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Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XIII, núm. 304, 10 de noviembre de 2009
[Nueva serie de Geo Crítica.
Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

PROCESOS DE GENTRIFICACIÓN EN SEVILLA EN LA COYUNTURA RECIENTE. ANALISIS COMPARADO DE TRES SECTORES HISTORICOS: SAN LUIS-ALAMEDA, TRIANA Y SAN BERNARDO (2000-2006)

Ibán Díaz Parra
Universidad de Sevilla
ibandiaz@us.es

Recibido: 5 de marzo de 2008. Devuelto para revisión: 23 de abril de 2009. Aceptado: 21 de mayo de 2009.

PREMIO ISIDORO DE ANTILLÓN 2008 PARA TRABAJOS DE MÁSTER


Procesos de gentrificación en Sevilla en la coyuntura reciente. Análisis comparado de tres sectores históricos: San Luis-Alameda, Triana y San Bernardo (2000-2006) (Resumen)

En las últimas décadas se ha producido la renovación urbana y la transformación social de muchos centros históricos del Estado, como es el caso del centro histórico de Sevilla. En esta aproximación al proceso de gentrificación en dicha ciudad, se ha optado por analizar tres sectores históricos: San Luís-Alameda, San Bernardo y Triana, observando su transformación física y social en su evol.ución histórica, así como la actualidad del proceso para el periodo 2000-2006 a partir de la información obtenida de diversas fuentes. La investigación incide en la estrecha vinculación entre renovación urbana y gentrificación, la importancia de la cuestión patrimonial y el protagonismo del agente público.

Palabras clave: gentrificación, planeamiento urbano, renovación urbana, especulación, acoso inmobiliario.

Processes of gentrification in Seville in recent times. A comparative analysis of three historic sectors: San Luis-Alameda, Triana y San Bernardo (2000-2006) (Abstract)

In recent decades there has been some urban renewal and social transformation of many historic city centers of the Spanish State, as it is the case of the historic city centre of Seville. In this approach to the process of gentrification in the city of Seville, three areas have been chosen to be analyzed: San Luis-Alameda, San Bernardo and Triana, noticing their physical and social transformation in its history, and the relevance of the process during the period between the years 2000 and 2006, through information gathered from various sources. The investigation affects the study of the close linkage between urban renewal and gentrification, the important issue of historic heritage and the prominence of the public agent.

Keywords: gentrification, urban planning, urban renewal, speculation, mobbing.

Introducción

En la actualidad, la ideología dominante que soporta la intervención urbanística tiende a superar antiguos valores como el énfasis en el crecimiento, el desdén por el patrimonio y el afán desarrollista por la colonización de nuevas áreas que anexionar a la urbe.  En su lugar, en la legislación urbanística y en la mayoría de planes estructurales que se redactan hoy día en España, en la comunidad autónoma andaluza, y en Sevilla, se tiende cada vez más a poner en valor el patrimonio, tanto arquitectónico como etnológico y a aproximarse de forma crítica al crecimiento desaforado de las ciudades, así como a introducir una nueva sensibilidad social en el urbanismo.

Documentos fundamentales como la Ley de Ordenación Urbana de la Comunidad Andaluza del 2002 se plantean como objetivos la mejora de la ciudad existente, la rehabilitación, recalificación y conservación de la ciudad consolidada, frente a la constante expansión de las urbes; la definición de la ciudad histórica y los ensanches y la recuperación de los centros históricos. En este contexto se hace fundamental el estudio de la renovación urbana de los conjuntos históricos y de sus consecuencias socio-económicas, una de las principales la gentrificación, con un protagonismo capital en el urbanismo y la sociedad actuales.

La gentrificación del Centro Histórico de Sevilla es una cuestión que ha saltado a la luz pública durante la última década en repetidas ocasiones. A pesar de que el concepto sea escasamente utilizado y los conocimientos sobre el mismo sean confusos en mayor o menor medida, la sociedad en general y, por supuesto, los agentes implicados, tienen conocimiento de las transformaciones acaecidas bajo esta denominación. En base a casos concretos de acoso y desalojo de inquilinos, o a los efectos más visibles relacionados con la problemática como el número de viviendas vacías en el Casco Histórico y la degradación del caserío, la sociedad sevillana ha tenido conocimiento de la existencia de estos movimientos de población y capital dentro de la ciudad.

Es sin embargo notable lo confuso del conocimiento de estos procesos, ampliamente estudiados en otros ámbitos, especialmente en el mundo anglosajón; y la recurrente identificación con la “especulación inmobiliaria”, que forma sin duda parte del mismo, pero que dista de ser su aspecto fundamental. Para la aparición de un debate serio y necesario sobre esta problemática con consecuencias dramáticas para algunos sectores de la población y la adopción de medidas, es necesario profundizar en el conocimiento del proceso, aclarar las causas y las consecuencias del mismo y encontrar fuentes de datos que permitan determinar aspectos como la intensidad o la fase del proceso en un momento y lugar dados.

La presente investigación es parte de un proyecto más amplio que tendría por objetivo el análisis de este tipo de procesos durante todo el periodo de aplicación del Plan General de Ordenación Urbana de Sevilla de 1987. Esta primera aproximación se centra en la coyuntura económica alcista reciente del mercado inmobiliario, un periodo de elevada revalorización de los precios del suelo y grandes inversiones en el mercado inmobiliario, tras el periodo de recuperación de los últimos años noventa. Se cubre de esta forma el apogeo del mercado inmobiliario en el Estado hasta el inicio de su desaceleración en el 2006. No se pretende aquí hacer un recorrido histórico por todo el proceso de gentrificación en la ciudad, sino mostrar su actualidad.

En este trabajo se analizarán tres ámbitos del Conjunto Histórico de Sevilla: el sector San Luis-Alameda, situado al noreste del Distrito Casco Antiguo, el arrabal de Triana y el arrabal de San Bernardo. La  comparación del proceso en estos ámbitos, con sus diferencias y similitudes, ayudará a conseguir los objetivos de este trabajo. La elección de estos ámbitos para el análisis comparado quedará suficientemente justificada en el desarrollo de este estudio.

El objetivo principal de este trabajo es demostrar que estas áreas, siendo en el pasado zonas degradadas social y urbanísticamente, se han consolidado como zonas residenciales para grupos de elevado estatus social durante el periodo 2000-2006, existiendo además en el sector San Luis-Alameda un agudo proceso de terciarización. Todo esto se hará, comparando los tiempos, las estrategias desarrolladas y el grado de transformación alcanzado en cada ámbito de estudio.

De entre los agentes implicados se ha prestado la mayor atención al agente público, teniendo por objetivo el definir y delimitar la importancia de la vol.untad política y la intervención pública para el desarrollo del proceso.

El desarrollo de la gentrificación en Sevilla

Durante las últimas décadas se ha producido la recuperación de sectores históricos de las ciudades españolas, abandonados en la coyuntura del urbanismo desarrollista, algo necesario pero que no ha estado exento de repercusiones negativas como podrían ser la especulación urbanística, la perdida de patrimonio o el desplazamiento de la población tradicional. Esto ha conllevado que cuanto más exitosas han sido estas recuperaciones, más han socavado la identidad y autenticidad de los sectores objeto de estos procesos, con la consiguiente pérdida del patrimonio urbano, repercusiones sociales negativas para grupos vulnerables vinculados históricamente a estos sectores, e incluso pérdidas de posibles rentas ligadas a esta riqueza patrimonial, identidad y autenticidad.

Sevilla es un buen ejemplo de este tipo de procesos, pudiendo extraer de su estudio un modelo claro del cambio operado dentro del capital inmobiliario y de las políticas públicas, que se han orientado a la recuperación de estos sectores históricos tras décadas de abandono. A su vez, dentro de Sevilla, los ejemplos de los arrabales de Triana y San Bernardo y el sector noreste del Distrito Casco Antiguo suponen casos verdaderamente paradigmáticos de este tipo de transformaciones.

Los sectores históricos de Sevilla, Triana, San Bernardo y San Luis-Alameda han sufrido un cambio en su composición social que se ajusta a las características y las etapas de un proceso de gentrificación. Se han desencadenado o acelerado procesos de especulación con el suelo que han llevado a una dinámica de declaraciones de ruina, desalojos y nuevas construcciones, fomentando y acelerando el proceso de expulsión de las clases bajas de la zona y la entrada de población con un mayor poder adquisitivo, así como la pérdida del patrimonio de estas barriadas. Asimismo, en el caso concreto de la Alameda de Hércules, el proceso de cambio social ha venido acompañado de una potenciación de la actividad terciaria.

El proceso de gentrificación no es un proceso homogéneo y no sigue un modelo rígido. En cada caso este tipo de procesos se adaptan al contexto legal vigente, al grado de intervención de la administración, a las necesidades del capital privado en una determinada coyuntura, etc. Con un contexto legal y una coyuntura económica y política común, operan otro tipo de diferencias. Éstas serían los diferentes tiempos en función de las características particulares del espacio gentrificable: históricas, urbanísticas, demográficas o sociales; y la existencia de diferentes elementos particulares que permitieran la generación de rentas, como: la monumentalidad, la existencia de edificios o lugares singulares, etc., que van a determinar la forma de apropiación de estas rentas potenciales, a través de la función residencial, comercial y/o turística. Por lo tanto, se encontrarán diferencias notables respecto de las estrategias, los tiempos y los niveles de transformación para los diferentes sectores.

El detonante principal del proceso ha sido la intervención pública, mediante la ejecución de planes específicos dirigidos a la renovación y recualificación, y/o como consecuencia, las obras públicas de reestructuración urbana que han afectado a la centralidad del ámbito de estudio: actuaciones sobre un espacio gentrificable, que en un primer momento se encontraba desvalorizado y degradado social y urbanísticamente.

El objetivo de la intervención pública es la puesta en valor del espacio histórico, aprovechando la nueva centralidad adquirida como consecuencia de la reestructuración de la ciudad con motivo de la exposición universal de 1992. Los barrios objeto de este estudio cuentan con una renta de monopolio proporcionada por su particular riqueza histórico-arquitectónica, por lo que su puesta en valor, se ha realizado en parte a través de la puesta en valor de su patrimonio.

Algunas precisiones metodológicas y sobre las fuentes

Tras la constatación de la existencia de la problemática y la formulación de la hipótesis a partir del marco teórico existente se ha analizado el proceso, en primer lugar, desde el punto de vista de su evol.ución histórica. Una vez ubicados en el marco temporal del periodo 2000-2006, se ha recurrido a diversas fuentes de datos para poder comprobar la evol.ución reciente del proceso y comparar los sectores urbanos del estudio. Este análisis se circunscribe a tres sectores sin continuidad espacial: Triana, San Bernardo y San Luis- Alameda.

El análisis empírico del proceso, topa con la dificultad de la obtención de datos socio-económicos con suficiente nivel de desagregación y homogéneos en un periodo de tiempo suficiente como para permitir un análisis de la evol.ución del proceso. El uso de los Censos de Población y Vivienda del Instituto Nacional de Estadística haría perder al análisis la actualidad que se le ha intentado imprimir. El empobrecimiento de los padrones municipales en lo referente a la recogida de datos socio-laborales, es un hecho patente, a pesar de lo cual se ha recurrido al Padrón Municipal de Sevilla, tomando datos sobre el nivel de estudios y sobre la transformación de la estructura demográfica de los sectores. Las características sociales de la población que se han podido extraer a partir de estos datos, se han complementado con la información sobre las viviendas construidas en la zona en el periodo de estudio a partir de los datos de la Oficina Virtual del Catastro.

Se ha intentado compensar la carencia de datos procedentes de fuentes convencionales, acudiendo a fuentes menos habituales. En este sentido, el establecimiento de dos oficinas de asesoría a inquilinos en 2004, una dependiente de la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Sevilla, la OTAINSA (Oficina Técnica de Asesoramiento a Inquilinos en Situación de Abuso), y otra independiente, la UBAI (Unidad Básica de Asesoramiento al Inquilino), y el acceso a sus archivos, ha permitido obtener datos sobre la población vulnerable y potencialmente amenazada por un desplazamiento no vol.untario. Especialmente fructíferos han sido los datos obtenidos a partir del examen de las actas de la Comisión Ejecutiva de la Gerencia de Urbanismo de Sevilla, que han proporcionado abundante información sobre el proceso de renovación urbana, la concesión de licencias comerciales, declaraciones de ruina y órdenes de desalojo emitidas por la administración.

Gentrificación y renovación urbana

Sobre gentrificación

La palabra gentrificación procede del Inglés gentrification y hace referencia al término gentry. Gentry es referido a una persona de estatus social elevado. Gentrification es un término de uso bastante frecuente en el mundo anglosajón para referirse a determinados procesos de puesta en valor de antiguos sectores urbanos y a las dinámicas de sustitución de población que provocan.

Aunque los procesos de invasión-sucesión fueron investigados  por la Escuela de Chicago en las primeras décadas del siglo XX, el estudio de la revalorización y transformación social de antiguos sectores obreros adquiere verdadero protagonismo en la segunda mitad del siglo pasado, tratándose de procesos de gran importancia en la configuración de la ciudad post-industrial. Aunque la primera referencia del término se atribuye a R. Glass en 1964, a propósito de un estudio sobre Londres (Sargatal, 2000), son muchos los autores que desarrollan el concepto a posteriori.

La gentrificación es un concepto ambiguo y que puede tener varios significados. En este texto lo utilizaremos con el sentido que le dio Glass, en el estudio mencionado, como proceso vinculado a espacios urbanos históricamente de clase obrera, que implica la renovación y mejora del estatus de las viviendas, el desplazamiento de sus ocupantes originales y su sustitución por efectivos de clase media[1].

Pacione, por su parte, delimita la gentrificación a procesos en los que existe un desplazamiento de un grupo de habitantes por la introducción de otro, siendo la población original de clase baja en el momento de la revalorización. Este autor establece así tres fases para el proceso: una fase de abandono por las clases medias-altas, una fase de repoblación por parte de clases bajas y una fase de revitalización económica (Pacione, 1990). De forma similar lo define C. García como “(…) proceso de expulsión de la población originaria y posterior suplantación por otra con un poder adquisitivo mayor”, incidiendo en la necesaria colaboración para que se de este proceso entre la intervención pública y el capital privado (García Vázquez, 2004, p. 71).

Una cuestión a tener en cuenta es la estrecha relación entre renovación urbana y  la gentrificación, que ha quedado patente en un gran número de trabajos empíricos sobre la cuestión. Sirva como ejemplo el caso del Lower East Side de Manhattan, estudiado por Neil Smith (Smith, 1996), o la transformación del centro urbano de la ciudad de Baltimore, analizado por David Harvey (Harvey, 2000). La mejora del entorno físico resulta ser un requisito fundamental para la gentrificación de un área.

La transformación física y la promoción social del sector urbano gentrificado parecen por lo tanto ser las cuestiones esenciales que definen, para la mayoría de los autores, el proceso. No obstante, se puede hacer un mayor o menor énfasis en algunas de sus características. Así, Sargatal afirma como efecto más notorio del proceso la cuestión del desalojo de la población de ingresos bajos del sector gentrificado (Sargatal, 2000), mientras para Caulfield un elemento fundamental de la gentrificación sería el rechazo al modo de vida suburbano (Caulfield, 1994).  Otros autores advierten de la necesidad de relacionar la gentrificación con otros procesos simultáneos como el incremento de la movilidad social, los cambios demográficos y la inmigración (Bourne, 1993).

La complejidad y las numerosas implicaciones de este proceso social son evidentes. Algunos estudiosos han venido a calificarlo como un fenómeno diverso y caótico, difícil de acotar y que puede tomar y ha tomado muchas formas. El barrio obrero puede transformarse en un barrio de clase alta, pero también en un barrio de clase media asociado a colectivos de gran significación cultural, con predominio de elementos de expresión artística, y con locales comerciales donde prima el diseño y el ambiente bohemio. El barrio histórico degradado puede transformarse también en un barrio histórico valorizado enfocando su rehabilitación a su uso como reclamo turístico y como incentivador del sector inmobiliario, de la hostelería y del comercio asociados al turismo. Por otro lado tenemos el caso de la vieja zona industrial obrera que ha quedado anclada en el centro de la ciudad, con actividades productivas marginales y numerosos locales en estado de abandono que pasa a convertirse en zona residencial de clase alta, una vez transformadas las viejas fábricas en lofts. (La variedad de formas que puede tomar el proceso queda patente en Beauregard, 1988).

El debate en torno a la gentrificación. Debate teórico y debate ideológico

Los geógrafos David Ley y Neil Smith se han convertido en los principales referentes para el estudio de la gentrificación desde aproximaciones diferentes y que un principio pueden parecer enfrentadas. David Ley presentó en 1978 el documento "Inner city resurgence units societal context", donde establecía una teoría basada en la demanda. De esta forma, la gentrificación sería consecuencia de la reestructuración económica, socio-cultural y demográfica del espacio urbano (citado en Sargatal, 2000). Los cambios en la estructura económica del capitalismo dan lugar a un nuevo grupo social asalariado auspiciado por el aumento de la importancia del sector servicios y de los trabajadores técnicos y profesionales, con un mayor poder adquisitivo que la tradicional clase obrera. Este sería el sujeto, que podría materializarse en una nueva clase social, que puja por los espacios residenciales céntricos. La tendencia dentro de la investigación que establece David Ley tiene su principal debilidad en la poca importancia que se le da al papel de la oferta y de los promotores. La oferta sería en este caso una consecuencia directa de una demanda preexistente.

