¿Educar o deseducar? Deberíamos ser EDUCADORES y EDUCADORAS en mayúsculas

Todos deberíamos ser EDUCADORES y EDUCADORAS en mayúsculas. Docentes, madres, padres, o referentes próximos o no tan próximos… Todos influimos en nuestras relaciones y somos responsables del resultado que se imprime ante la mirada atenta de nuestros niños, niñas y jóvenes.

Por este motivo vamos a centrar nuestra atención en revisar la importancia de la calidad cognitivo-emocional y del mapa de comportamiento del ser que educa y haremos algunas recomendaciones fundamentales para cuidar esa relación.

¿CUÁL ES EL OBJETIVO? Crear alas y dar alas

Esas alas han de tener un equilibrio. Por un lado, recursos para “poder volar”, capacidades, habilidades, competencias y valores; y, por otro, actitud para “querer volar”, para generar interés, curiosidad… para descubrir, adquirir y utilizar el conocimiento.

¿CUÁL HA DE SER EL PUNTO DE PARTIDA? El Autoconocimiento

Nos permite no tener que aceptar dogmas de fe. Es decir, conocer qué sistemas, base neurobiológica y funciones sustentan la capacidad para dirigir el proceso de vida saludable física y mental. Comprender cómo aprendemos; la relevancia de dónde situamos nuestra observación mental, nuestra atención (la herramienta máster en el Método Thabit). Descubrir si podemos cambiar nuestra forma de pensar, de sentir y de comportarnos, a pesar de ser adultos, e incluso llegar a cambiar nuestro carácter…

Porque a la pregunta de si es posible la transformación, la respuesta es muy sencilla: ¡Es inevitable! Cambiamos con cada experiencia, gracias a nuestra capacidad plástica, y tanto si queremos como si no. Por lo tanto, es mejor que aprendamos a saber dirigir el cambio.

¿CUÁL HA DE SER LA DIRECCIÓN DE ESTA TRANSFORMACIÓN? Desde dentro hacia afuera

Debemos educarnos para educar, educarnos en valor para influir en el valor de nuestras relaciones. Este proceso va a suponer adquirir de forma gradual una coherencia entre los tres ámbitos de la vivencia (el pensamiento, el sentimiento y el comportamiento), un gran trabajo inicial, para posteriormente interactuar con el entorno y proyectarnos desde los valores fundamentales que estamos obligados a fomentar.

Al responsabilizarnos de construir nuestras “redes” (tanto neurales, como sociales) sobre la base del “hacer” que consolida nuestra forma de “ser” educadores y seres sociales, somos capaces de contribuir aportando valor a la sociedad de la que queremos sentir que formamos parte.

Y descubrir herramientas para aprender a identificar y cambiar nuestro pensamiento; los primeros con capacidad resiliente debemos ser nosotros y, por supuesto, nuestra relación debe estar siempre encabezada y mediada por el afecto y la capacidad amorosa; ser conscientes de la importancia de la equidad; cuidar y fomentar la escucha activa; aprender a observar las coincidencias y llegar a respetar y valorar las diferencias… Todo ello nos acerca a la cualidad del ser educador.

Continuará …

¿Quieres saber con qué herramientas contamos?, ¿qué hacer? y ¿qué evitar? La Dra. Rosa Casafont nos lo desvela en la próxima entrada