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Scripta Nova.
 Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 94 (1), 1 de agosto de 2001

MIGRACIÓN Y CAMBIO SOCIAL

Número extraordinario dedicado al III Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

EL DESPLAZAMIENTO FORZADO EN COLOMBIA.  REINVENCIÓN DE LA IDENTIDAD E IMPLICACIONES EN LAS CULTURAS LOCALES Y NACIONAL

Gloria Naranjo Giraldo
Antropóloga y politóloga
Instituto de Estudios Políticos
Universidad de Antioquía, Medellín


El desplazamiento forzado en Colombia. Reinvención de la identidad e implicaciones en las culturas locales y nacional (Resumen)

En Colombia, el desplazamiento interno forzado de población es un eje de larga duración; se inscribe en una confrontación armada multipolar y diferencial en las regiones; las víctimas son diversas: no pertenecen a una etnia, a una religión, a una clase o a un grupo social específico. La fragilidad de la Nación, unida a la virtualidad de los derechos y a la profunda debilidad de la democracia tiene efectos que producen cambios y reestructuraciones en las culturas locales y nacionales. Al tiempo, se intensifican las situaciones de exclusión e intolerencia que padecen los nuevos desplazados expulsados a las ciudades. Emergen, en consecuencia, luchas por reconocimiento del derecho a la nación y a la ciudad, inscritas en una plataforma múltiple que debiera ser responsabilidad de todo el país: estabilización socioeconómica, reconocimiento social, inclusión política y reparación moral.

Palabras clave: Desplazamiento forzado / conflicto armado/ identidad


Forced internal displacement in Colombia. Identity reinventing and its implications in local and national cultures (Abstract)

In Colombia, forced internal displacement of population is a long term axis; inscribed in a multipolar an diferential armed confrontation in the regions; tre victims are diverse: they don´t belong to a race, a religion, or a specific social group or class. The fragility of nation, joint to the virtuality of rights and the deep weakness of democracy has effects that produce changes and restructuration in the local and national cultures. At the same time, is growing the intensity of exclusion and intolerance situations suffered by new displaced people forced away to cities. In consecuence, struggles for recognition to the right of Nation and City emerge, inscribed in a multiple platform trat should be responsability of the whole country: socioeconomic stabilization, social recognition, political inclusion, and moral reparation.

Key Words: Forced displacement / armed conflict/ identity


Uno de los fenómenos más alarmantes del mundo actual, parece ser el de los éxodos de poblaciones enteras, desarraigadas de sus lugares de origen y residencia por motivos bélicos, que se ven forzados a buscar nuevos lugares de refugio para salvarse y reconstruir sus vidas por fuera del fragor de las batallas y lejos del control autoritario de gobiernos o grupos armados que intentan la exclusividad del poder en sus territorios y que prefieren perder ciudadanos antes que convivir con las diferencias culturales, étnicas, religiosas o políticas (1)

Colombia, con un conflicto armado cuasipermanente, con la presencia de grupos alzados en armas de diferente signo político y una creciente delincuencia organizada en torno a la producción y el comercio de las drogas ilícitas, hace parte de ese conjunto de países marcados por el drama del desplazamiento forzado y aunque la magnitud y la pervivencia del fenómeno es de mayor alcance que el de muchos países en similares circunstancias, su situación no ha tenido el reconocimiento internacional suficiente y al interior del país el tema ocupa lugares marginales, tanto en las agendas de los gobiernos y de los grupos armados, como entre la opinión pública, sobre todo la de las grandes ciudades (2)

Podría afirmarse entonces que el desconocimiento, la indiferencia y el silencio que cubren esta catástrofe humanitaria en Colombia -además de intereses innegables por encubrirlo- tiene que ver con su complejidad y diferenciación que no permiten inscribirlo en los modelos interpretativos vigentes y que lo hace irreductible a otras experiencias contemporáneas como las de los Balcanes, la Europa Oriental, el África Central y los más recientes de Timor Oriental y Chechenia (3)

En este contexto se abordará, en una primera parte, una especie de identificación nacional para el desplazamiento forzado de población en Colombia. Sus características se definen de la siguiente manera: en primer lugar, es un eje de la larga duración que no se reduce a una coyuntura especial de agudización del conflicto armado interno; en segundo lugar, se inscribe en una confrontación armada multipolar y con presencia diferencial en las regiones, contrario a lo que ocurre en la mayoría de los países hoy afectados por éxodos forzados; en tercer lugar, las víctimas del desplazamiento son diversas, es decir, no pertenecen a una etnia, a una religión, a una clase o a un grupo social específico. Estas especificidades contribuyen a hacer del desplazamiento interno forzado en Colombia algo muy complejo y profundamente heterogéneo, difícil de aprehender y de medir presentando rasgos que facilitan su invisibilización y su dilución en el marco omnipresente de una guerra irregular.

En una segunda parte, se explorará la forma como la comunidad nacional, los territorios y pueblos regionales, se reestructuran alrededor de un estado de guerra cuasipermante con su correlato de soberanía en vilo. En efecto, la fragilidad y desintegración de la Nación, unida a la virtualidad de los derechos y a la profunda debilidad del demos, generan e incrementan las incertidumbres y multiplican los "ambientes generalizados de desconfianza", lo que tiene efectos innegables sobre todas las tramas de sociabilidad, en las cuales se sustentan los conjuntos poblacionales y comunitarios. La virtualidad de los derechos, la fragmentación de la Nación y la debilidad del demos, afectarían en principio a todo el corpus político del país y el riesgo latente cubriría a todos los ciudadanos, pero es indudable que las poblaciones más vulnerables serían aquellas situadas en los territorios en disputa y en las zonas estratégicas para el control militar de alguno de los actores armados.

La tercera parte, intenta, en un primer punto, relacionar los procesos de reinvención de identidades culturales y políticas con la lucha por el reconocimiento del derecho a la Nación y a la Ciudad. Es claro, si ese proceso acelerado y en marcha que es el desplazamiento forzado está produciendo profundos cambios y reestructuraciones en las culturas locales y nacionales, entonces en la nueva situación de transición sucede la reinvención de identidades culturales y políticas. De allí que las luchas por reconocimiento del derecho a la nación y a la ciudad deban enmarcarse en una plataforma múltiple que debe ser responsabilidad de todo el país: estabilización socioeconómica, reconocimiento social, inclusión política y reparación moral. En un segunto punto, para finalizar, se propone una aproximación a la situación de los nuevos migrantes y desplazados forzados apostados en las ciudades colombianas, desde una gramática moral de la política. El punto de partida es que en la década de 1990 se ha iniciado una nueva colonización urbana -con algunos rasgos similares a la de la década de 1960- en un proceso en marcha que está produciendo profundas transformaciones demográficas, económicas, sociales, culturales, políticas y, por tanto, nuevas reconfiguraciones urbanas. En medio de esta situación, la presencia de población desplazada por la violencia, parece agudizar la exclusión, la intolerancia y la inequidad, fenómenos que ponen en cuestión la pertenencia a la nación y las posibilidades de inserción en la ciudad, para develar la existencia, a lo sumo, de Ciudadanos a medias.
 

Una identificación nacional para el desplazamiento forzado en Colombia

La continuidad histórica del desplazamiento

Contrariamente a lo que ocurre en muchos países donde los eventos de desplazamiento están asociados con hechos de guerra concretos, puntuales y específicos que se desarrollan en arcos de tiempo relativamente cortos e intensivos (4), en Colombia el desplazamiento es un eje de pervivencia histórica que atraviesa la vida nacional desde la fundación de la república hasta el presente y a lo largo del tiempo manifiesta coyunturas agudas y períodos de relativa estabilidad poblacional. El poblamiento y colonización del siglo XIX, así como los procesos de urbanización de las grandes ciudades son evidencias claras de lo que aquí se planea.

