Francesc Adrià
Pierre Michon, Cuerpos del rey, Anagrama, Barcelona, 2006
Resulta evidente que los ecos de otras épocas y artistas nos rodean. Pero, ¿cómo orientarse entre tanta tradición? ¿Todo es ruido? ¿Existe algo parecido a un canon con vocación occidental o, aún mejor, universal que amablemente nos ofrezca su opinión?
De forma ineludible las ambiciones y las ansias tienen que verse rebajadas. Somos un recipiente inadecuado, frágil, finito para tanto volumen cultural. Parece que sólo desde las apreciaciones individuales con proyección universal se podrán obtener esos hitos personales que nos orientan a través del miasma de manifestaciones culturales. Seguro que gran parte de la aceptación de esos referentes recae en el reconocimiento de su valor.
En Los cuerpos del rey, el aclamado Pierre Michon muestra parte de su nutridísimo bagaje literario bajo una pléyade de formas. Un resumen somero sería afirmar que utiliza las figuras de Samuel Beckett, Gustave Flaubert, William Faulkner y Honoré de Balzac para compartir su erudición. Pero aún sería un comentario insuficiente, se dejaría algo.
Comentarios críticos de sus autores favoritos, retazos autobiográficos, líneas poéticas, exposición de una teoría literaria…Todo ello sin ruborizarse por mostrar las fuentes de las que está bebiendo. Michon señala algunos interrogantes como por qué motivo no iban a identificarse los artistas con la apariencia que ellos nos facilitan, qué perdura, si es que algo subsiste, de lo que se ha creado, o si realmente son necesarias las formalidades encasilladoras y reduccionistas.
Estas maneras pueden atribuirse a otros nombres como Jean-Luc Godard en su Vivre sa vie: Film en douze tableaux (1962). Aunque no sea objeto de este comentario, además de la misma nacionalidad, pueden percibirse ciertas afinidades entre estos artistas. Son reformuladores de sus medios, sinceros al mostrar sus fuentes, francos en sus estilos que a través de la libertad armonizan el hombre y sus universos poéticos, sin intermediarios ni elementos condicionantes. El valor no sólo reside en las piezas o fragmentos que componen la obra, la calidad del artista tejedor predomina. Es por todo ello que este libro resulta altamente gratificante para aquellos que están en la búsqueda de una hermosa opinión de calidad.