Francis García Collado
Edward W. Said. Sobre el estilo tardío: Música y literatura a contracorriente. Traducción de Roberto Falcó Miramontes. Barcelon, Debate, 2009
«Para poder escribir bien sobre un asunto, es necesario
que ya no tenga ningún interés para nosotros.»
F. Schlegel, Fragmentos críticos
Entre las variadas y variopintas categorías que la crítica, en su afán interpretativo, o meramente explicativo, aplica a las obras artísticas o literarias, ocupan un lugar privilegiado las categorías de tardío y prematuro. No será por tanto ocioso, aprovechando la reciente publicación del libro de E. W. Said sobre el estilo tardío, replantearnos algunas preguntas al respecto. Como por ejemplo las siguientes: ¿Son lo tardío y lo prematuro dos categorías de toda obra? ¿Hay obras prematuras y obras tardías, o más bien todas las obras son tardías y prematuras al mismo tiempo? Y tercera pregunta, necesaria: ¿Hay obras en sazón? Porque lo tardío y lo prematuro, como tantas parejas de términos aparentemente antitéticos, se definen en relación a un tercero, en este caso a un término ideal de maduración. Pero, ¿existe realmente ese término ideal? ¿No es siempre, por el contrario, demasiado pronto o demasiado tarde para todo? Sin embargo, tardío y prematuro no son estrictamente opuestos, pues mientras prematuro significa algo que se hace antes de tiempo, tardío sólo significa lo que se hace al final, y no necesariamente después de tiempo. De manera que todos los autores tendrán obras tardías, pero no todos en cambio obras prematuras (¿alguien consideraría Madame Bovary, la primera obra de Flaubert, una obra prematura? En cambio, su inacabada y póstuma Bouvard y Pécuchet sin duda es una obra tardía).
Suponiendo que todo tenga su tiempo, y que éste no sea sencillamente el tiempo en que acontece, las obras tardías pertenecerían a su tiempo y las prematuras vendrían a destiempo. Tiempo y destiempo definen por tanto también dos categorías de toda obra, quizás con más pertinencia que las de prematuro y tardío. El concepto de estilo tardío, para referirse no ya a las obras últimas de un autor, sino a aquellas en las que éste es consciente de su final, lo acuñó Adorno en sus escritos sobre las últimas composiciones de Beethoven. Consciente de su final es una simplificación que conviene ser explicada. No significa únicamente consciente de la proximidad de la muerte, consciente de la decadencia física, del término de la vida, del paso inexorable del tiempo, sino, sobre todo, consciente de que la obra propia ha cerrado ya su ciclo, de que ya no hay nada más allá. “Un momento en que el artista, a pesar de ser dueño absoluto de su medio, abandona la comunicación con el orden social establecido del que forma parte y alcanza una relación contradictoria y alienada con él” (p. 30). Lo que significa que el artista, para poder llegar a componer obras tardías, tiene antes que haber llegado a “ser dueño absoluto de su medio”, cosa que ni siempre ni en todos los casos se produce, como sabemos. De manera también que sólo podría hablarse de obras tardías en el caso de los grandes artistas (compositores, escritores) que hubieran alcanzado previamente la madurez. Por ejemplo, si Proust hubiera seguido escribiendo después de la Recherche, es decir si hubiera seguido viviendo, toda su obra posterior hubiera sido tardía. En cambio, el Finegans Wake de Joyce no es la culminación de su obra, la culminación fue el Ulises, sino una obra tardía, quizás, en el caso de la literatura, la obra tardía por antonomasia, si nos atenemos a la definición que nos da Said de lo tardío: “Lo tardío es una suerte de exilio autoimpuesto que llega después y sobrevive a lo que es en general aceptable” (p. 39). Aunque Said ha preferido poner como ejemplo de obra tardía por antonomasia la ópera Così fan tutte de Mozart, una obra que a Beethoven, otro tardío recordemos, no le gustó, precisamente porque ponía en tela de juicio los principios que habían guiado toda su vida, hasta el punto de componer su Fidelio para rebatirla. Y es curioso que lo que analiza Said en estas dos obras sean principalmente los libretos y no la música, después de haber dicho, con bastante criterio, que la ópera es la combinación de una música genial con unos argumentos triviales. Las obras tardías por lo tanto se caracterizarán por su apertura, por una sensación de abandono, de irresolución, que contrasta fuertemente con las obras sólidamente construidas, en las que el autor no parece dejar nada al azar ni a la improvisación. Pero si son obras por tanto producto del desencanto, desequilibradas, inarmónicas, inestables, como se nos dice, hay que suponer entonces que ese es también el estado de ánimo del hombre al final de su vida, o de su periodo creativo.
Llegados a este punto se plantea un nuevo interrogante: ¿Puede haber, además de obras tardías, personalidades, es decir artistas o autores tardíos? Para E. W. Said no cabe ninguna duda al respecto, y precisamente el inventor del concepto, Adorno, es a su juicio el mejor ejemplo de figura tardía: “Adorno es una figura tardía porque gran parte de sus actos se caracterizaron por una militancia feroz contra su propia época” (p. 46). Y ya tenemos una de las características principales de las figuras tardías: ir en contra de su propia época. Pero, ¿acaso no es esta la característica de todo gran arte, la condición misma de su evolución? En este caso todas las grandes figuras habrían sido tardías, y no sólo al final de sus vidas, sino incluso, y sobre todo, durante ella. Ir en contra de la propia época significa poner en duda las ideas, creencias y opiniones de la época en cuestión. Significa atentar contra la estética y la ética de la propia época. Por decirlo de una forma más rotunda si cabe, poner en duda los pilares mismos en que se asienta la sociedad. Seguramente todo el mundo duda de su firmeza, pero nadie se atreve a decirlo abiertamente. Sólo algunos artistas, escritores, filósofos, entre los cuales Nietzsche ocupa sin duda uno de los primeros puestos, como sin duda también Karl Kraus. Pero, ¿es posible ir en contra de la propia época? ¿No son precisamente los autores tardíos los que mejor representan a su época? Aunque para Said, todo hay que decirlo, ir en contra de la propia época significa, al menos a partir del siglo XX, “enfrentarse a los grandes códigos totalizadores de la difusión cultural, y la cultura occidental del siglo XX” (p. 156). Cosas que él considera, como se sabe, bastante despreciables. El último texto que contiene el libro de Said Sobre el estilo tardío, titulado Atisbos de estilo tardío, que finaliza con el análisis de La muerte en Venecia, la novela de Mann y la ópera de Britten, empieza así: “Todo estilo implica, en primer lugar, la vinculación del artista con su propio tiempo, o período histórico, sociedad y antecedentes; la obra estética, a pesar de su irreductible individualidad, forma parte – o, paradójicamente, no una parte – de la época en que fue creada y apareció” (p183).
¿Hemos aclarado algo? Yo creo sinceramente que no. Decir que no lo pretendíamos sería salirse por la tangente; así que tal vez éste sea un buen ejemplo de comentario tardío sobre un libro tardío.
Nota: Sobre el estilo tardío es un libro póstumo, y tardío en consecuencia, en el doble sentido de esta palabra tal y como la hemos utilizado en esta reseña, que Said no llegó a terminar, aunque tenía escritos varios capítulos, y la idea, objeto también de varias conferencias de sus últimos años, le rondaba hacía tiempo. Finalmente fue Michael Wood, amigo y colaborador de Said, quien reunió los materiales que había dejado Said dando forma al libro tal y como lo conocemos.