El desplazamiento es un dato recurrente y cuasipermanente de la historia colombiana; hace parte de la memoria de las familias y de las poblaciones; está inscrito en los recuerdos de los habitantes urbanos, precedió la fundación de barrios en las grandes ciudades y de poblaciones grandes y pequeñas a lo largo y ancho de las fronteras internas. Podría decirse que se ha constituido en un eje vertebrador de la conformación territorial en el país y como dice Daniel Pecaut ha devenido en "una representación instalada en la larga duración" donde la violencia sería el marco constitutivo de esa representación colectiva (5)

Sin embargo, en la última década, el desplazamiento forzado ha tomado dimensiones de catástrofe humanitaria y se ha hecho visible no solo por sus magnitudes y sus repercusiones en el mundo urbano sino porque se logró, gracias a los aportes de algunas O.N.G, situarlo como tema específico de preocupación política y deslindarlo de ese magma indiferenciado donde se mezclaban de manera confusa los diferentes eventos del conflicto como asesinatos, masacres, secuestros, tomas de poblaciones, violación sistemática de los derechos humanos, panorama en el cual, los desplazamientos de población eran percibidos como algo capilar, aluvial y como un resultado, no buscado de las operaciones militares de las fuerzas en disputa. Las consideraciones anteriores apuntan a demostrar una particularidad del desplazamiento forzado en Colombia con relación al que acontece en otros países que sufren en la actualidad idéntico drama social:

No se trata de procesos intensivos, circunscritos a períodos de tiempo cortos y predominantemente masivos; por el contrario, el desplazamiento en Colombia es un fenómeno extensivo, diluído en el tiempo, recurrente y continuo; que combina éxodos aluviales -familiares e individuales-, silenciosos y no visibles, con desplazamientos en masa que ponen en marcha, al mismo tiempo, pueblos enteros y pequeñas colectividades locales; a su vez, en el desplazamiento forzado se anudan huidas temporales y retornos azarosos, con el abandono definitivo de los lugares de origen y residencia

Dadas las diferencias regionales y las dinámicas bélicas de la guerra en Colombia, los desplazamientos no son simultáneos en las regiones y se presentan destiempos muy marcados; mientras en algunos territorios el fenómeno es agudo en otros parece no ocurrir nada y de un año a otro puede variar significativamente la geografía de los éxodos (6).

La predominancia de lo regional sobre lo nacional y las territorialidades bélicas que expresan dominios de los actores armados, está incidiendo de alguna manera en los itinerarios y los lugares de destino de los desplazados, cuyas pautas de huída y emigración se orientan en algunas oportunidades con los emplazamientos de aquellos grupos con los cuales tuvieron en el pasado relaciones de colaboración, lealtades y sociabilidades; esto con el ánimo de buscar protección y alguna precaria seguridad y en otras oportunidades, el rumbo de los desplazados se orienta hacia lugares en los que puedan mimetizarse o diluirse donde las grandes ciudades son una alternativa. El refugio político por fuera del país, es una alternativa marginal y casuística que es asumido por personalidades individuales que por su función pública o reconocimiento social logran apoyo del gobierno o de los organismos internacionales de derechos humanos. Pero la gran mayoría de los desplazados deambulan entre las fronteras internas contribuyendo con su peregrinaje a cambiar los paralelos y los meridianos demográficos de Colombia.

La multipolaridad y las dinámicas bélicas del conflicto armado

La confrontación armada en Colombia, no sólo es un eje de larga duración, sino que además es multipolar y con presencia diferencial en las regiones, contrario a lo que ocurre en la mayoría de los países hoy afectados por éxodos forzados donde las confrontaciones tienden a la bipolaridad. En el país, varios grupos armados participan en la contienda: las guerrillas contraestatales, los paramilitares, las autodefensas locales, las fuerzas de seguridad del estado y los grupos pertenecientes a la delincuencia organizada (7). Es importante reconocer que al interior de cada uno de estos grupos se presenta una gran heterogeneidad, poca organicidad y una gran tendencia a la fragmentación de acuerdo con las dinámicas regionales. Situación que se agrava si se tiene en cuenta la existencia de milicias y bandas en las grandes ciudades, así como de las potentes organizaciones armadas de los carteles de la droga, también regionalizados y engarzados en guerras de exterminio. El panorama que resulta se vuelve casi ininteligible pues no existe una clave única que permita entender las dinámicas y las gramáticas del conflicto armado y este se especifica en las regiones y se transforma en el tiempo.

Los anudamientos y las confrontaciones entre tal diversidad de grupos pasan irremediablemente por el universo de las regiones y cambian de acuerdo con las coyunturas y aunque parezca paradójico, quienes son enemigos en un lugar pueden ser mutuos colaboradores en otro. Anudamientos y confrontaciones que son fluidos y cambiantes en el tiempo, pues el enemigo de ayer puede ser el compañero de mañana, aunque tamibén puede presentarse la situación en que los enemigos en las cúpulas no sean necesariamente enemigos en las bases, presentándose una suerte de porosidad entre organizaciones, que facilita el tránsito de militantes de unas a otras, así los proyectos públicos que defiende cada una sean contradictorios y mutuamente excluyentes.

La porosidad no sólo tiene tiene que ver con los sujetos, también se traspasan e imitan prácticas bélicas, estrategias y tácticas, formas de acción y de control social propiciándose una suerte de mercenarización que degrada el conflicto y lo oscurece incrementando por esta vía la turbulencia social y la ampliación de las "zonas grises", donde se cruzan las guerras públicas con las confrontaciones privadas, lo político con lo delincuencial y la representación de intereses colectivos con aquellos personales y predominantemente económicos que sacan partido de la confusión reinante.

La multipolaridad y las dinámicas bélicas del conflicto tienen una innegable incidencia en el desplazamiento interno, en su naturaleza, sus perfiles, sus especificidades, sus ritmos y sus tiempos. De allí la dificultad de determinar quienes configuran la masa de desplazados: los recientes o también los de décadas anteriores?; las razones del desplazamiento: cuáles de ellos lo han sido por motivaciones políticas, económicas o por otros intereses?; la identidad de las víctimas: cuáles podrían ser las víctimas potenciales?; y el futuro de los desplazados: cuáles serían las condiciones para los retornos o las permanencias en los lugares de llegada?. De allí que para establecer un principio interpretativo del fenómeno sea necesario tener como puntos centrales de la indagación, tanto la especificidad regional como las dinámicas bélicas.

La heterogeneidad del desplazamiento y los cambios en las identidades 
 

La multipolaridad del conflicto, su opacidad y sus particularidades regionales tienen una expresión innegable en la etnología y la fenomenología del desplazamiento forzado interno que permite visualizar la heterogeneidad del contingente de desplazados, la pluralidad de actores responsables y la opacidad de las razones que propiciaron el éxodo y las variaciones coyunturales de la guerra. Asuntos estos que permiten establecer algunos perfiles muy particulares del desplazamiento.

En el grupo de personas que conforman el contingente de desplazados, se encuentran víctimas de todos los actores del conflicto lo que hace dificil identificar el grupo responsable y las razones esgrimidas por los actores armados para desplazarlos. Guerrillas y paramilitares, así como las fuerzas estatales participan en porcentajes diferenciales como agentes causantes del desplazamiento, pero también existen expresiones privadas que se entremezclan con las dinámicas de la guerra pública utilizando tácticas similares con el objetivo de liqiudar deudas, saldar venganzas personales o para lograr beneficios económicos particulares.

Las causas del desplazamiento forzado también son diversas: las presiones por la tierra, los intereses que van surgiendo en torno a los megaproyectos del estado o la lucha por el control sobre zonas ricas en metales preciosos y productos energéticos o por territorios donde se cultiven plantas alucinógenas y en general, toda una gama de intereses particulares imbricados y confundidos con los asuntos de la guerra pública sin que sea posible establecer una línea diferencial entre lo político - militar y lo individual privado (8).

La heterogeneidad se mantiene cuando se echa un vistazo a las víctimas a aquellos sujetos sociales afectados por el desplazamiento, pues aunque el fenómeno afecta de mayor manera a los campesinos y a los pobres (9), toca también a los empresarios, los comerciantes, los terratenientes y en general a toda la escala social. Los grupos étnicos minoritarios -negros e indios- se cuentan entre las víctimas de desplazamiento pero no es en razón de su pertenencia racial o cultural que se los persigue sino por las mismas razones o sin razones que se obliga a huir a blancos o mestizos. Creyentes, sacerdotes y pastores de todas las iglesias se ven afectados pero no se puede afirmar que motivos religiosos estén en el horizonte del conflicto o el subsecuente desplazamiento. Los desplazados forman un contingente heterogéneo, polivalente, con diferencias muy marcadas y muy pocas cosas en común, salvo su condición de víctimas de un conflicto armado de características muy particulares.