Como respuesta a las propuestas de David Ley surge otro enfoque conceptual propuesto por Neil Smith, que publicó en 1979 el artículo "Towards a theory of gentrification: a back to the city movement by capital, not people" en el Journal of the American Planning Association  (citado en Sargatal, 2000). Neil Smith centra su atención en la producción del espacio gentrificable. Actualmente, este autor defiende que el establecimiento de una teoría sobre la gentrificación debe incluir el estudio de la demanda y de la oferta, pero otorga prioridad a la oferta en su explicación, de modo que los factores económicos estructurales son los preponderantes. Los agentes que ejercen como motor de la gentrificación son aquellos con capacidad de influir en el mercado inmobiliario: instituciones de crédito, grandes promotores, etc. El punto central de la teoría de Smith reside en el rent-gap o diferencia potencial de renta obtenible mediante un uso más lucrativo del suelo. Otra de las características de la teoría de la interpretación desde la producción es la función que ejerce la gentrificación como refugio de capitales en ciclos inmobiliarios recesivos, gracias a una dinámica propia relativamente independiente de los ciclos del mercado.

Estos puntos de vista son posibles de conciliar en la medida en que ambos parten de análisis con un marcado carácter materialista, en los que mientras David Ley se centra en los gentrificadores como grupo social (Ley, 1996), Neil Smith se interesa por el papel del proceso a nivel estructural. No obstante, no deja de existir un cierto antagonismo entre ambas visiones en la medida en que, frente a visiones más complacientes del proceso, Smith caracteriza el espacio gentrificado como un producto de una lucha entre grupos sociales. El sujeto de estudio preferente pasa a ser los desposeídos, no estudiándose tanto la relación de las clases medias con la gentrificación, como los efectos de estas prácticas sociales sobre poblaciones vulnerables (Smith, 1996).

En la actualidad la mayor parte de investigaciones pretenden agrupar tratamientos del proceso desde el consumo y desde la producción, de esta forma L. Lees caracteriza el proceso tanto por su relación con ciclos recesivos del mercado inmobiliario, como por los cambios en las preferencias de hábitat de los profesionales y nuevas clases medias (Lees, 2000). La explicación teórica del proceso como refugio de capitales en periodos recesivos también ha sido puesta en cuestión. En  la década de 1990 algunos autores creían que el proceso iría remitiendo en importancia conforme pasara la recesión (es el caso de Bourne, 1993). Más recientemente se ha venido a imponer la idea de que la gentrificación debe ser vista como un proceso independiente de coyunturas concretas (Lees, 2000).

Tan importante como el debate teórico es el debate ideológico sobre estas cuestiones. Como concepto polémico, la gentrificación cuenta con firmes defensores y acérrimos enemigos. Este debate podría interpretarse como una traducción a la comunidad científica de los intereses enfrentados en torno al proceso. Por un lado, una administración pública y un capital inmobiliario claramente interesados en el desarrollo de estos procesos en sus centros urbanos, así como una clase media gentrificadora que prefiere verse a sí misma como “repobladora” o “pionera” antes que como “colonizadora”, en el sentido más negativo de la palabra; por otro lado grupos que se ven desplazados fuera de estas zonas por las dinámicas del mercado y no pocas veces por la intervención de las fuerzas de seguridad del estado (SMITH, N. 1996).

Uno de los autores más críticos con el proceso sería Neil Smith. En su libro The new Urban Frontier  (Smith, 1996) realiza una interesante comparación entre la colonización del Oeste americano y la colonización de los viejos centros urbanos degradados por el capital y los nuevos “pioneros” de clase media. De igual forma que en la conquista del Oeste, los nativos americanos se mimetizaban a los ojos de la ideología colonizadora anglosajona con un medio salvaje que había que civilizar, la clase obrera residente en los centros urbanos se ignora entonces como sujeto, quedando cosificada como parte de un medio ambiente degradado que hay que rehabilitar; obviando los procesos de expulsión como precepto necesario para recualificar el sector desvalorizado y empobrecido. De esta forma el concepto de “frontera” y “pionero” utilizados por la ideología neoliberal que promueve y defiende la gentrificación, sirven según Smith para ocultar un proceso de “conquista”.

Muchos autores coinciden en afirmar que se trata de un efecto que generalmente es considerado como deseable por parte de la administración pública, en base a que en muchos casos el proceso de degradación de la ciudad central parece haberse revertido a través de estas dinámicas de transformación social. Desde un punto de vista liberal, la política urbana debe promover el crecimiento económico en la ciudad central, estimular la migración de los grupos con ingresos altos y mejorar el entorno físico. Desde un punto de vista más social, la política urbana en los centros empobrecidos debería dirigirse a la redistribución de oportunidades y recursos hacia los grupos de bajos ingresos (Bailey y  Robertson, 1997).

Bailey y Robertson hacen una interesante revisión de cómo la política pública hacia los centros empobrecidos en Reino Unido cambió  de signo con la introducción de la ideología neoliberal. En la década de 1970 se imponía una visión negativa de la gentrificación dirigiéndose las políticas públicas a frenar el desplazamiento a través de la construcción de viviendas protegidas states y housing associations. Con Thatcher en el gobierno y con la implantación del modelo neoliberal, el discurso se redirige hacia una visión positiva de los mismos procesos en los que se alude recurrentemente a la responsabilidad individual de los ciudadanos (Bailey y  Robertson, 1997). Un argumento habitualmente utilizado para defender o promover la recualificación de los centros urbanos es la denuncia de la gran concentración de miseria que se había acumulado a lo largo de gran parte del siglo XX en estos sectores. Sin embargo, no se debe pasar por alto que la concentración de pobreza en los centros históricos no debería ser mejor ni peor que la concentración de la pobreza en guetos periféricos.

Geografías de la gentrificación

Uno de los elementos espaciales de la gentrificación en base al cual se pueden hacer unas primeras generalizaciones, es su ubicación en los centros urbanos de las ciudades medias y grandes con un cierto grado de desarrollo. En el mundo anglosajón estaría vinculada al Central Business District y su primer anillo residencial obrero, objeto de una notable degradación y abandono a lo largo del siglo XX fruto de la suburbanización residencial de las clases medias, algo en lo que han insistido numerosos autores (Ley, 1994 o Caulfield, 1994).

Las primeras grandes renovaciones urbanas orientadas a creación de enclaves residenciales y comerciales para las clases medias en centros degradados y poblados por clases humildes, cuando no marginales, se producen en EEUU, comenzando por los centros urbanos de Philadelphia, Pittsburgh, Cincinnati  o Baltimore desde finales de la década de 1970, mientras que en la década siguiente se multiplicaron los locales de ocio, cultura y consumo vinculados a los centros urbanos rehabilitados (García Vázquez, 2004).

En Europa, y en especial para las ciudades mediterráneas, donde la relación entre gentrificación y suburbanización es, como poco, cuestionable, resulta fundamental su asociación a los centros históricos y a las intervenciones recientes sobre los mismos (ver, por ejemplo, Tomé, 2007).

Williams compara los casos de Australia, Gran Bretaña y Estados Unidos, advirtiendo que la gentrificación en el mundo –al menos en el anglosajón- parece un proceso bastante uniforme, dando lugar a medios urbanos estéticamente similares en los centros urbanos de muchas ciudades. No obstante, los mercados de la vivienda en los tres países cuentan con diferencias significativas respecto de la demanda y oferta de vivienda, estructuras institucionales, estructuras salariales, regulación del mercado y organización financiera.

La proporción de propietarios de vivienda entre la clase obrera australiana ha sido mucho mayor que en Gran Bretaña o EEUU, en parte debido a los elevados salarios, y a la menor escasez en la oferta de viviendas. El control de los alquileres y la intervención pública en el mercado de la vivienda con carácter previo a la década de 1980 han sido especialmente importantes en Gran Bretaña, lo que habría influido en el proceso tanto como las políticas posteriores de acceso a la propiedad para la clase obrera mediante la privatización del parque público de viviendas durante el gobierno de Thatcher. Williams destaca a su vez el carácter más clasista y jerárquico de la sociedad británica. Por su parte EEUU destacaría por la elevada proporción de alquileres y el mayor impacto del abandono de la edificación en sus centros urbanos, así como por el enorme peso de la cuestión racial (Williams, 1986, p.58- 59).

El proceso no se circunscribe al mundo anglosajón, García Vázquez afirma como ejemplo representativo el barrio Le Marais en Paris (García Vázquez, 2004), una ciudad occidental emblemática, aunque la caída del muro y la entrada del capitalismo en Europa del Este habrían generado procesos similares en ciudades como Praga (Sykora, 1999) o Berlín Este, en concreto en el barrio Kreuzberg (García Vázquez, 2004). Otra cuestión sería el hecho de que el estudio de la gentrificación se ha centrado predominantemente en las grandes ciudades del mundo desarrollado. Lees sin embargo, sugiere que ésta no solo afecta a las principales ciudades globales, pues también se han comprobado procesos de gentrificación en núcleos de importancia secundaria en sus respectivos contextos nacionales, entre las que cita Vancouver, Manchester o Auckland (Lees, 2000).

El desarrollo geográfico desigual del proceso dentro de una misma ciudad tampoco es ignorado en la bibliografía existente. Bourne percibe una gentrifcación fragmentada que se desarrolla en algunos vecindarios, pero no en todo el centro urbano (Bourne, 1993). En su análisis sobre la gentrificación de Manhattan, Neil Smith describe como el proceso se desarrolla en diferentes tiempos en diferentes sectores, con una gentrificación temprana del Soho en la década de 1970 y con un notable boom en la década de 1980; mientras el Lower East Side, cuya transformación se inicia en la década de 1980, encuentra una resistencia mucho mayor y no se consolida hasta la década siguiente (Smith, 1996).

La gentrificación en la esfera del consumo

Es difícilmente cuestionable la importancia de las diferencias de clase en el desarrollo de este tipo de procesos. El proceso en su interpretación tradicional se percibe como un conflicto entre la clase obrera y las nuevas clases medias y, aunque enfoques más culturales han introducido cuestiones de género o de sexualidad, resulta fundamental para la mayor parte de los estudios la cuestión de la clase y especialmente la conformación de las nuevas clases medias postfordistas. Al mismo tiempo que este sujeto social resulta fundamental para la comprensión del proceso, el propio proceso ha acabado caracterizando y hasta cierto punto suponiendo un elemento fundamental en la conformación de la clase.

Frente a las nuevas clases medias se sitúan los grupos sociales desplazados, a menudo identificados como una clase obrera envejecida. Sin embargo, este sujeto desplazado del viejo barrio de clase obrera, no es ya la propia clase obrera, sino que los procesos de abandono y degradación previa lo han transformado en una mezcla de individuos envejecidos de clase trabajadora, inmigrantes extranjeros, lumpen y jóvenes con bajos ingresos.

El sujeto gentrificador

El gentrificador es el consumidor de la vivienda rehabilitada o de nueva planta que empieza a producirse en un área degradada en proceso de valorización. Este colonizador permite que las empresas promotoras y los intermediarios puedan materializar sus beneficios y con su presencia y su nueva vivienda tiene la misión de cambiar la composición social del barrio (Smith y Williams, 1988).

El sujeto gentrificador ha sido ampliamente tratado en la bibliografía sobre la gentrificación, definido de forma prototípica como un soltero sin niños que asume el riesgo de invertir sus ahorros en un vecindario deteriorado, pero cercano a su trabajo, elementos que según Beauregard componen una especie de tipo ideal weberiano (Beauregard, 1986, p. 37). Este tipo ideal es recogido por Ley como un hogar de clase media habitualmente sin hijos, a menudo solteros, principalmente por debajo de los 35 años de edad, empleado en el sector de servicios avanzados y recibiendo salarios moderados o elevados a pesar de su edad (Ley, 1996, p. 35).

Se ha tendido a identificar la gentrificación con el fenómeno de los young professionals,  jóvenes profesionales que trabajan en los distritos financieros cercanos al centro urbano y que se trasladan a éste incrementando los precios de las viviendas y propiciando la sustitución de población y comercios (García Vázquez, 2004). Lees y muchos otros autores anglosajones prefieren utilizar el término nuevas clases medias (Lees, 2000). En la cultura anglosajona éste tipo de clase media viene a asociarse con la denominación de professionals, profesionales y técnicos demandados y de cuello blanco. Por la naturaleza más liberal de las economías anglosajonas, los funcionarios quedan en su mayor parte excluidos de esta denominación, mientras que en otros países,  como Francia, formarían una parte fundamental de la misma, en lo que Jean Claude Millner denomina “burguesía asalariada”. Esta burguesía asalariada sería un grupo caracterizado por la obtención de un “sobresalario” justificado por la inversión previa en la formación de trabajador (Millner, 2003).

Los grupos de profesionales con salarios altos aumentan en número y en importancia en la ciudad post-industrial a partir de los cambios en las economías de estas ciudades en el post-fordismo. Castells se ha esmerado en demostrar empíricamente una progresiva polarización en la clase asalariada en los países desarrollados, entre salarios altos y salarios bajos, a medida que las condiciones que crearon la clase media de corte fordista van desapareciendo (Castells, 2005 y  1996).

Independientemente de la denominación que se le otorgue al grupo gentrificador, su característica fundamental resulta ser la posibilidad de elección en la ocupación secuencial del espacio en base a un nivel de ingresos por encima de la media (Harvey, 1977).  Es por esto que parece más adecuado el uso del término burguesía asalariada, o el más coloquial, aunque anglosajón, professionals, que el ambiguo termino nuevas clases medias, menos para referirse a un grupo que resulta privilegiado y por encima de la media en el momento de poder elegir su ubicación en la ciudad.

Una de las principales características de la burguesía asalariada ha sido su habilidad para explotar el potencial emancipatorio de la ciudad histórica, creando una nueva clase urbana culturalmente sofisticada y menos conservadora que la clase media tradicional. La gentrificación según David Ley sería la manifestación espacial de esta nueva clase generada por el postfordismo y de sus valores culturales progresistas (Ley, 1996). El proceso de colonización de los centros históricos vendría así dado por su deseo de trascendencia y la reivindicación de su posición social a partir de su ubicación céntrica y cargada de simbolismo en la ciudad. En relación a esto resulta fundamental lo que Bordieu denomina “capital simbólico”, definido como “el acopio de bienes de lujo que garantizan el gusto y la distinción del propietario” (citado en Harvey, 2004). Es capital dinero transformado en una determinada ubicación en el espacio urbano y un determinado tipo de vivienda.

El sujeto asociado históricamente al espacio gentrificable

El modelo de espacio gentrificable es un barrio deteriorado, devaluado por su escaso nivel de conservación y a menudo por su degradación social, pero a su vez céntrico o progresivamente céntrico. El vecindario gentrificable está asociado a clases con ingresos bajos o moderados (Williams y Smith, 1988).

La mayor parte de los estudios utilizan el término clase obrera para referirse a la población desplazada, sin llegar a profundizar excesivamente en las características particulares de este grupo en los distintos casos estudiados, algo sobre lo que se lamentan Slater o Wacquant (Slater, 2006 y Wacquant, 2008).

En los fenómenos estudiados en el Estado español, los barrios obreros históricos gentrificables han sufrido una degradación pareja del nivel de conservación urbanístico y de sus edificios. Por diferentes motivos, en estos barrios, durante la mencionada y necesaria fase de abandono, se han encontrado conviviendo junto a una clase obrera envejecida y con escasos recursos a elementos más propios del lumpen, que fueron introduciéndose de forma paralela a la desvalorización de los edificios (León Vela, 2002).

El papel del inquilino original es fundamental en el sentido de que su bajo nivel ingresos no le permite invertir en el mantenimiento o rehabilitación de la vivienda, iniciándose la desvalorización de la misma. De igual forma, en los casos de inquilinos en alquiler, si a la propiedad, por las escasas rentas recibidas de sus inquilinos, no le resulta rentable rehabilitar el edificio, no lo hará. Menos aún si existen otras oportunidades de inversión para el capital inmobiliario.

Viviendas gentrificables, es decir, degradadas y devaluadas, e inquilinos vulnerables, están íntimamente relacionados. La vivienda degradada sólo atrae a inquilinos vulnerables que no pueden permitirse otra vivienda en mejores condiciones. La otra cara de la moneda es que los inquilinos vulnerables con escasos ingresos no son lo suficientemente solventes para financiar la rehabilitación del edificio.

Otros factores que suelen encontrarse en la población vulnerable de este tipo de zonas es el envejecimiento (ver por ejemplo Fernández, 2003). Suele tratarse de barrios antiguos colonizados mucho tiempo atrás y en los que la falta de inversión no ha atraído masivamente a nuevas oleadas de inmigrantes. Puede haberse estado  introduciendo población de forma constante pero no de forma masiva, de tal forma que la tasa de envejecimiento del barrio es muy elevada. Este envejecimiento de la población puede resultar beneficioso para los agentes favorables a la gentrificación, en la medida en que el elevado número de defunciones irá dejando gran parte del parcelario libre para ser gentrificado. También llegado el caso, un anciano será mucho más reacio a organizarse, y sería fácilmente amedrentado si se tuvieran que jugar determinadas bazas como la de la ruina para desalojar el edificio.

