Menú principal                                                                                                                                   Índice de Scripta Nova
 
Scripta Nova.
 Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 69 (44), 1 de agosto de 2000

INNOVACIÓN, DESARROLLO Y MEDIO LOCAL.
DIMENSIONES SOCIALES Y ESPACIALES DE LA INNOVACIÓN

Número extraordinario dedicado al II Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

MIGRACIÓN, INDUSTRIALIZACIÓN E INNOVACIÓN TECNOLÓGICA EN ARGENTINA: INDUSTRIAS INDUCIDAS Y DERIVADAS DE LA VITIVINICULTURA EN MENDOZA Y SAN JUAN (1885-1930)

Eduardo Pérez Romagnoli
Instituto de Geografía, Mendoza, Universidad Nacional de Cuyo ­ CRICYTMe-CONICET



Migración, industrialización e innovación tecnológica en Argentina: industrias inducidas y derivadas de la vitivinicultura en Mendoza y San Juan, 1885-1930 (Resumen)

Entre fines del siglo XIX y comienzos del XX y acompañando a la moderna industria del vino, comienzan a diseñarse las industrias inducidas y derivadas de la vitivinicultura en los oasis irrigados de Mendoza y San Juan, en Argentina. En el origen y desarollo de las nuevas industrias fue decisivo el aporte de los inmigrantes europeos, portadores de una tecnología inexistente en los espacios en donde se asentaban. Ello fue particularmente notable en dos sectores metalúrgicos: el fabricante de máquinas y equipos para bodegas, y el fabricante de instrumentos agrícolas.

Palabras clave: vitivinicultura/ industrias inducidas y derivadas/ inmigración/ tecnología



Migration, industrialization and technological innovation in Argentine: induced and derivated industries of vitiviniculture in Mendoza and San Juan, 1885-1930 (Abstract)

During the late XIX and the early XX centuries, accompanying the new wine production, related and derived industries started to appear and to take shape in the irrigated oases of Mendoza and San Juan, in Argentine. European inmigrants made a fundamental contribution to the origin and development of these industries by bringing a nonexistent technology to these settlements. This was particullary evident over two metallurgical sectors: the production of machines and equipment for winneries and distilleries, and the production of agricultural implements.

Key words: winnery and viticulture/ related and derived industries/ inmigration/ technology 



A fines del siglo XIX se acelera la difusión el modelo socioeconómico vitivinícola en Mendoza y San Juan, dos provincias con similitudes geográficas ubicadas en el centro-oeste de Argentina y a mil km de Buenos Aires(1). El cultivo de cereales -en especial de trigo para abastecer a la molinería regional- y, sobre todo, de alfalfa -para el engorde de ganado comercializado en Chile- dominaban el uso del suelo agrícola(2). Sin abandonar esas actividades, el cambio de modelo económico fue extendiendo el cultivo de la vid bajo riego artificial, presente también desde la colonia junto con diversos frutales. Un paisaje de viñedos y bodegas fue ocupando en las planicies al pie de los Andes parte de los cursos medio e inferior de los ríos San Juan y Mendoza-Tunuyán y, más tarde, de la dupla Diamante-Atuel, en el sur de Mendoza.

Las transformaciones que condujeron al cambio de modelo no fueron producto del azar. Respondieron a la voluntad política de los sectores sociales criollos dominantes en ambas provincias. Ellos actuaron en conexión con la nueva dirigencia nacional, quien diseñó un modelo de país articulado a la nueva división internacional del trabajo. La valorización de la región pampeana como un espacio productor de granos y carne baratos para el mercado de algunos países europeos tuvo su correlato en la estructuración interna de otros espacios en la Argentina de fin de siglo XIX. Los oasis irrigados de Mendoza y San Juan cambiaron hacia una vitivinicultura que se especializó en la producción de vinos de mesa para abastecer al mercado nacional(4).

La migración europea cumple un papel esencial en este diseño. En Mendoza ­la provincia de la región que recibió más inmigrantes- la política de la élite fue, ya en la década de 1870 y al igual que en otras provincias argentinas, la de atraer agricultores de regiones vitivinícolas. San Juan no encaró una política similar pero su nuevo modelo económico atrajo igualmente inmigrantes mediterráneos, en particular españoles. Así crecieron un viñedo de masa que incorporó técnicas y labores culturales europeas y una bodega moderna que empleó también una tecnología importada. La modernización de la vitivinicultura exigió el empleo de herramientas y máquinas adecuadas, iniciándose de esta manera la importación de equipos e insumos incorporados por los agricultores e industriales en sus explotaciones y establecimientos. Con el tiempo, parte de los instrumentos y equipos demandados por las actividades regionales fueron producidos localmente.