La heterogeniedad del grupo creciente de desplazados obedece a la inexistencia una identidad preexistente, un principio de pertenencia social, regional, étnica, política, religiosa, ideológica o cultural, de estrato económico o de clase que identifique ese grupo social, o que provea elementos de cohesión interna desde los cuales se pueda interpretar su situación y encarar el futuro, como de hecho ocurre entre los grupos de desplazados de otros países. En Colombia, las identidades "mayores"o sea la nacional y la ciudadana, son virtuales por decir lo menos y el carácter interno del conflicto no las está poniendo en cuestión de manera directa.

Comunidad nacional, territorios y pueblos regionales... en un "estado de guerra y soberanía en vilo"

En los Estados modernos regidos por instituciones democráticas, los sujetos sociales se articulan y tejen sus relaciones en torno a la dupla Nación- Ciudadanía: la Nación, depositaria de la soberanía y representada por el Estado, tiene el poder institucional para instaurar y mantener el orden político público, regido por leyes abstractas, universales y generales con capacidad vinculante y de obligatorio cumplimiento para todos los habitantes del territorio nacional. La Ciudadanía por su parte, que es en esencia el derecho a tener derechos, constituye la manera reconocida y aceptada a través de la cual los miembros de la Nación, independientemente de su localización espacial, de sus diferencias de raza, sexo y condición social, se inscriben en la sociedad política o demos, participan en las decisiones públicas y acceden al reconocimiento y a la protección estatal de sus derechos humanos, civiles, políticos, económico-sociales y culturales (10).

Existe pues un orden legal de ámbito nacional legitimado por el consenso de los ciudadanos y mantenido por el Estado mediante el monopolio de la fuerza, ejercida siempre en el marco imprescindible de la protección de derechos reconocidos a los ciudadanos; más para que el orden institucional público funcione como principio organizativo de la sociedad en su conjunto, se requiere que la soberanía del Estado sea un principio vinculante; es decir, que sus decretos, leyes y mandatos sean acatados y obedecidos por los ciudadanos y que éstos encuentren en el Estado nación un garante efectivo y eficiente de los derechos que les corresponden.

Si la soberanía del Estado permanece en vilo, en disputa, por lo menos en algunas regiones y territorios de la Nación, y si esa situación se mantiene en arcos de tiempo prolongados, (estado de guerra) el demos o comunidad política no se consolida como tejido nacionalitario y democrático; esto significa que la Nación se fragmenta en espacios diferencialmente integrados al conjunto; que los ciudadanos y los derechos son virtuales; es decir, están reconocidos en la constitución y las leyes pero no se logran hacer razonablemente efectivos, su protección pasa a depender de factores aleatorios y más bien arbitrarios, y los espacios-regiones excluidos y afectados por procesos bélicos continuados pasan a regirse por órdenes alternativos de hecho con pretensión soberana y en abierta disputa con el orden institucional de la Nación(11).

Comunidad política, estado de guerra y soberanía en vilo

Para buena parte de los residentes en Colombia, la comunidad nacional y la comunidad política son referentes lejanos, leves y carentes de eficacia simbólica y tienen más sentido para ellos las colectividades o pueblos locales y regionales.

El desarrollo de los procesos integradores en el campo del reconocimiento de todo tipo de derechos humanos y ciudadanos y la formación de la conciencia nacional, que es condición para que el estado moderno llegue a ser soberano y legitimado, se dificultan considerablemente en los estados de guerra. Al mismo tiempo, la desintegración social, la fragmentación de la nación y los ambientes de desconfianza, contribuyen a la prolongación en el tiempo de este eje de pervivencia histórica. Los estados de guerra en períodos prolongados no solamente reproducen las condiciones de su mantenimiento, en el tiempo, sino que asume expresiones y manifestaciones diferenciales, en el espacio, contribuyendo a su fragmentación, su desarrollo desigual y a acentuar los contrapuntos en la conformación histórica de regiones y territorios.

De esta manera, la comunidad nacional y ciudadana, se vuelven virtuales y puramente formales. Como el Estado legal no es soberano (hay competencia de soberanías) en toda la nación, integra desigualmente los territorios y los pueblos y algunas regiones viven bajo órdenes alternativos diferentes. Esto quiere decir que sus mandatos y prohibiciones, así como la protección a los derechos de sus miembros sea eventual y nadie pueda esperar razonablemente que si les son violados el Estado acuda para ejercer alguna forma de compensación.

No se logra, ni por la vía de los consensos y de la integración de los sujetos en el demos, ni por la vía de la aplicación de la violencia legítima, pacificar la sociedad y estatalizar la guerra, condiciones sin las cuales no existe un Estado que pueda llamarse soberano; esto significa que en Colombia el Estado no cuenta con la autoridad necesaria para garantizar razonablemente la vigencia del orden constitucional y legal en todo el territorio y para que sus mandatos y prohibiciones tengan eco en el conjunto de la sociedad (12).

Los estados de guerra, ocurren o se manifiestan cuando el pueblo de la nación no ha sido pacificado y desarmado (13); cuando el Estado, en tanto que representante de la nación, no ha logrado constituirse en principio de orden y organización, aceptado y /o impuesto a un conjunto de población desposeído de los recursos de la fuerza (pacificado); cuando no se han consolidado de manera razonable los monopolios que definen al Estado Moderno: el de las armas, el de los tributos, el de la cultura y el del dominio territorial. Predominando en contrario, la voluntad de disputar con las armas en la mano el dominio del Estado, o la de resistir, con las armas en la mano también, sus intentos de control dominación; lo que pone de manifiesto que no se acepta otro poder que el propio y que se mantiene viva la posibilidad de agrupar al pueblo de la nación en bandos, capaces de matar y de morir (14).

Los estados de guerra cuasipermanentes y su correlato, la disputa de soberanías, produce un mapa de Colombia muy diferente al que nos muestra la división político-administrativa del país, en lugar de departamentos y municipios lo que se advierte son unas territorialidades relativamente integradas y medianamente sujetas a la autoridad pública, no exentas por ello de incursiones armadas y acciones violentas; y otras territorialidades bélicas, donde predominan otros poderes, otros referentes político-militares y otros ordenes alternativos de hecho con pretensión soberana (15).

Implicaciones sobre las regiones y los territorios

Si las regiones y los territorios son históricamente determinados, socialmente construidos (16), económicamente apropiados, políticamente representados y simbólicamente significados, entonces son el resultado, siempre inacabado, siempre en construcción, de procesos históricos, culturales, simbólicos, económicos, político-sociales y también bélicos y violentos. Esto quiere decir que las regiones tienen una existencia real y el conflicto y la violencia que sufren no solo está relacionada con su devenir particular (con las maneras como se despliega espacialmente el estado de guerra) sino que el conflicto y la violencia pueden ser ejes estructurantes de su configuración.

Los estados de guerra tienen incidencia, también, sobre la conformación de las regiones, sobre su definición territorial, sobre la demarcación de fronteras implícitas que demarcan el adentro y afuera, así como en la construcción de mentalidades y sentidos comunes que proveen los elementos constitutivos de la identidad y la pertenencia regional.

Además, cabría señalar que las regiones y los territorios son convertidos en ámbitos de despliegue de la guerra y por lo tanto sus rasgos y características físicas, geográficas, sociales y económicas entran en la definición de estrategias y tácticas de los actores armados, para quienes la región y sus componentes pasan a constituirse en datos fácticos y escuetos; en signos y símbolos de una gramática bélica puesta al servicio de objetivos esencialmente militares.

Esto significa que los actores armados tienen una lectura de la complejidad regional determinada por los requerimientos propios del devenir de la guerra; en términos de zonas para descanso y refugio, ataque, movilidad, abastecimientos, reclutamientos, protección y ventajas comparativas frente al enemigo; estos requerimientos bélicos terminan por cambiarle el sentido a los elementos constitutivos de la región, dejan de ser lo que eran para convertirse en signos de un alfabeto y una gramática cuya lógica es esencialmente militar.

De esta manera, la geografía (un río, un cerro inaccesible, un cañón que comunica con varios puntos); la economía (recursos naturales, infraestructura pública, desarrollos privados, macro - proyectos del Estado, economías ilegales); lo social (poblaciones afectas o desafectas a los actores armados, tradición de rebeldía y exclusión); lo institucional (presencia y reconocimiento de los entes estatales), entre otros, entran como simples datos que pierden así su sentido original, su significación tradicional, para inscribirse en otra lógica que los resignifica, les otorga otros sentidos y contenidos y pasan a ser vistos únicamente como recursos a utilizar o desventajas a superar; es decir, en armas para lograr objetivos esencialmente militares, dando paso a una suerte de geopolítica nacionalitaria que redefine y reestructura los contornos, las fronteras y los contenidos de las regiones históricas (17).