Un factor que parece determinante, aunque no en la totalidad de los casos, es el predomino del alquiler. La pobreza vincula a este sujeto a la vivienda en una relación contractual de alquiler y limita los recursos disponibles a la hora de resistir su desplazamiento, soportando los incrementos en el alquiler, adquiriendo otro alojamiento en el mismo sector urbano o presionando a nivel político (Beauregard, 1986 p. 50). Ley menciona la mayor movilidad residencia de los inquilinos respecto de los propietarios, probabilidad de movilidad que puede verse incrementada entre las minorías étnicas, solteros, etc. Una movilidad que se convierte en forzosa en el caso de procesos de renovación urbana o de fuertes variaciones en el precio de los alquileres (Ley, 1983). Un estudio en Bristol señalaba que un 20% de cambios de residencia forzosos, estaban fuertemente relacionados con sectores urbanos con estatus social bajo y alta proporción de alquileres (Ley, 1983, p. 242).  Además, el efecto sobre la población autóctona depende en gran medida de si predominan los propietarios o los inquilinos, dado que, para los primeros, una revalorización del sector urbano podría ser positiva (Freeman, 2008, p. 188).

La gentrificación de una vivienda en alquiler es mucho más factible para los agentes implicados en la gentrificación. Si el poblador que va a ser expulsado o sustituido posee la propiedad de la vivienda, deberá abonársele una cantidad de dinero elevada para poder operar con la parcela, la cuantía de este pago dependerá de la capacidad de negociar del propietario, aunque si se tratase de una persona lo suficientemente informada, este pago debería ser proporcional a las plusvalías que se van a obtener en un futuro de la vivienda. Si se trata de un inquilino en alquiler resultaría mucho más fácil deshacerse de él, en la medida en que el alquiler cumplirá más tarde o más temprano dejando libre la propiedad.

Para algunos autores el desplazamiento es una cuestión central (Slater, 2006 o Sargatal, 2000) mientras que otros tienden a relativizar su importancia dentro del proceso de gentrificación (Shaw, 2008, o Freeman, 2008). Siendo la ocurrencia de desplazamientos forzosos una parte fundamental de la perspectiva adoptada en el presente texto, conviene profundizar algo más en esta cuestión.

El desplazamiento de los inquilinos tradicionales, en muchos casos, se reduce a una transacción económica, es decir, al pago por parte del propietario o del promotor de una cantidad variable de dinero a cambio de que el inquilino abandone la propiedad. En otros muchos casos, y en especial en el de aquellos inquilinos de renta antigua, para conseguir el desplazamiento se han generalizado una serie de técnicas de acoso. El acoso inmobiliario se define como conjunto extendido de prácticas y acciones, tomadas por parte de la propiedad o de promotores con el objetivo de forzar el desplazamiento de los inquilinos de un inmueble dado, de forma vol.untaria haciendo inhabitable el edificio o forzoso, consiguiendo una orden de desalojo. Sobre este tipo de técnicas, que parecen generalizadas, aunque no exclusivas, en los sectores en proceso de gentrificación, versa el vol.umen colectivo: El cielo esta enladrillado. Entre el mobbing y la violencia inmobiliaria y urbanística (VVAA, 2006). En este libro se diferencia entre acoso físico y arquitectónico, y acoso legal e institucional. En el primero se incluiría el abandono del deber de conservación por parte del propietario, e incluso la realización de actos de sabotaje y obras dirigidas a causar daños en la estructura del edificio, o a hacerlo inhabitable, lo más común; o la utilización de otros recursos como las amenazas o la instalación de vecinos molestos. En el segundo grupo se incluiría la búsqueda de la declaración de ruina del edificio, consecuencia por otro lado del abandono del deber de conservación, subidas desorbitadas del alquiler cuando fuese esto posible, negativa a recoger el pago del alquiler, etc. (VVAA, 2006). Las referencias al término y al concepto son numerosas. En 1998 el Ayuntamiento de Cádiz dictó un bando municipal para advertir a la ciudadanía sobre estas prácticas. En el 2003 se presenta la primera querella por mobbing inmobiliario, desestimada y reabierta por la Audiencia de Barcelona en el año 2003, como informaba El Periódico de Cataluña el 17 de septiembre de ese mismo año. En 2004, en otro caso en Getxo, el término es contemplado en el auto de apertura de un procedimiento legal por acoso a inquilinos. Actualmente el Código Penal solo contempla el “acoso sexual”, aunque desde hace varios años se habla públicamente del acoso laboral, el escolar y más recientemente del inmobiliario. Por otro lado el Art. 173.1 del Código Penal se ajusta suficientemente a las características del acoso inmobiliario y podría ser utilizado legalmente: “El que inflingiera a otra persona un trato degradante, menoscabando gravemente su integridad moral, será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años.”

La población tradicional poco puede hacer para defenderse de los envites del mercado inmobiliario debido a sus características sociales como población con escaso nivel cultural, escasa capacidad de autoorganización y elevado envejecimiento. “El perfil del vecino que se impone en los últimos años se acerca al de mujer, con más de 65 años, viuda, con una pensión muy por debajo del salario mínimo interprofesional, analfabeta funcional y con capacidad de organización colectiva muy baja” (Fernandez, 2003). Este perfil influye decisivamente en la escasa capacidad de reacción de los pobladores tradicionales ante este tipo de procesos. A este respecto Fernández Salinas afirma: “Las poblaciones tradicionales (…) poseen en este juego de transformación urbana un peso específico escaso, que no es otro que el que se deriva de su capacidad de influencia real, tanto económica como política” (Fernandez, 2003).

Otros grupos sociales en torno al proceso

Es habitual encontrar relacionados con el proceso de gentrificación otros grupos sociales que no son necesariamente el habitante tradicional de clase obrera. El interés por “consumir” el centro urbano con todo el simbolismo y la representación que conlleva no es exclusivo de la burguesía asalariada. Habitualmente encontramos vinculados a las diferentes etapas del proceso comunidades de inmigrantes económicos, jóvenes alternativos, comunidades de artistas bohemios, etc. Zukin afirma que el proceso de gentrificación empezó a percibirse, no solo a través de la restauración arquitectónica de viviendas deterioradas, sino también por la concentración de nuevas formas culturales en el centro urbano (Zukin, 1987).

Esta realidad puede responder a diferentes motivaciones, por un lado la mencionada atracción generada por el valor simbólico e ideológico del centro urbano, por otro, la necesidad de grupos vulnerables de tomar una ubicación céntrica en la ciudad que les permita acceder a redes sociales y otros recursos. Algunos de estos grupos se introducen en los intersticios del proceso a pesar de no poseer una renta lo suficientemente elevada como para convertirse en gentrificador y financiar con su consumo la recualificación del sector gentrificado.

Bourne hace una clasificación de tres grandes grupos que aparecen  habitualmente sobrerrepresentados en los centros urbanos, independientemente del proceso de gentrificación. En  primer lugar los mayores de 55 años y jubilados, el sujeto que ha vivido gran parte de su vida en el centro urbano con carácter previo a su revalorización; en segundo lugar los jóvenes, a menudo estudiantes o graduados en educación superior recientemente, nacidos durante el boom demográfico; y por último los inmigrantes recientes, a menudo con niveles altos de educación y ocupación pero ingresos bajos (Bourne, 1993). Con carácter previo a la rehabilitación de un edificio, el bajo nivel de mantenimiento del mismo permite la pervivencia de alquileres bajos en los que se mantiene en los centros urbanos esa clase obrera envejecida todavía no desplazada, y que además permite la introducción de otros grupos, como jóvenes o inmigrantes interesados en una ubicación céntrica en la ciudad.

Por otro lado tenemos la asociación al proceso de comunidades culturales que podrían actuar como gentrificadores, generando en el espacio gentrificado nichos de consumo que les son característicos. Podría ser el caso de homosexuales, mujeres profesionales o comunidades de artistas, con bajos ingresos pero consentidas en el espacio gentrificado. Este hecho es habitualmente utilizado por los promotores e ideólogos del proceso afirmando el potencial liberador que para estos grupos tiene la gentrificación. De esta forma, en el mundo anglosajón, parte de la producción científica se ha centrado en la caracterización de la gentrificación como una práctica social emancipatoria frente a los patrones institucionales de domino, con un punto de vista ideológico marcadamente liberal, deudor de cierto tipo de feminismo y postmoderno. Así, los gentrificadores podrían interpretarse incluso como una fuerza subversiva y rupturista, con un marcado carácter lúdico y cultural (así lo hace Caulfield, 1989).

Para la comunidad gay, dice Williams siguiendo a Castells, la gentrificación en San Francisco tuvo una naturaleza defensiva y exclusivista, como una forma de dar confianza a la comunidad a través del control de una determinada localización, de su mercado de trabajo y de sus procesos políticos (Williams, 1986, p. 69).

Para Beauregard la vinculación de la gentrificación con grupos sociales progresistas, jóvenes, homosexuales, bohemios, artistas,..., expatriados culturales, procede del potencial de estos para crear nuevos espacios, mucho mayor que el que puedan tener una elite económica conservadora.  La cuestión de la edad tiene cierta importancia, siendo el joven un sujeto que pueden cambiar de rol en el proceso, pudiendo asociarse en principio a una cierta marginalidad económica o cultural y que posteriormente, a medida que crece y forma una familia, puede desplazarse hacia un tipo de vida social más segura y estable (Caulfield, 1994, p. 140).

Existe una gran producción académica sobre la relación entre gentrificación, género y sexualidad; y muy poca en relación a cuestiones raciales, lo que da una idea del carácter complaciente o el interés específico en el gentrificador de gran parte de los estudios, al mismo tiempo que se obvia el rol del sujeto desplazado, que en muchos casos en el mundo anglosajón tiene un notable componente étnico. Sería el caso de la comunidad jamaicana de Manhattan citada por Smith (Smith, 1996), aunque la relevancia de la relación entre inmigración extranjera y gentrificación también ha sido puesta de relieve en el ámbito estatal por Sargatal Bataller (Sargatal, 2001). La priorización del género respecto de la clase en muchos análisis parte de esta misma lógica, aunque actualmente, según Lees, la mayor parte de las investigaciones aceptan la importancia de la formación de clase sobre otros aspectos (Lees, 2000).

Tanto Neil Smith como David Ley, han afirmado la gran importancia del rol de las mujeres blancas de clase media, como comunidad de consumidoras, en el proceso de gentrificación de Manhattan (Smith, 1996 y Ley, 1996). Desde otro punto de vista, Bondi afirma la mayor sensibilidad al desplazamiento forzoso de madres solteras o divorciadas con una posición débil en el mercado de trabajo. La autora concluye al respecto que las mujeres pueden sufrir de forma diferente la gentrificación y que la polarización social puede ser incluso más marcada entre las mujeres que entre los hombres. Por lo tanto, la prominencia de las mujeres en el proceso sería cierta tanto dentro del sujeto gentrificador como del sujeto desplazado, en función de su condición social. De esta forma, la autora concilia perspectivas de clase y genero (Bondi, 1991).

Respecto del arquetipo de artista bohemio, este deviene en muchas ocasiones en bisagra social del proceso. David Ley, que sugiere que artista urbano es comúnmente una fuerza expedicionaria para los gentrificadores y el brazo colonizador de las clases medias. La industria cultural, la vida bohemia y alternativa y la juventud contestataria son elementos que Ley combina en un determinado tipo de colono temprano de los sectores en gentrificación. De esta forma, insinúa que la cultura joven que se introdujo en los centros urbanos a partir de la década de 1960 pudo no ser el último grupo de una larga secuencia de grupos pobres en la zona, sino el primero de una secuencia de residentes para los cuales el centro urbano no sería la última posibilidad para vecinos con pocas opciones, sino la localización preferida de una cohorte de clase media con un visión radicalmente diferente de las oportunidades vitales que ofrece la ciudad (Ley, 1996, p. 175- 191). Algunos estudios apuntan que las ciudades con el más elevado porcentaje de artistas en su fuerza de trabajo tienen también los valores más altos de gentrificación (Zukin, 1987, p. 143).

Lloyd propone el concepto de neo-bohemia, como un concepto espacial y económico, concibiendo los barrios en gentrificación como fuentes de acumulación de capital a través de su transformación en espacios de producción y consumo cultural, con ventajas comparativas para las industrias post-fordistas. Patrones socio-espaciales que una vez fueron marginales, pero que a través de la fetichización de los oscuro y lo ilícito como autentico, operan actualmente como elementos clave del régimen de acumulación de capital (Lloyd, 2002).

Se especula que los caseros de Manhattan ofrecían en la década de 1980 rentas bajas para atraer artistas y galerías que sirvieran para revalorizar el entorno. Encontramos referencias a esto tanto en Smith, 1996 como en García Vázquez, 2004. Sin embargo, éstos acabarían expulsados a su vez de la zona con el alza de los precios y la saturación de galerías en la década de 1990 (Smith, 1996). Lees refiere un proceso con ciertas semejanzas en Brooklyn donde antiguos grupos de gentrificadores de clase media son desplazados por grupos con mayores ingresos a los que califica de “regentrificadores”, otorgándole un cierto carácter de proceso cíclico en sectores muy demandados (Lees, 2000).

Para Zukin la gentrificación es una práctica cultural multidimensional, lo que no quita que afirme que esta práctica tiene sus raíces en su utilidad como medio de acumulación de capital y como medio de reproducción para lo que aquí denominamos burguesía asalariada (Zukin, 1987, p. 143).

La gentrificación en la esfera de la producción

La terrible desindustrialización de la década de 1980 apenas dejó a las ciudades más importantes del mundo capitalista otra opción que competir entre sí como centros financieros, de consumo y de entretenimiento. La espectacularización de la ciudad se convierte de esta forma en “un medio para atraer capitales y gente (adecuada)” (Harvey, 2004, p. 113). Los modelos experimentados en la década de 1980 en ciudades estadounidenses como Baltimore, encontraron una rápida difusión por Europa empezando por los Docklands de Londres (Hall, 2004), y resultando paradigmáticos ejemplos como los de Bilbao o Glasgow (Gómez García, 2007). En estos la autopromoción de la ciudad, la renovación urbana y el desarrollo de las infraestructuras tienen por objeto la atracción de capitales y el incremento de la capacidad competitiva de las ciudades.

La ideología predominante se dirige contra la excesiva intervención y planificación de la ciudad, surgiendo conceptos como el de nueva gobernanza, entendida como “colaboración creativa” entre la administración y el sector privado  (Hall, 1996, p. 358). Se percibe un cambio en las formas de funcionar de la administración que la aproximan más a las de la gran empresa (Harvey, 2000).

La ciudad tiene que buscar formas de ser competitiva a nivel global y atraer inversiones y financiación. Tiene que mejorar constantemente su posición con respecto a la división espacial del consumo en lo que, también Harvey denomina “estilo de urbanización consumista” (Harvey, 2007). Una de las formas de acumulación del capital en su dimensión especulativa más representativa de la ciudad moderna, es el proceso de gentrificación, pero no la única: turismo, segundas viviendas, innovación cultural, exposiciones universales, grandes eventos, galerías comerciales, diseño urbano, etc. (Harvey, 2007). Harvey afirma que el espectáculo siempre ha sido un arma política poderosa cuyo uso se ha intensificado en el periodo post-fordista, manifestándose en forma de macroeventos, macroproyectos, reurbanización y gentrificación del centro urbano, todo ello sostenido técnicamente por una “arquitectura del espectáculo” (Harvey, 2004, p. 112).

Vol.viendo sobre el concepto de capital simbólico y su interés para la estructura económica Harvey afirma que “fuerzas poderosas (…) han establecido nuevos criterios de gusto tanto en el arte como en la vida urbana, y se han aprovechado de ambos. Por consiguiente, si asociamos la idea de capital simbólico con la búsqueda de mercados, la riqueza simbólica (…) tiene mucho que decirnos sobre fenómenos urbanos como los de remodelación, producción de una comunidad (real, imaginada o simplemente puesta en venta por los productores), rehabilitación de los paisajes urbanos y recuperación de la historia (otra vez, real, imaginada o simplemente reproducida como pastiche)” (Harvey, 2004, p. 102). La gentrificación se enmarca en este tipo de políticas urbanas y a menudo se hace referencia a ella como una estrategia en sí misma.

La gentrificación en la ciudad de los promotores

García Vazquez, o Peter Hall, identifican el urbanismo post-fordista con el paso a lo que se denominaría “ciudad de los promotores”, frente a la crisis del planeamiento urbano. A partir de este momento se produciría el cambio de paradigma desde el Plan General al Plan Estratégico, con tendencia a propiciar una planificación parcial, flexible y a corto plazo, bajo la consigna market leads planning. Una planificación no cerrada en el tiempo en la que los poderes públicos se orientan hacia tareas de seguimiento, asistencia y regulación, y una planificación al servicio de los intereses de los promotores (García Vázquez, 2004). Hall lo vincula claramente a la hegemonía del pensamiento neoliberal, con claros ataques a la planificación que coarta la iniciativa privada y contra el “despilfarro” de impuestos en gastos sociales (Hall, 1996).

Se presenta a menudo la planificación de Milán a partir de 1980 como un paradigma de esta forma de construir ciudad, con el énfasis en la recuperación y redesarrollo de viejos enclaves residenciales e industriales obsoletos del centro urbano, para construir centros de negocios, de investigación o de consumo (García Vázquez, 2004). Este nuevo urbanismo, surgido de la quiebra del urbanismo positivista de los años sesenta, presenta como uno de sus objetivos la conservación y la reutilización del centro urbano, lo que conducirá en la práctica de muchos casos a su gentrificación.

La necesidad de la colaboración entre promotores y administración pública en la gentrificación de los centros urbanos es una idea difundida y bien fundamentada. García Vázquez afirma por ejemplo que “la administración se encarga de adecentar y reparar las infraestructura, así como de ofrecer ayudas para la rehabilitación de inmuebles.  Los promotores acometen la restauración de los edificios reconvertidos en lofts o apartamentos de lujo”, en definitiva  “(…) en su promoción trabajan, mano a mano, los sectores público y privado” (García Vázquez, 2004, p. 71).

