el gobierno que históricamente se ha desarrollado a escala comunitaria, la escala más próxima al ciudadano y a los intereses de grupo. Aún hoy muchos de los nuevos desarrollos son vendidos con el sueño de participar en la construcción de una comunidad, de una utopía colectiva.
¿El fin de la ciudad pública? Consideraciones finales
La demanda y oferta de productos residenciales de tipo privativo parece responder, como ya hemos apuntado, a procesos mucho más profundos que una simple moda o anécdota. Los enclaves privados urbanos (residenciales, comerciales, educación-universidades, ocio, oficinas, parques industriales y tecnológicos, centros y áreas de transporte, etc.) forman ya parte de la nueva realidad urbana: la nueva ciudad discontinua, fragmentada, controlada y privada. Estos constituyen una parte de los de enclaves diversos que se gestionan de forma privada y autogobiernan (centros de oficinas, transporte, centros comerciales y de ocio, centros educativos y de salud, etc.) operando en red.
La difusión de estos desarrollos residenciales de tipo privativo se ha democratizado y universalizado en los últimos 10 años. Es más, tal y como se describe, la imagen de la urbanización con servicios más o menos exclusivos, gobierno privado y con ciertos niveles de seguridad formaría ya parte del estilo de vida del consumidor global, convirtiéndose, pues en uno de los formatos residenciales que caracterizarían buena parte de los desarrollos residenciales. Parece que cuantas más posibilidades de conexión existen entre los diferentes asentamientos humanos más se desarrolla la opción de elegir con quien y con que uno está conectado, y más se protegen y encierran los fragmentos y grupos sociales en si mismos. A una red más abierta y con más posibilidades de relación más se cierran las diferentes partes que la componen.
Los habitantes de los desarrollos residenciales privados y los usuarios de los otros enclaves urbanos privados, no renuncian al consumo del espacio público, de la ciudad tradicional, pero se desentienden y renuncian expresamente a su construcción y mantenimiento. No hay intercambio con la ciudad tradicional, con la esfera pública, solo puro consumo.
Y es precisamente en el aspecto de la corresponsabilidad de todos en la construcción de la esfera pública, para con la sociedad y la ciudad, lo que debe de reclamarse a promotores, propietarios y habitantes de esos desarrollos y enclaves privados. Las cuestiones y problemáticas que generan los barrios privados en diferentes contextos, los problemas concretos, solo pueden resolverse en el marco o contexto en el que se producen. Sin embargo, si podemos detectar la principal cuestión que los nuevos enclaves residenciales (y demás enclaves urbanos) ponen en tela de juicio: el desentendimiento de estos enclaves privados para con la esfera y la ciudad pública.
Con acceso o sin acceso controlado, con muro o valla o sin ellos, aquello que caracteriza a estos emprendimientos es el carácter privado de su gobierno y gestión. Un gobierno y gestión privada que incurre en la cosa pública: seguridad, mantenimiento de espacios comunes, regulaciones de usos y comportamientos, entre otros.
La única manera de revertir el proceso radicaría en la regeneración de aquellas condiciones que hacían a la ciudad digna de ser vivida, las mismas condiciones que recrean buena parte de esos enclaves: la provisión de seguridad, medio ambiente y entorno saludable y presencia de espacios públicos, equipamientos y servicios necesarios.
Las citadas condiciones, antes proveídas por la esfera pública, son facilitadas hoy de forma más eficiente por la esfera privada. Y mientras nos entretenemos en reformular las dimensiones y características de aquello que es, o podemos entender, hoy por público y vamos reclamando a las diferentes administraciones que mantengan las condiciones de la ciudad, van avanzando los desarrollos residenciales y demás enclaves privados y los procesos de secesión que conllevan. Por lo pronto, debería reclamarse, bajo los diversos contextos constitucionales, regulación específica del fenómeno que regulara las relaciones entre el desarrollo, sus vecinos, los terceros y la municipalidad. El fenómeno de los desarrollos urbanos privados debe ser abordado tanto por el derecho público como privado, dando lugar a un régimen jurídico particular aplicable a esta nueva realidad. (PULVIRENTI, 2006).