Las regiones y los territorios son también escenarios de la guerra que ofrecen ventajas, posibilidades o riesgos a la luz de las dinámicas y las gramáticas de la guerra misma; desde esta perspectiva, el accionar de los armados en territorios determinados, no estaría determinado únicamente por los trasfondos conflictivos de larga data sino por decisiones bélicas que obedecen a la lógica militar de defensa-ataque, lógicas bélicas que van separando el conflicto armado de las causas que lo propiciaron y de las razones morales que lo han justificado; hasta alcanzar, la guerra, una relativa autonomía que va creando las condiciones de su reproducción y ampliación (18).

Como es evidente, esta expresión territorial no es homogénea ni coincidente; por el contrario, su expresión es desigual y discontinua; por lo general, se presentan regiones y territorios relativamente pacíficos que coexisten con zonas particularmente violentas, cambiándose el panorama regional del conflicto de una coyuntura a otra; quizá por esto, lo que ocurre en una región difícilmente repercute en otra; lo que sucede en el mundo rural y pueblerino de las periferias tiene escaso eco en las grandes ciudades y en las capitales; lo que acontece en una región no puede equipararse con lo que sucede en otra, así los actores del conflicto sean los mismos. La Nación Colombiana aparece así, como un archipiélago cuyos elementos constitutivos estarían desigualmente afectados por el conflicto armado (19).

Implicaciones sobre los "pueblos regionales" y las colectividades

En lo que tiene que ver con los pueblos o colectivos sociales, afectados directa o indirectamente por el conflicto, los estados de guerra cuasipermanentes se despliegan y se desdoblan en ejes más concretos y particulares: el de acomodamiento-invisibilización; el de refugio (desplazamiento)-resistencia; el de confrontación-insurgencia y el de contrainsurgencia bajo sus dos modalidades: la pública legal y la privada ilegal. Se trata de formas de respuesta social o individual asumidas por los actores sociales frente al drama de la guerra que los cruza, y dada la pervivencia histórica del estado de guerra, los colectivos sociales han creado ciertas destrezas, ciertos aprendizajes para afrontar situaciones límite (20)

El estado de guerra y los ejes en los cuales se despliega y particulariza, tiene una incidencia mayor de lo aceptado en la configuración del tejido social, en los sentidos de identidad y pertenencia, en las maneras de vivir las diferencias y las exclusiones, y se manifiestan también, en las prácticas sociales, en las cosmovisiones de las personas afectadas, directa o indirectamente, en los aprendizajes y los aprestamientos para afrontar las situaciones que trae consigo un conflicto prolongado que de diferente manera ha afectado a varias generaciones de una misma región y /o de una misma familia.

Las implicaciones de la guerra que escenifican guerrillas, paramilitares y militares, al recaer también sobre el corpus de los pueblos regionales, recae sobre el conjunto de intermediarios políticos, o sea, aquellos sujetos que tienen alguna representatividad local o regional, pues, además del territorio, la disputa es también por los pobladores del entorno, por la dirigencia de las organizaciones cívicas y comunitarias, por los líderes locales, por las burocracias situadas en esos lugares, por los espacios de acuerdo y micro-negociación, es la lucha por el control de las localidades y los conjuntos sociales que hubiesen estado en manos del enemigo, pero también, de aquellas que pueden tener un valor geopolítico o estratégico militar

Es precisamente esta competencia de soberanías y la virtualidad de los derechos de todos, lo que conduce a grandes grupos de población, sobre todo a la de aquellas regiones en disputa o con un conflicto armado más agudo, a una condición de "liminalidad"; esto quiere decir que viven en los márgenes, en los bordes de los órdenes colectivos, porque sobre sus vidas gravitan varios órdenes en permanente disputa y enfrentamiento, lo que les dificulta la posesión de un sentido de orden colectivo y unificado induciéndolos a la desconfianza como recurso de supervivencia; porque sienten que los motivos del conflicto que los afecta no tienen que ver, en principio, con lo que son, lo que hacen o lo que piensan y porque nadie parece tener que responsabilizarse por su situación y quedan a la deriva y al albur de los acontecimientos del conflicto armado.

La condición de liminalidad, induce a los residentes de las territorialidades bélicas al éxodo y la diáspora o al acomodamiento, haciéndose poco visibles y renunciando al mundo público, o a brindarle apoyo a alguno de los actores confrontados empuñando las armas si es preciso.

Reinvención de Identidades y lucha por el reconocimiento del derecho a la Nación y a la Ciudad

En Colombia, el desplazamiento forzado no sucede en razón de la existencia de identidades culturales y políticas preexistentes. Los desplazados en Colombia no constituyen una etnia, una nacionalidad, una comunidad religiosa, un partido, una colectividad política o ideológica y no están definidos por alguna identidad preexistente; por el contrario, el único rasgo que parecen tener en común es su condición de víctimas del conflicto armado; su situación de exclusión y desarraigo, la ausencia de reconocimiento y las heridas morales producidas por el despojo y el olvido; si algo predomina en este creciente grupo social es la heterogeneidad y la diferenciación de sus componentes; miembros de todas las etnias, de todas las culturas, de todas las religiones y las clases, de todas las ideologías conforman el contingente de desplazados por la fuerza y dada la naturaleza del conflicto armado, cualquier persona en cualquier lugar del territorio nacional puede ser una víctima potencial, independientemente de lo que haga o deje de hacer(21)

En situación de desplazamiento, se produce una desactivación de las identidades previas, no importa de qué tipo, tampoco si ellas son fuertes o débiles según parámetros que pudieran clasificarlas de esta manera. Esta desactivación es puesta en marcha cuando el grupo de desplazados es definido por pertenencias imputadas; es decir por una nominación externa a ellos, muchas veces arbitraria y no asociada con lo que ellos son, hacen, piensan, creen o desean sino con las argumentaciones que elaboran los actores del conflicto para justificar sus acciones de desarraigo e intimidación; auxiliadores de la guerrilla o de los paramilitares, informantes del ejército, son las pertenencias virtuales que se les atribuyen con más frecuencia, así esta nominación no tenga ningún asidero en la realidad o que el evento que los desplaza no posea en principio una ligazón muy clara con las guerras públicas y obedezca a criterios esencialmente privados (22).

Las pertenencias imputadas, impuestas por otros y referidas a las exigencias discursivas de la guerra y no a los sentimientos y las voluntades de quienes las sufren, contribuyen a la pérdida de sentido, a la confusión y a la opacidad en la que se mueven irremediablemente los afectados por este drama social. Para los desplazados, no solo es difícil a veces, identificar a su agresor, sino también conocer las razones por las cuales se los cataloga como peligrosos o saber a ciencia cierta de qué se los acusa, porqué se les impone un castigo de extrañamiento y un futuro de pobreza y despojo; no logran identificar un principio de orden en su universo vital que les permita orientar sus acciones y evitar las retaliaciones, lo que incrementa la incertidumbre, la impredecibilidad, la desconfianza y la pérdida de sentido de la vida en común (23).

La desactivación de las identidades previas y su reemplazo por las pertenencias imputadas tiene una clara incidencia en la estigmatización del fenómeno, los desplazados pasan de ser afectados por la guerra a hacer parte de la misma, actores de su propio destino y por lo tanto responsables de su situación actual; desde esta nueva pertenencia imputada los mira, los juzga y los discrimina la sociedad mayor, con todas las consecuencias políticas, económicas y sociales que de allí se derivan (24)

No obstante todo lo anterior, la situación límite a la que se ven abocados con la expulsión de sus territorios, genera el entramado de una suerte común, de una historia colectivamente vivida, similares despojos, pérdidas y desarraigos, heridas morales surgidas del sentimiento de exclusión y ausencia de reconocimiento y es precisamente en ese nuevo entramado socio-moral, donde los desplazados pueden encontrar elementos de auto-conocimiento y re-conocimiento que les provea de nuevas identidades desde las cuales articular orgánicamente sus demandas de estabilización socioeconómica, reconocimiento social, inclusión política y reparación moral y sobre todo inclusión en el "demos" y el reconocimiento como sujetos de pleno derecho tanto en la comunidad nacional como en la ciudadana.