En las profundas transformaciones concretadas desempeñó una función decisiva la articulación ferroviaria de las dos provincias con Buenos Aires. El ferrocarril -que desplazó a la carreta como medio de transporte de los productos artesanales que negociaba el sector agromercantil con el litoral- permitió el rápido envío del vino hacia los principales mercados de consumo; fue decisivo en la localización de las bodegas, las que se instalaron en su proximidad para facilitar labores y operaciones de carga y descarga; a través del ferrocarril llegaron los primeros instrumentos y máquinas para equipar las bodegas y destilerías industriales; fue, en fin, el medio utilizado por los inmigrantes para trasladarse desde Buenos Aires y asentarse en los oasis en expansión.

A partir de diversos trabajos y de nuevas indagaciones del autor, el objetivo de la presente síntesis es abordar aspectos relacionados con el papel cumplido por inmigrantes europeos en el origen y desarrollo de industrias inducidas y derivadas de la vitivinicultura moderna en Mendoza y San Juan en las primeras décadas del modelo vitivinícola(5). Entre otras cuestiones, se considerarán las modalidades de fundación, algunas características de los establecimientos industriales y sus fundadores y los aportes realizados por algunos inmigrantes en actividades específicas vinculadas en especial con la introducción de nuevas tecnologías. El impacto espacial y socioeconómico de las actividades industriales que acompañaron a la producción de uva y a la fabricación de vino es indiscutible, aunque sus establecimientos eran de menor tamaño y su número fue reducido en comparación con numerosas fábricas de vino. Las industrias inducidas y derivadas fortificaron el espacio industrial dominado por las bodegas modernas, contribuyeron a la formación de empresarios regionales y obreros especializados y ayudaron a convertir a los dos núcleos urbanos principales de ambas provincias ­sobre todo el de Mendoza, devenido metrópoli regional- en focos industriales de relevancia en el espacio extra-pampeano.

Se aborda el período 1885-1930 porque se considera que corresponde al inicio y consolidación -a pesar de crisis recurrentes- del modelo regional vitivinícola.

1. Las industrias vinculadas con la elaboración de vino. Las industrias inducidas: la metalurgia

De todas las industrias inducidas por el modelo vitivinícola, la fabricación de máquinas y equipos para bodegas y destilerías fue la que tuvo un mayor desarrollo, al extremo de que con el tiempo se convirtió en uno de los pilares de la industria metalúrgica regional. A diferencia de la producción de instrumentos agrícolas, localizada, como se verá, exclusivamente en Mendoza, la metalurgia surgida para responder a la demanda de la vinicultura despegó y se afianzó en las dos provincias, aunque fue Mendoza la que contó con una mayor cantidad de establecimientos.

La producción industrial de vino y alcohol fueron incorporadores de tecnología, produciéndose un acelerado proceso de modernización de bodegas y destilerías entre 1890 y 1910 (Richard J y Pérez R., 1994). La mayoría de los talleres nació para reparar y prestar servicios a las bodegas y destilerías que empleaban equipos importados principalmente de Francia e Italia. Con el tiempo, varios establecimientos comenzaron a producir localmente a partir de la imitación de esos equipos. Las labores de reparación y producción metalúrgica -francamente artesanales al principio en la mayoría de los talleres- eran variadas y no se reducían únicamente a las solicitudes de bodegas y destilerías sino que comprendían también otras demandas metalúrgicas.

La fabricación de equipos para bodegas(6)

Los primeros talleres ya estaban en marcha en la segunda mitad de la década del ochenta. En Mendoza, el italiano Carlos Berri inauguró el suyo en 1888 en Godoy Cruz, departamento contiguo a la capital provincial. Aunque se inició construyendo compuertas para el sistema de riego artificial que se extendía a la par del viñedo, Berri añadió inmediatamente diversas líneas de la metalurgia y entre ellas la de equipos para bodegas, constituyéndose en indiscutible pionero regional (Pérez Romagnoli, 1996). Prensas, moledoras, bombas y otros equipos que salían del taller se vendían en Mendoza y en la vecina San Juan. La unidad de producción de Berri fue en realidad el punto de partida de varios establecimientos metalúrgicos fundados por italianos en Mendoza, concentrados en Capital y Godoy Cruz durante las dos o tres primeras décadas del modelo. Cabe citar entre ellos los puestos en marcha al despuntar el siglo XX por Pablo Casale y Enrique Pescarmona, muy ligados a la industria mendocina hasta nuestros días. Pero al culminar el siglo XIX ya operaba el taller de Julio Oscar Rousselle, un francés vinculado a la producción para bodegas y destilerías. Su primer taller lo tuvo en San Juan y se radicó en Mendoza en 1897(7).

A partir de 1910 se producen algunos cambios relacionados con la distribución de los establecimientos según los departamentos y la nacionalidad de los fundadores. Coherente con la difusión del modelo vitivinícola, nacen talleres en lugares más alejados del núcleo urbano mendocino (Maipú, San Martín). Además, a la lista de nuevos inmigrantes italianos (Buccolini, Ronchietto, Domizio, Arrigoni, Stasi...) se suman entre sus iniciadores metalúrgicos de otras nacionalidades, entre ellos españoles. Domingo Cilvetti, navarro, comenzó con un establecimiento de variada producción metalúrgica, incluyendo equipos para bodegas y Martín Aguirre incursionó desde los comienzos en la producción de grifería de bronce y luego se orientó a la producción de bombas para trasiego de vino.