La ganancia del promotor viene determinada por el “escalón de renta” generado entre el momento de mayor degradación y desvalorización del edificio ubicado en el espacio urbano gentrificable, y el momento de su venta una vez rehabilitado y revalorizado (Smith, 1996). Para que estas plusvalías en gran medida especulativas se generen, son necesarias la creación de expectativas y la mejora del medio físico en el sector urbano en cuestión, operaciones que deben llevarse a cabo por la administración pública. Por otro lado, existe lo que viene a denominarse “efecto contagio”, basado en el hecho de que el valor de una finca viene determinado, entre otras cosas, por la calidad de la vecindad. De esta forma si en un área con casas bien mantenidas un propietario submantiene la suya obtendrá un rendimiento superior. Por el contrario, si el propietario mantiene bien el estado de la edificación en un entorno deteriorado, los rendimientos que obtendrá por este mantenimiento serán muy inferiores. Por lo tanto, solo resultará rentable mantener en buen estado una vivienda si el resto de las edificaciones mantienen un buen nivel de mantenimiento. Esto conduce a afirmar que solo es posible la renovación urbana si el sector público asume el coste del contagio privado y sustituye el funcionamiento del mercado por una mezcla de inversiones públicas y privadas (Richardson, 1975).

La intervención pública enfocada a la renovación urbana puede dirigirse en diferentes sentidos. Existe el caso del Briths Goverment´s Urban Task Force cuyo objetivo era la regeneración de sectores urbanos degradados a través de la gentrificación y con un cierto carácter ambientalista, que promovía el regreso a la ciudad de los ciudadanos de clase media huidos a los sectores suburbanos, siendo la gentrificación del viejo barrio obrero de Islington uno de sus mayores éxitos. La retórica de la sostenibilidad en este caso ofrecía lo que Lees califica de “gentrificación pintada de verde” (Lees, 2000). Un papel similar cumplen las Urban Development Corporations  que, revestidas de retorica neoliberal a partir de la década de 1980, centraban las políticas públicas en el lugar, expresándose fundamentalmente en términos físicos e ignorando el componente social. De esta forma, la rehabilitación del entorno físico y las ayudas a la rehabilitación privada se promueven con el objetivo explícito de la gentrificación. A este respecto Peter Williams afirma que en Londres las ayudas a los propietarios han servido principalmente para sustituir a los trabajadores de clase obrera en régimen de alquiler por clases medias en propiedad (Smith y Williams, 1988, p. 61). Otro caso es el del US Department of Housing and Urban Development´s que juega un papel similar en EEUU con un discurso claramente progentrificación que ignora a los desplazados. Desde la administración pública estadounidense se ha enfocado la gentrificación como un recuperador de procesos de degradación urbanística y social a un coste público muy bajo (Bailey y Robertson, 1997).

Desde una perspectiva social Bailey y Robertson hacen un interesante análisis de las Housing Action Areas Programme en Escocia, afirmando que la intervención pública, aunque muy importante, no hace sino seguir a los procesos de gentrificación previos. Los autores afirman que en caso de ausencia de intervención pública, es muy posible que determinados sectores se hubieran transformado igualmente, al mismo tiempo que se esfuerzan en demostrar que la recuperación de ciertos sectores urbanos puede ser compatible con el mantenimiento de la población a través de políticas públicas de corte social. En su estudio empírico sobre Glasgow y Edimburgo, comprueban cómo la renovación urbana abandonada a la iniciativa privada y a las dinámicas del libre mercado produce radicales transformaciones sociales, mientras que los enfoques “sociales” con una fuerte intervención en vivienda a través de housing associations  permiten evitar los desplazamientos masivos de población (Bailey y Robertson, 1997).

El papel del patrimonio y las rentas de monopolio

Los valores históricos y patrimoniales otorgan un carácter  único a la zona gentrificable lo que puede ser utilizado de forma comercial para la atracción de consumidores de mercancía-vivienda revalorizada, gentrificadores. Tener un centro urbano único, especial y auténtico, puede resultar muy rentable económicamente, por lo que muchos gobiernos locales y agentes privados se vuelcan en su herencia cultural y su potencial artístico, siempre con el objetivo de rentabilizarlo y hacerlo comercializable. Desde la arquitectura popular hasta la arquitectura de diseño, desde los bares de moda al comercio tradicional, rasgos culturales particulares, tradiciones, costumbres, leyendas y tópicos, todo es susceptible de ser utilizado para vender una mercancía-lugar. De esta forma, se convierte la ciudad en una “marca comercial” (Harvey, 2007). A este respecto, poco importa si se respeta la identidad y la autenticidad del patrimonio etnológico y material, o si se derriba todo y se reconstruye, los resultados son apenas discernibles y en el primero de los casos el patrimonio etnológico podría acabar proporcionando “simples figurantes”. El capital puede apropiarse de cualquier característica cultural susceptible de comercialización, y es la comercialización de la cultura un campo en el que pueden obtenerse elevadas rentabilidades. En este sentido, los espacios históricos, como los cascos viejos de las ciudades europeas, poseen esa especifidad estética y cultural que les otorga su densa historia y su abundante patrimonio que genera lo que David Harvey viene a denominar “rentas de monopolio”, propias del lugar único y que  se añadirían a la actividad mercantil  que se realice en dicho espacio (Harvey, 2007).

La recuperación de los centros históricos y la puesta en valor de su patrimonio juegan un papel estratégico en el desarrollo de los procesos de gentrificación.  En los centros históricos de las ciudades mediterráneas reside una significación social que desborda con mucho el papel que le correspondería si atendiésemos a su tamaño, entidad demográfica o económica (Martinez, 2001).  Algunas de las formas de materializar este recurso sería la terciarización, la explotación turística y por supuesto la gentrificación de la mercancía-vivienda.

A menudo se ha señalado la dilapidación del patrimonio histórico fruto de las políticas de renovación y recualificación de los centros históricos en España. Tomé, por ejemplo, denuncia las prácticas taxidermistas de apertura de nuevas plazas y vías de comunicación que vacían el centro histórico, expulsando a sus habitantes y sustituyendo sus actividades y usos tradicionales (Tomé, 2007). A esto se le podría añadir el falseamiento de los cascos históricos a través de reformas de dudoso gusto en los espacios públicos e interés exclusivo en el fachadismo frente al patrimonio etnológico (Tomé, 2007). A la hora de poner en valor el espacio histórico se hace especial énfasis en el patrimonio arquitectónico y en la cultura muerta fosilizada en sus muros, sin embargo, a menudo se ignora el patrimonio vivo que reside todavía en el espacio histórico, sus formas de vida, actividades y usos tradicionales, y que son destruidos por los procesos de sustitución de población.

De esta forma, obviada la cultura viva residente en este tipo de espacios, la explotación patrimonial convive con su uso como lugar de turismo, ocio intensivo y diversión juvenil, convirtiendo a menudo los centros históricos en banales parques temáticos (Tomé, 2007). Para Troitiño no resulta fácil encontrar un equilibrio entre los diferentes modos de apropiación de renta de lo histórico, entre la ciudad del progreso y la ciudad de la cultura y hace hincapié en la heterogeneidad de los centros históricos y la necesidad de su supervivencia como realidades vivas (Troitiño, 2003).

Justificación y delimitación del ámbito de estudio

Justificación del ámbito espacial elegido

De los 214 casos de acoso a inquilinos tratados por la OTAINSA y registrados entre 2004 y 2005, el Casco norte de Sevilla, comprendiendo como tal el entorno de la Alameda, San Gil, San Julián, Santa Catalina y Feria, recoge 94 casos, el 43,92% del total, reduciéndose notablemente el número de casos en San Lorenzo y en la mitad sur del Casco Antiguo. Triana recoge 27 casos, el 12, 61 %, y San Bernardo 7 casos, el 3, 27%, a pesar de su reducido número de habitantes. En total, estos tres sectores, suman el 59.78% de todos los casos recogidos por OTAINSA.

En estas barriadas ha tenido una notable importancia histórica el alquiler como forma de ocupación de la vivienda. Según el Censo de Población y Vivienda del 2001, el porcentaje de viviendas en alquiler sobre viviendas en propiedad era todavía superior al 30% en la zona norte del Casco Antiguo, Triana y San Bernardo, mientras para el conjunto de la ciudad de Sevilla este porcentaje se limita a un 10.35%. Sin embargo esta importancia del alquiler tiende a reducirse con el fenómeno de la gentrificación, de tal forma que entre el censo de 1991 y el de 2001 la variación en el número de alquileres ha sido de -29.3 % para San Luis y de -25,2 % para Triana. Aunque la reducción del número de alquileres en Sevilla ha sido generalizada, la variación ha sido notablemente inferior en otras zonas, como el distrito Macarena donde esta variación es tan sólo de un -3.3 %.

Es evidente la notable concentración de los casos de abuso a inquilinos en los sectores seleccionados para este estudio. Lo que en otras zonas aparece como algo ocasional, aquí es un fenómeno generalizado. No todos los casos recogidos acaban en desalojo, pero en todos los que se han tratado existe o la vol.untad de la propiedad de expulsar a los inquilinos o la dejadez total de esta frente a la conservación del inmueble.

 

Figura 1. Índice de acoso por barrios en Sevilla (2004-2005)[2].
Fuente: Elaboración propia a partir de datos cedidos por OTAINSA.

 

Se ha elaborado un índice para evidenciar la concentración de los casos de acoso en determinados sectores. Para esto se ha puesto en relación el número de casos que se han dado en un barrio con la población empadronada (Plano 1). En este plano, se comprueba como el mayor número de casos de inquilinos en situación de acoso, en relación al número de habitantes, coincide con los sectores de Triana (Casco Antiguo), San Bernardo y el sector San Luis-Alameda (que coincide en gran medida con el barrio de Feria, así definido por los servicios de estadística municipales). Les siguen en importancia Centro, Arenal, San Bartolomé y San Julián, es decir, la mayor parte del Casco Antiguo. En un tercer grupo se encuentran el arrabal de San Roque y el extremo sur y suroeste del Casco Histórico, a los que se les añaden otras zonas, generalmente barrios obreros de la primera mitad del siglo XX, como el Cerro del Águila, Los Carteros, La Bachillera o Árbol Gordo, donde predominan las viviendas unifamiliares de autoconstrución y que han cobrado un notable interés para el mercado inmobiliario en la coyuntura reciente..

Descripción y delimitación de la zona de estudio

El sector San Luis-Alameda no es un arrabal o una pieza de tejido urbano aislada en sí misma, sino que está conectado y forma parte del conjunto de la ciudad intramuros. La sectorización realizada responde a motivos operativos y funcionales. Se ha elegido la delimitación propuesta por el Plan Urban para su aplicación, porque recoge una buena parte de la mitad norte del Casco Antiguo, un conjunto de barriadas homogéneo y con un devenir histórico similar, encontrándose en su delimitación ámbitos clave del mismo como es el entorno de la Alameda de Hércules y gran parte del eje de San Luis.

Este sector fue delimitado en 1994 por el mencionado Plan Urban, redactado y ejecutado por el Ayuntamiento de Sevilla y financiado por la UE. Se trata de un área de 37 hectáreas integrada en el Casco Antiguo de la ciudad, y situada en el sector noroeste que en el 2006 contenía un total de 5885 habitantes empadronados. Se encuentra limitado al Oeste por la calle Jesús del Gran Poder, al Sur con Castellar, al Norte con las calles Relator y Macasta y al Este con San Julián y Pasaje Mallol. Este sector agrupa una serie de barriadas con un carácter muy similar, similares características arquitectónicas, históricas y poblacionales. En él se incluyen las parroquias de Omnium Sanctorum y Santa Marina, y parte de las parroquias de San Marcos, San Lorenzo, San Gil y San Julián.

Triana es un antiguo arrabal de la ciudad de Sevilla, de dimensiones similares al sector denominado San Luis-Alameda, pero más densamente poblado. Cuenta con 32 hectáreas y con 7376 habitantes empadronados en el año 2006. Viene delimitado por (N, S, E, O) Chapina, la Calle Clara de Jesús Montero, Pagés del Corro, Gonzalo Segovia y el propio Río Guadalquivir. Su morfología viene determinada por dos factores: por un lado el Río Guadalquivir, y por otro la antigua “cava” o foso que protegía el sector. Entre estos dos elementos se dibuja prácticamente la forma del arrabal histórico.

 

Figura 2. Delimitación del ámbito espacial. San Luís-Alameda, Triana y San Bernardo.
Fuente: Elaboración propia.

 

San Bernardo se sitúa al Sureste del Casco Antiguo y es uno de los arrabales más antiguos de la ciudad. Delimitado al norte por la Avenida Eduardo Dato, al Oeste por la Avenida Juan de Mata Carriazo por la que anteriormente discurrían las vías del ferrocarril, al Sur por la Avenida Ramón y Cajal y al Este por los terrenos de la antigua Huerta del Rey, hoy Avenida de la Buhaira. El barrio ocupa aproximadamente 8,5 hectáreas, de las cuales 2 hectáreas son ocupadas por la Fábrica de Cañones, y tenía 2572 habitantes censados en el 2006.

La producción del espacio gentrificable en el centro histórico de Sevilla. Dimensión histórica del proceso

La conformación de los primeros barrios obreros de la ciudad histórica

Durante los procesos industrializadores del s. XIX en Sevilla, los principales enclaves obreros se van a situar en la ciudad histórica, mucho antes de que la autoconstrucción dé lugar a las nuevas barriadas obreras de la ciudad a principios del siglo XX. El hecho de que determinados sectores dentro de la ciudad histórica acogieran industria y vivienda obrera, responde a razones históricas, físicas y a decisiones sobre la ordenación de la ciudad; principalmente a la implantación del ferrocarril. De esta forma, la Sevilla obrera va a situarse en un primer momento en los arrabales y en el sector norte del Casco Antiguo (Marín de Terán, 1980 o Almuedo, 1996).

El hecho físico principal de la zona norte que lo diferencia con respecto del sur del casco histórico, es el que en esta zona se encuentren las cotas más bajas de la ciudad, siendo considerada históricamente una zona insalubre e inundable. De hecho, el entorno de la Alameda fue una laguna, desecada y rellenada definitivamente en 1574 por el Conde de Barajas, adecuándose como paseo con árboles, fuentes y acequias; y que olmos y álamos facilitaron la desecación del subsuelo. La consolidación urbana de la zona se produce por lo tanto a lo largo de varios siglos, existiendo hasta bien entrado el siglo XIX un fuerte componente rural con la existencia de numerosas huertas[3].

La situación del arrabal de San Bernardo tampoco era privilegiada. Durante esta época, tanto este arrabal como el de Triana estuvieron expuestos a las constantes riadas hasta pasada la primera mitad del siglo XX, siendo localizaciones insalubres y arriesgadas para constituir residencia, al menos hasta que progresivamente se fueron tomando las medidas de seguridad e higiene por parte de los poderes públicos. Y es que el origen de ambos arrabales se encuentra en la explotación de huertas y en la riqueza de la vega, a las que en el caso de Triana se le suma el puerto, punto a partir del cual se irán desarrollando auténticos arrabales y diversificándose el trabajo; que en el caso de Triana  estuvo muy ligado al trabajo de la loza. En el caso de San Bernardo, es el trazado del ferrocarril lo que lo va a transformar en un sector industrial de la ciudad; así como la decisión de establecer en la zona grandes fábricas e instalaciones del Estado, como la Fábrica de Cañones del Ejercito, la Pirotecnia Militar o el Matadero Municipal[4], en un sector alejado y separado de la ciudad, ideal para la localización de industrias potencialmente peligrosas.

En este momento la ciudad de Sevilla se reducía al recinto intramuros y a los arrabales históricos de la ciudad: San Bernardo, La Macarena, Triana, La Carretería, La Cestería, Los Húmeros y San Roque, todos de reducidas dimensiones, con apenas cuatro o cinco calles cada uno, con la excepción de Triana (Joaquín Cortés, García Jaén, y Zoido Naranjo, 1992). El trabajo se desarrollaba en torno a las numerosas huertas de alrededor o que se encontraban incluso en el interior de la ciudad; en las obras públicas y en la pequeña industria privada, relacionada a menudo con el sector textil en el caso de San Luis, y con la loza en el caso de Triana; y la gran industria pública, como la Fábrica de Tabacos, la Fundición de Cañones o la Real Fábrica de Salitre (Almuedo, 1996). Tradicionalmente la gran industria pública se había situado al Sur-Este de la Ciudad. El ensanche Oeste hacia el puerto y el derribo de las murallas crearían espacio también para la expansión de la industria. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIX se habían incrementado el número de industrias intramuros, habitualmente pequeñas industrias privadas que usaban máquinas de vapor. Entre otras razones, esta industria era de un tamaño medio inferior a la de principios de siglo y al requerir menos espacio para su instalación permitía su ubicación en el interior de la ciudad (Almuedo, 1996, p. 128-139).