Además, en un contexto democrático, debería exigirse a esas comunidades mayor transparencia y concurrencia en su gobierno y gestión, y mecanismos de fiscalización transparentes que permitan la recuperación social de las plusvalías y rentas urbanas generadas por esos desarrollos. Los habitantes y usuarios de los enclaves privados lo son también (habitantes y usuarios) de la ciudad que niegan. La usan y la consumen. Y por ello debe de pedirse su corresponsabilidad.
El objetivo final siempre debe ser el dibujar y reforzar los espacios comunes, reformular los intereses más generales y comunes (más allá de las ya diluidas fronteras entre privado-público), no solo en la escala más domestica e inmediata sino también en la local y territorial más amplia (INNERARITY, 2006). Se debe reforzar el espacio e interés común de los nuevos fragmentos urbanos, así como garantizar el acceso y la transparencia de las redes (y los flujos) que los articulan. Hacer más común (más pública si se quiere) la construcción de la nueva ciudad.
Se trata, en definitiva, de construir y mantener una ciudad que permita “proteger la integridad de la identidad individual frente a las identidades colectivas o lo considerado general” (INNERARITY, 2006, pp.37). Reformular aquello que constituye y puede considerarse de interés general para tratar de construir y gestionar la nueva ciudad común (definir los intereses generales) y en común (con la participación de todos). ¿Quizás solo una público-utopía?
[1] A lo lago del texto preferimos utilizar el término desarrollo residencial privativo para destacar los elementos que entendemos son centrales en estos emprendimientos: la existencia de un gobierno y gestión privada que realiza tareas propias de la esfera pública.
[2] El trabajo de campo fue realizado en el área metropolitana de Nueva York, durante la primavera y verano de 2005, gracias al disfrute de una ayuda Salvador de Madariaga, del Ministerio de educación y Ciencia, para la movilidad del profesorado universitario.
[3] En la línea de lo que también mostraba la película “El Show de Trúman” que convertía la ciudad privada de Seaside (Florida), desarrollada bajo los criterios neotradicionales del movimiento urbanístico llamado en Estados Unidos New Urbanism, en un enorme plató de televisión. Como todos los desarrollos del New Urbanism, Seaside, no es una ciudad cerrada pero si una ciudad concebida y gestionada en su totalidad de forma privada.
[4] La idea del autogobierno es además muy postmoderna, en el sentido que en lugar de desarrollar grandes modelos o narrativas, o esquemas históricos, privilegia la elección y la situación individual.
[5] Aunque, como ya apuntaremos después, la búsqueda de respuestas individuales suponga el desentenderse de las responsabilidades colectivas.
[6] Ambas respuestas así, retraerse o escaparse, podrían leerse como las reacciones postmodernas a la disolución de los límites de las esferas pública y privada, el continuo declive de los espacios públicos significantes, y como resultado a la fragmentación de la vida y forma urbana. (ELLIN, 1997, pp.32)
[7] Una de las claras apuestas del llamado Nuevo Urbanismo es la potenciación-creación de la comunidad residencial. Mitchell Dean relaciona esa demanda de “comunidad” con el neoconservadurismo y con la ideología neoliberal, ya que “está ha conseguido mezclar la fe en el mercado, con el pensamiento individualista y con las cuestiones comunitarias” (DEAN, 1999).
[8] En el ensayo América, una road movie literaria, BAUDRILLARD apunta de forma rotunda: “Estados Unidos es la utopía”, BRAUDRILLARD, 1986, pp.107
[9] Los efectivos de policía privada en Estados Unidos son, desde 1980, superiores a los efectivos de policía pública (datos de Census Bureau)
[10] Ello resultó evidente en el mismo trabajo de campo. Tras ser rechazados la primera vez se pudo penetrar fácilmente en la urbanización de Oceana (Queens), desde un área en el sur más débilmente vallada. Entramos también con una enorme facilidad en Hamlet Olde Oyster Bay e incluso en la más exclusiva Hamlet Estates (ambas en Long Island) tras una breve conversación con sus comerciales.
[11] Sharon ZUKIN hace referencia a ello en un artículo donde se crea el concepto de lockliving, algo así como vivir encerrado (ZUKIN, 1998).