Si bien a fines del siglo XIX ya existían en San Juan dos o tres pequeños talleres que reparaban equipos para bodegas, hay que esperar los comienzos del siglo siguiente para encontrar el establecimiento de Luis Ugarte, el primero que mantuvo cierta continuidad y que probablemente arrancó con la fabricación de equipos para bodegas. Ugarte llegó de España a San Juan en 1885, dedicándose en principios a la industria de la madera y el comercio; pero sólo en 1900 compró el taller fundado por Juan Lauga, un francés, prestamista y ligado a otros negocios, que vió frustrada su pretensión de convertirse en empresario metalúrgico después de varios intentos. Además de ser introductor y vendedor de maquinaria importada diversa para uso en la industria y en el agro, a comienzos de los veinte el establecimiento de Ugarte era considerado como uno de los más prósperos de San Juan, dedicándose en especial a la construcción para bodegas (Molins y Dantil, 1922).

En la segunda década del siglo XX entraron en operación tres establecimientos que consiguen ubicarse entre los más encumbrados de San Juan, activados también por españoles. Son los de Diego Merino, Fernando de Lara y Martín Ariza. El aporte español continúa al arrancar la década del veinte con Juan Méndez, quien aprendió los conocimientos básicos del oficio en una calderería de La Coruña, y un poco más tarde con los hermanos Francisco y Ernesto Clavijo, hijos de agricultores de la Línea de la Concepción.

Aprendizaje metalúrgico variado.

Los propietarios de los establecimientos pioneros fueron portadores de una cultura técnica inexistente en la región, al igual que lo sucedido con los fundadores y dueños de bodegas industriales (Richard J. y Pérez R., 1994)(8). Conocían, por cierto, la actividad metalúrgica cuando pusieron en marcha sus unidades de producción. En su niñez o en los comienzos de su juventud, habían trabajado como operarios en fábricas o talleres de su país de origen. Otros habían realizado estudios en escuelas técnicas ­es el caso de varios italianos- hecho que complementaba la práctica industrial. Desde la segunda década del siglo XX se observa que el saber tecnológico fue también conseguido en la Argentina, ya sea en fábricas de Buenos Aires o en talleres de las provincias vitivinícolas, incluyendo los de la sección metalúrgica de bodegas que poseían una elevada capacidad instalada de producción. Con respecto a la modalidad de transferencia de tecnología, algunos establecimientos se convirtieron en verdaderos transmisores de los conocimientos metalúrgicos y, de esta manera, en suplidores de la función de las escuelas técnicas, inexistentes en la época. En Mendoza hubo varios fundadores de talleres ­orientados hacia producciones metalúrgicas diversas- que fueron aprendices en las unidades de producción de Berri y Ronchietto, principalmente. En San Juan, el establecimiento de Juan Méndez cumplió una función similar.

Las máquinas y equipos fabricados incluyen una larga lista del rubro metalúrgico para bodegas y destilerías, de conducción manual en un comienzo, eléctrica después. Prensas, moledoras con o sin despalilladora, pasteurizadores, mezcladores, bombas para trasiego de mostos y vino se cuentan entre los bienes que más se fabricaban. La imitación también alcanzaba a los filtros y a la variada gama de los artículos de grifería (codos, canillas, llaves de paso...). La imitación se hacía sin el pago de patentes a las empresas europeas inventoras de la tecnología, aunque hubo excepciones como los Pescarmona y Ronchietto, quienes produjeron prensas y moledoras bajo licencia.

Entre otros rasgos sobresalientes de los fundadores se destaca que eran muy jóvenes y, salvo excepciones, carecían de recursos económicos cuando abrieron sus unidades de producción(9). No obstante, hubo un proceso de diferenciación de talleres. Aunque reducido, se distingue un grupo de firmas que poseían establecimientos "integrados", por lo menos según el alcance que se le podía atribuir a tal término durante esos años. En este sentido se agrupan aquéllas unidades que fundían hierro ­con arrabio importado y con chatarra- para obtener parte de su materia prima, haciendo lo propio algunas con el cobre para obtener el bronce. Así, a partir de sus propias fundiciones, producían algunas piezas y armaban máquinas y equipos, llegando, en consecuencia, a la fabricación del bien metalúrgico terminado.

Las diferencias se reflejaban también en el número de trabajadores y en la organización de la producción. En los talleres más pequeños operaban los propietarios secundados por unos pocos trabajadores. En cambio, los talleres más grandes podían contar con varias decenas de trabajadores. En 1920, la Sociedad Metalúrgica Ronchietto tenía 75 empleados, la mayoría en fábrica. La división interna del trabajo de esta empresa ­al igual que, por ejemplo, la de Berri- contaba con secciones a cuya cabeza se situaba un capataz o jefe especializado. Este último era, en algunos casos, un modelista o diseñador (Pérez R.1997).