El reconocimiento del derecho a la Nación y a la Ciudad

La lucha por el reconocimiento, nos confirma Axel Honneth (25), devela la gramática moral de los conflictos sociales: los procesos históricos, las luchas sociales, no aparecen como simples acontecimientos sino como etapas de un proceso de formación conflictivo que se suceden dentro de una ampliación paulatina, llena de conflictos, de las relaciones de reconocimiento. Los conflictos sociales de diverso tipo, las luchas particulares, adquieren significado por su contribución positiva o negativa en la realización de formas de reconocimiento económico, social, político, cultural. Se trata de una relación de reconocimiento jurídico que paulatinamente se amplía en cuanto a su contenido material, para que el sujeto de derecho encuentre confirmación como socio del contrato.

El ciudadano es un sujeto directamente concernido por unas expectativas morales respecto a la sociedad. Estas expectativas morales de cada individuo, suelen vivirse como experiencias de incumplimiento produciendo heridas morales. Por esto, los objetivos individuales están abiertos a una generalización social, en la perspectiva normativa de tener una plena calidad de socio dentro de la comunidad política.

Así sucede en el proceso práctico en que las experiencias individuales de menosprecio pueden llegar a sentirse como vivencias-clave de todo un grupo. Aparecen, entonces, los motivos de acción, las exigencias colectivas de una ampliación de las relaciones de reconocimiento. Garantizar a los individuos su plena calidad de socio dentro de la comunidad política tiene dos efectos fundamentales relacionados con la forma como se cuenta con las expectativas de obediencia por parte del ordenamiento jurídico vigente. Las expectativas de obediencia al Estado de Derecho, sólo pueden cumplirse cuando éste crea condiciones para la ampliación de las relaciones de reconocimiento. El mutuo reconocimiento entre Estado y ciudadanos debe ser interpretado desde el recíproco reconocimiento en las relaciones de derecho.

Las luchas por el reconocimiento, se basan en experiencias morales que afectan la autoestima, el autorespeto y la autovaloración. Los sentimientos de injusticia derivados de las expectativas normativas defraudadas por parte de la sociedad: sensaciones de menosprecio, sentimientos de injusticia, invisibilización social, deshonra, rabias por la desposesión de derechos y otros; motivan la lucha por las condiciones intersubjetivas de la integridad personal, la dignidad humana y la justicia social. En este punto radica, en especial, la posibilidad de la lucha por el reconocimiento del derecho a la Ciudad y a la Nación.

Lo que el desplazamiento forzado pone en cuestión es la condición humana, la relación existente entre la idea de la dignidad con los derechos y la solidaridad. Exaltar el punto de vista jurídico y normativo que sustenta la autonomía moral y política, pero al tiempo, abrir un lugar importante para los derechos económicos, sociales y culturales, para integrar la lucha por reducir las desigualdades con la lucha para afianzar las diversidades culturales, mientras se avanza en procesos de inclusión política. Se hablaría así, de una actitud y una práctica de respeto y solidaridad.

Es en este contexto ético y político donde se pueden definir los campos de las reparaciones y las compensaciones que los gobiernos, los actores responsables y los colectivos sociales deben asumir para con todos los afectados por este desastre humanitario de cuya resolución favorable depende al mismo tiempo la posibilidad de construir la paz y fundar sobre bases más firmes el desarrollo democrático.

Siguiendo el itinerario de las pérdidas sufridas por los desplazados, de acuerdo con las indicaciones de Hanna Arentd, tendrían que considerarse los siguientes puntos: la atención de emergencia a las víctimas solo constituye el primer paso en el largo camino de las reparaciones y resarcimientos debidos a quienes han sufrido éxodos forzados y desarraigos; es absolutamente necesaria e imprescindible y debe realizarse de manera oportuna y eficiente con un profundo respeto por los afectados, sin lastimar su dignidad o lesionar alguno de sus derechos como ocurre muchas veces con la indiferencia de los gobiernos, la hostilidad de sus conciudadanos y el maltrato de la prensa sobre todo en aquellas ocasiones en las cuales los afectados se ven abocados a acciones disruptivas para reclamar una atención a la cual tiene pleno derecho.

La pérdida del hogar patriótico, de los espacios de residencia y trabajo, de las propiedades y las pertenencias abandonadas, exige una reposición material y una mitigación para su situación de desamparo; se requiere entonces, la estabilización socio-económica en el lugar escogido por el desplazado de manera autónoma, libre de presiones para un retorno sin garantías, haciendo realidad el derecho a la libre movilización por el territorio de su nación y el derecho a la ciudad o a encontrar, como dice Hanna Arendt, un nuevo lugar sobre la tierra.

Sus heridas morales, sus pérdidas afectivas y sus desarraigos, demandan el reconocimiento social, que amerita su dignidad como persona lesionada por los sufrimientos, las humillaciones y los vejámenes de que fue víctima; el reconocimiento implica devolverles el respeto al que tiene derecho y el sentido de pertenecer a un colectivo nacional y regional del cual ellos son parte importante; con el desplazamiento forzado se produce como diría Axel Honneth -la afectación de la propia idea de si mismo o el autorespeto pero también la valoración del conjunto social sobre su persona lo que induce a la victima a pensar que él no tiene ningún significado para la sociedad en la cual habita y que es superfluo o liminal. El reconocimiento social es la condición para la construcción de identidades sociales desde las cuales demandar su inclusión en el demos o corpus político de la nación.

Esta condición de liminalidad que prefigura el desplazamiento forzado, unida a la pérdida de protección de sus propios gobiernos y a la copresencia de varios órdenes políticos con sus respectivas exigencias normativas constituyen una negación en la práctica de la ciudadanía y de la nacionalidad; de allí que se demande la inclusión política, la pertenencia al demos el derecho a tener derechos, a reclamar protección del estado y a vivir dentro del redil de la ley, así como de participar en la vida pública; es desde la condición ciudadana desde donde se pueden demandar los demás derechos conculcados.

La reparación moral esuna consecuencia lógica de las pérdidas y los resarcimientos anteriormente descritos; la estabilización económica, el reconocimiento social y la inclusión política no son suficientes, es necesario repara los daños morales causados lo que demanda al menos el esclarecimiento de las responsabilidades individuales o de grupo de aquellos actores, armados o desarmados, involucrados en los eventos que propiciaron los éxodos forzados; inscribir en la historia de los pueblos y las comunidades locales afectadas la memoria de esa gran vergüenza nacional; construir un sentido histórico colectivo que les permita a los afectados interpretar su drama personal y familiar en contextos explicativos más globales y generales ; es necesario guardar en la memoria de la nación y preservar del olvido individual y colectivo, los acontecimientos trágicos que entraña para el país y para los individuos las situaciones vividas de aquellos que tuvieron que afrontar los éxodos forzados por el conflicto armado.

Migrantes y desplazados en las ciudades: hacia una gramática moral de la política

La gramática moral de la política, constatable en los márgenes de la sociedad, expresan un conflicto moral, social y político, directamente conectado con exclusiones materiales (agudización de las condiciones de empobrecimiento), simbólicas (profundización de las condiciones que generan estigmas culturales y heridas morales), y con discriminaciones políticas (desposesión generalizada de derechos). Es acogiendo este planteamiento como interpretamos que los actos cotidianos de las gentes del común, son lugares privilegiados para saber cómo se las han arreglado para reivindicar sus derechos, para conocer las más diversas estrategias mediante las cuales han conquistado nuevos lugares en las ciudades a donde están siendo expulsados, más recurrentemente, amplios contingentes de la población colombiana desde mediados de la década de 1980.

Volver la mirada a la heterogeneidad, a la diversidad, es también volver a mirar hacia aquellos lugares de frontera, hacia la vida cotidiana, cargada siempre de nuevas reivindicaciones y luchas, de nuevos actores y estrategias que se entremezclan con otros para crear una mixtura particular entre lo viejo y lo nuevo, entre lo tradicional y lo moderno (26). Es necesario visibilizar estos sectores y reconocerlos como una energía social, portadores de unos aprendizajes ciudadanos, donde las formas de vida y actuación modernas no nieguen y más bien mantengan relaciones de acoplamiento y complementariedad con las formas de vida y organización tradicionales y postmodernas. Al fin y al cabo son sujetos de la modernidad que van elaborando, ampliando y exigiendo sus reivindicaciones, mediante luchas por el reconocimiento, forjando una nueva gramática del ejercicio ciudadano.