Todavía en la primera mitad del siglo XIX no podemos hablar quizás de barrios obreros y barrios burgueses dentro del recinto amurallado. Si bien es cierto que las casas señoriales tendían a concentrarse en el recinto amurallado, y en concreto en el sector sur, estando los arrabales destinados a los artesanos y a las escalas sociales más bajas. De igual forma la administración pública tendía a situarse en el sector sur del recinto amurallado, mientras que en el sector norte se concentraba  la mayor parte de los huertos intramuros (Joaquín Cortés, García Jaén, y Zoido Naranjo, 1992). Esta disponibilidad de suelo determinará que las viviendas obreras y la industria se sitúen preferentemente en el sector norte, proliferando allí los patios y casas de vecinos. Y es que en la década de los 80 del siglo XIX Sevilla conoce un notable crecimiento industrial que se prolonga hasta el primer cuarto del siglo XX y que viene acompañado por sucesivas oleadas migratorias provenientes del campo andaluz y por un notable desarrollo de las obras públicas en la ciudad. Estos hechos van a configurar la Sevilla industrial y sus barrios y van a crear una determinada segregación social y funcional de la ciudad que se hereda  en parte hasta la actualidad (Marín de Terán, 1980). Por un lado, el sector norte de la ciudad se empieza a configurar como el principal enclave de la clase obrera de la ciudad, formado por las parroquias de Omnium Sanctorum, San Gil, San Julián, Santa Lucia, San Lorenzo, San Martín, San Juan de la Palma, San Marcos, Santa Marina, San Román, y Santa Catalina. También los arrabales de San Roque, La Macarena, La Calzada y San Bernardo. Estos barrios tienden a convertirse en zonas insalubres, donde las obras públicas son casi inexistentes y donde el deterioro de la calidad ambiental alcanza las mayores cotas de la ciudad, por la insalubre situación anexa a las fábricas, por el hacinamiento y por las deficientes condiciones de vida dadas por las viviendas colectivas en las que se ubica a los obreros, los patios y casas de vecinos (Marín de Terán, 1980). El crecimiento de la industria sevillana, que se desarrolla principalmente por los mencionados barrios, se produce de forma pareja al crecimiento de la población que  se duplica entre 1857 y 1930 (Almuedo, 1996, p. 128-139).

En las primeras décadas del siglo XX la Sevilla obrera empieza a sufrir seriamente el hacinamiento y la migración del campo andaluz hacia la capital seguirá produciéndose como un goteo constante que pone en serios aprietos a la ciudad. Las causas son variadas, y se apunta a las hambrunas del campo relacionadas con el paro estacional del jornalero y a los altos precios del trigo. Asimismo, las numerosas obras públicas como el canal de Alfonso XIII, la Corta de Tablada o la Exposición Iberoamericana; demandan una numerosa mano de obra. La Primera Guerra Mundial supondrá una notable acumulación de capital que será reinvertido en los años veinte y treinta en la Exposición Universal de 1929, y en los ensanches Sur (Avenidas de la Palmera, Borbolla, Manuel Siurot, La Raza, etc.) y Este (Nervión-Ciudad Jardín), consagrando el sur de la ciudad a la burguesía sevillana.

El abandono de la ciudad histórica

Los factores para el abandono de los centros históricos en la segunda mitad del siglo XX son generalizables para la mayor parte de urbes en crecimiento. Estos barrios entraron en el siglo XX con un caserío progresivamente degradado e insalubre, viviendas deficientes y hacinamiento de la población. A medida que se desarrolló el sector público de la vivienda en la ciudad de Sevilla hasta llegar a su apogeo en la década de los setenta, los bloques de viviendas sociales y las operaciones de tipo polígono, van a absorber la mayor parte de los nuevos hogares obreros de la ciudad. La inmigración hacia la ciudad de Sevilla se dirigió entonces hacia las nuevas viviendas sociales y en la medida de sus posibilidades, era lógico que los nuevos núcleos familiares sevillanos que se constituían se dirigiesen a ocupar viviendas en los nuevos barrios que se desarrollaron en las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta. Podemos encontrar descripciones de este hecho de una forma general en Capitalismo y morfología urbana de Horacio Capel (Capel, 1983), y referidos a Sevilla en Sevilla, centro urbano y barriadas de Marín de Terán (Marín de Terán, 1980).

La ausencia de inversiones no solo supone que no se realicen nuevas intervenciones públicas, sino también un abandono progresivo de los deberes de conservación por parte de los propietarios de casas en alquiler del centro y arrabales. La legislación en materia de alquileres de 1964 contribuye notablemente a este proceso de abandono y degradación. Una ley populista y en teoría dedicada a favorecer los intereses de los inquilinos, afecta negativamente a los propietarios de viviendas en alquiler con el establecimiento de la prórroga forzosa y la congelación del precio de los alquileres. Es señalada comúnmente esta legislación, que se mantiene vigente hasta el Real Decreto Ley 2/1985 del 30 de Abril, como uno de los factores que contribuyen al abandono del caserío de los centros históricos, incluido el de Sevilla.

León Vela afirma que el decaimiento del entorno de San Luis-Alameda se acentúa especialmente a partir de la década de los años cincuenta (León Vela, 2002, p. 31). El abandono de las viviendas colectivas se desarrolla durante las décadas de los sesenta y setenta, sin embargo, en las décadas de  los setenta y los ochenta  no desciende la población integral de Sevilla, más bien sucede lo contrario, que el incremento de la tasa de crecimiento vegetativo y la inmigración desde el campo aumentan la presión demográfica. En la década de los sesenta, los corrales y casas de vecinos del centro, todavía tenían un peso relativo como hábitat obrero (Caravaca, 1986). La zona fue sometida entre las décadas de 1960 y 1980 a un verdadero despoblamiento, perdiendo 85.000 habitantes. León Vela afirma que los colectivos marginales asociados a este área fueron introduciéndose de forma paralela al proceso de abandono, especialmente durante las décadas de los sesenta y setenta (León Vela, 2002), algo que respalda Inmaculada Caravaca (Caravaca, 1986). El nivel medio de renta de los pobladores va reduciéndose durante estas décadas y León Vela hace hincapié en la desidia o incapacidad de los sucesivos gobiernos para tratar la problemática.

Al oeste de la ciudad, los grupos sociales con mayor poder adquisitivo se desplazan a Los Remedios y a otros barrios de bloques de pisos de lujo que empiezan a ponerse de moda en la década de 1940. Ante el abandono de la población y el capital, se acelera la degradación del caserío de Triana en las décadas de 1950 y 1960. Un informe de 1962 de la Secretaría Municipal de Viviendas y Refugios señala la existencia de 3000 viviendas insalubres, sin condiciones mínimas de habitabilidad en el arrabal histórico (Ruíz Ortega, 2005).

El inicio del despoblamiento de San Bernardo es fijado por Ángel Luis Vera en la década de 1940 (Vera, 1990). En los años cuarenta, el arrabal alcanza el número máximo de habitantes de todo el siglo XX, y a partir de esta fecha, comienza su declive demográfico. Este despoblamiento se acentuará a partir de la década de los sesenta, donde se da el declive más acusado, fracasando los intentos de frenarlo; como la Cooperativa de Viviendas creada en 1968 que choca frontalmente con el planeamiento oficial vigente hasta los años ochenta, impidiendo la concesión de licencias de obra? en el barrio. Solo a partir de la segunda mitad de los ochenta empezarán a construirse algunos grupos de viviendas. Algunas calles quedaron totalmente deshabitadas durante esta época, como es el caso de la calle Portaceli. De forma paralela se da un proceso de envejecimiento, pasando la edad media de 30 años en 1935 a 39 años en 1986. La proporción de analfabetismo es del 15 % en este año. (Vera, 1990). De esta forma, en la década de los ochenta: “el barrio se encuentra convertido en una zona marginal y sus edificaciones en la más absoluta ruina, sirviendo de refugio a gitanos y a gente de muy baja extracción social” (Vera, 1990, p. 10).

Para los tres casos parece aplicable lo que señala Luis Marín de Terán” (…) El factor que más decisivamente incide (…) es la congelación de rentas urbanas, que pone en marcha un doble proceso: por un lado, los propietarios de las antiguas casas de inquilinos (…) no realizan ninguna obra de reparación y consolidación en los inmuebles que poseen, con lo cual se acelera su proceso de envejecimiento. Por otro, comienzan a no vol.ver a arrendar los alojamientos que por cualquier circunstancia quedan vacíos” (Marín de Terán, 1980, p. 43). Al verse impedidos los propietarios para maximizar los beneficios del alquiler de viviendas obreras, prefieren dejar que éstas se arruinen.

El planeamiento histórico

El PGOU de 1947 es un plan centrado todavía en políticas de ensanche, tanto interiores como exteriores. Se proyectan dos grandes vías de ensanche interior en el recinto intramuros. De norte a sur desde la Puerta de la Macarena hasta la Plaza de la Encarnación y de allí hasta la Puerta de Jerez. El otro eje, de Este a Oeste, desde la puerta de Goles por Alfonso XII, la Campana, hasta Puerta Osario. De este proyecto apenas se llega a realizar el tramo de Calle Imagen, siendo abandonado con prontitud.

Al respecto del patrimonio histórico de la ciudad, este plan delimitaba el Conjunto Histórico incluyendo el arrabal de Triana. Se realiza también un “Catalogo Histórico Artístico” en el que se incluyen edificios del Casco y de Triana y se redactan ordenanzas explícitas para su protección. Los edificios catalogados se recogerían a posteriori en el libro “Arquitectura Civil Sevillana” de 1976, una obra fundamental en la medida en que la mayor parte de los edificios recogidos han desaparecido hoy día.

El PGOU de 1963 es, por su parte, el PGOU de corte desarrollista por excelencia. Amplias zonas de la ciudad son calificadas como residencial intensivo, lo que va a determinar la intensidad de la edificación en zonas como Macarena Norte o en el sector al oeste de Triana. Aunque se abandona el proyecto de los ejes cruzados sobre el Casco, gran parte del daño en los arrabales y barrios históricos de la ciudad se operan bajo este PGOU. Los arrabales de La Calzada y San Roque son calificados de residencial intensivo y destinados a promociones de bloques de viviendas. Igual suerte corren los barrios de casas unifamiliares de Triana al otro lado de Pagés del Corro. Las determinaciones del plan general serán igualmente desastrosas para San Bernardo.

El plan concibe que el centro urbano de Sevilla se desplaza de forma natural hacia este arrabal. En la propuesta de ordenación del plan, se proyecta la supresión de la estación de ferrocarril y el desplazamiento y soterramiento de su trazado, conectando así el barrio con el ensanche este de la ciudad y con el Casco Antiguo. Prevé para la zona residencial, estación, y fábricas aledañas, una operación de tabula rasa, en la que desaparecería el entramado del barrio para dar lugar a una nueva gran zona comercial. Aunque el plan no llega realizarse, durante un periodo de cerca de dos décadas no se concederán licencias de obras en estas presuntas zonas comerciales a desarrollar. Como mencionaba Marín de Terán a finales de la década de 1970 “(…) la incertidumbre, las tensiones, el periodo de congelación de licencias, etcétera, han degradado este bello barrio, despoblándolo y arruinando la rica estructura social que tuvo en el pasado, al punto de convertirlo en un área poco menos que muerta e irrecuperable” (Marín de Terán, 1980, p. 106). Para solucionarlo, se redacta un Plan de Reforma Interior del Arrabal de San Bernardo que hubiera supuesto de nuevo la práctica demolición del barrio, y que tampoco llega a realizarse. Finalmente a partir de 1983 empiezan a concederse algunas licencias y ya en la década de 1990 se rehabilitará casi por completo.

Con este plan general se van a efectuar las mayores intervenciones de renovación urbana del arrabal de Triana. Dos años después del PRICA[5], que no se llevará a cabo, en 1971 se redacta el PRIT[6]. Este plan propondrá grandes transformaciones en el emblemático barrio: agregaciones de hasta cinco o seis parcelas, incrementos de la edificabilidad -con la multiplicación de edificios de  hasta cinco plantas en los bordes sur y oeste del arrabal y cuatro para el borde este- y fraccionamiento de grandes manzanas mediante la apertura de nuevas calles. El PRIT sigue la línea desarrollista de del PGOU de 1963, llegando a cuadriplicar el aprovechamiento de algunas zonas residenciales. El plan propone un incremento de casi un 100% en la capacidad residencial[7].

Planeamiento en el marco del PGOU de 1987

Tras un avance del plan general con una línea todavía desarrollista, llena de retranqueos, derribos, apertura de calles y plazas y fomento del tráfico y la terciarización, en 1987 se aprobará el nuevo Plan General para la ciudad de Sevilla (Benvenuty, 1987). Uno de los objetivos más importantes del plan va a ser acabar con el abandono y deterioro de gran parte del centro histórico de la ciudad. El plan se pone por objetivo la rehabilitación del centro histórico, dentro del cual trata por separado la ciudad intramuros, San Bernardo y Triana. Dentro de las transformaciones que se llevan a cabo, San Bernardo va a ser el sector más afectado por la reestructuración del sistema de comunicaciones, mientras que San Luis va a sufrir las mayores operaciones de reforma interior.

En el PGOU de 1987 se reseñaba la necesidad de la redacción de un Plan Especial de Protección del Casco Antiguo de Sevilla, ajustado la Ley de Patrimonio Histórico Español y un Catálogo que perfeccionase el régimen de protección de elementos del Conjunto Histórico. De esta forma, en Mayo de 1994 se realiza la presentación del “Avance del Plan Especial del Conjunto Histórico de Sevilla” por el Ayuntamiento hispalense[8]. Abarca éste el recinto amurallado y sus arrabales históricos, El Porvenir y el recinto de la Exposición Iberoamericana del 29, así como el Hospital de las Cinco Llagas, la Huerta de la Salud y el monasterio de la Cartuja. En los objetivos del Avance se concreta la dirección que van a tomar en cierta medida los planes. Se pretende la protección de los grandes ejes históricos de la ciudad, con mención explícita de San Luis y Bustos Tavera. Tanto este eje como la Calle Macarena y la Calle Feria, se marcan como objetivos de recuperación histórica y ambiental, recomendando su potenciación como zonas comerciales y de paseo. Con el objetivo del aprovechamiento comercial del recinto histórico, se pretende también la potenciación de zonas peatonales y de paseo.

En todo momento se entiende que la protección del patrimonio histórico debe servir para la potenciación turística y comercial, lo cual se hace evidente en la medida en que la mayor parte de los objetivos se dirigen al problema de la movilidad y al objetivo de permeabilizar el recinto histórico. Se prevén aquí también planes de ayuda a la rehabilitación privada de viviendas y locales, campañas de mejora del paisaje urbano y rehabilitaciones públicas de edificios singulares.

Dentro del capítulo de protección del parcelario, de forma algo aleatoria, se protege el parcelario del Barrio de San Bernardo y el situado entre la Calle González Cuadrado y la Alameda de Hércules, sin embargo, esto no sucede con algunos parcelarios mucho más antiguos. Las zonas desprotegidas coinciden con las operaciones de reforma interior recogidas por el PGOU de 1987 que implican modificaciones en el viario, como San Julián, Triana y especialmente San Luis. Se indica que “dentro de la ciudad intramuros, en la zona norte, existen tramos poco evol.ucionados, de origen islámico, y que o bien se ha redactado un planeamiento especial solucionando los problemas detectados o son propuestas para la redacción del mismo con posterioridad”[9]. No deja de llamar la atención que se proteja el parcelario más reciente y se destruya el más antiguo. Además, en algunas zonas, el planeamiento exige una parcela mínima muy grande, lo que fuerza su agregación.

Se hace mención a la necesidad de un control de la terciarización de la zona por las molestias que pueda producir al vecindario que pudiera “acabar decidiendo el traslado a barrios más tranquilos”. De alguna forma está implícito en esta mención un mayor interés por potenciar la zona en su aspecto residencial de lujo, que en su aspecto comercial, fuera de lo que son los ejes de San Luis, Feria y Alameda.

Lo más destacable a  la hora de analizar los diferentes procesos y los diferentes resultados de los PEP[10], es la aprobación urgente de los PEP de San Luis y San Bernardo. Los PERI[11] que asimilaban estos PEP, han sido responsables de las mayores transformaciones de la trama urbana y del parcelario producidas en las dos últimas décadas en el conjunto histórico, siendo especialmente notable el caso de San Luis. Por lo tanto respecto de los sectores  de San Luis o San Bernardo, difícilmente se puede hablar de un plan de protección, se trata en todo caso, de planes de reforma interior sumados a un catálogo del patrimonio inmueble. Una contradicción soberana pues, en el caso de San Luis,  un plan de protección del patrimonio destruye el parcelario, la trama y promueve con ello la sustitución de la edificación. Es notable en general en todos los PEP la falta de interés por el patrimonio etnológico, y por la población y las actividades tradicionales de la zona, si se exceptúan, y tímidamente, los de los Sectores 3 y 14 (San Julián y Triana).

De forma simultánea a los PEP de San Luis y San Bernardo, se desarrolla para el sector norte del Casco Histórico la iniciativa europea URBAN. Dicha iniciativa se plantea como una actuación integral sobre medios urbanos degradados como era el caso de la zona denominada “San Luís-Alameda”, interviniendo en el plano social y urbanístico.  Sin embargo, estos fondos europeos no podían ser utilizados para la rehabilitación de viviendas, por lo que el plan acabó sirviendo a los mismos propósitos que el PEP de San Luís, la renovación urbana como motor de la iniciativa inmobiliaria privada.