Imitación pero también aportes tecnológicos desde la región vitivinícola.

No todo fue imitación de tecnología importada. Aunque limitada y discontinua, hubo también una generación regional de tecnología, llegando en muchos casos al patentamiento de las invenciones. No se ha podido determinar si todas las adaptaciones o innovaciones tuvieron difusión o si algunas quedaron simplemente al servicio de sus creadores. La generación regional de tecnología se aprecia primero en innovaciones menores durante los comienzos del siglo XX. Y a fines de la tercera década, algunas contribuciones tecnológicas de metalúrgicos y diseñadores de firmas mendocinas alcanzarían incluso un relativo impacto internacional. Es el caso de la columna de destilación o columna desmetilizadora, aparato que reduce el contenido del alcohol metílico en los licores. La invención fue producto del trabajo asociado de dos franceses: Pedro Cazenave -quien la patentó- y Julio Oscar Rousselle que comenzó a producirla en 1927, en su taller de Godoy Cruz (Mendoza). Casi inmediatamente, Rousselle inventa y fabrica también el primer destilador continuo en el mundo, adoptado luego por fábricas de países europeos con larga experiencia en la elaboración de bebidas alcohólicas (Pérez R., 1996).

Las innovaciones introducidas en partes y equipos de menor complejidad comprenden, por ejemplo, el clapet con tornillos inventado por Ronchietto y el clapet entero inventado por Martín Aguirre, ambos de amplia difusión y fabricados también por otros talleres. Los innovadores no han sido en todos los casos artesanos e industriales u otras personas ligadas al sector metalúrgico. También lo fueron comerciantes importadores o industriales del vino, en especial algunos propulsores de la modernización de las bodegas a través de la actualización tecnológica que introducían en sus establecimientos. A comienzos del siglo XX, Héctor Berri, importador en Mendoza de máquinas y artículos de ferretería, diseñó el filtro rápido a celulosa marca "Victoria", fabricado localmente. También se pueden mencionar los aportes de los filtros de Wiedemburg Hnos., de la bodega La Germania, y el refrigerador de Tomba y Astié. Asimismo se destaca el mezclador inventado por el bodeguero Battaglia (Maipú, Mendoza), para mejorar el proceso de fermentación. En este caso no fue un taller regional sino una empresa alemana con sede en Hamburgo y sucursales en Buenos Aires y Mendoza, la que desde 1911 y durante un cierto tiempo lo produjo y comercializó (Richard J. y Pérez R., 1994). Otra innovación que trascendió fue el pasteurizador puesto a punto por el español José Martín, quien se desempeñó varios años en una bodega sanjuanina. Si bien el pasteurizador fue fabricado por una firma de Buenos Aires con sucursal en Mendoza, fue incorporado por numerosas bodegas de la región vitivinícola entre las que figuraban algunas de las más reconocidas (Pérez R. 1999)(10). Algunas adaptaciones se relacionaban con las particulares condiciones climáticas de la región ­veranos muy cálidos, en especial en San Juan- lo que les otorgaba un valioso carácter geográfico al generar tecnologías adecuadas al medio.

La producción de equipos para destilerías

Aunque hubo un reducido número de fabricantes que proveyeron tanto a destilerías como a bodegas, merecen una mención aparte los constructores de equipos para destilerías industriales. La elaboración de alcohol industrial propulsó el despliegue de la metalurgia productora de alambiques y otros bienes para destilerías, evidenciando la íntima relación existente entre industrias inducidas y derivadas. Muchos fabricantes de alambiques producían, además, piezas de cobre (grifería) para bodegas y, en algunos casos, también eran o se habían iniciado como hojalateros.

Al igual que lo sucedido con los fabricantes de artículos para bodegas, a fines de la década del ochenta del siglo XIX ya se registran pequeños talleres metalúrgicos que entre los bienes fabricados incluían equipos para destilerías. Algunos de ellos no se limitaron a imitar la maquinaria importada ­la que continuó siendo adquirida especialmente por los industriales más poderosos, con establecimientos elaboradoresde vino con gran capacidad instalada- sino que introdujeron innovaciones tecnológicas en los equipos que fabricaban. En el medio sanjuanino ya era conocida la calidad de los alambiques fabricados por el francés Pedro Richet, quien en la década de 1890 construía rectificadores. Su establecimiento aún funcionaba en el mismo rubro a comienzos del siglo XX. Por su parte, siempre en San Juan, José Piedra, español, anunciaba en 1889 la apertura de su taller, en donde "se hacen alambiques de todos sistemas no conocidos hasta el día en América" (La Unión, 5-1-1889). Con el propósito de atraer a compradores sanjuaninos en circunstancias en que se pasaba de la elaboración artesanal de alcohol a la industrial, el austríaco Antonio Fabián era otro que apelaba al carácter innovador de sus "alambiques sencillos construidos especialmente para este país" (La Unión, 17-12-1889). Existían en ambas provincias numerosas otras caldererías y cobrerías, algunas de las cuales producían alambiques y rectificadores, nacidas en este siglo y distribuidas en varios departamentos(11).