A pesar de la desposesión de derechos y de las heridas morales, el desplazamiento es una experiencia cargada de significados para aquellos que son forzados a dejar el campo y llegados a la ciudad, toman la decisión de quedarse en ella (27). Contrario a las visiones que sólo ven en este fenómeno una fuente de descomposición y desestructuración, los desplazados y los migrantes son claves fundamentales en la construcción de las ciudades. A través del desplazamiento es posible palpar como surgen nuevos sujetos que ponen en evidencia la existencia de la diferencia y la heterogeneidad. Sujetos en tránsito a pobladores urbanos, portadores de habilidades y destrezas y con capacidad para nuevos aprendizajes de la modernidad urbana. Ellos viene a manifestarse en sus posibilidades para producir o, mejor, coproducir procesos de urbanización; economías informales; culturas populares y organizaciones comunitarias de diverso tipo.

Al azar de los encuentros, de los viajes, de las catástrofes, de los miedos, de las presiones, de los bombardeos y órdenes de desalojo, la ciudad hace posible que las poblaciones y por tanto las culturas -aisladas hasta entonces- entren en contacto; integran entonces unos segmentos de culturas extrañas, sin necesidad de transformarse de arriba abajo. Las culturas no son sistemas en el sentido estricto sino conglomerados de fragmentos de origen diverso (28).

Si bien es cierto que la ciudad que recibe al desplazado no se transforma inmediatamente por su sola presencia, él mismo, su familia y su grupo local se convierten en sujetos que experimentan cambios de diversa índole: en las orientaciones de valor, en los patrones conductuales e intelectuales y en los estilos culturales. De cualquier forma son esfuerzos de transformación que suponen a la vez continuidad y discontinuidad, participación en una sociedad nueva y preservación de una identidad cultural. Así, pues, debería hablarse menos de encuentro entre culturas y más de historias de individuos que pasan de una situación a otra y que reciben de varias sociedades y de varias culturas los elementos con que se formará su personalidad. Todas estas ideas van en contravía del lamento culturalista y conservadurista del desarraigo. Así lo expresa Todorov (29):

En contra de la metáfora tendenciosa del arraigamiento y del desarraigo, diremos que el hombre no es un árbol, y que éste es su privilegio. Plutarco enseñaba: el hombre no es una planta, hecha para permanecer inmóvil y que tenga sus raíces fijadas en el suelo donde ha nacido.

Los microclimas culturales creados por los migrantes, al contrario de ser un inconveniente, se revelan como instrumentos adaptativos de la máxima eficacia para la modernización urbana. Los usos modernos de la tradición, recuerda Manuel Delgado, se refieren por ejemplo a: sentimientos de diferenciación que son estrategias de adaptación a la complejidad y opacidad de las macrosociedades urbanas; cierta lealtad a formas de sociabilidad y pautas culturales -reformulables de múltiples maneras- permiten a los migrantes controlar mejor las nuevas situaciones a las que tienen que adaptarse.

Con estos planteamientos, se puede poner una cortapisa a aquella idea de que los desplazados llegan a desestructurar los referentes de identidad que se supone eran los que otorgaban coherencia y armonía a la ciudad. El campo y la ciudad no son polos adversarios, portadores de referentes antagónicos entre la tradición y la modernidad, entre el arraigo al terruño y el desarraigo total en la ciudad. Cuando lo que se produce es la proliferación de expresiones, relatos, saberes, sentires, temporalidades de la tradición (del país rural) coexistiendo y entretejiéndose con las expresiones, espacios y tiempos de la urbanización moderna. El ser urbano de nuestras ciudades no ha acabado de definirse y por ellas transitan pobladores en plena metamorfosis entre el pueblo ruralizado, el arrabal al que cantaban los tangos, el barrio de la ciudad industrial y el nómada de la ciudad global (30).

Aquí también es posible poner en entredicho aquellas visiones que sólo ven en los desplazados individuos desvalidos y damnificados. Muy por el contrario, desde el momento mismo de ser expulsados, los desplazados experimentan cambios y profundas transformaciones subjetivas -desgarradoras siempre- que los empiezan a configurar como pobladores urbanos, imprimiéndole nuevas dinámicas a la ciudad en su permanente lucha y negociación por hacerse un lugar en ella, por incluirse, también como ciudadanos.

Puestos en la ciudad, la conquista y la inserción en ella como objetivo, como fin, pone de presente que el desplazamiento forzado acrisola cultural y políticamente a las urbes. El desplazado que se exilia en la ciudad, hace parte de ella en el momento en que toma la decisión de quedarse. Sin embargo, esa decisión del sujeto no implica un reconocimiento inmediato por parte de la ciudad y la sociedad de llegada, pues ellas se abrogan el derecho de inspeccionar y dictaminar sobre aquellos pocos a quienes dice reconocer como factor de enriquecimiento y desconoce a los demás, los más, por ser factor de descomposición. Se produce un proceso de inclusión-exclusión, un forcejeo en medio del cual se determina quienes tienen derechos y quienes quedan por fuera de esta categoría, desde un horizonte normativo y jurídico.

Se trata de unos saberes y unas destrezas sustentadas en la lógica de la oportunidad, en las artes del hacer y en la utilización creativa de los escasos recursos con que cuentan, a partir de las cuales los desplazados reconfiguran las ciudades. Con su esfuerzo puesto en común, invaden o adquieren lotes piratas y autoconstruyen viviendas y urbanizaciones, legalizan predios, ayudan a construir acueducto, alcantarillado, vías, escuelas, puestos de salud, parroquias. Con estrategias de supervivencia, actividades económicas informales y en algunos casos buscando trabajo en el sector moderno forjan economías morales y estrategias de mercado; crean variados lugares de encuentro, formas de sociabilidad y organizaciones que combinan con fiestas, celebraciones religiosas, civiles inscritas en relaciones de vecindad o compadrazgo, que en muchas ocasiones le devuelven vigencia a formas y estrategias de supervivencia tradicionales que fueron construidas en el mudo rural. (31)

Esta experiencia cultural es variable y contradictoria: tiene que ver con los modos de organizarse para enfrentar la vida, con las marcas fundacionales ligadas a la conquista y fundación de un territorio, a la defensa del asentamiento y a la lucha permanente para incluirlo en la ciudad; tiene que ver además con significados de historias colectivas de ayuda mutua, solidaridad y asociacionismo. Se configura de esa manera un poblador urbano portador de una miríada de posiciones sociales, roles y funciones, que en medio de los conflictos, las negociaciones y las mutuas adaptaciones los lleva a estar vinculados y escindidos a la vez de la ciudad. Es decir, los nuevos extraños se transforman a sí mismos y se adaptan innovativamente a la modernización en la misma medida en que la confrontan. Se convierten en colonizadores-colonizados de la ciudad, no es ni en contra ni a favor de la modernización sino por su intermedio que ellos producen estos cambios.

De esta manera, podrá entenderse porqué las ciudades colombianas están asistiendo a nuevos procesos de colonización urbana. Los desplazados de la década de 1990, en su lucha por el derecho a la ciudad, están actualizando las viejas estrategias de infrareconocimiento, estigmatización y señalamiento, ejercidas desde esa especie de violencia simbólica oficial, encarnada por el propio Estado y por las representaciones que desde el sentido común se están construyendo. Pero también están construyendo nuevas gramáticas del ejercicio de ciudadanía. Así se pone en evidencia cuando la ciudad deja de ser espacio de unos privilegiados para convertirse en objeto de disputa por el derecho a la ciudad por parte de los nuevos colonizadores urbanos.

Podrá entenderse, también, porqué las recientes disputas por el derecho a estar en la ciudad de esa gran variedad de sujetos portadores de las más disímiles identidades previas, mezcla social que producen los desplazados, está siendo interpretada como el derrumbe de la ciudad normalizada, de una ciudad planificada que quiere lanzarse a la conquista estratégica de su futuro pero sin contar con las nuevas realidades que el desplazamiento pone en evidencia. En el transfondo de esa nueva mezcla de ciudadanos, se está gestando un ambiente de hostilidades, en, primer lugar, entre desplazados y gobierno local, enmarcada en la imagen construida desde el Estado que los identifica y señala como violentos y disruptores del orden y en la lucha permanente de los desplazados por insertarse en las tramas socioculturales, económicas y políticas que proporciona la ciudad. En segundo lugar, entre nuevos y viejos pobladores populares, en tanto se generan sentimientos de desconfianza y competencia por el control territorial, pero también activa relaciones de solidaridad y de conciencia de historias de estigmatización y desposesión de derecho compartidas.

