
Regalar una rosa es un gesto simple, pero su impacto va mucho más allá de lo simbólico. ¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando damos o recibimos una flor?
Cuando regalamos, activamos circuitos de recompensa profundamente enraizados en nuestro sistema límbico. La acción de obsequiar —especialmente algo cargado de belleza y afecto, como una rosa— estimula la liberación de dopamina, el neurotransmisor que asocia el placer con la motivación. En quien la ofrece, y también en quien la recibe, se despiertan sensaciones de bienestar, gratitud y conexión emocional. Esta experiencia, aunque puede parecer efímera, deja huella: el cerebro registra ese momento como significativo, y lo guarda como una experiencia positiva.
Pero hay más. Las flores —y en especial las rosas— estimulan también la atención sensorial. Su forma, color, textura e incluso su aroma activan regiones cerebrales vinculadas con la percepción visual, el sistema olfativo y la memoria emocional. Es una forma de aprendizaje multisensorial en acción: el cerebro asocia esa experiencia con una emoción concreta, con una persona, con un recuerdo.
Sabemos que las emociones son el pegamento del aprendizaje (Immordino-Yang, 2016). Lo que nos emociona, nos transforma. Lo que nos conmueve, nos conecta. Y como señala Antonio Damasio (2010), las emociones no son un complemento del pensamiento: son su base, su brújula. Son las que guían nuestras decisiones, moldean nuestras relaciones y dan sentido a nuestras experiencias.
En un aula, en casa, en la vida… regalar una rosa es también cultivar la plasticidad, la empatía y la memoria afectiva. Porque, al fin y al cabo, como bien sabemos quienes habitamos entre neuronas y emociones, todo gesto que nace del cuidado tiene poder neuroeducativo.
Y si además ese gesto ocurre en una fecha tan simbólica como el 23 de abril, Día Internacional del Libro —y en lugares donde regalar libros y rosas se convierte en un lenguaje de afecto compartido, como en Cataluña—, ese poder se multiplica: leer, regalar y cuidar se entrelazan en una misma experiencia emocional que deja huella en el cerebro.
Referencias
Damasio, A. (2010). El error de Descartes. Editorial Crítica.
Immordino-Yang, M. H. (2016). Emotion, sociality, and the brain’s default mode network: Insights for educational practice and policy. Policy Insights from the Behavioral and Brain Sciences, 3(2), 211-219