Al considerar los talleres vinculados con la destilación resalta el hecho del traslado interprovincial, aunque él se hizo en una sola dirección. En efecto, hubo metalúrgicos fabricantes de partes y equipos para la destilación formados en San Juan que fueron atraídos por el mercado de Mendoza, hacia donde migraron para desarrollar allí su actividad. Entre ellos se encuentran el mencionado Julio Oscar Rousselle y Antonio Fabián, dos de los propulsores de la metalurgia regional del cobre y también pioneros en la transferencia de tecnología, sobre todo el primero(12).

2. Las industrias vinculadas con la elaboración del vino. Las industrias derivadas

Hasta comienzos del siglo XX las industrias derivadas tuvieron un desarrollo muy limitado en comparación con la elaboración de vino de mesa y la abundante disponibilidad de materia prima (uva, orujo, borras, mostos). No obstante, hubo dos actividades que, de un modo desigual según las provincias, consiguieron implantarse en la región vitivinícola: la fabricación de alcohol y la elaboración y envasado de pasas de uva(13).

A principios del siglo XX, la destilación de alcohol vínico estaba en San Juan menos desarrollada que en Mendoza, en donde era ya considerada una industria. A pesar del atraso de su constitución, se constataba la incorporación de tecnología pues algunos de los principales establecimientos estaban provistos de destiladores de variados sistemas (Galanti, 1900). La conformación más tardía en San Juan como actividad industrial no debe hacer olvidar que la producción artesanal de aguardiente se practicaba desde la colonia. La primera crisis de la vitivinicultura que sufrió Mendoza a fines del siglo XVIII no se sintió en San Juan, especializada ya en la producción de aguardiente(14). La producción industrial de alcohol supuso una actualización del equipamiento de las destilerías, importándose alambiques ­principalmente desde Francia- pero dando también lugar a una fabricación regional.

La producción de alcohol se hacía tanto en el interior de las bodegas ­era lo dominante- como en destilerías espacialmente separadas de ellas, pero siempre localizadas en los principales departamentos vitivinícolas, es decir, próximas a los establecimientos bodegueros; ello era un condicionante impuesto principalmente por el volumen de la materia prima y el costo de los fletes. En el primer caso, los fabricantes eran los propios bodegueros(15). En el segundo, los propietarios de las destilerías eran productores independientes (no bodegueros). Una diferencia entre ambas provincias es que no se conoce en San Juan la existencia de destiladores no bodegueros que se hayan destacado por el volumen de la producción de alcohol. En Mendoza, en cambio, en la segunda década del siglo XX, sobresalió el establecimiento fundado en 1908 por el comerciante italiano Pablo Rossi, ubicado en Guaymallén. En 1918, fabricó 2 millones de litros, considerándoselo el mayor productor de alcohol vínico de la región vitivinícola (Pérez R. 1998). El alcohol vínico tenía principalmente dos destinos. Se enviaba al mercado de Buenos Aires para distintos usos, en particular para las licoreras (competía con el alcohol tucumano de caña de azúcar y con el de maíz). Pero también era empleado en Mendoza y San Juan en el encabezado de los vinos(16).

La producción industrial de alcohol fue acompañada por la elaboración y envasado de pasas de uva, en particular en San Juan. Esta última actividad estaba arraigada también desde el período colonial(17).

El Censo Nacional de 1895 registró en San Juan ocho establecimientos elaboradores de pasas de uva, localizados en el departamento capital y aledaños. Daban empleo, permanente y estacional, a varias centenas de trabajadores, incluyendo niños y una buena proporción de personal femenino. El Censo indica la preponderante participación de extranjeros entre los propietarios, sobresaliendo los españoles. Con relación a ello es interesante destacar una observación de Domingo Faustino Sarmiento quien, dos años antes de la llegada del ferrocarril a San Juan, subrayaba la generalización de sistemas españoles de acomodo de pasas de uva en envases de mimbre muy bien preparados, usados también para uvas frescas (Sarmiento, 1953). Las pasas de uva así preparadas se vendían no sólo en el creciente mercado de Buenos Aires sino también en otros núcleos del litoral.

Lo observado por Sarmiento es interesante porque muestra que aún antes de la articulación ferroviaria de las provincias de la región vitivinícola con Buenos Aires, se había iniciado un proceso de innovación que comprendía a las actividades relacionadas con la vitivinicultura(18). Este hecho es uno más que revela que el ferrocarril facilitó y aceleró un proceso de transformación que ya estaba en marcha, iniciado por empresarios regionales.