[12] Una de las claras apuestas del llamado Nuevo Urbanismo es la potenciación-creación de la comunidad residencial. Mitchell Dean relaciona esa proyecta todo el demanda de “comunidad” con el neoconservadurismo y con la ideología neoliberal, ya que “está ha conseguido mezclar la fe en el mercado, con el pensamiento individualista y con las cuestiones comunitarias” (DEAN, 1999).
[13] En el ensayo América, una road movie literaria, BAUDRILLARD apunta de forma rotunda: “Estados Unidos es la utopía”, BAUDRILLARD, 1987, pp.107
[14] Tal como apunta el interesante ensayo de Dolores HAYDEN sobre la evolución y formas de la suburbia norteamericana, las nuevas versiones del sueño americano, “temporalmente suprimen y enmascaran, incluso niegan y diluyen, las ansiedades y valores sociales conflictivos que conlleva la actual vida urbana y suburbana” (HAYDEN, 2004).
[15] “América vive en una perpetua simulación”, apunta BRAUDILLARD (BRAUDILLARD,1989).
[16] Tras arduas tareas para su localización acabamos bautizando el desarrollo como el de las 4 mentiras: no es una aldea, no es un desarrollo viejo, no esta pese al nombre cerca de la bahía y por supuesto nada de ostras.
BIBLIOGRAFIA
AMENDOLA, G. (1997), La città postmoderna. Magie e paure della metropoli contemporanea, Eulama, Roma. Traducción española en Celeste Ediciones (2000).
AMERICAN HOUSING SURVEY (2001), U.S Census Bureau.
BARTON, S.E.; SILVERMAN, C.J., (1994), Common Interest Communities. Private Governnments and the public interest, Berkeley, Institute of Governmental Studies Press
BECK, U (2002) La sociedad del riesgo global, Madrid, Siglo XXI.
BISLEV, S. (2004), “Globalization, state transformation and public security”, International Political Science Review, Vol. 25, núm.3 pp. 281-296.
BLAKELY, E.J; SNYDER, M.G. (1999), Fortress America. Gated communities in the United States, Washington D.C/Cambridge.
BOYER, C. (1992), Ciudades en venta: la comercializacion de la historia en el South Street Seaport, SORKIN, M (1992), Variaciones sobre el parque temático, pp. 205-230.
BRAUDILLARD, Jean (1978), Cultura y simulacro, Barcelona, Kairós, colección Ensayo.
BRAUDILLARD, Jean (1986), América, Paris, Ed. Grasset. Traducción al castellano en Anagrama.
CALDEIRA, T. (2000), City of walls. Crime, segregation, and citinzenship in Sâo Paulo, Berkeley-L.A-London, Univ. of California Press.
CARTER,W.; SCHILL, M.; WATCHER,S (1998), “Polarisation, public housing and racial minorities in US cities”, Urban Studies, vol. 35, núm.10, pp. 1889-1911.
DAVIES, M (1990), City of quartz. Excavating the future in Los Angeles, New York, Vintage Books. Traducción al español en Ediciones Lengua de trapo, 2003.
DAVIES, M (1992), “Fuerte Los Angeles: la militarizacion del espacio urbano”,
SORKIN, M (1992) Variaciones sobre el parque temático, Barcelona, Gustavo Gili, pp. 177-203.
DEAN, M. (1999), Governmentality. Power and rule in modern society, Sage publications.
DEAR M., FLUSTY S. (1998) “Postmodern urbanism”, Annals of the Association of American geographers, vol. 88, n° January 1998, pp.50-72.
DEGOUTIN, S. (2006) Prisoniers volontaires du rêve américain, Parias, Éd. de la Villete.
DUANY, A.; PLATER-ZYBERK, E.; SPECK, J (2000), Suburban nation. The rise of sprawl and the decline of nation, New York, North point press.
ELLIN, Nan (ed) (1997), “Shelter from the storm or form follows fear and vice Versa” in ELLIN, N. (ed), Architecture of fear, Princenton Architectural Press, New York, pp.13-45.
FISHMAN, R. (1987), Burgeois utopias, The rise and fall of suburbia, Basic books.