Estos procesos de negociación de la copresencia de los desplazados en la ciudad,generan una suerte de tensiones y conflictos que podrán verse con más claridad en lo que sigue:

La inserción de los desplazados en la ciudad en calidad de pobres absolutos, está produciendo una suerte de expansión, ampliación y densificación de la ciudad hacia su periferia, se están instalando en lo que se ha llamado la "periferia de la periferia". Llegan para sumar exclusiones de nuevo cuño a las que venían operando desde décadas anteriores y aún no habían sido saldadas por el Estado ni por la sociedad en su conjunto.

Los desplazados traen consigo su biografía, marcada por las características socioculturales de la comunidad de procedencia, el rol social que habían cumplido en ella y unas destrezas sociales y culturales. Traen también entre sus valijas, las historias de violencia y las marcas propinadas por los actores y motivos que los hizo abandonar su terruño. Es todo esto lo que les permite construir y reconstruir relaciones de vecindad pero también conflictos, y es lo que va a marcar definitivamente la manera de ser y habitar los nuevos territorios, los barrios de llegada. Lo que los desplazados han venido a anunciar y a confirmar es la gran heterogeneidad que marca y ha marcado a la ciudad, siempre construida desde los "pedazos" de región que los desplazados de otras décadas, los migrantes económicos y los destechados intraurbanos, le han aportado a las urbes de hoy. Formas de nombrar, de relacionarse, técnicas para construir sus casas, pautas de crianza, dietas alimentarias y estrategias de expresión de las más diversas procedencias regionales, se ponen en escena en las ciudades, donde empiezan los forcejeos, tensiones y negociaciones para hacer posible la copresencia en medio de la diferencia. "Los deplazados (...) dejan huellas y van aportando nuevos elementos; pues además de la historia de violencia, se trae una cultura que se expresa y se suma a las otras haciendo heterogéneo y, aún más complejo, el espacio sociorelacional, pues en el convergen duelos, esperanzas, proyectos de vida e identidades regionales diversas"(32)

Las imágenes y representaciones del desplazado oscilan entre el desplazado damnificado y el desplazado bandido. La primera representación activa sentimientos de conmiseración y condolencia que se expresa en la limosna y la compra de dulces en los buses y semáforos; pero también activa las solidaridades vecinales y hasta familiares durante los primeros meses mientras se insertan en las tramas de la ciudad, a fin de garantizar por esa vía elementos fundamentales para la subsistencia: comida, vestido, techo.

La representación del desplazado bandido, parte de la idea generalizada y el lugar común según el cual si alguien es amenazado y tiene que dejarlo todo, por algo será, alguna deuda sin saldar tendrá. Los desplazados son vistos entonces, no como víctimas de la guerra sino como actores del conflicto armado que están involucrados con cualquiera de los bandos. Se generaliza la idea de que no son personas de fiar, son asociados con delincuentes y su llegada al barrio es percibida como fuente de inseguridad. Estos "(...) Opinan que detrás de los desplazados vienen los problemas, los asalta el temor de que estos hereden y traigan una historia de enfrentamientos que agudice o reviva los conflictos en el barrio" (33)

Los desplazados de hoy vienen a activar o redimensionar los conflictos políticos y de convivencia barrial que han enfrentado los barrios populares, y que a su vez habían tenido un anclaje en las historias de procedencia pasadas. Barrios marcados por la aparición de fenómenos urbanos como el pandillaje, las milicias y las bandas, se realimentan con las disputas territoriales que grupos armados como la guerrilla y los paramilitares trazan abiertamente sobre la ciudad. Barrios marcados por la ocurrencia de masacres y ajusticiamientos, pero también por un alto índice de inseguridad que ha llevado a la estigmatización de sus habitantes. Hoy como ayer, se trata de escenarios de vida y muerte, de conflictos y negociaciones, de exclusiones e inclusiones y de una gran estigmatización sentida y padecida por sus habitantes" (34)

Los desplazados desencadenan dinámicas sociales marcadas por la desconfianza y la prevención que se creían superadas en los barrios conformados hace 20 o 30 años. La manera sigilosa en que llegan los desplazados, el ocultamiento de las razones por las cuales abandonaron sus tierras, llevan a instaurar aquella idea de que "no se sabe quien es quien". Los conflictos en la convivencia cotidiana que se desencadenan por la heterogeneidad, expresada en las diversas culturas regionales de procedencia, nos muestran, sobretodo en los asentamientos de desplazados, que en ellos no se instaura un comunitarismo homogenizante sino que las diferencias perviven, en medio de las cuales tienen que inventar distintas estrategias para garantizar el control social de quienes allí habitan. Estrategias que van desde la existencia de figuras coordinadoras y dirigentes, hasta las comisiones de vigilancia y el control de algún grupo armado, que permiten resolver los asuntos de la vida privada, los conflictos intrafamiliares y vecinales. Pero hacia afuera, en sus estrategias de lucha por el reconocimiento y la inserción en la ciudad, se presentan como el objetivo común que está por encima de las diferencias culturales y políticas.

La pobreza, la desposesión de derechos, la búsqueda de la inclusión se convierten en estrategias movilizadoras y en argumentos con los que entablan las negociaciones con el Estado y con entidades privadas que tienen como objetivo la población desplazada. Es esto lo que los lleva a establecer alianzas a fin de enfrentar la dureza de la sobrevivencia, realizando obras comunes, reaccionando ante el señalamiento de otros y diseñando estrategias de gestión para acceder a algunos recursos de que dispone el Estado. "A pesar de los obstáculos para la conformación del colectivo, la necesidad, la calamidad y la estigmatización han dado lugar a un sentido de pertenencia, a una identificación y (...) a una diferenciación". El esfuerzo colectivo, la solidaridad y el trabajo mutuo se convierten en claves para la construcción de las identidades barriales. Los desplazados a pesar de ser los `nuevos` en el barrio, no son del todo diferentes, ya que comparten con ellos su condición de migrantes pobres y la situación de anónimos y desconocidos en la ciudad que, anteriormente los hoy establecidos, padecieron" (35)

Esta tensión entre la solidaridad y la resistencia, es reforzada por las amenazas y persecuciones que los actores armados han desplegado en las ciudades contra los desplazados, exacerbando así la posición ambivalente de las comunidades receptoras, demostrando que a pesar de no ver a los desplazados como seres anormales o inferiores, es claro que su presencia impacta la dinámica barrial ya que se suman nuevos temores y desconfianzas a las que siempre los ha acompañado. Asunto que se agrava por el desdén de la administración municipal que sólo ve el retorno como la alternativa al drama del desplazamiento forzado.

Todo lo dicho no hace sino confirmar, como lo hizo la Escuela de Chicago en los años veinte, que la vida urbana alimentada con sus nuevos pobladores, activa memorias (36), pues, ya en la ciudad, su objetivo en torno a lo común es una re-construcción que necesariamente se hace de conflictos, tensiones, transacciones y negociaciones morales, socioculturales y políticas de todo tipo. En los distintos nudos vinculares o esferas de actuación se siguen produciendo transformaciones que expresan y reconstruyen simultáneamente nuevas identidades -que sirven para proteger la extrañidad- y nuevas formas de participación -que apoyan la conquista de la membresía-.

Con todo y lo dicho anteriormente, no sobra resaltar, para terminar, que el desempeñopúblico-social de los pobladores urbanos está relacionado con el significado y la posibilidad de que las formas culturales y sociopolíticas, se constituyan en plataformas múltiples para aprovechar, resistir e influir en la construcción y reconstrucción de la sociedad, pero sobre todo en la consquista del derecho a la Nación y a la Ciudad. Así, entonces, el reconocimiento del mestizaje político y cultural es el gran reto para la Nación y ello se pone en juego, más que nunca, en las ciudades colombianas.
 