3. La metalurgia productora de maquinaria agrícola

Junto con la metalurgia de máquinas y equipos para bodegas y destilerías, se fue conformando una industria fabricante de instrumentos agrícolas para la agricultura irrigada, pero más lentamente y de un modo muy desigual según los oasis. Hasta fines del siglo XIX, los agricultores de ambas provincias empleaban instrumentos agrícolas importados, salvo los arados de madera construídos regionalmente por artesanos. Al iniciarse el siglo XX nacieron los primeros establecimientos productores de arados y rastras, fundados también por inmigrantes. Pero ello ocurrió sólo en el oasis norte de Mendoza aunque después de la década del treinta se extendió el espacio de producción a San Juan y a San Rafael, en el sur mendocino.

Durante poco más de dos décadas operaron sólo dos establecimientos pioneros de maquinaria agrícola: el de Pablo Ramonot y el de los hermanos Masetto. Ramonot aprendió el oficio de metalúrgico en su Saint-Etienne natal. A fines de los ochenta desembarcó en Buenos Aires y en la década siguiente se radicó en Barriales, un antiguo distrito agropecuario del departamento de Junín. Allí inició la producción de arados de metal de hasta tres rejas, dejando así atrás la larga etapa de construcción exclusiva de arados de madera en el espacio que se delineaba como la región vitivinícola argentina. Hacia la misma época ­entre 1899 y 1902- pero mucho más cerca del núcleo capitalino de Mendoza, los Masetto abrían una pequeña herrería que con el tiempo evolucionaría hacia el principal establecimiento regional de maquinaría agrícola para tracción a sangre (arados, rastras, desorilladoras), por lo menos hasta la década del sesenta. Jacobo y Nazareno Masetto, nacidos en Soave, un pueblo de Verona, se afincaron en el núcleo de Maipú ­a 10 kms de la Capital provincial- en uno de los departamentos donde la expansión de la vid y la difusión de la bodega capitalista fue más vigoroso.

En 1925, el italiano Francisco Ferioli, un técnico metalúrgico formado en Reggio-Emilia, abre su establecimiento en Godoy Cruz para fabricar ­poco tiempo después- pulverizadoras de distintos modelos y capacidad. Inicia así labores el primer establecimiento de maquinaria agrícola no productor de arados.

Conclusión

La constitución de un sector metalúrgico fabricante de equipos para bodegas y destilerías industriales fue un aporte fundamental de la inmigración europea desde fines del siglo XIX, destacándose especialmente los italianos en Mendoza y los españoles en San Juan, sin desmerecer la contribución de otras nacionalidades. La imitación de los bienes importados fue dominante pero hubo también una generación regional de tecnología. Al comenzar la década del treinta, sea que los establecimientos adaptaran e innovaran o imitaran fielmente a los productos europeos importados, ambas provincias habían conseguido conformar las bases de una actividad metalúrgica parcialmente orientada a la reparación y producción de equipos para la vinicultura, la cual, no sin inconvenientes, se fortalecería en las décadas posteriores. Sin embargo, San Juan estaba lejos de la relativa consistencia que había adquirido el sector en Mendoza, en donde varios establecimientos resaltaban por su dimensión, el volúmen de materia prima transformada y la complejidad y diversidad de bienes elaborados. Es en el ámbito de las industrias derivadas en donde, aunque de mínima complejidad en comparación con la metalugia para bodegas y destilerías, hubo tempranos aportes innovadores (pasas de uva). En lo concerniente a la industria fabricante de maquinaria agrícola, la innovación difundida por los inmigrantes metalúrgicos se relacionó en las primeras décadas más con la tecnología de materiales ­sustitución de la madera por el metal- que con otros aspectos.

Bibliografía

Cerutti, M. Estudios regionales e historia empresarial en México (1840-1920). Una revisión de lo producido desde 1975, en Carlos Dávila L. de Guevara (compilador), Empresas e Historia en América Latina. Bogotá: TM Editores-Colciencia, 1997.

Devoto, F. Movimientos migratorios: historiografíay problemas.Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1992.

Dorfman, A. Historia de la industria argentina. Buenos Aires: Solar-Hachette, 1970.

Galanti, N.A. La industria viti-vinicola argentina, Tomo I. Buenos Aires:DGFSM, 1900.

Garavaglia, J. C. Economía, sociedad y regiones. Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1987.

Maurín Navarro, E. Contribución al estudio de la historia vitivinícola argentina. Mendoza: Instituto Nacional de Vitivinicultura, 1967.

Méndez, R. Geografía económica. Barcelona: Ariel, 1997.

Molins y Dantil. La República Argentina (la región de Cuyo). Buenos Aires: 1922.

Pérez Romagnoli, E. Mendoza, núcleo de la metalurgia argentina fabricante de maquinarias y equipos para la industria transformadora de materias primas de base agraria. Boletín de Estudios Geográficos, nro 92. Mendoza, Argentina: Instituto de Geografía, Universidad Nacional de Cuyo, 1996.