FOUCAULT, M. (1978), “Governmentality”, BURCHELL, G; GORDON, C.; MILLER (eds) (1991)The Foucault effect: Studies in governmentality, London, Harvester Wheatsheaf.
FOUCAULT, M. (1984), “Des espaces d'autres”, en Architecture, mouvement, continuité, Oct., 46-48.
GIDDENS, A (1990), Consequences of Modernity. Cambridge: Polity Press.
HARVEY, D. (200?), Possible urban worlds – Megacities lecture, n'um. 4, Publisher Twynstra Gudde Management Consultants, Amersfoort, The Netherlands <http://www.megacities.nl/lecture_4/possible.pdf>.
HAYDEN, D., (2004) Building suburbia, New York, Vintage books.
INNERARITY, D. (2006), El nuevo espacio público, Madrid, Espasa.
JUDD, D, R; SWANSTROM, T. (1994), City politics. Private power and public policy, Harper Collins College Publishers, New York.
KATZ, P. 1994, The new urbanism: toward an architecture of community, New York, McGraw Hill.
KUNSTLER, J. 1993, The geography of nowhere, New York, Simon and Schuster.
LANG, R (1997), “Gated communities in America: walling out the world”, Housing Policy debate, 1997, pp.867-899.
LE GOIX, R. (2001), “Les communautés fermées dans les villes des États-Unis. Aspects géographiques d'una sécession urbaine“, Espace Géographique, núm.1-2001, pp. 81-93.
LE GOIX, R. (2003), Les «Gated Communities» aux Etats-Unis. Morceaux de villes ou territoires à part entière!?, Thèse pour obtenir le grade de Docteur de l'Université Paris I en Géographie. Présentée et soutenue publiquement le 19 mai 2003.
LEICHENKO, R.M ; SOLECKI, W. (2005), “Exporting the American Dream : The globalization of suburban consumption landscapes”, Regional Studies, vol. 39.2, p. 241-253.
LOW S. M. (2001) “The Edge and the Center: Gated Communities and the Discourse of Urban Fear”, American Anthropologist, vol. 103, n° 1,pp. 45.
LOW, S (2003) Behind the gates. Life, security and the pursuit of happiness in fortress America, London/New York, Routledge.
MARCUSE, P. (1997). “The enclave, the citadel, and the gettho: What has changed in the post-fordist US City”, Urban affairs review , vol.33, n°2, pp.228-264.
McKENZIE, E. (1994), Privatopia. Homeowner Associations and the raise of residential private government, New Haven/London, Yale University Press.
McKENZIE, E. (2005), “Constructing the Pomerium in Las Vegas: A case study of emerging trends in American Gated communities”, Housing Studies, vol. 20, núm. 2, pp.187-203.
PECK, J.; TICKEL, A., (2002), “Neoliberalizing space”, Antipode, Vol. 34, núm.3, pp. 380-404.
PRINCEN, T.: MANIATES, M.; CONCA, K. (2002), Confronting consumption, MIT Press, Cambridge-Massachusets.
PULVIRENTI, O. D (2006), ¿Res privata Argentina?, Res pública Argentina, núm.3 (2006).
ROMING, K. (2005), “The upper Sonoran lifestyle: Gated communities in Scottsdale, Arizona”, City & Community, no.4, March, pp. 67-86.
ROSS, Andrew (1999), The Celebration chronicles: Life, liberty and the pursuit of property value in Disney's new town, Ballantine, New York.
SCHMITZ, A.(2003) The new shape of suburbia: Trends in residential development, Washington, Urban Land Institute.
SENNET, R (1977), The Fall of Public Man, On the Social Psychology of Capitalism, Alfred A. Knopf Ed., New York. Traducción al español en Península.
SORKIN M. (ed) (1992), Variations on a theme park. The new American city and the end of public space, Hill and Wang, New York. Traducción al español en Gustavo Gili.
WEBSTER, C (2001), “Gated cties of tomorrow”, Town Planning Review, 72 (2), 149-169.
ZUKIN, S., (1998), “Urban lifestyles: Diversity and Standardisation in spaces of consumption”, Urban Studies, vol. 35, núm. 5-6, pp. 825-839.
Retornar a Programa de las Sesiones