Los fondos europeos sirvieron para facilitar la ejecución de los planes de reforma interior planificados por el plan general, los PERI C3 y C4,  asumidos a su vez por el PEP-S2. Las aperturas y ensanches recogidos en estos planes serían parcialmente financiados por los fondos del Urban. El 62% del presupuesto se dirigió hacia actuaciones urbanísticas e infraestructuras, mientras que solo un 29% del dinero invertido fue dirigido a programas sociales y de formación, que eran los que más determinantemente podían influir en la mejora de las condiciones de vida de los habitantes tradicionales del barrio. El resto del presupuesto se repartió entre actuaciones sobre el tejido económico y evaluación y asistencia técnica del programa. El grueso de los presupuestos fueron absorbidos, además de por la reurbanización y reequipamiento de las calles, por los grandes proyectos de rehabilitación que sobrepasaron con creces sus presupuestos iniciales. Así, la rehabilitación del Palacio de las Sirenas acabó costando 2.233.357,548 €, las Naves Sínger 405.508,596 € y el Palacio de los Marqueses de la Algaba 2.435.714,976 €; lo que supone que la rehabilitación de estos tres edificios supuso un 35% del total de la inversión del Plan Urban de Sevilla[12].

Con el cambio del pacto de gobierno de la ciudad ocurrido en el año 2003, que afectó notablemente a la composición de los cargos políticos situados en la Gerencia de Urbanismo, se advierten cambios destacables en la política urbanística de la administración para la zona. Si bien el proceso de renovación urbana y el paralelo proceso de gentrificación siguen su curso de forma natural como se verá en la cuarta parte de este documento, sí que se percibe una sensibilidad antes inexistente hacia la problemática de la sustitución de la población de la zona y los abusos cometidos sobre los inquilinos tradicionales.

La principal apuesta de intervención en la zona va a ser la reordenación de la Alameda de Hércules, que tras múltiples intentos será llevada a cabo definitivamente a través del “Proyecto básico y de ejecución de regeneración y adecuación de la Alameda de Hércules en 2004” y que vendrá acompañado de un fuerte impulso a la actividad hostelera con la apertura de numerosos nuevos locales como se verá más adelante.

Por otro lado, la nueva sensibilidad de esta nueva administración se concreta en dos nuevos órganos dependientes de la Gerencia de Urbanismo. Por un lado la Oficina del Área de Rehabilitación Concertada San Luis-Alameda-San Julián y la OTAINSA (Oficina de asesoramiento a inquilinos en situación de abuso) ambas operativas a partir del año 2004. Esta área de rehabilitación concertada estaba prevista por la gerencia desde el 2001, incluyéndose dentro del III Er. Plan Andaluz de Vivienda y Suelo y habiéndose redactado la memoria justificativa de su declaración. Sin embargo no es hasta el cambio de gobierno que su puesta en marcha se hace prioritaria. En Marzo del 2004 se firma el Convenio de Colaboración para el inicio y desarrollo del Área de Rehabilitación Concertada de la zona Alameda-San Luis-San Julián, relativo a la redacción del programa de actuación, constitución de la Oficina Técnica del Área, así como para las actuaciones de carácter prioritario, siguiendo el modelo ya experimentado en otras ciudades andaluzas como Cádiz.

La puesta en valor del patrimonio

Dentro y en el entorno del sector San Luis-Alameda, existe un notable número de elementos monumentales declarados. La muralla de la Macarena fue declarada Monumento Nacional en 1908. Las iglesias de San Gil, Omnium Sanctorum, Santa Marina y San Marcos son Monumentos Histórico Artísticos desde 1931 y la iglesia de San Luis desde 1946. A partir de 1985, los mencionados monumentos van a ser incoados como Bienes de Interés Cultural, y a estos valores patrimoniales reconocidos de la zona se les van a sumar otros entre esta fecha y la actualidad. Además, durante este periodo, la mayor parte de estos bienes van a sufrir procesos de rehabilitación y puesta en valor. Además de su rehabilitación física, muchos de estos espacios van a acoger, a partir de la década de los noventa, funciones  públicas.

Las mencionadas Iglesias de San Gil, San Marcos, Santa Marina y Omnium Sanctorum, que habían sido declaradas Monumentos Histórico Artísticos en 1931, pasan a ser Bienes de Interés Cultural mediante Disposición Adicional de la Ley 16/85 de Patrimonio Histórico Español. Se trata de un conjunto de iglesias de estilo gótico-mudéjar, construidas entre los s.s. XIII y XIV. Las iglesias humildes de este estilo, con su ladrillo visto y sus motivos mudéjares, son una parte fundamental del carácter del sector. Todas estas iglesias sufren procesos de rehabilitación entre los años 1994 y 1997.

Otro elemento característico toma el nombre del principal eje del sector y barriada, la Iglesia de San Luis, Monumento Histórico Artístico desde 1946 y BIC a partir de 1985. Es un exponente notable del barroco sevillano, en contraste con el resto de edificios religiosos de la zona norte del Casco, donde el predominio del austero mudéjar es casi absoluto. Se encuentra en buen estado y ha sufrido obras de conservación en su fachada entre el 2002 y el 2004. Junto a esta Iglesia se encuentra el Antiguo Hospicio Provincial y Capilla del Antiguo Noviciado, también de estilo barroco, así como BIC declarado en 1994 y puesto en valor a través de su transformación en el Centro Andaluz de Teatro en los últimos años de la década de 1980; una de las primeras actuaciones de la administración dirigida a poner en valor la zona, trabajando con esta intervención a dos niveles, el patrimonial y el social-cultural.

Al final del eje de San Luis se encuentra la Muralla de la Macarena, tramo entre el Arco de la Macarena y la puerta de Córdoba. De origen almorávide, y posteriormente reformada por los almohades. Se derriba en su mayor parte entre 1858 y 1873 siendo éste el tramo de mayor tamaño que ha llegado a nuestros días. La puerta de la Macarena, en su configuración actual corresponde a principios del siglo XIX, reedificada en 1723 y reformada en 1795. Es declarada Monumento Nacional en 1908 y con la Ley del Patrimonio de 1985 pasa a ser Bien de Interés Cultural. Ambos elementos, muralla y puerta, sufren una rehabilitación entre el 87 y el 88, y posteriormente una serie de obras de consolidación y restauración entre 1997 y 1998. Su puesta en valor, a día de hoy, sigue pendiente aunque ya planificada en el planeamiento general de 2007. Frente a las murallas se encuentra otro BIC, el Hospital de las Cinco Llagas, rehabilitado en los primeros años de la década de 1990 para acoger al Parlamento de Andalucía, dentro del Catalogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía, creado a partir de la Ley del Patrimonio Histórico de Andalucía de 1991. Asimismo, otros edificios de carácter patrimonial de la zona como el Palacio de los Marqueses de la Algaba y el Palacio de las Sirenas, fueron rehabilitados en la década de 1990 para acoger funciones públicas.

La riqueza patrimonial de Triana en cuanto a edificaciones residenciales es incluso superior a la de San Luis. Hay que destacar aquí la existencia de numerosas casas lujosas, algunas casas nobiliarias y más comúnmente casas patio de la burguesía trianera propietaria de las industrias alfareras; especialmente concentradas en San Jacinto y por lo general rehabilitadas. En cuanto a sus monumentos, cuenta Triana con tres Bienes de Interés Cultural declarados: la Iglesia de Santa Ana que es declarada Monumento Histórico –Artístico en 1931 y pasa a BIC con la entrada en vigor de la Ley 16/85 de Patrimonio Histórico Español; la llamada Casa de las Columnas que es declarada BIC con categoría de Monumento en 1990 y por último los restos emergentes del antiguo Castillo de San Jorge que son considerados BIC a partir de 1985[13].

La iglesia de Santa Ana corresponde al último cuarto del siglo XIII. De estilo gótico cisterciense, su construcción en ladrillo le da un cierto aspecto mudéjar. La Casa de las Columnas es una casa patio del siglo XVIII. Se estructura en torno a dos patios y con fachada neoclásica a la calle Pureza y fachada secundaria hacia la Calle Betis. Fue adquirida y reformada por el Ayuntamiento hispalense para su uso como Centro Cívico. El Castillo de San Jorge es una fortaleza islámica almohade, parte del sistema defensivo del arrabal junto con la cava. En el siglo XV se establecería ahí el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición del Estado Moderno, por lo que se le conocerá popularmente como “Castillo de la Inquisición”. Se cedió el edificio ya en estado de ruina al Ayuntamiento a principios del siglo XIX y se construyó sobre él el mercado de abastos de Triana. Entre estas obras y las del Puente de Isabel II a mediados del siglo XIX, a penas quedará nada del viejo castillo. En la actualidad se conservan como restos emergentes tres de los cuatro frentes murarios del Castillo y la torre de acceso desde el Paseo de la O. El mercado se derribaría en 1990 por su mal estado de conservación, reconstruyéndose el mercado y rehabilitándose los restos del castillo a partir de 1996.

Otra edificación monumental que debe ser destacada, como recoge el PEP-14 del arrabal de Triana, es la Parroquia de Nuestra Señora de la O, del siglo XVIII, siendo la torre de la iglesia uno de los más notables ejemplos del Barroco sevillano. Rehabilitada por el Ayuntamiento de la ciudad en 1994, a éste habría que añadir otros edificios religiosos como la Capilla de la Virgen del Carmen, la Capilla del Patrocinio o la Capilla de Nuestra Señora de la Esperanza.

San Bernardo por su parte carece de edificios de especial valor patrimonial fuera de la iglesia barroca de igual nombre y la dieciochesca fabrica de artillería anexa al barrio. Aunque hasta hace poco contaba con numerosos edificios del XVIII, la sustitución de la edificación ha sido especialmente intensa en las dos últimas décadas socavando la mayor parte de sus valores arquitectónicos.

Renovación urbana, puesta en valor y cambio social de San Luis-Alameda, Triana y San Bernardo (2000-2006)

Renovación urbana del sector. Declaraciones de ruina y desalojos

La tendencia en el periodo 2000-2006 en San Luis-Alameda de la nueva planta es a reducir su importancia frente a la rehabilitación. Esta reducción es más acusada en San Luis que en los otros sectores, si bien podemos intuir que en años anteriores hubiese podido haber una mayor actividad de este tipo de operaciones. Este hecho se da frente a la fórmula de la reforma que presenta una tendencia a aumentar su peso, tanto para reformas generales como parciales. Es también destacable la presencia de los valores máximos entre el 2004 y el 2005, descendiendo el número de licencias solicitadas a partir del 2006 o del 2005, según el tipo de licencia. Esto podría indicar la existencia de un apogeo del proceso de renovación urbana en estas fechas y el posible inicio de una tendencia a perder importancia. En total se han desarrollado 96 edificios de nueva planta y se han reformado 418.

El grueso de la renovación del caserío se ha concentrado en el sector delimitado en el Plan Especial de San Luis. Es la zona donde la nueva planta ha tenido más peso con respecto a la reforma. La incidencia es algo menor en las calles Pedro Miguel y Castellar, y el proceso de renovación urbana se percibe especialmente fuerte en el corazón del sector donde se han realizado las operaciones de reforma interior propuestas por el Plan General y recogidas por el PEP, con la apertura de nuevas calles. Esto se hace evidente a pesar de que gran parte de la reforma ha debido producirse en el lustro inmediatamente anterior a este periodo de estudio.

En Triana, durante el periodo 2000-2006, se construyen o rehabilitan 168 edificaciones. Se construyen un total de 32 edificios nuevos, y de los 136 que se rehabilitan 57 lo son por reforma general. La proporción de licencias de reforma general en Triana es la que tiene mayor peso en comparación con los otros dos sectores de este estudio, dado que en San Luis la reforma parcial supone más del doble de licencias que las reformas generales, mientras que en San Bernardo el peso de la nueva planta es muy superior.

Respecto de la evol.ución temporal, la nueva planta oscila de un año a otro sin presentar una tendencia clara. El año con el mayor número de licencias de nueva planta fue el 2001, mientras los años con el menor número de licencias fueron el 2002 y el 2004. Las reformas tienen un comportamiento similar, es común un elevado número de licencias en el año 2001 y alrededor del año 2004, mientras los años con menor actividad son el 2002 y el 2006.

Durante el periodo 2000-2006 se desarrollan o rehabilitan 56 edificios en el arrabal de San Bernardo. La característica más llamativa en este caso es el enorme peso de la nueva planta en relación con la reforma y en comparación con los otros sectores del estudio. La tendencia a ganar peso de la reforma no se da en este caso, aunque esto puede deberse a que el proceso de renovación es muy débil en este periodo, aún teniendo en cuenta el reducido tamaño del arrabal; y menor aún conforme avanza el tiempo. En el 2005 existen solo ocho edificios intervenidos y en el 2006 tres, coincidiendo con el agotamiento del proceso de renovación urbana en la zona.

En cualquier caso, el número de edificios de nueva planta que se construyen es de 24 para este periodo de tiempo, siendo los años de mayor actividad el 2000 y el 2001. Las reformas suman 32 intervenciones, de las que 23 son reformas parciales. La tendencia, que en el caso de la nueva planta sería a reducirse y casi desaparecer, no esta tan clara en el caso de la reforma y el año con los valores más altos es el 2004.

 

Figura 3. Licencias de nueva planta y reforma en San Luis-Alameda, Triana y San Bernardo (2000-2006).
Fuente: Elaboración propia a partir de las Actas de la Comisión Ejecutiva de la Gerencia de Urbanismo.

 

Con respecto a los desalojos y las declaraciones de ruina dictadas por la Gerencia de Urbanismo que forzarían el desalojo de los inquilinos, en San Luis-Alameda parten de un dato elevado en el año 2000 con 13 declaraciones de ruina, cayendo en el 2001 para recuperarse inmediatamente formando un pico en el 2002 con 14 declaraciones, el dato más alto. El 2003 mantiene un número elevado para caer posteriormente en el 2004 hasta las 3 declaraciones y prácticamente desaparecer en el 2005. En el caso de las órdenes de desalojo se diferencian claramente dos periodos: desde el 2000 hasta el 2003, las oscilaciones son elevadas, entre 4 y 10 desalojos por año, con los datos más elevados en el año 2002, pero sin una tendencia clara. En un segundo periodo, disminuye notablemente el número de desalojos por año hasta el 2006, donde consta una única orden de desalojo de la administración pública para San Luis-Alameda. Es notable el hecho de que los desalojos describan una grafica muy similar a la de las declaraciones de ruina.

 

Figura 4. Desalojos, declaraciones de ruina y demoliciones en San Luis-Alameda.
Fuente: Elaboración propia a partir de la Actas de la Comisión Ejecutiva de la Gerencia de Urbanismo.

 

Por su parte, en Triana, 23 edificios son declarados en estado de ruina y para 20 se ordena su desalojo por razones de seguridad. La tendencia es clara en todos los casos a reducirse. Los desalojos y las declaraciones de ruina se concentran en unas pocas grandes parcelas correspondientes a viejos corrales del arrabal, algunos de los cuales se pierden completamente tras su demolición. Destaca la ejecución de la UE-TR3, la única de las propuestas de este tipo que contenía el PEP de Triana y que ha sido llevada a cabo por el momento. En el contexto de esta actuación se da la mayor concentración de demoliciones en Triana para el periodo de estudio.

En general, los datos de declaraciones de ruina, órdenes de desalojo y licencias de demolición, para San Bernardo, vienen a confirmarnos el práctico agotamiento del proceso. Se concede licencia en el periodo 2000-2006 para la demolición de 17 edificios. Así mismo, se declaran en ruina 14 edificaciones y se ordena el desalojo de otras cuatro.

Aun partiendo de unos datos relativamente elevados, la importancia de las declaraciones de ruina y las demoliciones parece muy reducida en el periodo elegido para este estudio. Los datos elevados con los que comienza la serie para las declaraciones de ruina y desalojos podrían indicar un periodo anterior, en el que la sustitución de la edificación ha sido mucho mayor. En el 2001 se ordena el último desalojo del que tenemos constancia en el barrio de San Bernardo por parte de la Gerencia de Urbanismo y en el 2002 se declara la última edificación en ruina.

Terciarización

Sin duda la particularidad más característica del sector San Luis-Alameda es el desarrollo de una fuerte actividad comercial durante el periodo que estudiamos, concentrado en el Paseo de la Alameda de Hércules aunque no exclusivamente. Vemos como el dinamismo comercial relacionado con la hostelería de la Alameda se expande por las plazas de Europa o de la Mata, al tiempo que se abren diversos locales en calles como Relator. Sorprende el hecho de que esta mayor actividad no destaque en los ejes comerciales tradicionales de la zona como Feria o Amor de Dios, sino que se disemina en torno a La Alameda de Hércules, coincidiendo con su periodo de intervención pública casi definitiva. Los picos de máxima concesión de licencias para apertura de locales comerciales coinciden con el 2002, año en que se desaloja el mercadillo que desde hacía 30 años se celebraba en el paseo de la Alameda, y en 2005, un año después de que comenzaran a ejecutarse las obras de acondicionamiento y rehabilitación del paseo.

En Triana, el crecimiento de la actividad comercial se concentra exclusivamente en ejes comerciales tradicionales del arrabal, principalmente en la calle San Jacinto y Plaza del Altozano, y en menor medida en las Calles Castilla y Betis; actividad vol.cada sobre todo en la hostelería. Respecto de la evol.ución temporal de esta variable, no se aprecia una tendencia clara, siendo los años con menor actividad el 2004 y el 2006 y los años con el mayor número de licencias concedidas el 2002 y el 2005.

 

Figura 5: Acondicionamiento de locales para actividad comercial en  San Luis-Alameda.
Fuente: Elaboración propia a partir de las Actas de la Comisión Ejecutiva de la Gerencia de Urbanismo.

 

En San Bernardo, la importancia comercial es por completo desdeñable, apenas existen establecimientos comerciales en el barrio, y la transformación social del sector ha conducido al contrario que en otros sectores, al cierre de tascas y comercios de proximidad.