Pérez Romagnoli, E.La constitución de industias derivadas de la fabricación del vino en Mendoza. Intentos y logros: 1880-1920, Boletín de Estudios Geogáficos. Nro 94. Mendoza, Argentina: Instituto de Geografía, Universidad Nacional de Cuyo, 1998.

Pérez Romagnoli, E. San Juan: la industria productora de instrumentos para bodegas y destilerías entre 1885 y 1940. Población y Sociedad, nro 6. Tucumán : Facultad de Filosofía y Letras, Universidad nacional de Tucumán, 1999 (en prensa).

Pérez Romagnoli, E. Industrias derivadas de la vinicultura en San Juan: 1885-1930. 60ª Semana de Geografía. Sociedad Argentina de Estudios Geográficos - Contribuciones Científicas.San Juan: setiembre 1999.

Richard Jorba, R. y Pérez Romagnoli, E. El proceso de modernización de la bodega mendocina (1860-1915), Ciclos, Nro 7, Año IV, Vol. IV, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires.

Richard Jorba, R. Poder , economía y espacio en Mendoza. 1850-1900. Mendoza: Editorial Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, 1998.

Sánchez, Joan-Eugeni. Espacio y nuevas tecnologías. Geocrítica. Universidad de Barcelona: 1988.

Sarmiento, D. F. Obras Completas, Tomos XLI y XLII, Progresos Generales, Vistas Económicas. Buenos Aires: Editorial Luz del Día, 1953-54.

Schvarzer, J. La industria que supimos conseguir. Buenos Aires: Planeta, 1996.

Schumpeter, J. A. Capitalismo, socialismo y democracia. México: Aguilar, 1952.

Zamorano, M. Geografía de la República Argentina. Geografía General Larrousse, Tomo II, bajo la dirección de Pierre Deffontaines. Barcelona: 1967.

Zamorano, M. El viñedo de Mendoza, Boletín de Estudios Geográficos, nro 23. Mendoza: Instituto de Geografía, 1953 .

Notas

1. Entre las similitudes referidas a la geografía física, Mendoza y San Juan comparten la insuficiencia de precipitaciones, los veranos cálidos e inviernos moderados, ríos con regimen nival de montaña y escaso caudal y una vegetación arbustiva en las planicies. Similitudes relacionadas con la geografía humana son indicadas en la presente exposición.

2. En su libro Poder, economía y espacio en Mendoza.1850-1900, Rodolfo Richard Jorba designa a este modelo con el nombre de "ganadería comercial con agricultura subordinada". También existió en San Juan, aunque todavía no se ha realizado para esta provincia una investigación que permita conocer el modelo en profundidad, con sus actores organizadores y transformadores del espacio y la economía, con sus cambios y permanencias mientras se consolidaba el modelo vitivinícola. Ello no impide, sin embargo, avanzar algunas diferencias en el paso de un modelo a otro entre ambas provincias. La superficie con viña y el número de bodegas han sido superiores en Mendoza, "el cultivo del trigo y la molinería se extendieron más en el tiempo en San Juan que en la provincia vecina. Además, desde el comienzo del modelo vitivinícola en San Juan es proporcionalmente mayor la producción de uva de mesa que en Mendoza. Otra diferencia, en fin, es que en San Juan la superficie con alfalfa era todavía en la década del veinte casi tres veces superior a la consagrada a la viña; aunque en Mendoza la superficie con vid tampoco superaba a la cultivada con alfalfa, la desigualdad era mucho menor" (Pérez Romagnoli, 1999)

3. Hacia la misma época hubo en Argentina otra agroindustria desarrollada en función del mercado nacional: la de la caña de azúcar en Tucumán.

5. En este trabajo se entiende por industrias inducidas aquellas que a medida que se afianzaba en Mendoza y San Juan la producción industrial de vino, nacieron y se desarollaron para proveer de bienes ­equipos y accesorios, envases...- a las bodegas y destilerías. Por lo temprano de su constitución ­sobre todo en Mendoza- y por su amplia diversificación posterior, el mejor ejemplo es el de la industria metalúrgica. En cambio, las industrias derivadas ­denominadas también afines por algunos autores a principios del siglo XX- se constituyeron a partir de elaboraciones asociadas con la uva y los subproductos vínicos como materia prima, ya sea en las propias bodegas o en otros establecimientos de transformación en el interior de la región geográfica que se va conformando.

6. Según el Censo Nacional de 1895, existían 433 bodegas en Mendoza y 231 en San Juan. En el Censo de 1914, Mendoza había pasado a 1507 establecimientos y San Juan a 499. La capacidad productiva instalada de las bodegas era muy dispar y no todas incorporaban tecnología moderna pues, en Mendoza, particularmente en 1895, perduraba la elaboración artesanal en numerosas de ellas.