Notas

1. Esta ponencia fue elaborada recogiendo algunos apartados de los resultados de investigación: a) Algunas aproximaciones teóricas y metodológicas al desplazamiento forzado de población en Colombia y b) Acercamiento exploratorio al desplazamiento forzado en la ciudad de Medellín. Ambos forman parte del Informe Final: Desplazamiento forzado interno en Colombia. Un estudio de caso: Antioquia y Medellín 1985-1998, presentado por el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia bajo la coordinación de la profesora María Teresa Uribe de Hincapié, para la Conferencia Episcopal Colombiana. Medellín, Abril de 2000.

2. Comisión Andina de Juristas. Panorama de los derechos humanos y del derecho humanitario en Colombia. Informe de avance sobre 1999. Evolución de las políticas públicas para la atención al fenómeno del desplazamiento forzado por la violencia. Bogotá: marzo de 2000, p. 42-50.

3.KORN, David A.  Exodus within borders. An Introduction to the crisis of Internal Displacement. Washington D.C.: Brookings Institution Press, 1998, p. 19-33

4. HAMPTON, Janie. Internally displaced people a Global survey. London: Earthscan publications, 1998.

5. PÉCAULT, Daniel. La perdida de los derechos, del significado de la experiencia y de la inserción social. A propósito de los desplazados en Colombia.  Estudios Políticos nº 14, Medellín: enero-junio. 1999, p. 13-31.

6. Para observar la no simultaneidad del desplazamiento consultar el anexo número 1 Resumen Estadístico. Desplazamiento interno en Colombia. El caso de Antioquia y Medellín 1985-1998. Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia, marzo de 2000, (Mímeo) p. 176-185.

7. URIBE DE H. María Teresa. Las Dinámicas Bélicas en la Colombia de Hoy. In: MONSALVE, Alfonso y DOMÍNGUEZ, Eduardo (Compiladores). Democracia y Paz. Medellín: Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, p 165-180.

8. Amnistía Internacional. En busca de un refugio. Colombia. ¿Qué debemos hacer para seguir viviendo? Los desplazados internos de Colombia desposeídos y exiliados en su propia tierra. Madrid: Octubre de 1997. Ver también: Antioquia -fin de milenio- ¿Terminará la crisis del derecho humanitario? Medellín: Instituto Popular de Capacitación, 1999, p. 36-39

9. Ver anexo nº 1 Resumen Estadístico.Op cit, Caracterización de las víctimas, p. 205-215.

10. HABERMAS, Jürgen. El Estado Nacional Europeo. Sobre el pasado y el futuro de la soberanía y la ciudadanía. La inclusión del otro. Estudios de teoría política. Barcelona, Paidós: 1999, p. 87-91.

11. URIBE DE HINCAPIÉ, María Teresa. Las soberanías en vilo en un contexto de guerra y paz. Estudios Políticos nº 13. Medellín: diciembre 1998, p. 20.

12. Ver: ALONSO ESPINAL, Manuel Alberto y VÉLEZ RENDÓN, Juan Carlos. Guerra, soberanía y órdenes alternos. Estudios Políticos 13, Medellín: Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia, Julio-diciembre de 1998, p. 41-75

13.  Para ampliar sobre este tema, ver: ELÍAS, Norbert. El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. México: Fondo de Cultura Económica, 1989.

14.  Para ampliar sobre el tema, ver: TILLY, Charles. Coerción, capital y los Estados Europeos 990 - 1990. Madrid: Alianza, 1992.

15. Para ver la expresión de las territorialidades bélicas en el mapa político-administrativo del Noroccidente, ver: Anexo sobre mapas de conflicto y desplazamiento en Antioquia. In: Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia. Informe Final de Investigación: Desplazamiento interno en Colombia. Un estudio de caso: Antioquia y Medellín 1985-1998, (Mímeo) marzo de 2000.

16. Para ampliar sobre la dimensión histórica en la constitución de las regiones, ver: URIBE DE HINCAPIÉ María Teresa. La territorialidad de los conflictos y de la violencia en Antioquia. Rrealidad social. tomo I. Medellín: Departamento Administrativo de Planeación. Gobernación de Antioquia. Edinalco, 1990; GONZÁLEZ, Fernán. Aproximaciones a la configuración política de Colombia.  Controversia nº 154. Bogotá: Cinep, 1989.

17. Algunos de estos elementos están enunciados en URIBE DE HINCAPIÉ, María Teresa. Las dinámicas bélicas en la Colombia de hoy. In MONSALVE, Alfonso y DOMÍNGUES, Eduardo (eds.). Democracia y Paz. Medellín: Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, 1999.

18. Ibid.

19. María Teresa Uribe de Hincapié. "Las soberanías en disputa: ¿conflicto de identidades o de derechos?". En: Estudios Políticos No. 15, Medellín, diciembre 1999, pag. 29.

20.  Para ampliar sobre el tema, ver: María Teresa Uribe de Hincapié. "Las soberanías en disputa: ¿conflicto de identidades o conflicto de intereses?. En: Estudios Políticos No. 15, diciembre 1999, pags. 25-45.

21. CODHES. Unicef. Un pais que huye, Op cit, p. 461-473.

22.  Los estigmas frente al desplazamiento aparecen frecuentemente en las amenazas y en las justificaciones "ex post" que elabora la prensa. Entrevistas con desplazados elaboradas para este trabajo. Ver también: Pérez G. Diego. Ayer, desplazados internos; hoy, extranjeros en su propia tierra. Exodo Boletín sobre desplazamiento interno. Septiembre-octubre 1996 No. 3. Bogotá, p. 2.

23.Ibid.

24. Ibid.

25. HONNETH, Axel. La lucha por el reconocimiento. Por una gramática moral de los conflictos sociales. Barcelona, Crítica, 1997.

26. Es en investigaciones como las de Eric J. Hobsbawn y Albert Soboul, y más claramente todavía en las de Edward P. Thompson, donde se hace presente un cambio de perspectiva: la asunción de la dimensión política que atraviesa y sostiene los movimientos de protesta articulando formas de lucha y cultura popular. Véase: Jesús Martín Barbero. "Cultura política de la resistencia popular". De los medios a las mediaciones. Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 1987, p. 124-132.

27. FRANCO, Carlos. Exploraciones en ´otra modernidad´: de la migración a la plebe urbana, Fin de Siglo nº 5, Santiago de Cali: Universidad del Valle, junio de 1993, p. 16-32

28.  DELGADO RUIZ, Manuel. La identidad de los inmigrantes. Etnicidad y usos simbólicos del pacio urbano. Barcelona: Universidad de Barcelona, Institut Catalá d´Antropología, 1996, (mímeo), p. 3.

29.  TODOROV, Tzvetan Las morales de la historia. Barcelona: Paidós, 1993, p 112.

30.  USECHE, Oscar. Coordenadas para trazar un mapa de la violencia urbana en Colombia. Nova & vetera. nº 36 Agosto- septiembre 1999. Bogotá: Instituto de DDHH Guillermo Cano de la ESAP, p. 8.

31.  MONSIVAIS, Carlos. La cultura popular en el ámbito de lo urbano. Comunicación y culturas populares en Latinoamérica. México: 1983. Citado por: Jesús Martín Barbero. Estudios sobre las Culturas Contemporáneas. II Epoca. vol. 3,  nº 5. México:  junio de 1997. p. 94.

32. NUBIA BELLO, Marta y MOSQUERA, Claudia. Desplazados, migrantes y excluidos: actores de las dinámicas urbanas .In: CUBIDES, Fernando y DOMÍNGUEZ, Camilo (Eds). Desplazados, migraciones internas y reestructuraciones territoriales. Santafé de Bogotá: Observatorio Sociopolítico y Cultural, Centro de Estudios Sociales, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia, 1999, p. 456.

33. Ibid. p. 466.

34.  Marta Nubia Bello y Claudia Mosquera, Ibid, p.462.

35. Ibid. p. 66.

36.  La memoria, nos permite conducirnos, ser agentes de la continuidad y de la discontinuidad (Mead, 1929), traer el pasado al presente, reconstruirlo, darle forma y proyectarlo en el futuro, en un proceso sin fin, donde la experiencia, la polifonía, la pluralidad, el constraste e, incluso la contradicción, son sus elementos nutrientes VÁSQUEZ SIXTO, Félix. Vivir con el tiempo en suspenso: notas de trabajo sobre transiciones políticas, memorias e historia, Anthropos nº 177, marzo-abril 1998, p. 71
 

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