Gentrificación de la mercancía-vivienda

 Para el sector San Luis-Alameda existe una mayoría de viviendas colectivas construidas. Un 63% de las edificaciones de nueva planta ejecutadas en el periodo 2000-2006 son viviendas colectivas, frente a un 37% de viviendas unifamiliares. Asimismo, del total de edificaciones construidas, la mayor parte, el 59 % cuentan con garaje. La gran mayoría de las viviendas unifamiliares de nueva planta son viviendas con garaje, mientras que de las viviendas colectivas solo el 41 % tiene garaje.

 

Figura 6: Tipo de viviendas de nueva planta en San Luís Alameda (2000-2006).
Fuente: Elaboración propia a partir de la Oficina del Catastro.

 

Respecto del tamaño, la media de las viviendas unifamiliares es de 237 m2. La media de las viviendas colectivas esta en 87 m2, existiendo una gran varianza entre los datos de la muestra. Dentro de las viviendas colectivas existen grandes diferencias, con pisos de gran tamaño, de entre cien y ciento cincuenta metros cuadrados, y pisos de muy reducidas dimensiones. Es notable la existencia de numerosos pisos en viviendas colectivas de nueva planta de hasta menos de 40 m2. Identificamos este hecho con la existencia, dentro de los grupos colonizadores, de familias sin hijos o solteros cuya atracción hacia esta zona se debe motivos culturales y de forma de vida; con lo que estarían dispuestos a sacrificar renta y comodidad por vivir en el centro de la ciudad, en áreas con un considerable dinamismo cultural y social. Este hecho cobra importancia en San Luis-Alameda siendo inapreciable en San Bernardo.

En Triana, la construcción de viviendas unifamiliares es mínima y casi despreciable. Por lo tanto existe un perfil de viviendas colectivas con menor varianza en la serie que en San Luis-Alameda, arrojando una media de 97 m2.

 

Figura 7: Tipo de viviendas de nueva planta en Triana (2000-2006).
Fuente: Elaboración propia a partir de la Oficina del Catastro.

 

Respecto de las viviendas unifamiliares, éstas encuentran la menor proporción de entre los sectores del estudio. Siguen en la línea de viviendas de gran tamaño con garaje, siendo 250 la media de metros cuadrados. Un sesenta por ciento de las viviendas cuentan con garaje, situándose este dato entre el de los sectores de San Luis y San Bernardo.

En San Bernardo, el tamaño medio para las viviendas unifamiliares, construidas en el periodo 2000-2006, es de 248 m2, muy similar a la media de San Luis; y de 102 m2 para las viviendas colectivas, con diferencia el dato más elevado de los tres sectores. La proporción de viviendas unifamiliares es del 41%, frente a un 59% de edificaciones destinadas a vivienda colectiva. La práctica totalidad de las edificaciones de nueva planta del sector cuentan también con garaje.

San Bernardo es el sector que cuenta con las viviendas de mayor tamaño, con la mayor proporción de viviendas con garaje y con la mayor proporción de viviendas unifamiliares. Esto indicaría un mayor grado de gentrificación. De los tres sectores, las viviendas nuevas construidas en San Bernardo son las que se dirigen a grupos de mayor poder adquisitivo.

Cambio social y demográfico

Durante el periodo de estudio, la ciudad de Sevilla se encontraba en franca regresión demográfica, con un crecimiento natural neutro y un saldo migratorio pronunciadamente negativo por la salida de población hacia otros municipios del área metropolitana, apenas compensadas por la llegada de población extranjera, y que arroja un saldo total de -0.3% para el periodo 2000-2006.

En este contexto,  el Distrito Centro de la ciudad no solo gana población sino que es solo superado en crecimiento por el Distrito Este, dentro del cual se ubican los mayores nuevos desarrollos urbanos que se han ejecutado en la última década. De los once distritos en los que se divide la ciudad de Sevilla, solo el Distrito Este y el Centro crecen por saldo migratorio.

Tanto San Luis-Alameda como San Bernardo, crecen durante este periodo  un 8.5 % y un 13 % respectivamente, no así la población de Triana, que permanece estancada. Un crecimiento que depende básicamente del desplazamiento de población autóctona de edad media, lo que implica unas dinámicas demográficas totalmente ajenas a la dinámica general de la población sevillana.

 

Cuadro 1.
Índice de vejez e índice de dependencia[14]
 

Indice de vejez

Indice de dependencia

 

2000

2006

2000

2006

San Luis-Alameda

20,42

16,19

49,19

41,93

San Bernardo

17,54

15,25

48,08

48,19

Triana

20,23

19,41

46,31

46,47

Sevilla

14,81

15,66

42,81

45,85

Fuente: Elaboración  propia a partir del Padrón Municipal de Sevilla.

 

Durante el periodo de estudio los tres sectores han sufrido un notable rejuvenecimiento, mayor en San Luis-Alameda y menor en Triana. En los tres sectores se reduce la población mayor de 65 años y se incrementa las demás. La reducción del índice de vejez está haciendo que estos sectores urbanos se aproximen a la media de Sevilla, habiendo partido de una de las poblaciones más envejecidas de la ciudad. Sin embargo, si prestamos atención al índice de dependencia, vemos que éste no ha variado para los casos de Triana y San Bernardo, aunque sí para el caso de San Luis, lo que indica un mayor peso de las edades intermedias para este caso. El crecimiento de los sectores viene dado por un saldo migratorio muy positivo que además viene soportado, especialmente en el caso de San Luis-Alameda, por grupos en edades intermedias.

La dinámica demográfica de los tres sectores resulta opuesta a la del conjunto de Sevilla, donde la población envejece y aumenta notablemente la dependencia. El caso más evidente es el de San Luis-Alameda, que partiendo de unos índices de vejez y dependencia mucho mayores que el del resto de la ciudad de Sevilla, acaba con unos resultados de índice de vejez muy próximos y con un índice de dependencia notablemente inferior al de la ciudad de Sevilla.

 

Cuadro 2.
Variación en la proporción de universitarios

Universitarios

2000 %

2006 %

VAR %

San Luis

14,7

20,1

5,4

Triana

16

18,08

2,08

San Bernardo

28,5

30,9

2,4

Sevilla

8,79

12,37

3,58

Fuente: Elaboración propia a partir del Padrón Municipal de Sevilla.

 

Un indicador tan vinculado al nivel de renta como es el nivel de estudios podrá orientar sobre el componente social de la transformación. Por término general, se reduce ligeramente el numero de analfabetos en estos sectores urbanos, ya de por sí muy reducido en 2000, y se incrementa la importancia de la población con estudios secundarios y superiores. Teniendo en cuenta el peso de la población con estudios universitarios comprobamos que los tres ámbitos de estudio tienen una proporción mucho mayor que la media de Sevilla. La variación ha sido positiva en los tres casos para el ámbito temporal de estudio, mucho mayor en San Luis-Alameda, donde la proporción de universitarios crece de forma mucho más rápida que en el resto de la ciudad de Sevilla en términos generales, no así en el caso de San Bernardo o Triana, donde crece a un ritmo ligeramente más lento.

Inquilinos acosados y desalojados

Los siguientes datos han sido extraídos de los casos tratados por la UBAI entre el 2003 y el 2006 para el ámbito de este estudio.

 

Figura 8. Condición sociolaboral del inquilino amenazado.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de UBAI.

 

De los inquilinos que ofrecieron datos sobre su perfil laboral, existe una apabullante mayoría de jubilados, el 42%, y por lo tanto mayores de 65 años. Es notable también el número de personas que cobran pensiones por invalidez, el 12 %. Entre las personas en activo, los grupos más numerosos son los trabajadores por cuenta ajena, los autónomos, los desempleados, y aquellos que trabajan en la economía sumergida. Aunque existen, son minoritarios los casos en los que los inquilinos son funcionarios, estudiantes o profesionales liberales.

Cerca de un 60% de los consultados tienen un contrato anterior a la entrada en vigor del decreto Boyer, y menos de un diez por ciento tienen un contrato con fecha del periodo de vigencia del mencionado decreto.

A pesar de que la gran mayoría de los encuestados no pudo ofrecer datos sobre la antigüedad de los edificios, la existencia de edificios con menos de 25 años es prácticamente desestimable. Más de la mitad de los edificios tienen una antigüedad entre los cincuenta y los cien años, y un 33% de ellos tienen más de cien años.

De los datos extraídos, se extrae un perfil del inquilino de edad avanzada, por lo general superior a los cincuenta años, jubilado o de perfil económico bajo, con contrato de renta antigua o sustituido por un contrato actualizado que va a ser la causa de su desalojo y que habita en una casa vivienda colectiva de más de cincuenta años.

Se confirma por un lado la práctica extinción de los contratos de la etapa Boyer y por otro lado, el que la gran mayoría de los afectados llevasen periodos superiores a dos décadas habitando en la misma vivienda de alquiler. Es elevado también el número de contratos posteriores a la Ley de 1994, un 32%, una proporción que deberá ir en aumento conforme vayan desapareciendo los contratos de “renta antigua”.

 

Figura 9. Tipos de casos recogidos por la UBAI entre el 2004 y el 2006.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de UBAI.

 

La mayoría de las consultas son por acoso, y dentro de éstos, la mayoría de los inquilinos indican que el acoso comenzó tras la venta del inmueble, generalmente a una empresa inmobiliaria aunque también a particulares. Entre las formas de acoso la mayoría de los vecinos denuncian obras constantes y puntales en sus casas para hacer el acceso al edificio impracticable, dejación del inmueble en otros casos y negativa de la propiedad a cobrar el alquiler.

La segunda consulta más frecuente es por desahucio inminente. La mayoría de los desahucios son por extinción del contrato y negativa de prórroga, aunque también abundan los desahucios por impago y por ruina inminente.

En tercer lugar alrededor de un 15 % de las consultas denuncian el mal estado de conservación del edificio y el abandono de la propiedad de los deberes de conservación, que podríamos considerar un tipo de acoso o una fase previa al desalojo.

 

Figura 10. Causa del desalojo.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de UBAI..

 

Al estar protegidos los inquilinos por un contrato legal mientras continúan pagando sus alquileres, los propietarios o intermediarios que buscan introducir un edificio con estas características en el mercado recurren a diferentes tácticas para poder deshacerse de ellos.  Una de las más recurrentes es el abandono del edificio, de mucha antigüedad, esperando su deterioro para poder obtener una declaración de ruina que permita su demolición o rehabilitación una vez desalojados los vecinos. Si esto no es posible, se recurre a otras tácticas, como por ejemplo ofrecer dinero a los inquilinos, empezando por los más ancianos y vulnerables, engañándoles sobre el valor real de la propiedad en la que habitan y procurando su salida a cambio de cantidades ridículas. En este caso, los vecinos con mayor conocimiento de la situación serán los que puedan obtener la mayor suma por abandonar su vivienda.

Si el inquilino se niega a abandonar la propiedad, se recurre a diferentes tipos de acoso. La realización de obras, a menudo sin permiso legal, la introducción de puntales o incluso el deterioro intencionado durante las obras de la estructura de edificios son formulas a menudo utilizadas según los informes elaborados por las oficinas OTAINSA y UBAI. Otro sistema utilizado es el negarse a cobrar los recibos de alquiler con la intención de forzar el desahucio por impago, o, cuando es posible, aumentar el precio del alquiler  de forma desorbitada.

Algunos de los recursos utilizados por los propietarios se encuentran fuera de la legalidad, pero el desconocimiento de la ley por parte de los inquilinos y la escasa atención de la administración a esta situación durante años han propiciado este tipo de prácticas.

La existencia de multitud de casos de acoso y desalojo de inquilinos en la zona de estudio muestra una de las facetas principales del proceso de gentrificación, la población de bajo poder adquisitivo que es desalojada. Los datos ofrecidos aquí hacen exclusivamente referencia a la población que vive en régimen de alquiler, una población especialmente numerosa en nuestras zonas de estudio, y al mismo tiempo, la más susceptible de ser desplazada fuera de la zona.

Entre los residentes tradicionales pertenecientes a clases bajas y marginales existe lógicamente, un predominio notable del alquiler. Los nuevos residentes que ocupan las casas rehabilitadas o de nueva planta, pertenecientes a las clases medias, siguen alquilando en muchos casos, aunque serían responsables del cambio de tendencia favorable a la compra por su mayor capacidad de desembolso económico o endeudamiento.

La indefensión de los grupos con bajo poder adquisitivo aumenta debido a su condición de no propietarios del inmueble que ocupan. Las políticas de congelación de alquileres habrían permitido a estas personas permanecer en sus barrios, a la vez que han mantenido alejadas las inversiones de capital inmobiliario en determinadas zonas de predominio del alquiler durante la segunda mitad del siglo XX. La llamada renta antigua impedía subir los precios de los contratos de alquiler y mantenía en una posición cómoda a los vecinos tradicionales que ostentaban contratos prácticamente indefinidos y pagaban cantidades nimias, en comparación con los precios que se alcanzan en la actualidad.

Conclusiones, propuestas y nueva hipótesis

A la luz del análisis efectuado, se considera suficientemente probada la existencia de un proceso de gentrificación en los sectores de Triana, San Bernardo y San Luis-Alameda en la coyuntura reciente. Se ha comprobado cómo durante los procesos de industrialización de Sevilla, entre el siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, estos sectores se consolidan como enclaves obreros e industriales de la ciudad; cómo en el periodo que se inicia a partir de los años cincuenta sufren una degradación urbanística y social que se prolonga hasta la década de los ochenta, hasta llegar a una fase de revalorización marcada por el inicio de las intervenciones en torno al Plan General de 1987, en el marco del cual se produce la recuperación urbanística, económica y social de la zona.

La configuración de estos lugares como espacios gentrificables, viene dada por los siguientes hechos: en primer lugar, el acoger numerosos elementos susceptibles de ser explotados como elementos culturales-patrimoniales; desde los monumentos, al propio caserío y el medio urbano que lo componen. En segundo lugar, la existencia de una etapa de configuración como barrio obrero, que implica la inhibición de la actividad pública durante largos periodos y su alejamiento de los ensanches y de los sectores valorizados entre finales del XIX y principios del XX, determinando además un notable predomino de la vivienda en alquiler frente a la compra. En tercer lugar, un posterior periodo de abandono caracterizado por la ausencia de inversión pública, la descapitalización inmobiliaria privada, el deterioro del caserío, el envejecimiento de la población y el declive demográfico. En cuarto y último lugar, la posibilidad de valorizar y conseguir una nueva centralidad para la zona.

Los datos para el periodo 2000-2006 nos muestran una intensa intervención en la edificación a través de nuevas construcciones y rehabilitaciones, dirigida a producir un tipo de mercancía-vivienda de estatus elevado. Asimismo, en base a los datos disponibles del padrón, comprobamos como los sectores objeto de estudio han sufrido una transformación demográfica y social, con una dinámica independiente del resto de la ciudad, creciendo por saldo migratorio, rejuveneciéndose su población y aumentando notablemente el nivel de formación de la misma, muy por encima de la media sevillana. De forma paralela, los casos de acoso a inquilinos se han concentrado para la ciudad de Sevilla en nuestro ámbito de estudio, dirigidos a la expulsión de un tipo de población vulnerable, envejecida y con escasa cualificación.

Conclusiones del análisis comparado

Respecto de las diferencias entre los tres sectores, se hace evidente como el proceso de renovación urbana tiene mayor importancia para el periodo 2000-2006 en el sector San Luis-Alameda. Las consecuencias sociales del proceso son notables en base al mayor número de casos de acoso y desalojos, contando asimismo con las mayores transformaciones de la población, para edad y formación. Las razones se hacen evidentes analizando la intervención pública. Por un lado, el subsector San Luis coincide con el PEP de igual nombre ejecutado principalmente en la segunda mitad de la década de 1990. De esta forma San Luis es la zona que sufre las mayores transformaciones urbanísticas a nivel de apertura de calles, creación de nuevas manzanas, agregación de parcelas y realineación de las calles. Es factible que los efectos sociales y urbanísticos se prolonguen o incluso tengan su apogeo en los primeros años del siglo XXI.

Las características propias del Paseo de la Alameda de Hércules han hecho que esta zona se caracterice frente a los otros por su fuerte desarrollo comercial. Esta explotación comercial de la mercancía lugar a través del proceso de gentrificación, no es exclusiva de La Alameda; aunque es, dentro del ámbito de este estudio, donde se hace más patente. El desarrollo comercial cobra también una cierta importancia dentro de Triana, especialmente en determinados ejes con una cierta tradición comercial como son las calles San Jacinto, Castilla y Betis, mientras que es inexistente en el arrabal de San Bernardo.

La explotación como lugares histórico-monumentales, con un enfoque hacia el turismo declarado en los documentos consultados de la administración, cobra especial importancia en San Luis-Alameda y en Triana, mientras que tiene mucha menor importancia en San Bernardo, si consideramos el numero de monumentos puestos en valor en los últimos años a través de su rehabilitación y el reconocimiento legal de los mismos. Esto limita a San Bernardo a la explotación de la mercancía-vivienda.

Es fundamental distinguir entre el nivel de gentrificación al que ha llegado un determinado sector y la intensidad del proceso durante el periodo de estudio. De esta forma, el proceso habría sido más intenso en San Luis-Alameda durante el periodo 2000-2006, y menos intenso en San Bernardo y en Triana. Sin embargo, en el mismo período de tiempo, los indicadores respecto de la población y del tipo de viviendas que más se ajustan al perfil del espacio gentrificado son los de San Bernardo. Aquí el proceso de gentrificacion habría alcanzado un grado más avanzado, situándose el momento de mayor intensidad del proceso en la década inmediatamente anterior a la elegida para la investigación.