7. Rousselle, hijo de un químico francés contratado por la bodega Uriburu (ubicada en Caucete), aprendió el oficio en San Juan. Como destacado metalúrgico cobrero, estuvo al servicio de bodegas y destilerías. Convencido por Pedro Benegas (bodega "El Trapiche", Godoy Cruz) trasladó en 1897 su taller a Mendoza, convirtiéndose probablemente en la primera transferencia de un equipamiento industrial completo, aunque careciera de complejidad, de una provincia a otra en Argentina. Así nació Talleres Metalúrgicos Rousselle, de una larga trayectoria en la industria metalmecánica mendocina (Pérez R., 1997).

8. Ello también es válido, por cierto, para los fundadores de talleres metalurgicos fabricantes de maquinaria agrícola.

9. Estos dos rasgos aparecen también en otros países latinoamericanos al estudiar la constitución de empresarios regionales en procesos comparables. Por ejemplo, lo destaca Mario Cerutti al referirse a los españoles que se radicaron en el Norte y Centro de México entre 1840 y 1920 (Cerutti, 1996).

10. Hay innovaciones que se difundieron en una sola provincia, como sucedió con el escurridor contínuo patentado por Lanteri Cravetti, un bodeguero con fábrica en Desamparados, San Juan. En los años veinte el aparato fue adquirido por industriales de esa provincia.

11. La prepondeancia de los extranjeros no debe, sin embargo, ocultar la existencia de metalúrgicos criollos, constructores y reparadores de alambiques en la etapa artesanal. Algunos de ellos lograron insertarse en la etapa industrial. Es el caso, por ejemplo, de Moisés Rodriguez en la capital de Mendoza. Su taller funcionaba desde 1876 y en la primera década del siglo XX contaba con un establecimiento muy bien equipado en donde producía variados bienes metalúrgicos.

12. El caso de Rousselle fue indicado en la nota 6. Por su parte, Antonio Fabián eligió instalarse en Mendoza en 1900. Consideraba más favorable el mercado mendocino que el sanjuanino para su actividad (Los Andes, nros de julio de 1901).

13. Hubo, sin embargo, intentos de desarrollar otras industrias derivadas. Una de ellas fue la de ácido tartárico. Se elabora a partir del orujo, de las borras y de los tártaros depositados en los toneles. Importado de Europa, este insumo químico era requerido para favorecer la fermentación de los mostos de baja acidez, como los mendocinos y sanjuaninos; paradójicamente, parte de ese ácido tartárico importado se hacia con materia prima argentina, pues se exportaban borras y tártaros en bruto ­principalmente desde Mendoza- que después ingresaban como insumo industrial. La Primera Guerra Mundial afectó la importación y produjo en las dos provincias ­y en otras en donde también se desarrollaba la vitivinicultura moderna- un agudo desabastecimiento. Ese fue el origen de la elaboración regional de ácido tartárico pero sólo en algunas bodegas mendocinas, promoviendo una temprana sustitución de importaciones de un insumo producido por la industria química de base. Después de finalizado el conflicto bélico, se reanudaron las importaciones de ácido tartárico, dejaron de elaborarlo las bodegas que lo hacían, pero se puso en marcha la producción nacional fuera de la región vitivinícola, en una fábrica química de Buenos Aires. Con todo, en Mendoza, la capacitación de personal y el conocimiento de ciertos procesos productivos fueron esenciales para la etapa industrial que deriva de la gran crisis de los años treinta. Muy timidamente se esbozaron otras actividades derivadas de la vinicultura, como la fabricación de grapa y anisado. Más rara aún fue la fabricación de jugo de uva. Hasta ahora, se ha detectado que lo hicieron sólo tres bodegas, dos de las cuales eran sanjuaninas.

14. A fines del siglo XVIII, más del 90 % del total de los barriles de aguardiente entrados en Buenos Aires eran de procedencia sanjuanina (Garavaglia, 1987).

15. La solidaridad entre las bodegas y destilerías fue destacada por estudiosos de la época. En el caso de Mendoza "no se puede determinar con toda exactitud en cuántas bodegas se practica la destilación; pero podemos asegurar que este año (1899) se han instalado no menos de 80 destilerías, anexas a otras tantas nuevas bodegas" (Galanti, 1900;121)

16. El encabezado es el procedimiento mediante el cual se agrega alcohol al vino para elevar su graduación.

17. En San Juan había establecimientos que eran conocidos desde antes de la articulación ferroviaria con Buenos Aires, como los de Ignacio Flores y E. Serrano. El primero de ellos, denominado "El Argentino", era considerado el más importante del país (Maurín Navarro, 1967).

18. En ello tuvo mucho que ver el Club Industrial fundado en 1880 por un grupo de emprendedores. Se le atribuye una orientación decisiva en el rumbo seguido por la economía sanjuanina en los años inmediatos. Al estimular y apoyar al Club, el propio Sarmiento reconocía que sus miembros actuaron con al intención de ir preparando las condiciones para que San Juan contara con productos aptos para comercializar con el litoral cuando llegara el ferrocarril a la provincia (Maurín Navarro, 1967).

© Copyright Eduardo Pérez Romagnoli 2000
© Copyright  Scripta Nova 2000



Menú principal