Otro hecho ineludible es el que las mayores transformaciones sociales en cuanto a edad y formación para la coyuntura reciente, coinciden con el sector donde la renovación urbana ha sido más intensa y donde existe el mayor número de desalojos y declaraciones de ruina; esto es en el sector San Luis-Alameda. Por otro lado las menores transformaciones sociales se dan en sectores o subsectores que han sufrido fuertes procesos de renovación urbana con carácter previo al ámbito temporal de este estudio, como sería el caso de Triana Sur o el arrabal de San Bernardo. Se puede afirmar específicamente en el caso de San Bernardo que las transformaciones en cuanto a nivel de formación de la población son mínimas, y corresponderían a un proceso de gentrificación ya prácticamente agotado. Al mismo tiempo, los datos indican que es el sector donde el proceso ha llegado a un grado más avanzado, con la población mejor formada y la mayor proporción de vecinos con formación universitaria. En San Bernardo además, se encuentran las viviendas de mayor tamaño, mejor equipadas y con los precios más elevados. Por el contrario, en San Luis-Alameda, aunque predominan las nuevas viviendas de grandes dimensiones y con garaje, existe un importante grupo de viviendas de nueva planta de reducidas dimensiones.

El mayor tamaño de las viviendas y la mayor proporción de viviendas unifamiliares y garajes en San Bernardo indica que los grupos colonizadores de San Bernardo son grupos con un mayor poder adquisitivo y que buscan viviendas cómodas, además del valor patrimonial-cultural-elitista. Mientras tanto en San Luis, una parte importante de los gentrificadores prescinden de aparcamiento y de una vivienda espaciosa y la sacrifican por el deseo de consumir un determinado espacio cultural e histórico. Todo parece indicar que la gentrificación de San Luis-Alameda tiene un mayor componente cultural e ideológico.

La actuación de la administración es similar en los tres sectores. La mayor actividad de la administración en la coyuntura reciente se da en el sector San Luis-Alameda, con la creación del Área de Rehabilitación Concertada San Luis-Alameda-San Julián, y especialmente en la Alameda con la recuperación definitiva del Paseo de la Alameda de Hércules. La intervención en los otros dos sectores es menor debido a que ya se había intervenido notablemente con anterioridad. Entre 1987 y el año 2000 se había producido ya una fuerte intervención en los tres sectores.

Las estrategias de los promotores privados parecen ser similares en todos los ámbitos de estudio, siendo factor común el asiduo recurso a la omisión del deber de conservación. La mayor actividad del promotor privado se ha dado de nuevo en los subsectores de San Luis- Alameda.

Se trata entonces de variaciones en torno a un modelo de gentrificación de espacios de carácter histórico. En todos ellos juega un papel determinante el carácter histórico-patrimonial de los sectores, sin embargo hay subsectores donde la gentrificación ha venido acompañada por un enfoque comercial orientado a la hostelería,  orientado al turismo mediante la explotación de su patrimonio, o bien orientado exclusivamente a la explotación de la mercancía-vivienda.

Modelos de gentrificación

El estudio de la gentrificación en Sevilla, nos muestra, como se aventuraba en la introducción, la necesidad de atender a los distintos marcos legales y políticos, para comprender el proceso en distintos territorios. Así, para el caso de la gentrificación en el Estado español, resulta fundamental tener en cuenta el contexto específico en que se produce la degradación y abandono de los centros históricos. A destacar la Ley de Arrendamientos Urbanos de 1964[15] y el desplazamiento de la clase obrera hacia los desarrollos urbanos vinculados con la arquitectura funcionalista de las décadas de 1960 y 1970, mucho más que al desplazamiento hacia desarrollos suburbanos característicos del modelo anglosajón. Por su parte, la puesta en valor de los centros históricos españoles, parece vinculada a la progresiva valorización del patrimonio histórico artístico a partir de la década de 1980 y la consiguiente legislación en la materia, así como a las funciones turístico-comerciales, más que al incremento de la demanda de trabajadores de cuello blanco en los actuales centros financieros y de negocios, que no tienen por qué coincidir con los conjuntos históricos en las ciudades españolas.

Se perfilan también, en la presente investigación, algunas cuestiones que podrían caracterizar un modelo de gentrificación diferenciado del hasta ahora investigado en el mundo anglosajón. Estas diferencias, matizables, vendrían dadas por la enorme importancia de la intervención pública a la hora de poner en valor sectores urbanos degradados y de extender el efecto contagio sobre los agentes privados, algo que vendría dado por la tradición más intervencionista de la administración de la Europa continental, tanto como por la mayor dificultad a la hora de intervenir en tramas históricas, complejas y enormemente degradadas. El carácter histórico de los sectores gentrificables sería la otra gran cuestión, disponiendo estas ciudades de un mayor incentivo y una cierta ventaja a la hora de crear espacios residenciales de lujo y consumo en sus centros históricos.

Por otro lado, dentro de los casos estudiados se percibe la diversidad de formas que puede adoptar el fenómeno de la gentrificación, dentro de la unicidad del proceso. En el caso de San Luis Alameda podría asociarse al establecimiento de comunidades culturales, con su mayor dinamismo comercial, la importancia y heterogeneidad de su principal espacio libre, el Paseo de la Alameda de Hércules, y las dimensiones más reducidas de la nueva mercancía vivienda desarrollada recientemente. Sin embargo, en el caso de San Bernardo, resulta evidente el establecimiento de una burguesía asalariada con elevado poder adquisitivo, mientras las comunidades culturales, tan comúnmente descritas en los estudios desarrollados en el mundo anglosajón, brillan por su ausencia. Esto indica dos modelos de gentrificación diferentes en el caso de estos barrios, al mismo tiempo que implica que la aparición de comunidades culturales identificables vinculadas al proceso, aunque común a muchos casos, no es un factor necesario de la gentrificación.

Conclusiones respecto del papel de la administración pública

El agente sobre el que se ha hecho más énfasis en este trabajo es el agente público. Sobre él se fijó uno de los objetivos del presente trabajo y la relación de su intervención con el proceso de gentrificación es parte fundamental de la hipótesis de partida. Respecto de esto último, es notable la correlación entre un fuerte proceso de gentrificación,  y la existencia de intervenciones de carácter público dirigidas a la renovación urbana y a la puesta en valor del patrimonio. Es intención declarada en todos los documentos de la administración, la puesta en valor y la recuperación económica de estas zonas anteriormente degradadas. La gentrificación es por lo tanto, objetivo principal de las políticas que se desarrollan para la zona durante el periodo de vigencia del Plan General de 1987.

La segunda conclusión principal para el agente público, es la existencia de un fuerte cambio en la política y en los indicadores a partir del cambio de gobierno que se produce en el año 2003. A partir de esta fecha existe un cierto replanteamiento de la situación. No solo por el hecho de que ya se haya desarrollado la mayor parte del planeamiento dirigido a la recuperación urbanística y económica de los distintos sectores, también porque empiezan a desarrollarse recursos destinados a paliar los efectos negativos de la gentrificación, como es la OTAINSA o la Oficina del Área de Rehabilitación Concertada Alameda-San Luis-San Julián. El hecho aquí constatado es que a partir del 2003 las declaraciones de ruina y los desalojos ordenados por la administración prácticamente desaparecen. No obstante, las demoliciones y transformaciones de vivienda prosiguen y la terciarización del entorno de la Alameda de Hércules se acelera.

El proceso de gentrificación actual y su vinculación con las políticas de la administración no debe ser ya visto como un tipo de políticas de corte desarrollista y con poca atención por lo cualitativo. Por el contrario, y como se ha podido comprobar, existe una transición hacia un tipo diferente de objetivo en la intervención pública, dentro de la cual la gentrificación, y su fomento por la administración, debe ser vista como la búsqueda de la explotación de las rentas de monopolio propias de determinadas zonas de carácter histórico en las urbes. Lo que al iniciar este documento podía parecer una contradicción entre el marco legal y discursivo del urbanismo actual y la práctica en los centros históricos, se resuelve en un nuevo tipo de políticas de búsqueda de renta, no ya por la expansión y el desarrollo cuantitativo, sino por la búsqueda de la especifidad y las cualidades que pueden hacer única a una determinada mercancía-lugar. A la mercancía principal de la ciudad, el suelo, se le añade la “mercancía-lugar”.

Este marco, no obstante, conduce a una nueva contradicción, en la medida en que la explotación mercantilista y la fetichización del lugar gentrificado, conducen inexorablemente a la desaparición de estas cualidades y de sus rentas monopolísticas, es decir, a la desaparición del lugar. Esto es así, en la medida en que la gentrificación provoca una expulsión del componente social y fundamental de ese espacio. Es por ello que se podría caracterizar al tipo de economía creada en torno a la explotación de la mercancía vivienda y lugar del Centro Histórico de Sevilla, mediante su gentrificación, como una economía casi extractiva. Se ha desarrollado un mercado de grandes dimensiones que paulatinamente irá decreciendo conforme se agote y banalice el carácter y la especifidad de la mercancía. “La insulsa homogeneidad adjunta a la pura mercantilización borra las ventajas del monopolio”[16]. No obstante esto se evitaría en la medida en que se fuese capaz de conservar cierta diferenciación, cierta singularidad y cierta cultura que son la base de la apropiación de las rentas de monopolio de lugares como la Alameda y Triana.

Prognosis

Las medidas desplegadas por la administración para corregir los efectos negativos de la gentrificación son inexistentes en un primer periodo de tiempo e insuficientes en otro.

El principal hecho aquí es que la aparición de procesos de gentrificación puede preverse. De esta forma, es necesario formalizar un tipo de instrumento dirigido a prever la existencia de estos procesos ante la potencial transformación de la estructura social urbana en esta dirección. Instrumentos que lo previesen y que pudieran aconsejar las medidas necesarias para corregir los efectos negativos del proceso, como son el acoso y la expulsión de colectivos vulnerables con fuerte vinculación a las áreas gentrificadas o la profundización en la segregación social de la ciudad.

Se aboga aquí por la formalización de un “Informe de Impacto Social” que proveyese de recursos a los técnicos y a la administración para prevenir y sentar las bases de una mejor gestión de este tipo de problemáticas. Este informe recogería los efectos potenciales de un determinado plan y las consecuencias de sus opciones estratégicas, debiendo establecer expresamente, las condiciones específicas para la prevención de impactos sociales negativos de las actuaciones previstas.

Este tipo de informes no solo serían necesarios para tratar los posibles procesos de gentrificación. Existen otras problemáticas urbanas fuertemente relacionadas con la intervención pública y privada, que exceden totalmente el objetivo de este trabajo, pero que podrían ser previstas de igual manera por “Informes de Impacto Social”, como por ejemplo, el impacto de grandes superficies comerciales en sectores con un tejido comercial tradicional de pequeños comercios, o para prever las consecuencias y proponer las opciones de actuación ante la progresiva concentración de grupos de inmigrantes extranjeros en sectores específicos de la ciudad.

Estarían sometidas a la obligatoriedad de este tipo de informes, actuaciones públicas o privadas sobre el medio urbano con fuerte impacto y que pudiesen afectar a la centralidad  o al tejido social de determinadas zonas, especialmente en sectores urbanos con población “vulnerable”. La determinación de qué tipo de actividades deberían estar sometidas a este informe es una responsabilidad que recaería por completo sobre los planes generales. Ésta sería la escala más adecuada para analizar y prever los posibles impactos sociales de los diferentes posibles modelos de ciudad, y determinar qué sectores y qué planeamiento de desarrollo deben estar sometidos a informes específicos.

Este tipo de informes podrían disponer las medidas, sin embargo, queda la cuestión de qué medidas pueden corregir los efectos negativos de la gentrificación específicamente. Tras el análisis de la intervención pública, comprobamos cómo los planes destinados a la regeneración física de los espacios han sido presentados como planes positivos para la mejora de las condiciones de vida de la población residente, cuando la realidad era distinta. Gran parte de esta población encontraba su principal problemática en el estado de su residencia, en el interés de la propiedad en su desalojo y en la imposibilidad de encontrar una renta ajustada a sus capacidades en el barrio al que se sentían vinculados. Sin embargo, la actuación pública ante la problemática de la degradación de estos barrios ha sido invariablemente la intervención en el espacio público y las dotaciones y no la intervención en el mercado de la vivienda.

Otro tipo de instrumentos dispuestos como la creación de la OTAINSA o el Área de Rehabilitación Concertada, sí son apreciables como experiencias positivas y reproducibles en otros ámbitos urbanos. Son sin embargo insuficientes por sí solas y finalmente dependen de la existencia de recursos para realizar una inversión lo suficientemente fuerte sobre las zonas afectadas, no tanto dirigida a la regeneración del espacio urbano, como a la creación de viviendas sociales.

Solo mediante una intervención valiente en el mercado de la vivienda de estos sectores, puede el agente público intervenir evitando la expulsión de los colectivos vulnerables y la contribución a la segregación social urbana del proceso de gentrificación. La corrección de estas tendencias es posible mediante el recurso a la expropiación de los propietarios que incumplan sus obligaciones respecto del deber de conservación y la construcción de viviendas sociales en una proporción notable.

Formulación de nueva hipótesis

Dados los resultados obtenidos, comprendemos que un análisis completo del proceso de gentrificación en el Conjunto Histórico de Sevilla y en los sectores que en concreto están afectados, implicaría remontarse en el tiempo hasta cubrir todo el ámbito temporal de aplicación del Plan General de 1987, resultando un periodo de veinte años. El hecho de que la mayor intensidad del proceso se hubiese producido durante la coyuntura económica recesiva entre 1992 y 1997, no implicaría necesariamente una disociación del proceso de gentrificación con respecto al mercado nacional de la vivienda. Por el contrario, confirmaría la tesis de Neil Smith de la gentrificación como refugio de capitales en una coyuntura adversa para el mercado.

El análisis del agente público y su papel en el proceso, revela la existencia de un cambio notable en la política local que se produjo con el cambio de gobierno del año 2003. Este cambio político, fue contemporáneo de algunas de las luchas y acciones más fuertes  contra la gentrificación llevadas a cabo por los movimientos vecinales y asociativos en la ciudad de Sevilla.

Es por ello que una ampliación de este análisis en una futura tesis, debe en primer lugar ampliar el ámbito temporal de estudio hasta 1987, fecha de aprobación del último Plan General. Por otro lado el estudio debe incluir dentro de los agentes a estudiar a los mencionados movimientos vecinales. Estos movimientos no serían agentes de la producción o del consumo, sino de ambos, puesto que producen el espacio, al tiempo que compiten por el consumo de la vivienda, mediante la actividad política, la denuncia, las ocupaciones y la negociación con la administración. Por último habría que barajar la hipótesis de estos movimientos vecinales como posible motor del cambio en las políticas de la administración local a partir del año 2003.

La existencia de intereses divergentes entre los distintos grupos sociales que habitan los barrios en procesos de gentrificación es constatable. Si esta última tesis que se baraja fuera correcta, la problemática iría mas allá de la divergencia de intereses; existiendo fuerzas sociales que operan en direcciones opuestas en el campo de la política para hacer primar sus intereses sobre el terreno de batalla urbano. Un conflicto entre el valor de uso y el valor de cambio del lugar y entre diferentes grupos sociales por el interés en habitar un determinado espacio urbano.

 

Notas

[1] One by one, many of the working class quarters in London have been invaded by the middle-classes (…) Larger Victorian houses, downgraded in an earlier or recent period (…) have been upgraded again. Once this process of gentrification starts in a district it goes rapidly until most of the original working-class occupiers are displaced and the whole social character of the district is changed” citado en Smith, 1996, p. 41.

[2] El índice expresado en la figura se ha obtenido del cociente entre el número de casos de acoso inmobiliario detectados por OTAINSA y la población total empadronada.

[3] Ver Plan Especial de Protección del Sector 2, San Luis. Sevilla: Ayuntamiento de Sevilla, 1998 y Plan Especial de Protección del Sector 3, Santa Paula- Santa Lucia. Sevilla: Ayuntamiento de Sevilla, 2000.

[4] Ver Plan Especial de Protección del Sector 12, San Bernardo. Sevilla: Ayuntamiento de Sevilla, 1995.

[5] Plan de Reforma Interior del Casco Histórico.

[6] Plan de Reforma Interior de Triana.

[7] Ver Plan Especial de Protección del Sector 14, Triana. Sevilla: Ayuntamiento de Sevilla, 1999.

[8] Este avance que se remite a la Consejería de Cultura contiene básicamente una sectorización a partir de la cual se realizaran los PEP de cada zona, una clasificación de estos PEPs y unos objetivos y directrices básicas.

[9] El conjunto histórico de Sevilla. Avance del Plan Especial de Protección.

[10] Planes Especiales de Protección.

[11] Plan Especial de Reforma Interior.

[12] Pueden comprobarse estos datos en el documento oficial Análisis del Plan Urban. Sevilla: Excelentísimo Ayuntamiento De Sevilla. Gerencia de Urbanismo, 1998.

[13] Ver Plan Especial de Protección del Sector 14, Triana. Sevilla: Ayuntamiento de Sevilla, 1999.

[14] Índice de vejez o proporción de viejos IV= (Población >64/ Población Total) * 100.

[15] Decreto núm. 4104/1964, de 24 de diciembre 1964.

[16] Harvey, 2007, p. 420.

 

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[Edición electrónica del texto realizada por Hugo Gaggiotti]

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Ficha bibliográfica:

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